miércoles, 17 de noviembre de 2021

El tiempo que te doy

A los diez minutos que vas a tardar en leer esto. Diez minutos a que vengas a quitarme los miedos, a convertirme en tuyo, muy tuyo. Tiempo que viene a dividirnos la distancia, y convertir todos esos kilómetros en velocidad. A romperse leyes físicas al borde de mis labios, con sed de otra química, con sangre de otras heridas, y curarse con Izal, con otro sol, otras palabras, otras caricias.

El amor es irse a buscar. Aunque sea a la esquina de cualquier foto tuya de instagram. Y ahí, sin molestar, echarse de menos; y ver tu sonrisa, tu pose, tus labios, dejarse un comentario y borrarlo, pensando que un día la tuve cerca, sin apenas tocarla, sentirla, dejando ganar terreno, cuando pedías besos por si el tiempo se nos escapaba entre los dedos, como arena de playa.

Irse a buscar. Aunque sea a dedicarse nueve segundos de atención, de privilegio, de exclusividad, de ti. El amor es tiempo. Distancia partido de velocidad. Buscarse en cualquier límite de sofá, en cualquier pelea de cojines de invierno nuevo a punto de guardar recuerdos. Donde el salón sea nuestro universo, tierra virgen, campo sin dueño; y ambos, con la bandera del nosotros, nos creamos conquistadores de cualquier repeluco, de cualquier piel de gallina, de cualquier vello de punta como reliquia de aquella batalla.

Donde la Guerra de los Cien años se quede tan pequeña como la frontera de nuestra cama. Donde las sábanas acaben en territorio inglés manchadas por cualquier vino francés. Donde el tiempo que te doy sea para que, cuando nos demos cuenta, sea lo suficientemente tarde como para pactar una tregua, que ni dé tiempo para leerse, y sólo nos queden nuestros cuerpos para solucionar todas esas ganas.

Tiempo el que te doy, para que, cuando nos volvamos a separar, sea la excusa perfecta para volvernos a buscar. Aunque lo tengamos que hacer en chiquitito, contárselo en silencio a nuestra mejor amistad, aunque tengas que probar otros labios que te sepan a mí. Y pidas fuera de carta, cualquier postre que solamente yo te sabía dar. El tiempo que te doy para venirme a decir que deje de escribir, que pare de buscarte en cualquier párrafo de perfil. Y empiece a contar los lunares de tu piel, como si de una cuenta atrás se tratase. Tres , dos, uno...

Volver al hogar de tu pecho. A pedirse abrazos. Un sitio donde se pida quedarse de verdad. Sin miedo a perder. Y marcarse una sonrisa en cualquier labio que tiembla por desconocimiento, porque nunca se besó sin mirar el reloj, porque nunca se le pidió tiempo, ni sitio, ni se le prometió un volveré. Porque no volverá.

Aunque el título lo pida sin signo de exclamación.

El tiempo que te doy para que cierres todo aquello que estés haciendo; besar a otro, leer a escondidas esto, echarse de menos, y me escribas cualquier te lo dije, cualquier te echo de menos, cualquier arrepentimiento en forma de te quiero.

Como siempre hacías cuando te ibas a dormir,

Sin mí.

domingo, 14 de noviembre de 2021

A escribirme bonito

Sé que fue amor porque por encima de todo estaban las ganas de verte feliz. Sé que fue amor porque cuando más te alejabas más notaba las ganas de estar contigo. Sé que fue amor porque no me conozco otra forma de querer. Porque me recordaste aquel amor de verano que tanto me marcó la piel. Que tanto me besó las ganas. 

Sé que fue amor porque al igual que no hay nadie como tú, no habrá nadie como yo tampoco. Y tuve el arte de amar sin importar el donde, sin importar el cuando, sin darle valor a nada que no fuera un nosotros. Que tuvimos los labios bien marcados pero los miedos, la vida, la salud, no te dejaron ver el norte. Ese que tanto perdí en cada uno de tus depende.

