sábado, 31 de octubre de 2015

No te vayas a enamorar

No te vayas a enamorar. Haznos un favor, no te me enamores. Aunque lo estemos haciendo muy bien incluso fuera de las sábanas, pero por favor, no te enamores.


Déjalo estar. Que así nos va muy bien. Quiéreme igual de flojito que siempre. Quiéreme así de bien. Quiéreme como hoy. Ni más ni menos. Así. Que no falta, pero que además, no nos vaya a sobrar. Porque no se trata de exigirse cada día más, sino precisamente de ver que cada día que pasa, necesitamos la misma cantidad. Dejémonos ese sabor en los labios de quiero más. Pero sin que sea más. 

Y eso no es quererse mal. Eso no es quererse menos. Eso es demostrar que cantidad no es calidad. Que si nos queremos no nos lo tenemos, ya apenas, que demostrar.

Que no te vayas a enamorar. Que nos veo venir. Que cada vez hay más sentido en el beso. Que cada boca ya es menos dueña de quien la posee. No te enamores que a saber cómo puede acabar todo ésto.

Bueno, yo sí que lo sé. Pero no te vayas a enamorar, ¿vale? Prométemelo. Dime que no vas a quererme tanto tanto tanto que al final llegue a sobrar. Dime que no lo harás. Que no vas a empezar a pedir fuera de carta. Dime que ninguno de los dos vamos a sufrir. Que va a ir todo bien. Bueno eso no me lo digas. Eso bésamelo. 

Muérdeme todas las ganas. Aquí bajo mis mejillas dime que no te vas a enamorar. Que nos queremos muchísimo. Que nos tenemos un sitio guardado en el destino. Dime que sí. Que no hubo nadie que te pidiera que no te enamorases de él. No te vayas a enamorar por una razón muy sencilla.

Porque si te enamoras tú, me enamoro yo. Y entonces ahí, a ver quién nos iba a parar...

viernes, 30 de octubre de 2015

Que va a venir el frío


Si no me importaras no te lo diría. Que el otoño no va a venir. Y que si vino, ya se fue. Que el invierno se está colando cada noche por las ventanas. Que vayas sacando todos esos abrazos polares del artillo porque los de entretiempo ya no cubren. Que las medias tintas y los besos sin sentimientos ya no merecen ni la pena probar. Es que ya sientan hasta mal. Es que después dejan un gusto muchísimo peor.

Que a quién le pille este noviembre a solas y sin abrigo lo va a pasar mal. Lo va a sentir peor. Que va a venir el frío y esto es como el juego de la silla, el que se quede sin corazón donde acobijarse cuando acabe la canción, se queda fuera, sin premio, sin poder amar un invierno más.

Vete buscando unos besos que quemen, unas caricias que reconforten porque aunque no te lo creas lo vas a notar. Lo vas a agradecer meses vista. La primavera va sonar a otro rollo. Los meses no van a pasar, van a volar. Porque si llega el frío y no los tuvieras, los ibas a echar en falta. Los ibas a estar pidiendo a cualquiera que pase por allí. Con lo inútil y perjudicial que es entregarse a un don nadie, a un cualquiera. Con lo violento y frío que es conformarse con lo primero que venga a calentar.

Si hay que invernar, búscate una sonrisa de hogar, búscate mejor una compañía que un acompañante. Búscate una boca que no te cansen de besar. Una boca que no te vaya a engañar ni que te vaya a dejar helada cuando coja esa puerta y decida marchar.

Si empiezas a tener frío no digas que no te lo avisé. Que va a venir el frío. Y aquí sólo cuenta quien mejor te sepa arropar. Que aquí lo que importa es estar, quedarse, acompañar. Que aquí cuenta abrigar, proteger, cuidar. Que la piel de ambos se comparta, se roce, se quieran. Que los ojos se miren a las necesidades. Que pidas bajo esa chimenea lo que te encapriches, cariño, que yo, aún con este frío, te lo pienso dar.

Que yo, este frío que viene, si quieres, te lo quiero hacer olvidar.

jueves, 29 de octubre de 2015

¿Quieres entrar conmigo?


Pues sí, mira. Estoy enamorado. Y sí, tiene nombre. Nombre de mujer. Tiene ojos marrones, descartando todas esas de colores celestes que me dejaron bien clarito que no. Y no sólo que no, sino que nunca. Que es muchísimo más 'no' que cualquier otro adverbio de desamor.

Que sí, que sí. Que me gusta. Que me encanta. Que no le encuentro una pega por la que defenderme de su presencia. Que me tiene si ella quisiera. Que me ha enamorado. Que estoy pendiente de su boca tanto como de la mía. Temeroso de decir lo que menos quiera escuchar.

Y tal como te digo ésto, también te digo que no. Que ella no lo sabe. Y no sólo que no lo sabe, porque eso pueda hasta sonarte normal. Agárrate a dónde puedas porque ahí va: No es que no lo sepa, es que, además, nunca lo sabrá. Que no se lo voy a decir. Pero no hoy. Que no se lo voy a contar jamás.

No se lo he dicho porque no hay ni momento ni lugar. Sé exactamente el paso que no hay que dar. Que yo no quiero salir con alguien, yo más bien lo que quiero es alguna vez, entrar. Yo no quiero exteriorizar la relación, yo lo que quiero es intimar la frecuencia de besos que nos queramos dar. Que sea cosa de sofá, de inviernos acurrucados en un salón. De frío en zona de dormitorio en punto de ebullición.

Yo no la quiero con una obsesión de tenerla porque sí. A mí me encanta acariciar la idea porque es la única manera de no romperla. A mí me gustaría que sintiera la necesidad de entrar conmigo sin tenerle nada que provocar. Que sea un porque ella se quiera quedar.

Porque además lo que ilusiona es el "pero y si..." de que todo pudiera pasar. Lo platónico de pedirle que entre contigo a tu vida, a tu rutina, o a viajar de la mano a cualquier lugar. No se lo diré, no por miedo al fracaso, sino porque a ella no hará falta decirle más. Simplemente dejarle la puerta abierta, por si ella sola decide pasar.

Pero repito: Que ella no lo sabe. Y que nunca lo sabrá. Porque si tiene que ser para siempre, la mejor manera es así. Eternamente soñada. Preguntándole todos los días de mi vida,

"¿Quieres entrar conmigo?"

miércoles, 28 de octubre de 2015

No Sé Amarte


No sé quererte. Con todo lo que eso conlleva. No me han enseñado a querer así tan a solas. No sé quererte desde aquí. No es que no me salga. Es que no sé. No me lo aprendí porque no tuve antes a nadie como tú para al menos, vérmelas venir.

No sé que mirada ni qué besos ibas a necesitar de mí. Y si lo supiera, dime luego qué haría. Si es que no sé. Si es que cada vez que te veo me hago el loco, porque yo no sé si cuerdo iba a responderte toda la locura que de repente siento por ti. Pero no sé, no sé cómo acercarme a ti.

No sé amarte. Pero no te lo tomes como que no quiero aprender. Como que me rindo. Como que gracias, encantado de conocerte, hasta aquí. No sé amarte pero como aviso. Como prueba y preludio de que si lo intento, todo pueda ser que me vaya a quedar en blanco en cualquier prueba de amor que me vayas a poner. Que no lo sé, pero es que encima, si lo supiera, no sabría hacértelo ver.

Me cuesta una barbaridad encontrarte. Sacarte una sonrisa. Yo ya ni sé cómo aparecer. Es que ni aparentar me sale. A mí la imaginación me la has inhibido como todo lo que un día creí que sabía cuando fuera a encontrarme al amor de mi vida, y que ahora, que te tengo ahí, ni terminar esta frase me sale.

Dime cómo se hace una vida contigo y dime cómo, sobre todo, se empieza. Porque es que yo no lo sé. Dime cómo me aguanto las ganas y dónde escondo todas las ilusiones que de primera impresión sé de sobra que asustarían. Dime todo eso porque no sé amarte. Me has llegado sin avisar, sin librito de instrucciones y no sé cómo construirte todo lo que me encantaría darte a sabiendas de que pueda pasar que me vaya a equivocar. Porque ten por cuenta que alguna vez me voy a equivocar. 

Yo no sé amarte. Y no te estoy pidiendo que me dejes marchar. Yo lo que te estoy diciendo es que te quedes. Que te quedes conmigo, tú desde allí. Que te sientes en el hueco que he dejado en el banco de aquel sitio donde casi siempre nos solíamos evitar. 

