sábado, 28 de febrero de 2015

Y Tú Más

Dele siempre la última palabra. Désela porque se ve que se ofende la chiquilla con tanto amor de golpe. Discute si desea, pero otorgarle el derecho a réplica. Dele la oportunidad de que le ponga a parir. Es más si puede, permítase darle el lujo de tenerte que decir que es lo que tienes y no tienes que hacer. Dele el derecho a desaparecer, porque aquí el que se queda la paga. Y ante todo hay que ser caballero.

Vamos, adelante. Prepárese para el contacto físico. Porque de ésta no te libras cacho de cupido. Siéntelo porque si no lo sientes de poco servirá todo su empeño en joderte la post-existencia, si es que en algún momento la llegases a recuperar. Abra su alma por una página en blanco que ahí está ella para garabatearla como le venga en gana.

Cuidado. No se crea que es suya. Porque ella no es de nadie y si lo es no te importa. No se lo preguntes porque la duda ofende. Tú no tienes derecho a nada. Ni a preguntar ni a contestar. Ni a escribir ni a hablar. Cállese de una puta vez y póngase cómodo porque ahí va todo lo que nunca te contaron.

Si ve que para, insiste. Porque de vez en cuando también le gusta ser el centro de atención. Aunque se lo niegue, dele su corazón porque no hay mejor juguete que le guste que ése.

Sonríele. Y a estas alturas costará, pero créame que es importante. Porque ella quiere que la gente te vea así. Porque para ella será más fácil justificar su buena nueva. Porque para ella la tristeza es ofensa.

Contéstale con el "y tú más", que se moleste en quedar por encima de ti. Dígale a los cuatros vientos que estás enamorado, coño. Que no pasa nada por decir lo que uno siente. Dígale de una puñetera vez, que se nos han ido las palabras mal sonantes al mismísimo infierno y que aquí el que escribe bonito es el único culpable de que parezca que ella quiera menos.

Demuestre que hable y escribe por y para ella. Dele la regla que verifique que esté usted hablando solamente de la que está por llegar. Hazle ver que es la única dueña de tus palabras y que nadie venga a robarlas como suyas.

Pero aún así, de todas maneras, y aunque le joda, dígale

Yo te quiero más.

viernes, 27 de febrero de 2015

Por Desamor


Parece que lo bonito de amar es todo lo que se hizo por amor. Y parece que sacamos el orgullo todo lo que fuimos capaces de hacer por esa persona que ya no nos quiso. Parece que lo único que importa es cuánto y cómo se ama cuando se es correspondido.


Y me niego a creer que sea el único barómetro para medir cuánto se quiso a una persona. Fundamentalmente porque todos hemos tenido desamores. Y todos hemos amado sin ser correspondidos. Y así parece que todo ese tiempo no tiene cabida en querer.

Si queremos darle a algo importancia, désela a lo que verdaderamente es difícil de querer. No es importante lo que se quiso sino lo que se dejó de querer. No es importante lo que se hace por amor, porque a fin de cuentas es lo mínimo que se debe de hacer, sino más bien lo que se hace por un desamor.

Es algo que nunca contamos por vergüenza pero yo creo que es necesario. Dejen ustedes de preguntarse qué hizo por amor y empiecen a conocer a las personas por aquello que harían por desamor. Porque por un desamor se recorre la escala desde nada hasta darlo todo, y éso va a regir el punto de partida de qué haría por ti si te tuviera como amor.

Por desamor puede estar esperándola a 2ºC de temperatura, en un sitio por sorpresa para decirle entre lágrimas te necesito. Por desamor puede estar ese ahí, dedicándole tres párrafos diarios y usted sin saberlo, señorita. Por desamor puede hasta ser modesto y guardar paciencia por tal de no molestar a aquel nuevo amor que vino como su sustituto. Por desamor puede que aún conserve su fotografía en algún rincón visible de su habitación y usted ocultándolo en baúles del olvido.

Por eso, cuando vayan a querer a alguien intentad que todo lo que hagáis sea contado por las cosas que se hicieron para que ese alguien no se encuentre ningún día en la tesitura de escribir algo por desamor. Y quererse. Quererse como ningún desamor os quiso. Porque ahí, es el único sitio dónde podréis sacar el orgullo de lo que hicimos por desamor. Contándoselo al oído, abrazados a ésa que nunca os desamó.

jueves, 26 de febrero de 2015

Una Bonita Sonrisa Leyendo


Tengo una cosa que contarte que te va a sonar a chino. No sé en que idioma decírtelo. El caso es que ando como un francés buscando excusas a diestro y siniestro para ver cómo, lingüísticamente, te interpreto ésto, y no hay manera de que me venga una prosa romántica, digna del latín a contarte lo que ninguna lengua muerta había contado en sus tiempos...

No quiero ser duro, ni difícil de entender como el arraigado alemán. Tampoco ser frío como las lenguas de los países nórdicos. Para no ser repetitivo no voy a contártelo en el mismo idioma que te lo vengo diciendo desde hace ya un tiempo.