La excusa de todo esto me lo dijo: "No te mereces tantos quizás." Y lleva toda la razón, como siempre. Que he querido más que cualquiera que haya venido a probarme los labios. Que siempre me dejo la piel en cualquier cuerpo herido, en cualquier corazón helado. Lamento cualquier excusa en detrimento de las ganas. Por eso me voy. Porque no quiero quedarme a llorar algo que ya me estaba haciendo daño conseguir un poco de tesoro escondido en tu vida. Ningún pirata se queda a esperar al botín. Cuando sepas darte cuenta de que el tesoro era yo, preguntarás por cualquier nombre pero nadie sabrá decirte te quiero como lo firmaron mis labios, y entonces, cualquier plata no te servirá para olvidarte de tanto oro.

En el amor se está. No entiendo eso de esperar. ¿Esperar a qué? ¿A que la vida nos aleje más si cabe? A luchar un luego, para que luego se convierta en nunca. A eso le quisimos llamar amor. Al juego del escondite donde era yo el que se escondía y tú la que hacías como que me buscabas. Porque ningún entorno tuyo me conocía, ninguno de tus infieles amigos sabían de mí. Y te proponían copas como si todo tu cuerpo formara parte de todas esas noches donde te esperaban tan soltera, tan guapa.

Por eso me voy. Porque han vuelto a jugar conmigo. Porque me han prometido más cantos de sirena que cualquier travesía por el Pacífico. Por eso recojo el ancla, izo las velas de mi navío y tomo rumbo a cualquier norte que me quiera conquistar, a cualquier imperio en busca de historias que contarse, al oído, bien flojito en un sofá, bajo dos botellas de vino y una serie como excusa para quedar.

Ahí voy. A una cuarta temporada de palabras que nadie firma como suyas. Por si un día los lunares de tu piel me devoran los escritos. A quererme. A darme una oportunidad.

A escribirme bonito. 

A escribirme bonito de verdad.

martes, 20 de julio de 2021

Un amor a contrarreloj

Me declaro culpable de este amor a contrarreloj. Mirando el tiempo no para que se acabase sino para que fuera un poquito más lento. Así recuerdo sus besos. Unos milisegundos que pararon la ciudad, la vida, y todo lo que la rutina me andaba preparando. Así recuerdo sus palabras, aún grabadas a fuego en mi pecho. No recuerdo haber querido a nadie así, con tanto anhelo, con tantas ganas, con tanto descaro.

Me gustaron sus formas, su boca, sus miedos. Y le rogué, egoístamente, que no se fuera. Ella ponía la cordura y la entereza de una mujer fuerte, de una mujer perfecta, de una mujer valiente. Y yo no supe más que abrirme las heridas y suturarlas con sus sueños. Recuerdo que en algún momento de la conversación, me perdí buscándole los lunares de su piel. Encontré alguno que ya forma parte de mis recuerdos.

Alguna que otra vez, se le escapaba algún gesto tímido en busca de complicidad. Había algo. No sé bien explicaros con claridad el qué, pero ella sonreía, mientras halagaba mis ojos, mi piel, mi timidez. Decía, que me quería conocer despacio cuando, irónicamente, nos quedaban minutos juntos hasta no sé cuando. No supe responderle, pero ella rebatía su teoría. Si seremos, de algún modo, nos volveremos a encontrar.

Y lo decía sin miedo a perderme. Porque ella decía que no nos teníamos. No sé como explicaros esto. Ella hablaba de amor, sin hablar de amor. Y cada vez que yo le lanzaba un me encantas, ella me lo devolvía echándome una riña que no sonaba ni de lejos a desprecio. Sino a todo lo contrario. Qué sé yo. Sus formas. Sólo ella era capaz de hacer algo así. Desdibujar el tiempo, sonreír la cuenta atrás, ignorar el vacío que dejan los quizás.

Recuerdo que cuando se acercaba el final, más me gustaron sus principios. No recuerdo haberme enganchado así. Ahora escribo esto con una sonrisa en la cara, y la suya en su foto de perfil. Tras su nombre un corazón blanco. Ella mismo se lo preguntó cuando lo vio. 

-¿Por qué un corazón blanco?.