Yo lo que te estoy diciendo es que me enseñes.

Que como tú, nadie podrá.

martes, 27 de octubre de 2015

Esos Enanos


Queredlos. Queredlos como si no hubiera un mañana. Como si no hubo un ayer. Queredlos porque como ellos no los hay. Y da igual que los hubiera porque, os digo yo que, de haberlos, ustedes no los veríais con los mismos ojos. Que no hay dos repetidos. Y sin embargo, que cada uno es igual de especial.

Queredlos. Queredlos porque es la única manera de que sanen contra esta barbarie de mundo. Enseñadles lo antes posible qué es el cariño, el amor y el ayudar antes de que vean una pistola por la tele, un cáncer con forma de todo menos de horóscopo, o un cuerpo como el suyo ahogado en una playa de Turquía.

Cuidadlos, pero sobre todo queredlos. Queredlos por encima de cualquier religión. De cualquier cosa. Ponedlos los primeros en todo. Quitaros el traje, dejad las tarjetas black en esa bandejita, y pensad un poquito menos en ustedes y un poquito más, en todos los demás. Venderos el alma al diablo por ver que si ellos la necesitan, tú se la darías sin dudar.

Cuidad que mañana os sigan llamando papá, abuela o tía. Porque nadie va a venir a deciros ese vocabulario tan necesario en una vida. Porque no hay otros que os la vayan a regalar. Romped las fronteras de cualquier nación hasta tal punto que la compresión no quepa en ningún país. Y hacérselo ver. Porque ellos, mañana son el futuro de lo que tú dejas aquí de mal. Ponérselo un poquito más fácil de como te lo pusieron a ti la guerra de Irak, el blanco y gris de la tele franquista o las becas de Wert, si es que hubo alguna. 

Preocuparos de que no les falte de nada. Si enferman, estad bajos los pies de su cama o cuna y tened siempre una cara de 'no pasa nada'. Tened siempre una sonrisa de esas de 'todo va a salir bien'.

Queredlos porque son vuestros hijos. Queredlos porque son vuestros nietos, sobrinos, niños del mundo. Los que mañana van a cuidar de ustedes cuando vuestras fuerzas digan 'ya no puedo más'.

Queredlos porque nadie va a venir a daros lo que ellos os podrían devolver de cuando estaban en tu lugar. De cuando eran ellos los que débilmente podían hablar. De cuando apenas podían caminar.

Queredlos porque esos que no levantan un palmo del suelo, mañana os sacaran una cuarta de amor que sólo ustedes le pudisteis enseñar. Queredlos porque al fin y al cabo son sólo, niños.

Esos enanos, a los que un día decidisteis tener. Enanos a los que un día y para el resto, os propusisteis verlos crecer.

Verlos crecer. Verlos, crecer.


lunes, 26 de octubre de 2015

Ojos que No Sienten


Te ha preguntado como estás. Se ha preocupado por ti en cualquier momento, a cualquier hora, sin tener porqué. Te ha dado los buenos días sin estar a tu lado y se ha molestado en buscar tu nombre en una lista de cualquieras para dedicarte un minuto en escribirte. O dos. O tres. O vete tú a saber el tiempo que lleva ahí, siendo preso de unas palabras que, a lo mejor, no se atreve a pronunciarlas por miedo a como suenan en esta sociedad tan ''amafóbica''. ¿No te lo has preguntado nunca? El porqué eligió tu nombre. Porqué se decantó por ti. Entre otras cosas, porqué aparece sin ser llamado. Porqué te da ánimos cuando nunca se lo pediste. Qué hace él ahí ocupando el papel de un buen amigo. Qué miramos, a veces me pregunto yo, para ignorar todo lo que parece, al final de este texto, tan claro.

Es que se ha salido un momento de su vida para preguntarte por la tuya. Que se está molestando en ponerte en prioridad, joder. Con perdón, pero es que lo tienes ahí en voluntad de ponerte la primera en cualquier lista de corazones a valorar. Y tú ahí, inconscientemente, quiero pensar, de lo que dejas en stand by. Es que me cabrea. ¡Qué salgas! ¡Qué salgas te digo! Que lo tienes con el corazón roto por tu actitud de Mr Hyde y Dr Jekyll.

No es que él te mire, te busque o te quiera. Es que mientras que tú no estés, él no va a poder otra cosa que esperar. Y para calmar su adicción tendrá que buscarse unas ilusiones que con un par de abrazos tú podrías controlar. Porque no hay peor droga que aquella que no se consume. ¿De verdad, no lo ves? Es que está ahí, ehn. Es que está esperando un poquito de atención. De oportunidad. Ojo, que no suplicando. Que él no se desespera. Que él espera, que es diferente. Porque él no lo está pidiendo. Que bajo tu ventana espera a que un día te dé por asomarte a la ventana, como en la escena de la película Cinema Paradiso.

Me da rabia porque es que no lo vemos y nos ponemos muy dignos con frases del estilo 'ojalá me quisieran a mí así' o 'yo también quiero querer' y da coraje coño, porque precisamente lo tienes ahí en las narices. Que ahí hay uno en la calle bajo tu terraza, cada noche, aguantando chaparrones de ignorancia, tormentas de vacíos y encima le toca leerte que no lo tienes, que no lo ves y encima que no te lo dan. Ojos que no quieren. Postureo del 'amor bonito. Pero el de otros'. Así de claro.

Es que te quiero hacer ver que él está ahí. Ahora mismo, ya. Y me da igual que me dejes de leer. Que si te tengo que poner la cara colorada por última vez te la voy a poner. Porque es que de verdad, ¿no lo ves? Es que cada vez que te dedica una nueva palabra más pienso que se merece algo mejor que tú. Alguien que le devuelva todo lo que nunca se le devolvió. Así de claro.

Es que sin tener porqué se preocupa por ti. Sino entonces dime porqué te pregunta. Dime porqué iba a ir hasta a ti a buscar unas palabras que cualquiera le puede dar. Yo te lo voy a decir muy clarito. Abre bien los ojos. Porque te quiere, coño. Repite conmigo. Me-qui-e-re. Sal ahí y ve a buscarlo porque está ahí esperándote. Sal ahí a buscarlo y lo primero dile lo siento. Lo siento por no estar a la altura. Por darme cuenta tarde que estabas ahí sin merecerlo. Sal ahí a darle dos ticks azules a su boca. No lo dejes leído. Dale la oportunidad de ser escuchado. Te sorprenderá la de cosas que un corazón puede llegar a emocionarte. 

Porque si no sales ahí a decirle que te has equivocado es que entonces parece que el refrán lo llevamos diciendo mal desde hace mucho tiempo.

Que no es 'ojos que no ven, corazón que no sienten'.

Sino más bien; 'ojos que no sienten, corazón que no ven.'

domingo, 25 de octubre de 2015

Pedirte la mano

Pudiera ser que el te quiero se quedara corto. Que no quita que fuera necesario pero se nos quedó pequeño. Porque es que además te amo. Y como muestra de que ésto va para largo, he de decírtelo: Hoy voy a pedirte la mano.

Y te pido la mano no acaba ahí. El anillo luciendo en tu dedo es lo de menos. La sonrisa del momento sí que alumbró. Las lágrimas de la emoción de tus mejillas si que fueron brillantes aquella noche. Porque sí. Porque fue de noche cuando frente a una fuente me arrodillé para ser menos que tú y convertirnos en mucho más. Que aquí menos por más es más. En este espacio donde tú y yo nos fuimos a enamorar.

Que pedirse la mano es mucho más que éso. Que ahí te estoy pidiendo compañía. Te estoy diciendo que te quedes. Que yo no me voy a ir. Que se pide más que mano. Más que estar, acompañar. Se piden no sólo abrazos sino además corazón. Se pide entrega por encima de voluntad. Ser tremendamente generoso con la vida porque lo que quiero es compartirla contigo y meterme en la tuya de pies juntillas, sin apenas molestar.

Que cuando fui a pedirte la mano te estaba poniendo mi boca al servicio de todo lo que querías oír. Que te presentaba la infinita cantidad de besos que podías antojarte en cualquiera de tus próximos días. En resumen, que te estaba pidiendo romper con los límites de nuestra relación. Que yo quería estar contigo, comprometerme a un 'nosotros' muchísimo más nuestro que de ninguno.