A veces nos planteamos si hablamos en idiomas diferentes, si la comunicación es igual de mala como escasa, y si tenemos problemas de salud emocional después de tanto vivido. No lo sé, pero vivimos aún con ese miedo.
Y es ese el que nos hace mas inútiles e inexistentes. Por cada dos sueños que tenemos, acabamos en pesadilla. Que son esas que no pasan, pero que se viven como si fueran reales. Ademas fastidian el momento del sueño, joden un momento bonito, y a diferencia de los sueños, siempre se recuerdan.

Nos vamos a proponer una cosa. Vamos a tratarnos como diferentes. Trátame mal, como nunca lo has hecho. Hiere mis sentimientos y pisotéalos un rato. No me hables, ignórame, estemos más de 10 minutos incomunicados... Puede hasta que te diviertas, yo no. Veamos a ver cuánto duramos jodiéndonos la vida. A ver cuánta fuerza de voluntad ponemos en este ejercicio absurdo que vivimos hace tiempo los dos en la otra parte del quererse...

Vamos a romper cartas de amor y fastidiar días señalados. Veamos cuánta culpa nos reconocemos al final del sufrimiento. Porque no me cabe la menor duda de que vamos a sufrir de lo lindo.

Pues eso venía a decirte, añoranza. Que vamos a dejarnos de jugar a lo que no somos, y vamos a decirnos a los cuatro vientos que nos tenemos tanto odio que queremos vivirlo juntos, tú con tu desdicha de no ser querida y yo con la niña que aún está por quererme.

Y utilices el idioma que utilices, dilo de tal manera que siempre suene diferente. Y que parezca triste y acabe en sonrisa. Que nunca se intuya lo que parece. Que sea sorpresa en ojos y gracias en abrazos. Que sea un no te esperaba tan guapa, ni tan lectora.

Como cuando ella llegue y lea estos textos que aún están en busca, de una bonita sonrisa que los cite como suyos, como propios, como eternos.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Olvídate de Ti


Olvídate de ti. No vuelvas a mencionarte como la que eras. No vuelvas a confundir como la que pretendías ser. Olvídate de ti, de las ilusiones, de la entrega, que de poco sirvió dártelas en cuanto te perdí.

Olvídate de tu cara. De lo guapa que eras. De como nos hacíamos el amor, que ya esas sábanas ya no recuerdan, ni tienen tu olor. Olvídate de ti, de las caricias, de los abrazos, que ya no confortan, que ahora solamente hielan.

Olvídate de tus palabras, de la escucha sincera. Que has dejado sordos a aquellos que nombrabas con mentiras. Olvídate de tus risas que ya no alegran, olvídate de tus lágrimas que ya, éste que está aquí, ya no las secan.

Haga usted el favor de olvidarse un poquito de ti. Deja en paz esa parte que tanto te correspondió. No vuelvas a nombrarla, no la menciones. Ya no. Ya es tarde. No busques excusas nuevas para indicar lo peor que fuiste anteriormente. Vive sin abrir el baúl del pasado y olvídese un poquito de ti.

De verdad, olvídese de esa parte de ti. Esa que estuvo ahí aun sin estar. Esa que te miró mientras otros te besaban. Esa parte de ti que luchó y cometió errores y que nuca se le premió ni perdonó. Olvídate de ti porque acabas de perder un trocito de lo que siempre fue tuyo. Olvídese de un trozo de ti porque yo siempre intenté ser parte de usted.

Olvídate de ti y no de mí, porque ahora te estarás dando cuenta que hice todo lo posible para que ésto último fuese prácticamente imposible. Y no me culpes por olvidarme de ti porque yo sólo soy culpable de una triste cosa;

De aún hoy, acordarme de ti.

martes, 24 de febrero de 2015

Mi Niña Traviesa


Me he ido a enamorar de una de ésas de sonrisa ancha, de piernas inquietas y delgadas, de melena larga al viento. De éstas que te sacan del agujero día tras día, de las que lloran de felicidad, de las que son malas desde chiquititas.


Me he ido a enamorar de aquella que fue traviesa, de las primeras de su clase que se pintaban los labios, de las que se peleaban por defenderte en el patio.

Me he ido a enamorar de aquella que siempre tiene una tarde para ti. De las que nunca tienen tiempo para nada y hacen de todo. De las que trabajan y estudian, y salen por las noches a quemar pistas de baile. Las que no paran en un sitio quietas. De ésas que siempre tienen prisas.

Me he ido a enamorar de ésas que buscan un príncipe fosforito para no perderlo. De ésas despistadas que no se acuerdan de cumpleaños, fechas de aniversarios, que se olvidan las llaves en casa, que pierden mil veces el móvil. De las que con ellas se pierde la razón, el tiempo.

Me he ido a enamorar de las que siempre llegan tarde a una cita. De las que lo bueno se hace esperar, de las que salen por las mañanas sin maquillar porque van tarde. De las que duermen con mi sudadera, que siempre van descalzas y siempre tienen frío.

Me he ido a enamorar de éstas que no se están quietas. De las que les encanta viajar. Las que hacen el tonto delante de la cámara. De ésas que les gustan las cosquillas en días de lluvias en el sofá del salón. De ésas que contagian nerviosismo. Contagian amor.