No sé si fue queriendo o sin querer, pero se marchó de allí sin saberlo. Como tú, cuando acabes de leer este texto. La vi tan convencida de que nos volveríamos a encontrar que ya no me da miedo la espera. 

Hasta eso supo hacerlo bien. Dejarnos bien leídos. Dejarnos el tiempo indefinido. Dejarnos con la intriga de qué hubiera pasado si se hubiera quedado cinco minutitos más.

Quizás, ella, sabría el significado.

sábado, 10 de julio de 2021

Miedos

La felicidad, la hicimos nuestra, muy nuestra. Pero costaron besos, venenos, sueños, rotos. Tuvimos que pagar los platos de otros que se querían muy poco. Que siempre han querido mal. Que nos amaron aún peor. Tuvimos que endeudar los miedos. Pintar abrazos y sentir el aire como el único compañero en aquella habitación. Y eso que venimos de otros mundos. Que a trocitos tuvimos que reponer todo el dolor que se había guardado. Porque sí. Nos catalogaron como los guardianes de tanto sufrimiento. Ahí, medio ahogados, supimos llegar a la orilla. Y esquivar las astillas de un cualquiera en busca de rematarnos la faena. Nuestras mesitas de noche llenas de no te quiero, de falsos te lo prometo.

Que miedosos de todo querer, éramos presa fácil de cualquier daño. Y fuimos sumando decepciones en cada boca que nos vendió otro mal querer. Mal heridos supimos levantarnos de cada condición de inestabilidad. La que nos dieron tres malditas infidelidades, cualquier grito maltratador de salón, cualquier insulto con sorna en una reunión de aquellos amigos que no supieron aconsejarnos a tiempo.

Miedo le tuvimos al primer beso de cualquier después. A cualquier amor que venía a cumplir la definición. Miedo al amor. Al amor de verdad. Porque nunca supimos saborearlo. Aunque fuera en cualquier noche de cama de hotel. Y nos lamimos las heridas en aquella habitación donde nuestros cuerpos cerraban cicatrices en un hacernos el amor que nos prometimos entre tanto follar.

Y donde había temor le pusimos sonrisas y ganas de amar. Que había intención de querer. Que allá donde nos vendieron tantas excusas, fuimos a ponerle dos velitas a nuestros sueños. Y nos pintamos la cara de proyectos que nos hacían ganar arrugas alrededor de algo llamado amor. Seguro que cuando leas esto, ya no tendrás dudas de que todo lo que se te besó fue cierto.

Seguro que cuando acabe este texto vendrás a abrazarme de la mejor manera que sabes.

Con miedo a que sea el último.

Con miedo a que sea nuestro final.

Porque hasta en eso supimos darnos una oportunidad. Supimos darnos otro miedo. Más bonito y humano miedo.

El de perder algo que quieras con tanta fuerza. Que hasta, solamente leyéndolo, ya no quieras soltarlo jamás.

Te Quiero,
Miedos.

sábado, 29 de mayo de 2021

Valiente

De las de sonrisa marcada en rojo. Como si su piel fuere un mapa bronceado con delgadas líneas que, desorientan, guían, engañan, enloquecen, en busca de algún tesoro. Que a modo de cruz, deja caer un caminito hacia sus miedos que, rotos, buscan hacerse hueco entre cualquier palabra que de soslayo, le dejé caer entre canción y canción del grupo Izal.

Valiente no es el que va, sino el que se queda. Que mirando las cicatrices, las heridas, las batallas pasadas, se vuelve a tatuar en el pecho cualquier abrazo que quedó por darse. Que sin querer compañera, ya demandaba una compañía buscando cruzar mirada en cualquier terciopelado mensaje provocador.

Amores que van sin pedir permiso, valientes, a cualquier destino, a cualquier abismo. Donde nunca se le dé cabida al quizás. Que respetando los tiempos, al reloj se le ha pegado una patada de campeonato, donde ya no cuentan los años, sino los irse a buscar. Que valiente, no es quien no tiene miedos, sino quien, con ellos se fabrica una espada, un escudo y miles de textos. Y a batallar. A lucharse labios. A querer comérselos.