Cuando te pedí la mano te pedía mañanas, tardes y noches. Te pedía días. te estaba pidiendo tiempo. Pero no el típico que se pide para abandonar sino tiempo para nunca irse, para pasarlo contigo, allá donde fuéramos a estar. Porque lo que te estaba pidiendo era algo más que la mano.

Lo que te estaba pidiendo era un quédate. Te estaba pidiendo un 'no te vayas'.

Que cuando fui a pedirte la mano te estaba pidiendo lo que acabaste diciendo con la misma emoción con la que yo lo quería escuchar. Un 'Sí quiero' saliendo de tus labios. Un gracias en silencio desde el cielo, de aquella que siempre nos vio amar.

sábado, 24 de octubre de 2015

Cuba, Puerto Rico y Filipinas


No aprendemos de lo que perdimos. Ya no nos sentamos a charlar sino a leer una pantalla de móvil. Las discusiones se hacen a viva voz y gritos para así escuchar menos y de pie, para irse ligero, lo antes posible. El amor ya no se practica en el salón ni en la mesa camilla. Cada vez que vemos el amor que se va siempre nos acordamos tarde del amor que tuvimos. Que a veces no tiene ni porqué ser el mismo. Pero bueno ahí lo dejamos estar. Como si no nos fuera a molestar.

Aquí hay algo que llevamos haciendo mal desde que íbamos en carabelas a por algo más que orgullo de imperio. A veces pienso que por aquel entonces cambiamos el tabaco y el chocolate por querernos mal. Que la Pinta no tenía tan buena pinta, ni la Santa María era tan Santa. Por no hablar de la Niña, que hoy en día cada vez son menos niñas.

Que en realidad no eramos el imperio donde el sol no se ponía sino más bien donde éste no quería estar. Porque es que francamente, desde hace un tiempo para acá el amor ha dejado mucho que desear.

Dónde quedan las historias de los amores prohibidos de ventanas y rejas. De los caballeros regalando rosas, tiempo, detalles. Dónde quedan las damas comportándose como tales. El siglo XIX en estado puro. El pos-romanticismo corriendo por las venas de Becquer, Ferrán o Asenjo.
Pero no, aquí se han perdido muchas cosas. Se ha perdido el respeto. Ya no sabemos distinguir el amor del capricho. Ahora todo es dudable. Porque con tantos errores sueltos, ya nadie piensa que va a dar con el acierto cuando se dispone a arriesgar su corazón a las manos de otra u otro.

Aquí hemos perdido el cariño y le hemos puesto valor monetario al amor. Hasta le tenemos un día, el 14 de febrero. Para todo aquel despistado que se ha olvidado durante todo el año, que ahí, tenga la oportunidad de compensarlo. Qué mal, qué mal nos queremos. Es verdad lo que me decían: 'Aquí hemos perdido muchas cosas'.

Ya no sentimos. Se nos ha olvidado eso de querer sin pensar. Ahora le damos la vuelta a todo. Y ya nada es de película. Ahora hay amor de programas de medias tardes. Amor shore. Y todo lo que nos queda de viceversa.

Pero aquí parece que todo nos da igual. Que aquí parece que se nos ha olvidado eso de enamorar y que por ignorantes, lo único que parece que perdimos fue Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Pero se han perdido muchísimas más cosas. Entre ellas, el querer de corazón.

Entre otras, tú me has perdido a mí.

viernes, 23 de octubre de 2015

¿Y a mí quién me escribe?


¿Y a mí quién me escribe, eh? Sí, a mí. ¿A mí quién me dice 'ánimo, sigue adelante'. A mí quién me envuelve y me regala un 'te quiero', un 'te necesito' acompañado de fragancia de quedarse. A mí quién me consuela con un 'no importa, ya llegará'. Te pregunto, tú que tanto me leíste; ¿a mí quién me dedica un par de minutos, una tarde, un café, y me dice lo mucho que me valora? Dime, quién se va a gastar tiempo en mí.


¿A mí quién me deja ver sus ojos? ¿De quién soy cautivo? ¿Acaso tengo yo a alguien ahí detrás sin atreverse? ¿A mí quién me mira? ¿Quién quiere cuidar de mí? ¿A mí quién me lo escribe? Venga, dilo. Dilo si tienes lo que hay que tener. Quién es la que va a dar un paso al frente diciéndome 'aquí estoy yo y aquí me pienso quedar. Aquí te pienso esperar.'

Si no sabes qué decir, mejor cállate. Si no sabes qué amar, mejor ni bese. Si no te vas a molestar en escribirme, al menos, ten la poca vergüenza de ni si quiera leerme. Si vas a marcharte por el sitio por donde llegaste para hacerme unas ilusiones que no merezco, dime entonces qué haces aquí. Dime. Si es que ya no me escribes. Si es que ya no me buscas. Y lo peor, si es que ya ni te enfadas.

Dime quién va a venir a detenerme ahora. Si fuiste tú la que me quitaste los frenos. Dime quién es la que va a venir ahora a venderme un 'nosotros' como me lo vendiste tú, y sobre todo, dime qué culpa tendrá ella de que a mí eso ya no me vale escrito.

Dime entonces qué me tiene que escribir aquella para darle importancia a todo el tiempo ése que tanto nos perdimos. Quién va a luchar por mí. Quién le va a dar importancia al tiempo de mis besos. Quién va a querer repetir y nunca irse. Quien me va a devolver todo el le escribió bonito.

¿A mí quién me escribe, eh? Vamos, dilo. No es que te lo pregunte. Es que te lo reprocho. Que a mí ya no me vale el 'queda bien', el 'fue bonito mientras duró', el 'se apagó la ilusión'. A mí no me vendas humo, ni me lo firmes en frases hechas de televisión.

A mí que me lo hablen. A mí que me lo besen. Que me lo tatúen en cada caricia. Que me lo firmen en cada abrazo. A mí todo lo que se me tenga que escribir que me lo lleve de paseo. Que me lo viaje a cualquier lugar. Que si es con ella, pienso viajarlo.

A mí que me lo amen. Y si me lo escriben. Al menos que me lo escriban con tinta de no borrar.

Comienza...Le Escribió Bonito.

(2ª Temporada).

martes, 20 de octubre de 2015

Gymkhana Hospitalaria


Por ellos sí vuelvo a escribir. Porque ellos no tienen la culpa del resto de mis días de la semana. Ellos no tienen la culpa de estar ahí. Ni tienen la culpa de lo que les pasa. Cada uno con su historia, su pijama, su vida. Ellos no tienen la culpa de nada. Y mucho menos de ser hoy, #MartesDeHospital.

Hoy por ellos me vuelvo a ir. A coger un tren para que me lleve allí donde menos quieren estar. Hoy vuelvo a ser niño para jugar. Hoy gymkhana hospitalaria. Hoy saltemos. Como locos. Que se note que nos falta pasillo para correr.

Hoy aguantemos no solo los goteros sino también los globos de colores que volaban evitando caer al suelo. Hoy que la pelota y la portería salgan de la consola y le metamos un buen gol a esta enfermedad que nos obliga estar allí. La que sea. La mía, el vicio de veros. Las vuestras, las culpables de que haya un hospital infantil.

Hoy si queremos seamos niños. Pero de verdad. Tirémonos por el suelo buscando la ilusión entre un montón de papelinas de colores. Jugemos pero jugemos de corazón. Jugemos de verdad. Vamos a hacer carreras de sacos, baloncesto con pelotas de goma y sobretodo, hagamos el payaso. Porque lo importante no es lo que aparentes, lo importante es lo que te rías.

Allí no hay rutina. Allí lo que hay son juguetes. Allí no hay obligaciones. Se está porque se quiere. Porque se desea. A mí meterme otro Martes entre Jueves y Viernes.Me da igual. No me importa, que bueno será. 

Que yo quiero volver al sitio donde mejor me saben jugar.

Yo quiero volver para perder una gymkhana, que el que lee y escribe ésto sabe, que nunca olvidarán.

viernes, 16 de octubre de 2015

Mi Último Escrito


Este es mi último escrito. Mañana me voy. Mañana no me esperes que no estaré. La pregunta no es a dónde me marcho. La pregunta es que vas a hacer tú cuando yo mañana no esté. Porque repito, si mañana desaparezco, no me vengas con que no te lo avisé.

