viernes, 31 de julio de 2015

Después del Te Quiero


Proponte darle abrazos. Solamente a ella. Muchos abrazos. Tantos como pidiera. Nunca obligados. Abrazos con sentimientos. De estos que se quedan como unos segundos atónitos. Donde se abraza con más fuerza. A veces sin sentido, pero con mucho sentimiento.

Moléstese en cuidar el vocabulario de los te quiero. Siempre éstos, que sonaran diferentes. Pero que se dijeran. Porque a ella siempre le gustaba escucharlos. Cuide las palabras habladas tanto como las escritas. Las olvidadas como las inolvidables. Intente ser sutil dentro del desenfreno amoroso. 

Enana, mi pequeña, princesa, el amor de mi vida, guapísima, mi niña. Flor, mi reina, cielo, vida. Guapa, simpática, cariño, peque. Y así todos los apodos de buenos días que se pudieran dar en tantos amaneceres de compañía. Pregúntele como ha dormido. Qué ha soñado. Llévele la bandeja del desayuno a la cama. Zumo de naranja. Un beso en la mejilla. Mantequilla. Una tostada. Otro te quiero.

Saque a relucir la sonrisa más tonta del mundo cuando ella le mire. De par en par. Bien curvada. Que ella se sienta culpable de tanta felicidad en su rostro.

Por la calle, cuando ella vaya por delante, agárrala por sorpresa por la cintura, bésale la oreja. Dejar que la melena vuele por las cosquillas. Espere el golpe de efecto. Bese en boca si ella lo pide con la mirada.

No se olvide del cuello. Y de los lunares. Recorra su cuerpo en busca de ellos. Muerda cómo ya se dijo en otra ocasión. Sienta. Que la pasión sea superficial. En piel. Y que el amor se intrínseco. Que las cosquillas del aire antes del beso sean de las de vello en punta. Utilice el calor corporal y el hielo según la estación de quererse.

Olvide el tiempo, el reloj, las formas. Deje el móvil encima de la mesa y corra a su casa a buscarla. Déjese de tanto Whatsapp, mensaje directo o Instagram. Vaya a su casa y llore con ella si está mal. Toque el timbre. Siéntate con ella en la cama. Consuele en cuerpo y alma.

Susúrrale la envidia que tienen otras por ser ella tan guapa, tan inteligente, tan elegante. Súbele los ánimos sin mentiras. Pues tú la ves así de espléndida. No estás inventándote cuentos. Ella no quiere escuchar 'lo siento' o 'no volverá a ocurrir'. Sólo quiere oír 'te acompaño' o 'qué hacemos hoy, mañana, siempre'.

Por último, dele las buenas noches con el mismo cardinal que los buenos días. Ame. Sobre todo ame.

Pues eso es todo lo que tienes que hacer después de que ella te encuentre. 

Todo lo que hay que hacer después de su 'te quiero'.

jueves, 30 de julio de 2015

Sin Besos


Estoy lejos. A tres o cuatro besos de esos que se sueñan y nunca se dan. Estoy muy amigo. Muy excusas. Muy políticamente mentiroso.

Hoy me identifico por ellos. Por todas esas parejas que no son. Por aquellos que no se pueden querer. Por todos los y las que andan sin besos.

Estoy lejos pero no imposible. Ya tenía lo más difícil: las ganas. Ya podría ser eterno junto a ella. Pues ya teníamos el tiempo a punto de caramelo. Los hechos puestos en nata de montar. Helado de coincidencias en sorbete de destino.

Si quisiéramos podríamos ponernos la piel de gallina. Podríamos susurrarnos escalofríos y acariciarnos las cosquillas. Podríamos hacer todo eso sin besos.

Sin besos podríamos demostrarnos amor del bueno. Del de sin fotos. Un amor sin posturas ni costuras. Podríamos amarnos bien. Jodidamente bien. Quererse con cariño. Con algo más que egocentrismo dado de la mano. Podríamos ponerle un anillo a la empatía y pedirle matrimonio eterno.

Se podría besar sin besos como se ama sin amor.

Y en todas esas andamos.

En todas esas me incluyo.