Valiente es quien hace el amor sin complejos. En busca del placer ajeno. A devorar los instintos primarios de cualquier verso robado en las comisuras de tus labios, a sentir cualquier rocío de la mañana, bien temprano, bajo la atenta mirada de unas sábanas blancas que robaban delitos de noches de lujuria y sexo.

Valiente el aguantarse a irte a buscar y perderse en cualquiera de tus curvas, para pedirte vida en cualquiera de tus piernas. Y besarse hasta cualquier punto y aparte.

Como de seguro hubieras hecho,
mientras leías esto,
Si me tuvieras, 

Cobarde,

Ahí delante.

domingo, 4 de abril de 2021

Nunca me fallas

Nunca me fallas. Ni aún cuando herido de otras guerras vienes y me vuelves a sanar. Nunca me fallas. Que allí, a lo lejos, me prometes que me merezco tu compasión, tu tiempo, tu vida. Nunca me fallas, ni aún cuando sin merecerlo vienes y me lees otra vez, como si el tiempo no hubiera corrido en nuestra contra, como si yo no tuviera culpa de todo.

Nunca me fallas, aunque sea el responsable de mis alas rotas, de todas esas promesas que en otros labios no supe dilucidar el veneno. Y que yo tanto me tragué. Y aquí, intoxicado, te tragas mis miedos conmigo y me curas a presencias. Que eres antídoto de todos mis errores, suero de todas mis heridas. Nunca me fallas, ni aún cuando roto, no tengo nada que ofrecer. Ni aún cuando curado, pierdo tus ojos de vista en una vida que no nos une sin sabernos bien el porqué.

Siempre estás ahí, aún cuando el destino no quiere, aún cuando la distancia lo hace difícil, aún cuando me veías volar en manos de otro ángel negro. Siempre has estado ahí, esperando la caída, aguantando mis golpes, llorando conmigo.

Y a veces he sentido que la vida nos debe una oportunidad. Nos debe dos cervezas, mil abrazos, noches de sofá. He pensado que nunca me fallabas, porque tú sí estabas dispuesta a algo más que prometer con palabras que, a diferencia de otras, tú nunca hubieras negado jamás.

Nunca me fallas, y eso es algo que nunca podré pagar. Que nunca podré recompensarte.

Ni aunque te escriba bonito.

Ni aunque te haga el amor.

domingo, 21 de marzo de 2021

Cualquiera sale a querer

Cualquiera sale ahí ahora a querer. Tiempos donde nos devuelven el amor como aquello que dura dos minutos, como aquello que dura tres besos. Nos venden el amor como aquello que hay que esperarlo, como el todo llegará de una película disney que nunca llega. El amor nos lo venden como caro, mal y frío. Como cualquier escalofrío que nunca va a encontrar un abrazo que lo cure, que lo queme, que lo cuide.

Cualquiera sale a querer, con la parálisis que nos dejaron todos esos inviernos, todas esas caricias que se dieron al aire. Todas esas ganas que se diluyeron con el café de por la mañana, todos esos domingos que nos pintaron de lunes cualquier atardecer.

El amor nos lo vuelven a pintar de quizás. Con todas las tonalidades de un espérate. Haciéndonos culpables de unas prisas que se inventaron todos aquellos filofóbicos borrachos de cualquier alcohol, borrachos de cualquier labio, aquellos que, cada sábado noche se visten de isla de las tentaciones, aquellos que, otro fin de semana más, te hacen el amor sin sentimientos, te quieren a veces, te olvidan pronto. Miedosos del amor, que no se comprometen porque se olvidaron de la definición, porque nunca lo pusieron en práctica, porque no saben lo que es el querer.

Y a ti te dejan el amor de los anuncios de telecinco, que te buscan cuando ya no queda ninguna excusa que inventar. El amor te lo venden como lo último, como todo un suculento llegará, que no llegamos ni a probar. Te firman tres besos, te prometen un pronombre posesivo que con el tiempo se diluye en versos. Y todo lo que era suyo, ya no es de nadie. Ya no eres de nadie.