Me he ido a enamorar de una de ésas locas. Y me he ido precisamente a enamorar de ella. Y solamente de ella.

De mi niña traviesa.

lunes, 23 de febrero de 2015

Una Estrella Fugaz


El frío caía como la noche. Caía un aguacero de ausencia proporcional al tamaño de la luna. Él estaba como de costumbre, en la parada de autobús iluminada por un tubo fluorescente que dejaba apreciar el vaho que salía de su boca cada vez que suspiraba.


Su cuerpo inmóvil. De pie. Con una pierna flexionada y apoyada en el sucio cristal que se dignaba a acompañarlo todas las noches de ese invierno. Todo lo de alrededor era oscuridad, penumbra, luces lejanas y el ruido de una carretera cercana que se atisbaba tras las sombras siniestras de una hilera de pinos por los destellos de los coches.

Con las manos escondidas en los bolsillos de un tejano viejo y roto miraba la vida pasar delante de sus narices. Sus recuerdos eran tan inoportunos como claros. Su olvido era tan inexistente como su calor corporal. La lágrima que le caía por la mejilla era lo único que se movía en aquellos dos metros cuadrados de asfalto mal alisado.

El sonido de una anilla golpear el duro metal del asiento de al lado le hizo alzar la mirada. Un bolso marrón, aparentemente de piel, con anillas color cobre por las asas se posó a escasos metros de su último anhelo.

La dueña de aquella señal era una chica con el pelo castaño y largo. Su cabellera se dejaba posar sobre unos hombros rectos y aparentemente finos. Su complexión era delgada, casi con la misma silueta que marcaban sus labios, que trazaban dos paralelas rosas debajo de una pequeña nariz que respiraba el mismo frío que él.

Ella se sentó ignorando su presencia. Él ignoró la situación. Lo único que le llamó la atención es que nunca antes había estado tan solo y a la vez tan bien acompañado. Su mirada bajó al suelo cuando recordó la última vez que se ilusionó y la cantidad de películas que le mintieron tanta verdad.

Él ignoraba que iba a suceder después, tanto como ella. Tras dos fogonazos de luces tras los pinos una palabra empezó a cambiarlo todo. La palabra fue 'Perdona'. Ella se acercó con paso tímido a su perfil y empezó la frase con la última palabra que recuerda de su último amor. Perdona. Ella ignorante de ello le preguntó por el autobús de la línea número cinco. Él levantó la mirada hacia el rostro de esa chica. Tenía por costumbre mirar a los ojos cuando decía una verdad y respondió casi de memoria que sí, que estaba en el lugar indicado. Tras un silencio incómodo y tras una sonrisa le aclaró que les quedaba treinta minutos esperando al relente.

Ella sonrió. Su sonrisa, ¿cómo decirlo?, era del tamaño de una cura. Las dos pequeñas arrugas que marcaban el final de su gesto eran tan características como oportunas. Ella le ofreció su compañía porque no le apetecía compartir minutos con la oscuridad y el silencio. Él, mirándola a los ojos, aceptó con una curva de labios muchísimo menos encantadora. 

Al ir por sus cosas al otro lado de la parada, él recordó sus ojos. Eran pequeños con una pequeña línea perfilada que no quitaba protagonismo a sus pestañas. Le sorprendió pensar, que eran los primeros ojos chiquititos que le llamaban la atención.

Ella le reconoció que le encantaba conversar y conocer a gente y que odiaba estar en silencio. Todo lo contrario a él, que a pesar de compartir la afición de charlar, siempre aprovechaba esos minutos para escribir sus sentimientos en un folio lleno de tachones.

El tiempo fue tan relativo como corto y el frío, incomprensiblemente desapareció. La presencia de la chica lo sacó de su estado ausente y sin quererlo, ella se convirtió en la dosis de ilusión que tanto lo derrumbó.

El autobús llegó más temprano de la cuenta. Ambos se montaron, dejándole él pasar primero a ella por cortesía. Él se dirigió a dónde ella se sentó y le preguntó educadamente si podía acompañarla en el trayecto. Ella aceptó con una sonrisa y a la vez sorprendida. Ella daba por hecho esa compañía. Él a su vez, rezaba por el no rechazo.

Ni que decir tiene que él cayó prendado de aquella dama que apareció en mitad de la noche. Al conocerla descubrió su nombre, Cher, su edad, seis años más menos enamorada que él, sus estudios, de lengua francesa, cultura de la ciudad del amor. Ella le hablaba con tal confianza que dudaron si se conocían de antes. Él más que hablar, escuchaba. Estaba absorbido por la situación. Lo había visto tantas veces en la gran pantalla que sólo miraba como esos labios se unían y se paraban para darle calor.

Ambos se bajaron en la misma parada y no se intercambiaron teléfono, twitter o instagram. Ella antes había mencionado que sus horarios cambiarían y que probablemente fuera la única noche que estuviera ahí.

