sábado, 15 de agosto de 2015

Un Final a Medias


Qué relativo es eso de terminar. De acabar. De liquidar un asunto. Lo que nos gusta a veces sentenciarlo todo. Y a veces lo mal que lo pasamos en un final. Cuando todo está a punto de acabar.

Qué poco consuelo buscamos en esos momentos en los que ves que algo que te encantaba se acaba. Lo poquita cosa que somos cuando el final es inevitable. Lo impotente que nos sentimos en una despedida de un ser que ha sido querido. Y mucho. Que se le ha cogido cariño con tan poco. Que dio la sensación que faltó tiempo para demostrar algo más.

Despedirse es sentenciar algo que ya sabíamos que tenía un final pero, nunca pensábamos que llegaría. Es un secreto a voces. Una verdad callada. Hasta que llega. Hasta que se grita en los labios de uno y en las miradas tristes de otra.

Sin embargo, decir adiós es imprescindible. Es poner el punto final y a otra cosa M. 
Sin despedida no hay principio. Y somos tan racionales que si no la hubiere nos quedaríamos ahí, en el limbo, entre lo que no se acabó y lo que estará a punto de empezar. No despedirse es sinónimo de acabar mal. De final a medias. Y te pegas ahí diez minutos escribiéndole un texto a la despedida que dio la sensación que nunca se acabó.

Y eso que hay mil formas de marcar un final. Y se puede dejar un regustillo diferente según las palabras que se utilicen. Si se quiere volver a a ver a la persona se suele decir hasta pronto. Es la sutileza del lenguaje. Dejárselo caer. Marcar un espacio temporal no planeado para volverse a ver. Es como decir, te despido porque no tengo mas remedio pero te voy a echar de menos, y nos vamos a tener que volver a ver. Si las despedidas son asiduas y nos gusta despedirnos tanto como el sexo se suele decir un hasta luego. Eso es despedirse para un ratito. Es el amante de las despedidas. El vicio de quererte volver a ver ya, ahora, dentro de un rato.

Ya si nada ata se le manda un hasta siempre a los oídos del otro y si te visto no me acuerdo. Los gestos también importan. Un abrazo, dos besos. Cuánto de fuerte fueron. Cómo lo sentiste. Si lo distes por cortesía o por querer tener el último contacto. Si se dijo te echaré de menos o me encantaría volver a verte. El cómo se miró, a los ojos, al suelo, a la boca.

Todo ésto me lo estaba preguntando yo, aquí, ahora. El cómo nos despedimos. Las lágrimas que se derramaron. Qué simbolizaban. Cuánto de mal las estoy mal interpretando ahora. Que fue verdad y fingido. Qué se nos quedó en el tintero. Si volverse a ver es una solución. Me gustaría saber qué sensación te dejó. 

Si sentiste lo mismo que yo. 

Que fue un final a medias.

O un principio por empezar.

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