Y te mudan al rincón de su habitación, al cajón del olvido, a la cómoda de los cambios de ropa. Tú, invierno, y ellos pidiendo ya un verano donde prepárate para la estocada final. Vendiéndote ánimos de plástico, ratitos de quita y pon. Besos sin intención.

Por eso les queremos escribir, todo esto que viene a continuación, a todos aquellos que se escudan en una sirena que promete una infidelidad de campeonato. A todos aquellos que piensan que íbamos a estar aquí, en estas líneas esperándoles, que se creen que somos de amores secundarios, que se creen que vamos a esperarnos un programa, un amor equivocado, unas lágrimas más.

Os equivocáis. Porque no vamos a regalaros más tiempo. Porque no vamos a probar la miel en vuestros labios. Porque vamos a salir ahí en busca de abrazos que sí piensan quedarse, que sí piensan luchar. Y os vamos a mandar un postdata con toda la despedida ya hecha. Que no queremos volver a veros pedirnos más perdón, ni más promesas incumplidas.

Que no queremos ser pacientes para ser imprudentes. Y cometer locuras de amor con cualquier otro labio a quien le vendieron incertidumbre en medio de una relación. Porque vamos a equivocarnos sin ustedes. Porque vamos a querernos sin ti. Porque vamos a darnos una oportunidad en todo este miedo. Donde ustedes eráis los monstruos, y nosotros los que dormíamos en una cama temblando. Hoy vamos a cambiar las palabras para convertirlas en vuestra contra.

Y que todo lo que nunca nos dieron se convierta en una buena bofetada a mano abierta en los labios de cualquiera que te diga tú te lo perdiste. Porque ten por cuenta que nos vais a perder. Y vais a pedir clemencia en mitad de alguna tormenta que con los años, te dirá, que se te ha pasado el arroz, que ya no hay nadie ahí esperándote en el sofá, que ya no hay te quieros que probar.

Por eso, esto suena a principio para nosotros y un bonito final para ustedes. Por eso, si escribimos, no lo hacemos desde el dolor, sino desde la razón de que el amor, lo tenemos guardados nosotros. Que el querer, se ha quedado en nuestro lado del campo.

Postdata: Y vais a tragar veneno. Porque seguimos aquí, heridos y fuertes.

viernes, 29 de enero de 2021

El amor es Odisea

El amor es Odisea. Irse a esperar veinte años. Sufriendo las embestidas de los cantos de sirenas que te tatuaron infidelidad en una piel que ya no es tuya, en unos labios que ya no besan, ni sabían hacerlo. El amor es irse a buscar. Aunque se tenga que cruzar el Mar Egeo en un barquito de papel, aunque se tenga que echar de menos entre tanto oleaje, entre tanto confinamiento. 

El amor es una cuestión de fe. Mirar al horizonte, a la agenda del WhatsApp, a los mensajes privados de Instagram. A ver si ha vuelto, a ver si viene a lo lejos. A ver si pretende volver. El amor es haberse respetado mucho. Haberse escrito. Deshacer lo tejido de un vestido que desgarró noches de sexo, droga y alcohol. El amor es de haberse querido aún mejor. El amor es decirse más veces te querré que te quiero. Prometiendo un futuro que con certeza llegará, luchando mil batallas para tocar casa, hogar, su pecho.

Porque el amor es mucho de cuerpos. Mucho de tacto. Y para ello hay que perderse distancia, hay que ganar en cercas. Quererse tan cerca que nos construiríamos una. El amor es quitarse los miedos y dejarlos todos bien guardaditos en un rincón. Perder Filofobia, miedo al amor. Y aguantar las embestidas de las tormentas de alta mar. Salir vivo de todos esos no haberse querido, de todos esos no fue para siempre.

Y soñar. El amor es soñar. Que no hay nada que dure tanto como la perseverancia de aquel que te quiere de verdad. Lo que quieras vas a tener que demostrar que lo quieres de verdad. Hay que soñarse. Mucho. Y perseguir ilusiones. Buscar tesoros sin mapas, ganar besos sin contra rembolso. Abrazos que no pidan ticket de devolución. Hay que soñarse, echarse de menos, tener sed. Beberse siempre que se pueda. Y acabar sediento. Eso es el amor; sed.