Tras bajar lentamente del autobús ambos se besaron, un beso en cada mejilla y se dieron las gracias mutuamente por el ratito. Él volvió a agachar la cabeza al suelo. Porque supo que no volvería a verla más salvo que el caprichoso destino quisiese. Porque ella sólo apareció esa noche. Y entonces volvió a recordar porqué, por muy especiales y bonitas que sean, nunca te puedes enamorar de una estrella fugaz...

miércoles, 18 de febrero de 2015

Tiene Que Ser Difícil


¿Ésto?,... Ésto tiene que ser difícil. Y entiendo que pueda llegar a chocar. Lo sé. Es que nos lo vendieron con anterioridad como barato, fácil, y de usar y tirar. Y claro, ahora vienen las consecuencias.

Consecuencias que se pagan en cuerpo de otro. En corazón tercero. Ahora viene el No juntito de los miedos. Viene la inseguridad borracha de desamores. Vienen defectos cargados de humillación. La pena paseando con un vestido que se le ha quedado chico por lavarse de mala manera.

Ésto que viene tiene que ser difícil y créeme que te entiendo. Que sin conocernos hemos estado en la misma casita del abandono. Que ambos hemos escuchado "ya no", que ésto ya no funciona, que el roce hace el cariño, que la distancia es un mal en sí bemol.

Seguramente lo que vaya a decirte te suene repetitivo. E incluso puede que duela. Porque nunca antes un quizás supo a tampoco, que un depende jamás antes se camufló tan bien de nunca.

Y claro, la confianza en ésto que es tan difícil, se vuelve ciega y sorda a la misma par. Porque ya lo que nos digan nunca sonó a primera vez. Que ya nuestras bocas no son vírgenes y que ésto ha sido mancillado en sábanas que ya no te sueñan. En almohadas que ya no te abrazan, en cama que te las tildaron de ajenas.

Y entonces ésto se convierte en una cuestión de fe. Y mermados por tanto pecador absuelto nos toca convencernos una vez más, que es nuestra única religión de escape.

Y sé que lo que sigue va a sonarte duro, demasiado directo. Puede que hasta cruel. Lo que vayamos a decirnos puede ser que se dijera, pero alguien tenía que venir a decírnoslo de una puñetera vez. 

Y hoy me ha tocado a mí hablarle a tus cicatrices y decirles de una vez por todas, te quiero. Y tiene que ser difícil querernos así de heridos, tiene que ser difícil quererse así de enfermos. Pero más difícil tiene que ser tenernos ahí delante y no decirnos cuánto de difícil es ahora, intentar no querernos...

martes, 17 de febrero de 2015

Amor Salvaje


Hoy tengo ganas de ti. Hoy me apeteces. Quiero tocarte a miradas. Hacer el amor a abrazos. Hoy tienes todo de mí. Tienes mi atención, mi desenfreno, mi lado amante, mi hambre, mi sed, mi todo.

Hoy quiero que me cobres el tiempo sin vernos. Hoy quiero que el castigo sea en cama, que la condena sea eterna. Hoy quiero tu corazón y el mío a 100 por hora. Hoy no quiero límites de velocidad, ni señales de prohibido. Hoy quiero curvas, que señalices a conciencia tu punto débil, que el accidente sea provocativo, que la colisión sea inminente.

Hoy no tengamos vergüenza. Seamos lanzaos, valientes, aventureros. Hoy se muerde en vez de besar, se exige en vez de pedirse, arrancarse más que quitarse.

Hoy la ropa sobra. El frío no está, el deseo lo tenemos en el infinito. Hoy tu piel es calor, tus manos no acarician, arañan. Tus dedos no rozan, aprietan.

Hoy apetece quererse salvajemente. Amar susurrado. Gemir el placer. Silenciar la rutina. Gritarse al oído una vez más. Disfrutar el cuerpo. Sentir al otro.

Hoy se pide quererse de a dos. Poseer el descontrol. Provocar hasta la desesperación. Hoy se quiere con luz apagada o encendida, en la cocina o en el salón. Poco importa el dónde, ni el cómo. Solamente el con quién.

Porque hoy con quién quiero es contigo. Y mañana y pasao, y el otro.. Y no es cuestión de sexo. Ni si quiera es cuestión de vicios.

Porque vicio sólo tengo uno.

Y el vicio eres tú.

lunes, 16 de febrero de 2015

A Mi Futura Novia

Hoy no te escribo. Me niego. No tengo cuerpo para contarte secretos. No hay ganas de ilusionar lo que no llega. No quiero estar llorando mañana de lo que he reído hoy.

Hoy no me apetece desnudar el alma, y muchísimo menos con este frío que provoca tu antipresencia. No tengo yo el calor suficiente para quemarte miedos, para despertar inquietudes, para sofocar el deseo.

Hoy no tenemos ni buenos días ni buenas noches. No nos tenemos. Así de cruel y de temporal andamos. Que ni andamos. Que dicho así suena muy pasado. Que dicho así suena muy presente. Hoy no estamos el uno para el otro, ni por. No hay intención de remediarlo, ni siquiera conciencia de que se pueda arreglar.

Que no. Que no escribo. Que me niego. Tu no insistencia provoca mi apatía. Mis ganas de que pasen los días que casualmente no te veo. Hoy no tengo motivos para escribirte, para llamarte, para buscar excusas que me lleven a ti.