Si mañana no estoy aquí regalándote los oídos dime a qué otros labios vas a ir a pedírselos escuchar. ¿O es que acaso vas a ir a buscarme allá donde esté? Porque yo mañana aquí no me quedo. Porque yo me voy. Eso que te quede claro. Que yo también sé dejarme querer. Que en cualquier tontería o detallito mi recuerdo ahí estará. Que no hubo nadie como mis letras y que aunque te quisieran mejor nunca iban a ser tan edición limitada como éste que está a punto de marchar.

Si tienes valor, si quieres jugar de verdad, dime 'no te vayas' de corazón. Porque cuando vayas a querer otro cuerpo dime con total seguridad que de mí no te acordarás. Que cuando te dé por curiosear no será demasiado tarde para darte cuenta de que hubo un día que tan cerquita pudimos estar. 

No es una suposición. Es que mañana, de verdad, no estaré. Porque sin que me ates ahora me marcho a unos ojos que me miren para quedarse, a unos labios que no sólo quieren ser besados sino que además, quieran besar.

Yo no quiero convencerte de que me sigas. Porque ni yo sé a donde me tengo que perseguir para encontrarme una vez más. Lo que si tengo claro es que hoy tú dejas de ser, para simplemente estar. Ya no eres. Ahora pareces. Y ya solo depende de ti que yo me vuelva a preocupar. Porque ahora me pienso valorar un poquito más. Ahora quiero ser un regalo para aquella que de verdad me quiera pedir. Me toca irme porque la moda no es amar. La moda es dejarse querer. Y a mí siempre me ha dado igual la imagen, a mí me gusta desentonar. 

A mí que me venga a dar explicaciones, amor, cariño o guantazos. Que si me vienen con una sonrisa cubriendo las promesas yo pienso responder. Porque a partir de hoy voy a escribir un poquito menos.

Este va a ser mi último escrito. A ver ahora quién piensa escribirte sin nada a cambio. A ver mañana quién te valora cuando veas que no esté. Que no es que me haya ido, es que tú nunca supiste donde de verdad estuve. A ver si al encontrarme de nuevo mi punto y final no sólo va a ser una regla ortográfica.

A ver si me vas a buscar y sea yo el que no se deje querer. A ver qué me escribes mañana, cuando yo ya no esté. Punto y final, chica, punto y, si te atreves venme a buscar.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuando por fin te des cuenta


A mí no me basta con conocerte. Porque yo lo que quiero es además, no olvidarte. Yo no quiero que me guardes todos tus días para mí. Yo lo que quiero es estar esos días que te sobran, que parecen domingos. Sean jueves o miércoles. Yo no quiero fastidiarte tus planes. Quiero hacerlos contigo siempre y cuando haya un hueco para mí.

Cuando te cruces conmigo yo no te pido amor, yo lo que quiero es aprecio. Yo no te pido intensidad, más bien intención. No quiero casualidades, quiero causalidad. Cuando te decidas, yo no quiero ni que te esfuerces, sino más bien que desees que todo llegará. Yo no quiero que llores, yo quiero que sonrías. Que sonrías para mí o por mí. Lo mismo me da. Que yo lo que quiero es verte feliz, estés donde estés. Sean los labios que sean los que vayan un día a besar. A mí no me hace falta ni que me des las gracias porque todo lo haré de nada, sin buscar a cambio que yo vaya a ser ese del que nunca te diste cuenta.

A mí no me pidas tu momento. Porque yo ya te lo pensaba dar. Conmigo no tienes que rogar, simplemente disfrutar. Yo no vengo a pasarte un buen rato. Mi intención es estar por y para ti. Yo no busco abrazarte sin intención de continuar. Yo lo que quiero es repetir siempre y cuando sea contigo. A mí el siempre se me iba a quedar corto en unas sábanas. Las noches las íbamos a dormir juntos. Las mañanas las despertaríamos como tú mejor te quieras levantar. Yo no quiero ser el primer beso de una mañana, sino el primer aprecio de cualquier día tonto que tengas.

Cuando me veas no te conformes con sonreír y mirar al suelo. A mí búscame los ojos. Crúzame la mirada porque sólo así conseguirás hacérmelo saber. No hace falta ni que me hables. A mí a gestos ya me puedes ganar. Y hablando de ganar. Voy a luchar por ti como si fueras mi última esperanza. No porque no me guste perder, que también, sino porque además no quiero que haya otra más. A mí quítame las ilusiones y déjame la tuya guardadita con llave. Y quédatela. Porque cuando por fin te des cuenta, me la vas a tener que prestar.

Que entre tú y yo me sobra una 'y griega' para acercarme siempre, un poquito más. Porque cuando estemos en un mismo sofá yo no pienso respetar espacios, y ahí, en ese mismo hueco voy a darle al sentido del tacto una oportunidad. Cuando estemos bajo una manta, a mí no me pidas explicaciones de lo que tengo o no que besar.

Yo lo que quiero es acabar este escrito contigo al lado, para que por fin, entre tú y yo, tengamos algo que contar. Para que te des cuentas que si quieres, ahí estaré. Porque yo no quiero buscarte excusas para que un día me tengas que hablar. Yo lo que quiero es que quieras hablar conmigo cuando por fin te des cuenta, que soy yo, el que mejor te sabe escuchar.

Las Fases de un Me Gustas


Creo que me gustas. Que me has provocado ese no sé qué que qué sé yo. Eso que no se podría explicar pero que cuando estoy ante ti es la razón por la que las palabras no fluyen tan bien como debieran. Y mi boca dice cualquier cosa siendo presa de otro cuerpo. Que no es otro que el tuyo.

Creo que me gustas. Y que no te ofenda la duda pero es que es verdad, es que no lo sé como para decirlo con total seguridad. Tengo ese miedo de no ser correspondido. Esa sensación de si me das una señal me arriesgo, me lanzo. Pero si no me dices nada me quedo en un 'creo que me gustas' que se puede deshacer muchísimo mejor que un estoy enamorado.

Creo que me gustas. Que has despertado en mí lo que se busca en un amor nuevo. Me gustan tus maneras, como tratas a los demás. He interpretado, vete tú a saber de qué manera, tus miradas, y ahora creo que me gustas más que antes. Que me gustas por tu forma de ser mujer, la de ser amiga. He apreciado tu bondad, tanto en otros como en mí mismo. Que ahora ya sé que estarás ahí cuando más me faltes. Que no paro de pensar en ti, pensando que creo que me gustas más de lo normal.

Creo que me gustas, más que te veo. Y te mentiría si te dijera que tu físico no ha tenido algo que ver. Yo me he fijado en tu boca, en tu cintura, en tus ojos. Me gusta cómo te arreglas, como te peinas, como te vistes. Creo que me gustas. Por tus aficiones, tus manías y tus gustos. Que compartimos muchísimo más de lo que pensamos y que me quiero empapar de tu vida como si fuera la mía.

Claro que como siempre me pasa, cuando me gustas tanto ya no sólo es que me gustas. Que ya no es sólo atracción física. Porque ya he dejado de fijarme en cómo te vistes. Ya quiero que me hable tu corazón, más allá de tu ropa. Ahora busco tu interior. Ahora quiero conocerte. Ya no es que me gustas, ahora es que te quiero. Ya no es que crea que te quiero, no. Ahora es que estoy enamorado de ti. Que ya el no sé qué ya sé lo que es.

Que ya, aparte de que me gustas, me enamoras.

Y mañana podría escribirte uno que se titulara "Creo que me enamoras", para que fueras consciente de que no es que solo crea que me gustas, es que estoy seguro de que ya, me enamoras...

martes, 13 de octubre de 2015

Mi mejor amiga invisible Poma


Tú no sabes jugar si no has probado a hacerlo en el suelo. Tú no sabes jugar si nunca te has tirado por ahí en medio, donde sea, y te has puesto a jugar a las cocinitas con una niña de pijama celeste. Tú no sabes jugar si nunca lo has intentado en un #MartesDeHospital.

Tú no sabes jugar si nunca has tenido un amigo invisible. Y mi amiga Laura tenía una amiga invisible llamada Poma. Porque allí uno tiene derecho a tener amigos invisibles. Uno allí tiene derecho a todo menos a ponerse triste. Uno allí tiene derechos independientemente de lo que pienses, de tu raza, condición o pensamientos. Allí no te van a juzgar por lo que dices y muchísimo menos por lo que padezcas. Y Laura tiene una amiga invisible que se llama Poma y una insulina que se descoloca. 

