miércoles, 17 de noviembre de 2021

El tiempo que te doy

A los diez minutos que vas a tardar en leer esto. Diez minutos a que vengas a quitarme los miedos, a convertirme en tuyo, muy tuyo. Tiempo que viene a dividirnos la distancia, y convertir todos esos kilómetros en velocidad. A romperse leyes físicas al borde de mis labios, con sed de otra química, con sangre de otras heridas, y curarse con Izal, con otro sol, otras palabras, otras caricias.

El amor es irse a buscar. Aunque sea a la esquina de cualquier foto tuya de instagram. Y ahí, sin molestar, echarse de menos; y ver tu sonrisa, tu pose, tus labios, dejarse un comentario y borrarlo, pensando que un día la tuve cerca, sin apenas tocarla, sentirla, dejando ganar terreno, cuando pedías besos por si el tiempo se nos escapaba entre los dedos, como arena de playa.

Irse a buscar. Aunque sea a dedicarse nueve segundos de atención, de privilegio, de exclusividad, de ti. El amor es tiempo. Distancia partido de velocidad. Buscarse en cualquier límite de sofá, en cualquier pelea de cojines de invierno nuevo a punto de guardar recuerdos. Donde el salón sea nuestro universo, tierra virgen, campo sin dueño; y ambos, con la bandera del nosotros, nos creamos conquistadores de cualquier repeluco, de cualquier piel de gallina, de cualquier vello de punta como reliquia de aquella batalla.

Donde la Guerra de los Cien años se quede tan pequeña como la frontera de nuestra cama. Donde las sábanas acaben en territorio inglés manchadas por cualquier vino francés. Donde el tiempo que te doy sea para que, cuando nos demos cuenta, sea lo suficientemente tarde como para pactar una tregua, que ni dé tiempo para leerse, y sólo nos queden nuestros cuerpos para solucionar todas esas ganas.

Tiempo el que te doy, para que, cuando nos volvamos a separar, sea la excusa perfecta para volvernos a buscar. Aunque lo tengamos que hacer en chiquitito, contárselo en silencio a nuestra mejor amistad, aunque tengas que probar otros labios que te sepan a mí. Y pidas fuera de carta, cualquier postre que solamente yo te sabía dar. El tiempo que te doy para venirme a decir que deje de escribir, que pare de buscarte en cualquier párrafo de perfil. Y empiece a contar los lunares de tu piel, como si de una cuenta atrás se tratase. Tres , dos, uno...

Volver al hogar de tu pecho. A pedirse abrazos. Un sitio donde se pida quedarse de verdad. Sin miedo a perder. Y marcarse una sonrisa en cualquier labio que tiembla por desconocimiento, porque nunca se besó sin mirar el reloj, porque nunca se le pidió tiempo, ni sitio, ni se le prometió un volveré. Porque no volverá.

Aunque el título lo pida sin signo de exclamación.

El tiempo que te doy para que cierres todo aquello que estés haciendo; besar a otro, leer a escondidas esto, echarse de menos, y me escribas cualquier te lo dije, cualquier te echo de menos, cualquier arrepentimiento en forma de te quiero.

Como siempre hacías cuando te ibas a dormir,

Sin mí.

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