Hoy no escribo porque no estás. No te veo cerca. Ni sé donde vives. No conozco tus ojos, tu nombre, ni si quiera donde tienes el lunar del que me voy a enamorar.

Hoy por ti no escribo porque a día de hoy no te conozco. Hoy no te quiero. No te amo. No muero por ti, no beso tus besos ni muerdo tu boca. No sé a que sabes ni cuánto me gustará.

Hoy no te escribo. Mañana a lo mejor sí.

Porque hoy quién firma ésto no es el que te quiere, aunque sea la misma persona que te lo leerá. Hoy el que firma es aquel que cuando de una vez aparezcas en su vida te querrá. El que cuando lo conozcas va a contarte entre líneas cuánto te echó de menos, y porque andó escribiendo estos textos esperándote. Hoy no firma ése. Firmo yo. La misma persona.

Tu futuro novio.

sábado, 14 de febrero de 2015

Un Regalo Caro por San Valentín

Nunca antes, en ningún año, el regalo de San Valentín nos había salido tan caro. No hay colores, ni detalles, ni regalos de idas y venidas. No hay promesas, ilusión, ganas. No habrá futuro, no hay esperanza.
El envoltorio poco importará porque no hay papel que envuelva tanta deshonra. No importa el color del lazo que lo aprieta, si no hay tonalidad de piel que lo conjunte.
Poco importa la hora a la que se entregue si sea cual sea la vamos a catalogar como tarde. Poco importa el momento si no hay fotografía que lo recuerde. Qué más da el tamaño si sea grande o pequeño no sabremos dónde meterlo.
Que más da con qué sentimientos se entregue, con qué ilusión si no tenemos cojones a decirnos cuánto nos vamos a querer a partir de ahora. Qué importa el tiempo, si éste también lo utilizamos de excusa.
Qué caro nos va salir este año el regalo de San Valentín. Y no por el cuánto nos hemos gastado, ni por lo original que hayamos sido. Tampoco por el esfuerzo, ni por las joyas que le hayamos enzarzado en forma de millones de caricias.
Qué caro sale el regalo de San Valentín cuando todo éso envuelto en una cajita no tenemos, a quién entregárselo.

San Valientes

Era de esperar que hoy cobrase vida una de las tantas ilusiones que os atan al día a día. Este blog no tendría sentido si un día como hoy se mantuviese mudo. Perdería la credibilidad, si hoy, no gritara a voces lo mucho que te necesita.
Además lo hace con el altavoz de la imaginación improvisada, lo adorna con los colores sin usar de años grises y expone de forma abstracta, pero a la vez concisa, cómo se debe de querer a una persona. Y lo más importante, cómo expresarlo.
También me parece correcto en las formas. Y a quien no le parezca, que se vaya a tomar por San Valentín, que nadie, y menos hoy, le ha dado vela en este entierro de tristes emociones. Se expresa de forma pública, con la compañía del entorno, con el entusiasmo de ser dos, juntos, y terminado en "s". Con la voluntad de querer y de quererse, sin egoísmo, ni infantilismos, sino con compartir y con madurar que son dos verbos que escasean hasta en los mejores curriculums.
Pero también lo expresa privadamente. Y colorea habitaciones, cumple sueños, y recrea situaciones. Y todo lo hace desde la necesitada privacidad que toda relación requiere. Y entre ésto y lo otro, se forma una interesante mezcla que da poder para la continuación y el futuro. Y a modo de tarta con velas cumplís el primer día que os quieren regalar amor, en vez de enamorar regalando.
Por eso hoy, celebráis San Valiente. Porque es la primera vez que un 14 de Febrero os quieren con valentía y con ganas de mejora.
Es la primera vez que el coraje se utiliza para otra cosa que no sea la acusación o la hipocresía enmascarada en forma de cansancio. Es la primera vez que el coraje se utiliza para llevar una cartita de amor hasta los labios del otro y con una sutil sonrisa postrarse delante de un folio y dibujar todos los sueños en forma de letras.
Y nada, letra a letra, aquí estáis, como valientes, queriéndoos,... y dejando el desamor para los cobardes.
Así que eso, feliz día de los Valientes.
Firmado: Un cobarde.

jueves, 12 de febrero de 2015

El Espejo


Postrada en la cama apagó el despertador que sonaba a nuevo día. La habitación desordenada era acompañada por una luz filtrada por las rendijas de las persianas de una ventana blanca como la almohada que la arropaba. Su pelo cobrizo era lo único que brillaba en ella.


Su cara sin maquillaje mostraba una piel delicada, con un moreno perdido por la ausencia de verano y con un lunar en la mejilla, justo debajo de su ojo derecho, a la altura de su sonrisa, algo más arriba de los hoyitos que generaba su cachete cuando sonreía. Su rostro mostraba cansancio por la pasada noche etílica que vivió ayer por insistencia de su mejor amiga.

Se incorporó en la cama. Aún reliada con el edredón y las sábanas cruzó las piernas y apoyó los brazos delgados en las rodillas. Levantó la mirada al espejo que tantas veces la vio bailar y sonreír.