Pues allí jugamos los tres. Poma, Laura y yo. Tirados en el suelo. Cada uno con sus historias. Allí ninguno de los tres nos preguntábamos que nos pasaba sino más bien que era lo próximo a lo que íbamos a jugar. Porque allí no importa de donde vengas, sino más bien a dónde vas. Allí la insulina no es problema. El problema es no saber a qué jugar. Y para eso qué mejor que irnos de compras a un mercado que quisimos inventar.

Allí en el suelo fuimos al mercado de las frutas de plástico y compramos plátanos, uvas y peras. Todas de plástico. Pero es que nos daba igual. Porque allí no íbamos a tentar a la azúcar sino simplemente a tirarnos por los suelos. A ser niños, imaginarios o no, adultos o no. Allí íbamos a conseguir que lo invisible tuviera un poco de protagonismo y a aprender.

Porque mi amiga Laura y su mejor amiga Poma hablaban catalán, y aunque yo no entendiera algunas palabras allí está permitido hablar como sea. Porque allí uno tiene derechos a pronunciarse como mejor sepa. Porque allí algo siempre se aprende. Y yo aprendí hoy que Poma en catalán es Manzana.

Por eso cuando yo compraba manzana, ella se reía. Por eso, cuando yo compraba Poma, ella se pensaba que la entendía. Ella asentía con la cabeza más de lo habitual cuando la manzana de plástico la echábamos al carro de la compra. 

Hoy aprendí que sin querer se puede hacer mucho bien. Hoy aprendí que mi mejor amiga se llama Poma. Que mi mejor amiga se llama Manzana. 

Por Laura.

Quiero Volver a Soñar


Yo quiero volver a soñar. Quiero verte como mis últimos pensamientos te recuerden. Yo quiero imaginarte. Y sin conocerte ponerte mil adjetivos calificativos que me cieguen a enamorarme de ti. En sueños yo quiero muchas sonrisas, yo te quiero muy de darme la mano. Muy de abrazarme. Yo quiero contacto y tacto. Que hubo una intención de. Una oportunidad que no se quiso perder.

Yo quiero soñarte aquí cerquita. Donde nadie nos vea. Solos tú y yo. En el rincón de todas las noches donde sin quererlo yo, te me apareces para escribirme una historia más. Yo quiero soñar flojito. Para que nadie nos oiga. Para no hacer más ruido de lo que te amo. Para no asustar tu piel sensible ni tu corazón tímido.

Me encantaría irme a dormir contigo, soñar después. Compartirte todo lo que anoche te soñé. Abrazarte por las espalda, rodearte la cintura, besarte el cuello. Volverte a besar. Me gustaría que mi cara te diera cosquillas, risa tonta. Me encantaría que fuera tan recíproco como soñado. Que todo ésto fuera algo más que literatura.

Yo quiero volver a soñarte. Que nos invitemos a vernos de nuevo. Mañana otra vez. ¿Dónde? Donde sea. Si es contigo poco me va a importar el lugar. Si es contigo, poco me va a importar madrugar.

Y que cuando acabemos de vernos allí donde nadie nos puede molestar, vernos uno frente al otro. Mirándonos a los sueños. Recordando que anoche jugamos a eso de ver quién era el último de los dos que se quedaba dormido.

A mí me gustaría despertarme rodeado de tus brazos. Que todo lo que se soñó sirvió para algo. Que no fue sólo sueño, ni deseo. Que fue porque antes se vivió.

Y porque se quiso volver a soñar. Siempre, una vez más.

lunes, 12 de octubre de 2015

Terminar los días

Qué relativo es eso de terminar. De acabar. Eso que se dice cuando ya no se quiere. Cuando se debe liquidar un asunto, cueste lo que cueste. Costara lo que costara. Porque eso ya poco importa. Lo que costó. Todo lo que se luchó para que precisamente no acabara así. Lo que nos gusta a veces sentenciarlo todo sean las consecuencias que sean. Y a veces lo mal que lo pasamos en un final cuando todo está a punto de acabar.

Que poco consuelo buscamos en esos momentos en los que ves que si hubo algo que te encantaba ya no estará. Que se acaba. Lo poquita cosa que somos cuando el final es inevitable. Lo impotente que nos sentimos en una despedida de un ser que ha sido querido, muy querido. Es una buena bofetada a todo tu ser, que nos convierte en muy humanos, y sobre todo, nos actualiza el orgullo en modo fábrica. Nos lo resetea a los valores iniciales de madurez. Lo que nos da una segunda oportunidad para ver que se fue por tu culpa.

Y tan importante como despedirse es comprometerse a no volver a aparecer. No tentar de nuevo a la suerte. Pero no aprendemos por muchos besos que nos den. Porque encima de nostálgicos somos pecadores. Y volvemos a pecar. Volvemos a caer en el principio de otro final. Otra boca a la que le prometimos la luna. Otra boca a la que decirle: nunca me iré. Otros labios diciéndote te quiero, adiós, nunca jamás volveré a aparecer.

Sin embargo, decir adiós es imprescindible. Es poner un punto final. Dar la última puntalada a lo que se tejió. Sin despedida no hay principio. O al menos eso me dijo la última que se fue. Y somos tan racionales que si no la hubiera nos quedaríamos ahí, en el limbo entre lo que no se acabó y lo que estará a punto de empezar. No despedirse es sinónimo de acabar a medias. De acabar mal.

Despedirse es sentenciar algo que ya sabíamos que tenía un final pero que nunca pensamos que llegaría. Que fuera ya. Es un secreto a voces. Una verdad callada. Hasta que llega. Y ahí te ves dándole los últimos besos a esos labios que tanto te prometieron que nunca se irían.

Cuando empezamos ningún pasado peor viene a demostrarnos que no. Cuando empezamos no queremos oír a nadie más que no sea nuestro afán, nuestra ilusión. Y hoy si quisiera te diría te quiero, no te vayas, aquí estaré. Y hoy, si hace falta te bajaría la luna por y para ti. Pero si eso supone decirte adiós, mejor me quedo en tu cama, junto a ti, mirándola desde aquí. ¿O hay alguna forma mejor de empezar a darse las buenas noches?

Buenas noches. Porque así es como me gustaría despedirme cada día de ti. Como quiero yo, terminarte los días.

domingo, 11 de octubre de 2015

Y si te hablo


¿Y si te hablo? Y mando a la porra todas las vergüenzas, todos los tiempos, y te hablo. Y si me conecto, abro la ventanita de tu chat del perfil y te lo digo. Y si empiezo con esas cuatro palabras: Y si te hablo.

Y si nadie me cree capaz de hacerlo. Ni si quiera tú, que te vas a encontrar ahí en la tesitura de tener que responderme un si condicional que nunca te habían planteado. Qué pasa si lo  hago. Qué me vas a contestar. Y sobre todo, a quién se lo vas a confesar. A quién le vas a pedir consejo, cuál de tus amigas va a ponerle nota a mi atrevimiento, a mi caradura.

Quién iba a ser si no yo el que iba a romper los esquemas del tan conocido 'holaquetalbienytú'. Qué pasa si rompo el silencio. Y si te hablo. Qué me vas a contestar que yo no sepa. Cómo vas a devolverme la pelota cuando ande en tu tejado.

Y si te hablo y resulta que lo lees y nunca se contesta. Y si te hablo y resulta que no quieres. Qué excusas nos vamos a poner tras la osadía. Y si te hablo y resulta que estabas deseando, ¿Acaso no sabemos ambos que ibas a disimularlo? Y si te hablo, me contestas y quedamos en las mismas.

'Y si te hablo' te hace tanta gracia que me dices 'vale' y después me pides más. 'Y si te hablo' te lo tomas como un reto y comenzamos a curiosearnos sin darnos cuenta. Y luego viene tu 'inténtalo' y luego mi preaviso de '¿estás segura?'. Y luego tu desafiante 'adelante', y luego yo tan al ataque y tú tan a la defensiva.

¿Y si no te hablo? Qué hubiera ocurrido si no lo hubiera dado al botón de enviar. Si lo hubiéramos dejado todo tal y como está. Que ni se está.

Y si te hablo y lo intento nuevo. Y tú me vuelves a decir 'cuando pueda'. 