El amor es irse a pelear contra cientos de Cíclopes, monstruos de discoteca y hechiceras del desamor. Al amor hay que ir como a la guerra. A perderlo todo a cambio de un volverse a ver. A perderlo todo a cambio de ganarse un retorno a su lado. Al amor hay que ir con todo el equipo. Dispuesto a caerse en cualquier no, enfangarse en besos que no supieron más que venderte quizás.

El amor es regresar a nuestra Ítaca. Vengarse de todos los pretendientes de una isla griega que no existe y brindar en el último convite por todo un nosotros, por un no te vayas, por un quédate. El amor es aventura, de epopeya clásica, griega, bizarra. Donde el amor se guarda un capítulo final, un ven que te devoro, un echarse de menos que no sacia cualquier agua de mar. El amor es Odisea,  

Donde tú, mientras leías ésto,

Te creías Penélope.

Donde yo me creía Úlises, 
yéndote a buscar.

martes, 26 de enero de 2021

Nos faltó amor

El amor, a veces, se acaba. Alguien le sabe poner fin a todo ésto que no supimos ponerle nombre. Carpetazo a doscientos treinta y cuatro folios con todos los te quiero que te rozaron la cara, que te acariciaron, en un entonces, el alma. Fin al amor, todas las ganas al rincón. Al rincón de pensar.

Que siempre hemos estado al otro lado de la frase; ya no te quiero. Tus ilusiones, si las tenías, a cualquier cesto de lavar. Todos los méritos repartidos en trocitos incapaces de volverse a juntar. Amor de trastienda, de ropa vieja, de azul casi gris. Fin del nosotros, que acaba con un tú y yo mucho más separado que por una simple y griega.

¿Qué nos faltó? Si lo teníamos casi todo. ¿Qué faltó? Si la vida iba corriendo, la vida iba deprisa. Y nosotros corriendo tras ella. Medio asfixiados por un presente que no supo tampoco ponérnoslo fácil. Quizás faltó eso, faltó respirar. Disfrutar de lo que tuvimos. Faltó vivirlo. Dormirlo con nosotros. Dejarle un hueco entre cualquier beso, entre cualquier hacernos el amor

Faltó respeto. Tanto como sobraron infidelidades. Que allí donde supimos ponérnoslos bien puestos, faltó lo que precisamente sobraba. Faltó valor. Y decirse no te quiero a tiempo. Nos hubiéramos ahorrado un confinamiento, nos hubiéramos quitado la ropa más veces sin miedo. Y hubiéramos encendido más veces la luz en cualquier habitación de hotel. Porque faltó confianza. De la buena, de la que, por mucho que no se diga, está. 

Faltó reciprocidad. Resolver la ecuación y convertirla en igualdad. Que siempre daba la impresión de que la balanza estaba desequilibrada. Pesando más lo que se dio, que lo que se recibía. Y tú siempre en el medio, haciendo del equilibrio un imposible. 

Faltó dedicarse. Esos cinco minutitos castigados contra la pared. De silencios donde las miradas muerden. Faltó palabras. Porque hubo un día que se dejaron de escribir. Y faltó que de vez en cuando, el emisor, fuese receptor y viceversa(de la buena).

Faltó fuego, pasión, garras. Que las heridas fueran más de sangre que de alma. Y faltó intensidad, potencia y menos resistencia. Faltó formularse futuro, pensarse las cosas dos veces. Y faltó casa, trabajo y una vida en común. Faltó ponerse en prioridad y egoístamente, darse valor. Nos faltó un cuidado narcisismo y llamarse más veces jodidamente guapos, decirse más veces follar. De vez en cuando, pelearse a besos.

Faltó que te lo creyeras como yo. Faltó que fuera el último amor. El primero en quedarse.

Faltó que fuera para siempre.

Eso faltó.