Cuando su mirada se cruzó con ella misma recordó la de veces que él le dijo que hasta sin maquillaje era la chica más guapa del mundo. Sonrió porque creyó verlo aún apoyado en su escritorio pidiéndole una curva entre sus labios.

También recordó la de veces que él le apartó el pelo de su cara y cómo a continuación le besaba la comisura de la boca pidiéndole cariño sin hablarse.

Bajó la mirada a sus manos. En ellas un anillo de plata en el dedo anular le recordó lo unida que estaba a su pasado. Suspiró, no supo si por cansancio o por añoranza y se levantó de la cama lenta y pausadamente. Como lo haría cuando tenía quince años para ir al colegio.

Mientras se recogía su larga melena en una cola alta, agarraba con los dientes una pinza que posteriormente sujetaría con más firmeza su peinado mañanero. Sus ojos no se miraban por miedo a recuerdos pero no era por falta de ganas, sino de valor.

Su móvil blanco sonó entre los cachivaches de su bolso. Sabía que no era él, pero aún así no perdía la ilusión. Tras la duda volvió a mirarle su perfil.

La foto de Whatsapp de él con otra chica en lo que parecía una fiesta la hacía más pequeña en esa habitación desordenada. Inevitablemente se volvió a mirar en en su reflejo.

Era una chica guapa, dulce, atractiva, sensible, pero el cristal no se lo recordaba como años atrás se lo reflejaba cuando, acompañada de él se hacían mil fotos juntos, que colgaban, ya sin sentido, de un lateral de ese alto espejo... (Continuará)

martes, 10 de febrero de 2015

A Mi Batalla


A bofetones de cariño acabé con ella (añoranza). Ni que decir tiene que salí triunfante de esta guerra que provocaron unos pocos cabrones que pululan por el corazón (los "senti" y "mientos").

Me lamí las heridas de guerras pasadas, de batallas absurdas que luché como si fueran la última y la definitiva, como si fueran dos cosas diferentes...

Intenté no destacar mucho entre la infinidad de infieles que hay por ahí abajo. Pero entre tanto cuerpo muerto y desnudo, se encontraba mi alma vestida y dispuesta a agotar su existencia delante de tus narices, a plantarte cara y a discutir con espada en mano, quién de los dos se quedaba con el otro...

Bastó un saludo sincero, nuevo y original. Fueron dos cositas,... y ahí empezamos a darnos de ostias. Empezamos a tirarnos los trastos, uno al otro. No paramos en ver si nos podíamos hacer daño o no...

A golpes, de éstos que dejan moratones de recuerdos acumulados, nos marcamos el uno al otro. Con las uñas afiladas me rajaste la espalda y yo te marqué mi mandíbula entre tu costado y el pecho. Vaya imagen. Los dos ahí como auténticos animales...

¿Te lo imaginas, no? Nos devoramos del hambre que teníamos. Desatamos toda la pasión y nos desahogamos agusto y lo justo.

Aprendimos a pelear contra los "yo nunca", aguantamos muchos "ya te lo dije", pero aquí estamos, batallando contra todos los "quizás..." y todos los "...y si..."

Lo dije hace tiempo, pero lo volveré a repetir...

Lidiamos con todo lo que se nos puso por delante y le plantamos cara al mismísimo miedo...que andaba disfrazado de pasado y futuro...

A últimas me diste el gran golpe. Te acercaste por la derecha y me distes uno de éstos que son infalibles. Además me distes de lleno, en toda la cara. A brazos abiertos. Yo no tuve tiempo de respuesta. Llegaste, a mi batalla, y me la ganaste con ese ataque inesperado,...¿que qué hiciste?...me abrazaste...

Quiero Ser Tu Mejor Abrigo


Te quedas fría. Sin palabras. Sola. Te sientes ausente. Sin ganas de nada. Bajo cero. Siendo tú el cero, la nada, siendo menospreciada por alguien que te tenía como el todo.

Eres, o te acaban de decir, que la ruptura es un hecho y no algo que se venía presagiando. Que el frío que venías sintiendo es romper, que el desprecio es hielo, del que quema.

Eres automáticamente el nadie de alguien y etiquetada como fuera de lugar, como pasado, como olvido, como ex.

Te quedas sin compañero de viaje, sin luna de miel, sin caricias en la tez. No habrá besos, o mejor dicho, han dejado de probar tus labios porque éstos ya no endulzan. Ya no enamoran. Ya no hacen sentir. Ni motivar. Ya no es querer.

Eres únicamente una cuando hace poco eras únicamente única. Estás preguntándote que no funcionó, que se pudo cambiar, quién fue el culpable de esta condena.

Estás en condiciones de guardar silencio a esos ojos que ya no son tuyos. Y parece que todo es frío, que nada tiene sentido, que aquí el pesimismo se cuenta por miradas al suelo, por lágrima derramada.

Pero no es otra etapa más de la vida. Y seguirá ocurriéndote hasta que te des cuenta que el que te cobija en estos malos ratos es el único que no permitiría que vuelvas a coger frío...

