martes, 4 de agosto de 2015

Aún Así

Me equivocaba. No me culpes. Yo también pensaba que cuando se terminara la semana acabaría consigo todo ésto que no es nuestro. Que no quieres. Que a mí me sobra. Te hablo de todo lo que se quedó en el tintero. De los detalles que se quedaron ahí, como si fueran medio mentiras por cumplir.

Infringí un par de normas de tu corazón. Cometí el error de molestar. Además de lo lindo. Hasta el fondo. Como ninguno lo había hecho. Dime si me equivoco si no. Luego sorprendí. Sorprendí para mal. Porque te conté dos verdades como puños que a las primeras de cambio y de sopetón parecían mentiras de las buenas. La primera; que ya te quería. La segunda; que ya te escribía. No sé si me creíste. Ahora...

Robé todas las vergüenzas que pude y después de todo ahora soy más tímido que antes. Ya no es vergüenza. Ya es ajena. Ya no es amor. Ya es platónico. Ya no es difícil, es que es imposible.

Imagino que te estarás preguntando porqué sigo escribiendo a pesar de todo. Te preguntarás cómo es posible que sin tú quererme y yo sin saber de ti andemos los dos en este mismo renglón. No sonrías que no te veo. Yo me pregunto porque leer a escondidas no es sinónimo de querer conocer flojito. Porqué escribir no es presentarse tímidamente.

Anoche me dí cuenta de una cosa. Sigo escribiéndote porque es la única forma de evitar el olvido y a su vez, dar señales de vida de puntilla, sin hacer ruido. Lo más lejos que puedo para que cuando destelle un párrafo más, no te moleste su luz y que se lea porque se quiere, no porque se obligó. Como el abrazo que nunca se te pidió.

Me mentí a mí mismo hace un par de textos diciéndome que podría olvidarte. Que sería cariño y aprecio pasajero. Ahora tengo vergüenza de decírtelo. Aquí, delante de todos: Que aún así, te quiero.

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