Y si te hablo. Enviado. Leído.

He decidido querer


Yo no me espero. Si me tengo que entregar a los brazos de alguien lo voy a hacer desde ya. Yo si quiero, quiero desde el minuto menos tres. He decidido querer. Y lo pienso dar todo sin miedo a que caiga en corazón roto. Porque yo he venido a querer. No a marear la perdiz. Ni a probar a ver que surge. Ni a intentarlo. Yo vengo a que funcione. Con la idea lejana de que se puede estropear pero desde luego nunca con el pensamiento pesimista de 'a intentarlo'. Porque eso es ya vaticinar el no. Y yo quiero que sea sí, a toda costa. A todo beso.

Si el amor es confianza, yo voy a confiar en ella desde ya. Si me tiene que partir el alma que me lo parta pero yo aquí he venido a sumar, sea lo que sea. Experiencias o abrazos que quiero hallar en el cuerpo de otra. Yo no entiendo el amor como algo que haya que esperarse sino como algo que se tenga que ir a encontrar. 

Al amor hay que darle un tiempo que no tienes pero que de todas formas, si lo quieres, se lo vas a dar. Dicho de otra manera, al amor hay que dedicarse. En cuerpo y alma. En tiempo y ganas.

A mi no me va a importar como se me etiquete entre locura y atrevimiento. Porque yo amaré como lo sienta. Como me venga en gana. Sin dejarme influir por los demás. Que vete tú a saber quienes son, y sobre todo, que vete tú a saber quiénes se creen. Yo la única boca que quiero pidiéndome explicaciones es la tuya, exigiéndome un poquito más.

A mí no me tiene ella que demostrar nada porque yo no pienso ponerle condiciones. El amor no se demuestra. El amor se hace. Cuando vas a buscarla por sorpresa al trabajo no es demostrar amor, es hacerlo. Cuando le dejas una notita al pie de su mesita de noche no es la prueba irrefutable de que la quieres, es la acción de hacerle el amor fuera de la cama. Para mí, hacer el amor, tiene muchas más acepciones que las del diccionario. Yo quiero amar diferente. Salirme de las normas y reglas. Amar como me dé la gana. Mandar la literatura moderna al fondo del congelador y que todo lo que quede sea Ovidio pidiendo el arte de amar.

Yo lo único que quiero es que ella quiera también. Y que si quiere, que esté. Que a mí con estar ahí cuando más lo necesite me va a valer como amor muy correspondido.

He decidio quererla y cuando termine este texto pienso ir a buscarla. Yo no me espero a que pueda ocurrir que se olvide de mí. O que llegue uno antes que yo. El no o el sí me lo quiero ganar ahora porque yo no pienso perder más tiempo por cortesía.

Voy a buscarte allá donde esté. Y no te quepa la menor duda de que voy a encontrarte. Porque quien quiere, puede.

Y yo hace mucho tiempo que he decidido querer.

viernes, 9 de octubre de 2015

La Mujer de Mis Días


Y yo cuando tengo un mal día a quién se lo cuento. Quién va a venir a abrazarme cuando yo menos lo pida y más lo necesite. Quién es la encargada de decirme "no pasa nada, yo estoy aquí". Quién conseguirá que me deje de llamar la atención una pareja agarrada de la mano. Quién será la culpable de hacerme protagonista de una historia. La que sea. Porque si es contigo cualquiera me vale.

Yo hoy te echado de menos. Porque he visto como hoy tú, aquí, no estás. Porque yo, aquí, no soy. Hoy me has faltado. Y me he tenido, entre añoranzas, curarme solo. He echado en falta un beso en la mejilla, una mano tendida , una sonrisa con nombre de mujer. Con tu nombre de mujer.

Si yo caigo quién me levanta. Quién va a cuidarme y a quién tengo yo que devolverle el cariño. Que cuando yo sufra quién me va a consolar. Quién va estar conmigo ahí para lo que yo necesite. Quién a riesgo de perder va a apostar por mí. Quién va a ser la incondicional que va a venir a hacerme el amor más allá de hacer el amor.

Cuando yo crea no poder quién me va a quitar esa idea de la cabeza. Quién va a enamorarme con sus abrazos y sobre todo quién va a abrazarme antes de enamorarme. Qué es lo que tengo que hacer para conocer esa parte de mí que tanto necesito y que a día de hoy no tengo. Qué hago para estar con esa parte que todo chico necesita. De qué manera vas a venir a socorrerme de estos días que tanto te necesito.

En los peores momentos qué boca me hará callar. Quién con su sonrisa me hará olvidar todo lo demás. Quién con su pelo me hará cosquillas en mi cuello. Quién me saca a mí de la soledad cuando a ésta no se le ha llamado y viene cada dos por tres sin avisar.

Qué tengo que hacer para merecerte. Qué tengo que hacer para estos días en los que no hubo nadie. Qué tengo que hacer para que seas tú y no una cualquiera. A quién le pido explicaciones de tu ausencia si eres la mujer de mi vida. Si quiero que seas la mujer de mis días.

jueves, 8 de octubre de 2015

Amor de andar por casa


Yo quiero acabar el día contigo. Quiero llegar a casa y darnos amor de sofá. Yo te quiero dispuesta a compartirnos la rutina, en cómo nos fue en nuestros estudios o trabajos. Yo te quiero ahí escuchándome y contándonos mil cosas tan cerca como deje el respaldo. Que ahí, en esos cojines derramemos todas las ganas de vernos. De sentirnos juntos. Porque ahí, en esos pocos metros cuadrados de confort, yo quiero amor del bueno.

Yo quiero amor de salón. De descansar contigo. Amor de domingo lluvioso y de fines de semanas grises. Que haya tardes contigo en pijamas. Yo te quiero ver viendo películas entre un sinfín de palomitas y chucherías, para después entre besos, comentarlas. Yo quiero un amor para mimar todas las horas que se echan en un salón. Para convivir con tus problemas y ponerle sonrisas allí más lo necesites. Yo quiero una chimenea donde quememos las penas con abrazos, besos, caricias, y porqué no decirlo, con nuestros cuerpos.

Porque si yo te quiero, te voy a querer con un amor de habitación. De sábanas. Yo quiero algo más que compartir almohada. Las noches quiero que sean nuestras. Que si hay que hacerse viejos que el mejor sitio sea ese. Y que la persona que elijas para ello sea yo. Porque yo quiero ser el amor de largo. 

Yo no quiero otra mudanza, ni tener que buscarme un amor de alquiler. Yo quiero hipotecarme contigo. Pagar la contribución de todo lo que me vas a corresponder. Yo quiero un buzón que sea tuyo y mío. Que las cartas del banco digan vosotros. Porque nunca me cansaré de escucharlo. Y que se nos llene la boca cada vez que digamos nosotros. Porque yo quiero un amor en primera persona del plural. Un amor que haya que compartirse como las tareas del hogar.

Yo quiero cariños hogareños. Abrazos para salir de paseo. Apoyo incondicional. Quererte con las mismas llaves de la puerta donde nunca nos vamos a querer largar. 

Yo quiero un amor de andar por casa.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Tú no lo sabes


Tú no lo sabes pero ahí hay uno esperando alguna intención de palabra tuya. Ahí hay uno que lo daría todo por ti. Tú no lo sabes pero eres el amor de alguien. La ilusión de uno, la chica diez de un cualquiera vestido de nadie.

Tú no lo sabes porque él aún no te dijo nada por no molestar. Que hay uno deseando de amar al doscientos por ciento pero que no se atreve porque a día de hoy parece que está prohibido amar así. Porque tú no lo sabes pero él se muere por contártelo. Que quiere estar contigo. Que quiere conocerte. Que te quiere compartir una vida. Que lucharía por ti si tú lo supieras.

Tú no lo sabes pero estás cada noche en su cama. En sus sueños junto a su almohada. Y aunque le gustaría tenerte con más presencia, él, de momento, se conforma con eso. Tú no lo sabes pero si por él fuera se iría a vivir contigo. A amueblar una casa, a convivir. A cenar juntos. A salir a cenar fuera. Tú no lo sabes pero podría llevarte el desayuno a la cama. No todos los días pero sí cualquier día que menos te lo esperes. O mejor, cuando más lo necesites. Porque tú no lo sabes pero él estaría ahí para las malas y las peores todavía.