Faltó que fuera para siempre.

sábado, 23 de enero de 2021

Amor adictivo

Me encanta como te escaqueas. Escurridiza de armas tomar. Que nadie te atrapa, que vuelas libre, que vas a donde quieres y amas de verdad. Con todas esas me engatusas a buscarte. A ser yo el gato y tú el ratón. Que me dejo cualquier obligación por alguno de tus caprichos bien pedidos.

¡Qué amor más adictivo! Que siempre voy en busca de tu boca. A mirar a escondidas donde te has dejado caer hoy. Impaciente de los mensajes de texto que, contra más tiempo se tarda en enviarse más provocan las ganas. Y ya todo es buscarse alguna excusa pa' vernos.

¡Qué amor más rápido! Que nos hace olvidar los confinamientos. Como si todo lo que hubiera fuera de nuestra cama ya no importara, como si todo lo externo a la curva de tu cuerpo no motivara. Y siempre, sonriendo, me golpeas otra caricia en la espalda. Siempre, así, como una niña mala con mis camisetas de fútbol, pidiendo amor, pidiendo momentos.

Que cuando tu piel toma control de mi cuerpo, yo ya no sé escribirte, yo ya no sé como leerte. Dejándome llevar. Hipnotizado por tu melena rizada y despelucada que devora el espacio más cercano a un nosotros.

El toque de queda llama a un fin que da paso a un echarse de menos de campeonato. Y persigo tu última conexión en línea como el oxígeno para un día después. Donde, por experiencias pasadas, me enseñaron que no ibas a volver. Donde, el pasado te dice que se fue. Amor huído.

Hasta que apareces de nuevo. Con una botella de vino, una camiseta del Sevilla y un amor a punto de regalar. Yo había vuelto a escribir tu ausencia, y tú vuelves a dejar tu sonrisa en mi apartamento, con tus pies descalzos, tus piernas desnudas y mi cama deshecha.

Tú eres un amor adictivo. Droga. Vicio. 

Mi confinamiento.

sábado, 16 de enero de 2021

Me enamoré de tu confinamiento

Me lo creí. Y pensé que ésta era la oportunidad perdida. El sacrifico que se debía hacer para conseguir el último amor. Te lo advertí. Me enamoré de tu confinamiento. De todo lo que rodeaba tus noes. Me atreví a imaginarme mil cafés contigo, mil noches sin dormir, miles de peleas en la cama sin heridos, con muchas caricias como metralla. Y mi piel siendo escudo de toda esta relación. Que ni tú supiste verla venir de lejos, ni yo supe ganar la guerra.

El amor se me antojó en tus ojos. Lo que me dejabas ver de tu rostro. Buscando cualquier excusa para verte de labios, para besarte a manos. Confieso que fui drogadicto de tu presencia, buscando siempre un poquito más de ti, insaciable de tus silencios, que provocaban más en mí que cualquier palabra tuya.

Me sentí prisionero de todo lo que me supiste regalar sin habértelo pedido. Y estoy seguro de que nunca supiste que había letras que escribían a escondidas tu nombre, que a escondidas iba a pies juntillas buscando tu encontronazo. Me sentía, a tu lado, cómodo. Dibujando un futuro que coloreaban tus mensajes cuando decidías escribirme.

Y entonces me convertí en aquel que leía. Y pude disfrutar del momento. Viendo como, alguien me dedicaba tiempo. Entonces comprendí que era aquello de dedicarse. Y me sentí deseado. Valiente fui en busca de tu compañía. Y me quedé ahí, imaginando que nunca te irías.

Y no te fuiste.

Me enamoré de tu confinamiento. Donde yo era libre en tu cuerpo, en tus sábanas. Sin restricciones de movilidad. Haciendo el amor sin treguas. Sin miedo.

Sí creo en el amor. 

Y es contigo.

viernes, 8 de enero de 2021

Siempre la misma pesadilla

Al extender el brazo, a mi lado ya no estás. Otra noche más sin ti. Con miedos de amores que viajan a un pasado donde fuimos infieles a nuestras promesas. Acostándonos con cualquier otro sueño, con cualquier otro labio, a los pies de otra cama, sacudido por otro otoño, de otras sábanas.

