sábado, 7 de septiembre de 2019

Este cuento

No quiero que acabe. Ni el finde, ni de los besos, ni los planes, ni este cuento. No quiero que se acabe. Egoísmo sin medida que busca en tus labios rascar tiempo, consumir las ganas, perderse de la vida. No quiero que acabe su sonrisa, sus ganas, sus gemidos, sus miedos. Porque todos nos han visto dormirnos rodeados esa noche de cojines.

No quiero que se acabe. Lo que no tiene nombre, lo que va con frenos, lo que va despacito hacia mi alma. A devolverme una ilusión que dejé en alguna isla del pasado. Y no quiero que se quede, ni que se vaya, ni que lo diga, ni que lo calle. Porque no soy quién para decirle como tiene que vivirlo, ni besarlo, ni soñarlo. Que ni pronto ni tarde... que ni antes ni después. Otro beso, me mira, se ríe. Otro beso. Me abraza. Cierra los ojos. Ahí está ella. En un ahora. En un ya.

Y no quiero que se me vaya su perfume, ni su sabor de boca, ni su sexo, ni su recuerdo. Para que todo eso que me dio, se quede aquí en este rinconcito conmigo. Para que, cuando no la vea, la tenga bien presente en mis recuerdos. Como la noche donde hubo lo que fuera aquello. Como las caricias que se pidió tan esperadas. Tan de espalda desnuda, mi mano caminaba y sus vellos se erizaban.

Y me quedo con su piel, con su tacto, con su pelo. Como iban atrapándome en su cama y quitándome el sueño. Que más de una vez me quedé mirándola sin saberlo. Y dormía, tranquila, como si mañana fuéramos a estar ahí de nuevo. Y entonces le besé el cuello.

Y recuerdo que, cansada, me pedía, desde el otro borde de la cama, mi cuerpo. Para quitarle el frío, o los miedos. Nunca me lo dijo claro. Pero fui, y le quité la ropa, el frío y todo lo que llevaba puesto.

No quiero que acabe dijo,

Y yo le insinué, por si acaso,

Un pequeño beso, en las comisuras de esos labios nuevos.

Ella rió. 
Sonrisa que no acabó, aunque acabe este texto,
este cuento.