Tú no lo sabes pero eres deseada. Te quieren besar, tenerte de detalle en detalle. Quieren jugar contigo al querer. A reír contigo juntos. A viajar y escaparse de la rutina. Quieren, y tú no lo sabes, hacerte la vida más fácil, y convertirse en tu mejor amigo.

Tú no lo has pedido, ni tienes motivos para justificarlo pero eres amada. Por el simple hecho del caprichoso parecer de alguien, van y te quieren. Así sin más. Dicho de otra manera, has encantado, y no puedes hacer nada por remediarlo. Tus ojos, tu boca, tu pelo y tu cintura han provocado el pellizquito en algún corazón ajeno. 

Tú no lo sabes pero hoy este escrito va por ti. Y tú leyendo tan tranquila. Como si no fuera leído por tu boca. Tú sin saberlo. Pero la dueña de esta frase y de tantas otras eres solamente tú. Y es que ni te lo imaginas porque tienes mil razones para pensar que tú no vas a ser.

Tú pensando que el amor no está para ti. Preguntándote que quién se iba a fijar en ti sin más. Que tantas malas rachas justifican una ausencia y que el amor no lo ibas a encontrar en cualquiera que aún no te conoce. Tú, todas las noches, quitándote la pintura de los labios porque nadie quiso gastarla besándote. Mirándote al espejo porque nadie te dio un abrazo, ni si quiera la que tienes enfrente. Tú yéndote a dormir sola, porque piensas que nadie quería abrigarte bajo sábanas. Pero tú,... tú que vas a saber... si nadie vino a contártelo hasta ahora.

Si tú no lo sabías. Ni nadie te hizo saber que tu presencia ya enamora. Que tú no lo sabes, pero ya hay uno que quiere, hacértelo saber.

martes, 6 de octubre de 2015

Colorear


La manía que tienen de poner "eso" en la derecha. Eso dijo con una sonrisa. Con dos dientes menos por culpa del Ratoncito Pérez. Eso dijo la del pijama de al lado mía.

Colorear. Nunca pude imaginar que algo tan inocente como colorear podría ser tan difícil. Allí aprendo muchas cosas. La primera, que nada es lo que parece. La segunda que siempre suelo estar equivocado. La que aprendí hoy: que colorear allí es muy difícil.

Es difícil porque si eres diestro, con la derecha no se puede. Por la manía que decía aquella sabia de 8 años. La de colocar la vía en la mano de colorear. Así que solo queda la zurda. Y si ella iba a pintar con desventaja yo me quería poner a su nivel.

Así que cogí el rotulador con la mano que jamás pensé utilizar y ahí que iba yo saliéndome del dibujo cada dos por tres Martes.

Que difícil es colorear, es lo que quiero decir. Sobre todo si la mesa te saca media altura, si los rotuladores son mas grandes que tus manos, si te duele la tripa, la cabeza o tienes malestar general, pero sobre todo, y os lo digo por experiencia, si lo tienes que hacer con la mano que menos colorea. 

Y todo por que los médicos tienen la manía de poner "eso" en la derecha. Y todo por colorear dentro de un hospital. Que hasta colorear es diferente allí. Que hasta colorear cuesta. :)

lunes, 5 de octubre de 2015

Amor Sin Sentido

Yo al amor le daba, antes que nada, dirección. No importa si hacia los labios o a sus manos. Me da igual hacia su cintura que hacia su pecho. Pues en ambas he estado igual de cómodo. Al amor le daba yo tiempo. Una vida. Más o menos lo que debería de durar todo lo que profanemos con el nombre de eso, de amor.

Al amor le daba yo amor. Algo más que sexo. Al amor le daba yo de todo menos viceversa. ¿Me explico, no? Que le daba cariño, del bueno. Confianza de la ciega. Voluntad de estar ahí siempre cuando se necesite. Porque al amor hay que dedicarse. Quererse de puertas pa' fuera. 

Al amor le daba yo un sitio privilegiado. Al amor le daba cualquier lugar. Porque cualquier lugar es bueno para quererse. Al amor lo acurrucaba yo bajo sábanas. Al amor lo besaba en la mejilla. Y le secaba las lágrimas. Y estudiaría con él, aún no teniendo nada que estudiar. Al amor lo acompañaba yo tanto en las buenas como en las malas. Al amor le quitaba los pelos molestándole en la cara. Al amor lo cogía de la mano y me lo llevaba a dar una vuelta por cualquier ciudad capital. Al amor le invitaba yo a cenar, al cine, y le compraba una pulsera. Y le ponía una notita en el bolsillo pequeño de su mochila. Al amor le daba yo detalles. Tantos como la imaginación me permitiera.

Al amor le contaba yo todos los 'juntos' y todos los 'para siempre' que nos firmamos en los ojos. Al amor le daba yo miradas. De estas que dan seguridad. Que dicen más que cualquier frase. 

Al amor le daba yo cualquier cosa menos sentido. Porque al amor hay que quererlo sin rumbo. Si quieres ni te lo pienses. Ama. Pero no te preguntes por qué. Pregúntame a dónde vamos pero nunca me preguntes porqué. 

Porque yo al amor le daba besos, abrazos, pero nunca razones. Te quiero porque sí. Y punto. No tiene sentido, pero al amor no se le debe pedir cordura. El amor no está hecho para ser premeditado ni medido.
Al amor no se le puede pedir motivos. No se le debe pedir un esquema a seguir, ni un estudio de lo que te enamoró. 

Se le debe pedir, simplemente, amor. Amor sin sentido. Que cada vez que te preguntes porqué estás coladito por esa persona tu respuesta sea un 'no sé'. Pero un 'no sé' de sentimiento. Un 'no sé' que esconda un 'todo' o un 'no sé' de 'es que no podría explicártelo'. Un amor sin sentido que en el fondo lo que más tiene es precisamente eso, sentido.

Yo Me Voy A Lanzar


Yo me voy a lanzar. Se lo voy a decir. Lo tengo decidido. Cualquier día de éstos que vienen ahora, ya, se lo digo. Yo ya no espero más. ¿Esperar a qué? ¿Esperar a quién? Si ya estoy cansado de no querer. Si me aburro aquí sentado sin sentir.

Yo me voy a lanzar. Yo me quiero dejar conocer. Y conocerle. Quiero que nos lancemos. Que haya una voluntad de afecto e intención. Y que la complicidad, si la hubiera, haga el resto.

Ya luego me lanzaré a sus brazos, a sus besos, a sus medidas. Pero antes quiero que confíe en mí. Que me vea como un escudo, una oportunidad contra el frío, un corazón que se deja enamorar. Y para todo eso voy a tener que lanzarme yo primero.

Yo me quiero lanzar pero en condiciones. Ir hasta sus labios después de haber preguntado antes muchas veces si se puede. Yo quiero una sonrisa antes de un beso. Porque yo me quiero lanzar pero con educación. Sin romper nada salvo la timidez del principio.

Yo me voy a lanzar porque soy de los que piensan que si lo sientes es para compartirlo. No hacer nada es sinónimo de no currárselo, de ésa que tengo ahí me da igual y si la quieres vas a buscarla, no esperarla. Y no quiero un cuando pueda. Yo quiero ya. Yo la quiero atemporal, sin ponerle medidas de tiempo a las condiciones, sin excusas que terminan en un luego. Yo quiero de esa manera y así se lo quiero hacer ver.

Yo me voy a lanzar a su vida. Y si todo va bien ella me recogerá entre sus brazos. Sin miedo a caer. Porque está en mí, mañana, levantarme si realmente me llegué a caer.

Yo me voy a lanzar a decir un te quiero a los labios de esa que menos se lo espera. Yo me quiero lanzar a su antojo y que se muerda. Lanzarme a curarle todo lo que le dejaron sin cicatrizar. Yo quiero lanzarme a su corazón y vivir allí para siempre.

Yo me voy a lanzar a perderlo todo con ella. La ropa, las vergüenzas, la soledad, el miedo. 

Yo me voy a lanzar. No me digas luego que no te avisé.

sábado, 3 de octubre de 2015

A Donde Sea Contigo


Vente que nos vamos. Eso es lo que necesitamos. Unas manos en la espalda guiándote a cualquier lugar mejor. Eso quisiéramos nosotros. Un vamos a donde no nos vean. Allí donde podamos vivir, amar, querer sin miradas ajenas, olvidar sin mirarnos atrás.