Por eso ahora se echa en falta ser el calor de alguien. Tener un compañero de lágrimas, una persona que está ahí por ti, para ti, contigo. Por eso quiero que entiendas mis palabras. 
Que yo quiero ser ése que siempre está ahí. 
Que yo quiero ser tu mejor abrigo...

sábado, 7 de febrero de 2015

Tu Amor


No lo busques, porque no está para ser encontrado. No lo tomes como necesidad sino más bien como complemento. No lo olvides, porque no está para ser olvidado. No lo abandones si ya lo has conocido. Y si lo has abandonado, no lo culpes, si fue él el que siguió amándote.

Tu amor no está en garitos de discoteca ni en la vida nocturna de un bar para invitarte a tomar una copa. Tu amor no te hará llorar por encima de tu sonrisa. Tu amor no tiene fecha de caducidad ni se sabe cuando vendrá. Tu amor no es esa persona que crees que es, sino esa que siempre quiso ser, aún a sabiendas de que aún no le dejabas.

Tu amor será oportuno, cariñoso, tierno, bonito. Tu amor no conoce tus defectos como tales porque no existirán para él. Tu amor es único, exclusivo y dibujado para ti.

Tu amor es simpático, atento, detallista. Tu amor será diario, y a la vez, para toda la vida. Tu amor, lo conozcas o no, escribe presente y colorea futuro.

Tu amor vendrá. No desesperes. Tarde o temprano llega. Llega para no irse. Con la condición de ser suficiente se te olvidará que en su día fue necesario.

Tu amor es todo lo que venga y te haga olvidar de golpe lo que echabas de menos, que te responda todas las preguntas que un día te cuestionaste. Todas menos una.

Porque tú me preguntas entonces cuál es mi amor.

Y sin darte cuenta llevo intentando decírtelo desde que empezaste a leer este texto. Y no me importa repetirlo otra vez si aún no lo sabes...

Pues tú amor, tú...

viernes, 6 de febrero de 2015

Empecemos de Una Vez


Es cuando te das cuenta que la necesitas. Es cuando por alguna extraña razón necesitas verla. Es cuando sin venir a cuento, de repente, te acuerdas de ella. 

Es el momento exacto donde echarse de menos es la trampa que te tiene atado a su presencia. Cuando reconoces en las cuatro paredes de tu habitación que estás constantemente pensando en ella. Que estás empezando a enamorarte. Y sí, sin miedo, a enamorarse. No cuesta nada decirlo abiertamente. A ésto que ahora se llama "acordarse de ti" se llama "enamorarse". 

Sea culpable de pecar de ilusión porque es el único delito que no tiene pena de cárcel. Viole el derecho a perder una oportunidad porque quizás sea la única que tenga. Ya está bien de huir de nuestros sentimientos. Admitamos de una vez por todas que enamorarse es algo lógico y normal. Y no nos avergoncemos de contarlo a los cuatro vientos. 

Al contrario. Se nos tiene que caer la cara de vergüenza de ocultar algo tan humano. Huyamos de aquello que dice que enamorarse no se lleva, que son cosas del pasado. Olvidemos que separarse es lo habitual y empecemos a querernos ya de una puñetera vez por todas. 

Aunque sea a palabras mal sonantes y a voces, intentemos al menos conocernos un poquito más. Y más cerca. Empecemos a colorearnos la boca con algo más que pintalabios y empecemos a disfrutar de la sonrisa del otro tanto como de la nuestra.

Admitamos que alguna vez estuvimos, estamos o estaremos enamorados, pero por favor, digámoslo como se merece. Digámoslo al unísono y de una sola vez que estamos locos uno por el otro.

Digamos que estamos hartos de tanto amor silenciado. Discutamos quién quiere más a quién y no quién quiso. Empecemos a querernos de puertas pa' fuera. Y empecemos a jodernos el pesimismo más allá de unos cuantos besos.

Empecemos a contar abrazos. A odiar las despedidas, a contar las horas que faltan. Empecemos a ser impacientes el uno por el otro. A no esperar otro día más. Empecemos, hoy, ya, aquí, ahora, en esta frase, en el siguiente comentario, en el próximo saludo.

Empecemos de una vez por todas. Empecemos a acordarnos uno del otro... Empecemos a querernos, ¿no?

El Último de La Lista


Pues mira, no os lo quería decir, pero sí, será el último de la lista. El que menos esperabais, el que mejor os supo esperar. El que probablemente pasó más tiempo sin veros, y el que a pesar de ello nunca se fue.

Seguramente sea el último de vuestra lista. El último que os besará. El último que conquistará vuestro corazón. Será el último en encontraros, el último al que le distéis esa oportunidad.

Será el último que os invitará a cenar. El que escuchó muchas veces vuestros "no", vuestros "quizás", vuestros "nunca". Será el que viajará con vosotras por última vez. El último en llegar. Será el último en conoceros como novia, el último en probar el rosa de vuestros labios.

Él tiene el sambenito de ser vuestro último en casi todo. Pero él no se resiste a abandonaros porque aún siendo el último sabe que es su lugar.

Tenéis la inmensa manía de ordenar del revés lo que podría ordenar vuestras vidas, y colocáis a ése en la posición que, vista atrás, nunca se mereció.