Mis sentimientos ya no saben dormirse solos. Y se acuerdan de tu olor, del calor de un espacio donde mis manos te buscan pero no te encuentran, donde mis ojos te imaginan pero no te ven, donde mis letras te escriben pero ya no te leen.

Siempre la misma pesadilla. Viendo como te alejas. Sin posibilidad de salir corriendo detrás tuya. Incapaz de gritarte no te vayas. Desde lejos me miras queriéndome decir algo que no termino de interpretar. Y el frío de mi cama ya no lo sacian unas mantas que taparon tantos inviernos juntos, que escondieron tantos secretos, tantas caricias.

Amor desvelado que ya no te sueña porque es incapaz de dormir sin ti. Dejando una madrugada que no hace más que resumir todas las noches que dejaste. Que ya las mañanas no tienen tu "remolonería" de cinco minutitos más en la cama, que mis sudaderas no tienen usurpadora, que mi cuerpo ya no tiene rincones donde te dejabas caer dormida, o como los espejos ya no reflejan un nosotros, donde la habitación ya no besa despeinada, donde soy carcelero de mi propia soledad.

Yo, que me dormía mientras tu mano acariciaba mi pelo hasta dejarme saciado de amor. Que nadie supo mejor quitarme los miedos, que nadie supo mejor curarme las cicatrices, hacerme olvidar los duelos, el abandono, todos esos no.

Quizás por eso las noches son más traicioneras. Donde el silencio me grita tu ausencia, donde mis ganas arropan mi frío y me inundan la añoranza con imágenes tuyas que guardo en cualquier rincón de mi sien. 

La primera vez que sueño sin ti, contigo. Helado de frío, sin tu calor. Pesadilla. Mi bonita pesadilla. Porque siempre acaba en tus melosos labios. Los de verdad. Dibujando en los míos un todo fue un sueño.

Donde yo me lo creí.

Pensaba que ya no estabas ahí, al extender el brazo. A la que tanto abracé,

Mi pesadilla.

viernes, 1 de enero de 2021

Amores de Enero

Amores de enero. Eso de empezar desde cero. Poner las ganas ahí, en el horizonte, para alcanzarlas a lo largo de un nuevo año, para irse pidiendo cada vez un poquito más, sabiendo que a lo lejos hay un te quiero que no se desea tanto escribir como írselo diciendo. Amor y año que van pidiendo un poco más de probarse y algo menos de conocimiento. Quitando las barreras de unos kilómetros que cortan alas y cuentan cuentos.

Amores de principios. De empezar a darlo todo por esos abrazos prohibidos casi por el mismísimo gobierno. Donde nos hemos tenido que aprender a querer sin manos, al amor sin beso, al te quiero sin voz. Amores que dan las uvas y te ponen ahí, en la casilla de salida, para tirar los dados, para degustar la incertidumbre de un tablero donde tú eres la ficha, y ella el premio.

Amores de quererse mucho, de amarse mejor, de pedirse más. Amores biyectivos en busca de respuestas, en busca de excusas para provocar a un futuro incierto, en busca de una buena patada a la vida que nos haga encontrarnos donde sea, bajo cualquier épsilon, para todo delta. 

Amores que nos es que te busquen sino que te demandan. Y sin querer te revalorizan los abrazos, te suben el precio de los besos y te guardan bajo una mesita de noche que pide pasión, que pide perversión, deseo, droga, calor, sexo.

Amores minimales de dos abrazos. Que si se encuentran van a cometer el repetido error de volverse a echar de menos, de volverse a perder. Con la osadía de buscarse en unas letras que cada vez escriben menos, que cada vez ilusionan a más nadie.

Amores de intención, de larga duración, de haberse perseguido en busca de otra verdad que te contaron mientras ibas acumulando ilusiones rotas en el sótano de la emoción. Amores de no pudo ser, de no saber quererse. La vida empieza ahí, en quien se molestó a irse a buscar.

Aunque hiciera frío,

Aunque fuera enero.