Yo estoy deseando de decir 'nada' a unos labios que pregunten si tengo algo que hacer. Estoy buscando el tacto de una mano que quiera pasearse conmigo las historietas de un pasado payaso que contarse.

Busco una sonrisa que quiera salir todas esas tardes de otoño a pisar las hojas secas del suelo, y quiera enamorarse tontamente de alguien que esté dispuesto a darlo todo a cambio de su mitad.

Me encantaría ponerle nombre y cuerpo a la proposición de quererme al lado. Yo quiero un vente conmigo. Un me acompañas allí. Un vienes sin importar a donde.

Me gustaría andar a tu lado. Compartir actividades, conciertos, fotos, noches contigo.Yo quiero un vamos a dormir ya, un tengo frío. Yo quiero abrazar en la calle un 'para siempre' cuando enciendan las luces de navidad de aquella ciudad donde nos deseamos perder. Quiero un beso en la nariz de una que está heladita de frío. Y que se ría y se sonroje por tenerme allí tan pendiente. Tan dispuesto. Tan suyo.

Yo quiero estar ahí donde tú pidas acompañante. Quiero existir cuando lo necesites. Yo quiero ser pedido. Corresponder. Querer. Cumplir. Estar.

Salir contigo. Con todo lo que eso conlleva. Dormirnos juntos, con todo lo que soñemos. Yo quiero mirarte, cogerte de la mano y jamás preguntar el destino.

Porque a donde vaya, bien estará.

Yo quiero que me digas vente que nos vamos. Y yo dejar inmediatamente lo que esté haciendo y decirte simplemente, voy. E ir.

Porque eso es lo que necesito. Un empujoncito a donde sea. A donde sea contigo.

Si Me Quieres


Si me quieres, yo no te voy a decir lo típico de que me lo vengas a demostrar. No. Yo, si me quieres, no te lo tomes como prueba, como una etapa a contrarreloj. Tómatelo como un capricho, como un antojo de mí, de nosotros.

Que si me quieres, abraza. Por detrás. Bordea mi cintura con tus brazos. Tu pecho pegado a mi espalda y tu boca cerca de mi cuello buscando vete tú a saber dónde. Vete yo a dejarme qué. Mandemos a la porra el espacio vital, compartámonos un momento. Seamos en ese ratito uno.

Si me quieres, dilo. No te lo guardes en el cajón de las cosas que nunca se dijeron y te arrepentirás de no haberlo dicho. Si me quieres dilo. Pero que se escuche. Que se entere todo el mundo, pero sobre todo yo. Que yo quiero presumir de que me quieren. Que yo quiero ser ese imprescindible de alguien. De alguien como tú.

Si me quieres, búscame. Que no te tenga que ir yo a provocártelo. Si quieres, hazlo. No esperes a que yo te lo pida. Oblígame aunque yo no quiera. Porque es que seguramente querré. Porque nunca te he negado amor. Si me quieres sorpréndeme a la salida de mi trabajo, en la puerta de la facultad, en la cama sin avisar.

Si me quieres, haz del sofá un campo de batalla. De la cama un paraíso. De cualquier sitio una ocasión. Si me quieres ríete conmigo en todos esos lugares, peléate, búscame las cosquillas. Seamos jóvenes y tontos. Locos. Enamorémonos como niños chicos. Sonríeme como tú sabes. Mírame con deseo, que yo me dejo soñar. Que sueño quiero ser. Y en sueños quiero estar.

Si me quieres arrúgate la nariz como tanto me gusta. Apóyate en mí viendo una película. Busca mi calor a cualquier temperatura fría de este salón. Muérdeme los labios y mírame los míos como cuando quieres besarme. Y si me quieres, bésame. Y otra vez. Las veces que quieras. Porque yo me voy a dejar. Yo quiero oler a ti en mis ropas. En mi cara.

No te cortes. Si me quieres, perdamos la vergüenzas, las ropas, la cordura. No pensemos en nada más que en todo lo que sea del borde de la cama para adentro. Que todo lo de fuera no exista. Que todo lo de dentro fue lo que siempre quisimos. Que si se cayó una prenda que jamás vayamos a buscarla. Que repitamos por si acaso. Por si acaso se antoja de nuevo.

Si me quieres, yo sólo te pido una cosa que aunque parezca lo mismo no lo es. Te pido una cosa muy fácil de sentir.

Y es que si me quieres, quiéreme.

Quiéreme aquí mismo. 
Quiéreme, que tan difícil no te lo voy a poner. 
Quiéreme, que tan fácil nunca nos lo vamos a merecer.

viernes, 2 de octubre de 2015

A la vida hay que echarle bemoles


A la vida hay que echarle bemoles, a la vida hay que exigirle bien. A la vida debe llegar uno de cara y arriesgarse sin miedo a perder. Porque no está hecho el presente para los cobardes. Donde hay que arriesgar es aquí, cuando, ya, cómo, como te salgas de las narices. Porque lo que importa es la acción, el no quedarse quieto, el moverse aquí y ahora.

Al quererse hay que echarle un par de bemoles, al quererse hay que exigirle bien. Ya está bien eso de esperar a ver qué pasa. Si lo ves corre a buscarlo. Empiece a pedirle explicaciones ya. Los besos después. Si tiene un poquito de orgullo gástatelo en decirle a la otra persona aquí estoy, y no me pienso ir sin que me des una contestación.

Que sea cual sea debería de dejarte igual de valiente. Porque sea un sí o un no, tu piensas arriesgarlo todo a lo que fuiste a buscar. Y lo que uno se encuentra se lo debe de quedar. Siempre y cuando el tesoro sea compartido con aquella que quiso compartirlo también por arriesgar.

A la vida hay que enfrentarse sin miedo. Herirte el orgullo de tanto en tanto y besar sin más. Los labios no están para ser mirados, ni los ojos para mirar sin más. Hay que comerse con la mirada y morder con el corazón. La rebeldía en cama, sí, siempre y cuando venga precedida de un atrevimiento por parte de los dos.

En la vida nos debemos de querer un poquito mejor. Quitarse los prejuicios y mirar más allá de un posible "no". Correr el riesgo de un silencio tan clarividente como el rechazo. Hay que empezar a quererse un poquito más. A sí mismo, y poder decir que si arriesgo, hoy si, pero mañana no quepa la menor duda de que también.

En la vida hay que escribirlo menos y decirlo más. Hay que imaginarlo menos y enredar un poquito más. Por eso pienso dejar de escribir ahora mismo, ya, porque he decidido, en este momento, echarle bemoles, letras e intención.

E irla a buscar.

jueves, 1 de octubre de 2015

Todo lo que me dijiste mientras te marchabas


Lo primero que me dijiste fue no volveré. Lo segundo, lo prometo. Y lo tercero, ya por fin, adiós. Mientras te marchabas me lanzabas el último beso a la mejilla, sin lágrimas, con más alivio que tristeza. Con más obligación que sentimiento. Más formalidad que ganas.

Me dijiste que mirara para otro lado, que pusiese la otra mejilla porque lo que venía continuación iba a doler de lo lindo. La bofetada iba a ser de escándalo. Me llamaste por mi nombre, tú, que siempre tenías un apodo para mí.

Me dijiste que ya nada era lo mismo y te contradecías con la excusa de que todo era exactamente igual. En qué quedamos si en nada se quedó. Si todo lo que construimos lo tiramos por el borde de la cama y semidesnudos nos dijimos ya no.

Mientras me señalabas con el dedo la puerta me invitaste a recoger la ropa, los sentimientos, mis cosas del salón y los sueños de la habitación que la última noche compartíamos. 

Lo que te enamoró de mí me lo pusiste en la lista de cosas que dejaron de gustarte y quien te escuchara se pensaría que fui aparte de mal amor, culpable confeso de la situación, terco en detalles, nulo amante, peor amigo, uno más de los que quieren sin razón.

Razón la que me quitaste cada vez que te suplicaba porqué no debías marcharte.

Al final el que dijo la última palabra fui yo. Pero tú ya no escuchabas tras el portazo que diste al salir. Porque un nuevo nombre te retumbaba en la conciencia y en la nueva cama donde te esperaba.

Todo lo que te dije mientras te ibas fue que te quería. Pero ya, poco importaban mis palabras tras todo lo que me dijiste, mientras te marchabas.