Porque sea el criterio que sea, él siempre será el último en todo. Siempre será aquel que va detrás de todos los que llegaron y se fueron. Siempre será aquel que fue con ustedes tachando uno por uno todos esos nombres que no os correspondían como la mujer que sois.

Y ahora, ya casi al final de la misma, aparece él para decirte con orgullo que es el último de la lista.

Y avergonzadas empezáis a quererlo. Recordando todo ese tiempo que esperó mientras ustedes impacientabais con otros. Y les sonreís porque sabéis que fue lo único de tu boca que probó mientras otros probaban vuestros besos.

Y al final de la lista reconocéis que el último fue el primero que verdaderamente os quiso, el padre de vuestros hijos, el primero que os miró veinticuatro horas sin cansarse. El primero de una lista que, inconscientemente escribisteis, empezando por el final...

jueves, 5 de febrero de 2015

Él También Debe Ser Conocido


No te canses de decirle que estás cómoda con él. No temas en decirle la verdad. Nunca mientas. Él valorará tu sinceridad tanto como tu dulzura.


Míralo a la cara y hazle ver que es el hombre de tu vida. Que bajo su coraza estás agusto. De tanto en tanto un te quiero dicho flojito en el sofá abrazándolo, lo refrescará qué fue lo que os unió.

Demuéstrale que amar es cariño. Que su presencia importa. Hazle ver que su compañía siempre es grata y que tú estás ahí para escucharlo. Demuéstrale que eres la mujer de su vida.

Quiérelo como si fuese el último porque aunque no lo fuere no se merece ser prejuzgado como el que se irá. Quiérelo como padre, tío y abuelo, porque el día de mañana será de tus hijos, de tus sobrinos y de tus nietos.

No lo enamores con regalos, sino con sentimientos. A él le gusta ser único para ti. Evite el romanticismo rosa, el regalo caro. Tire de actividades en pareja, de amor en viajes, de conciertos y partidos. Utilice fotos porque a él le gusta decir y hacerle ver a la gente que está con la mujer más guapa del mundo.

Sobretodo sonríele. Si en algo se fijó en ti fue en la boca. Constantemente la besa porque le gusta. Anda enamorado de los hoyitos que forma tu boca cuando te ríes. Utilice la comisura de sus labios para decirle que lo amas. Devóralo a mordiscos en la oscuridad de una noche porque si hay algo que le gusta es que seas apasionada e impulsiva.

Por último, no lo abandones. No lo dejes ir. Lucha por el amor de tu vida porque él sigue ahí apostando por ti. Inclusive el día que lo quieras un poquito menos él estará ahí esperándote. No seas tonta y no lo dejes escapar, pero sobretodo una cosa, quizás sea la primera y más importante. Conócelo.

Sí, conócelo. Date el gusto de conocerlo, de ver sus virtudes. Mire que le gusta, que le disgusta, en qué sueña. Conócelo día a día, qué espera de ti, de la vida. Conócelo. Descubre que puedes hacer por él, que necesita. Conoce a tu vida, porque ésta tiene nombre de chico, y éste merece ser conocido por la chica que leyó antes "Conócela", y sonrió en la última frase.

lunes, 2 de febrero de 2015

Conócela


No te canses de decirle te quiero. No lo repitas porque sí. Siéntelo. Dile te quiero mirándole al iris de color. Sé sincero. Mírale a la cara y dile que la quieres. En mitad de un paseo, en una cafetería, en un día gris, párate un momento y dedíquele a esa un te quiero que no se espere.

Demuéstrale que mereces su confianza. Que en ti puede confiar tanto como besar. Que amarse es algo más que contacto. Que quererse es algo más que abrazos.

Quiérela como si fuese la última porque aunque no lo fuese, no se merece ser prejuzgada como la que se irá. Quiérela como mujer, como amiga, como compañera de viaje. Quiérela como madre porque el día de mañana será la de tus hijos.

Agasájele. Hazle detalles. No los compres ni los vendas al mejor postor. Evite lo material. Tire de gustos, de chocolate, de imaginación. Póngale un post-it en el frigorífico diciéndole porque la quieres hoy. Ella se levantará con una sonrisa.

Porque eso es otra. Hazle reír. Hazle reír hasta tal punto de que se olvide de qué era llorar. Y hablando de llorar, jamás te permitas el lujo de ser culpable de empañar su mirada.

No olvide que ella se mira al espejo antes de salir. Así que no olvide decirle guapa al coger las llaves e irse. No se lo digas por decir, es que lo es, y dígaselo con firmeza. Hazle ver que estás con la chica más guapa del mundo.

Por último, no la abandones. No la dejes ir. No la olvides, aunque ella se empeñe. No seas estúpido y la dejes escapar, pero sobretodo una cosa, y quizás sea la primera y más importante. Conócela. 

Sí, conócela. Date el gusto de conocerla, de ver sus virtudes. Mire que le gusta, que le disgusta, que sueña. Conócela día a día, qué espera de ti, de la vida. Conócela. Descubre qué puedes hacer por ella, qué necesita.

Conozca a tu vida porque ésta tiene nombre de mujer, y merece ser conocida.