En todos esos no dados me quise un poquito menos. Y empecé un poquito a quererte a ti.

A ti, por supuesto, sin besos.

miércoles, 29 de julio de 2015

La Primera Vez que te Perdí


La puerta del autobús se abrió dando un golpe de calor y humedad al ambiente. Entré sin cruzar la mirada con nadie salvo al conductor, un hombre mayor, curtido en mil batallas, con barba desigual y medio canosa que sonrió al verme de nuevo allí.

Eramos viejos conocidos pues la línea número cinco del autobús siempre suelen ir las mismas caras. Cuando me devolvió el cambio, me dijo:

- Hoy vino por ti, amigo.

Cuando me giré para buscar asiento se me cayó de las manos el billete. Presto fui a recogerlo cuando unas manos finas, de tacto suave, se chocaron con las mías.

Llevaban un anillo en el dedo índice, con dos joyitas incrustadas en el frontal, que brillaban culpa de los rayos de sol que se filtraban por las ventanas.

- Gracias - dije mientras me volvía a levantar y colocar el billete en el bolsillo del pantalón.
- De nada - contestó una voz dulce, alegre, joven.

Por vergüenza no la miré, miedo a prejuicios innecesarios pero cuando me senté, casi al final del autobús, me dio por observar quién era la culpable de ese fortuito gesto. Entonces entendí las palabras de mi viejo amigo conductor.

Ahí estaba. Sentada a pocos metros de mí. Se quitaba los pelos de la cara tan elegantemente como si lo hubiera aprendido en una escuela de seducción.

Llevaba unos pantalones vaqueros cortos, unas cuñas sofisticadas que dejaban ver la manicura de sus pies, así como su delicada y blanca piel. Una camiseta veraniega completaba su dulzura vistiendo. El sujetador se dejaba apreciar por su espalda, no descaradamente, pues parece, que todo lo hacía con disimulo, incluso el provocar sin querer. Se le notaba que era tímida. No sé cómo se atrevió a coincidir con mi mano casi a la altura de sus vergüenzas. El caso es que lo hizo. Y lo que más me sorprende: mi viejo amigo lo sabía.

A pesar de su flequillo, llevaba una trenza que recogía su pelo largo y castaño. Cuando estaba fijándome en ella me miró. Rápidamente miré por la ventana, disimulando querer seguir observándola. En ese instante, sólo pude apreciar el tamaño de sus ojos. Era la primera vez que sin saber el color de ellos, me gustaban. Grandes, con pestañas insinuantes, destacables. Cuidado maquillaje que perfilaba el contorno. Me sorprendí de mí mismo por lo tanto que se puede observar en sólo una fracción de segundo.

Esperé un ratillo y volví a saciar mi curiosidad. Estaba ya levantada. La luz de "parada solicitada" estaba encendida de un rojo final.

Sus brazos eran delgados, su cintura fina. De aquella salía de su límite con el pantalón un tatuaje que no pude apreciar con claridad. Pude ver que tenía un piercing.

Al abrir las puertas se fue.

Esa fue la primera vez que la vi.

También, la primera vez que te perdí, como dijo mi viejo amigo al finalizar el trayecto...

martes, 28 de julio de 2015

Desencantado de No Conocerte


Hoy ponte cómoda que ésto va por ti. Sí, tú, cómo te llames. No importa que estés a 527 kilómetros de distancia. Hoy voy a demostrarte que amar es cuestión de voluntariedad, más que de kilometraje.


Pues sí, hoy la protagonista eres tú, tengas la edad que tengas. Y eso que no conozco tu sonrisa, ni tus gustos, ni tu vida. Hoy por hoy, no soy nadie ante tus ojos, que es de lo poquito que pude disfrutar de ti, mientras el tiempo se consumía lentamente entre nosotros.

Date por aludida porque hoy, todo lo que lees es más tuyo que mío y eso que no conozco tus intenciones, tus te quieros, ni tus virtudes. Es cierto que la timidez influyó mucho en nuestro desconocimiento. También que tu ignorancia se alió con mi poca gracia de encantar a la primera de cambio. Y hoy estoy tan olvidado como poco correspondido.

Insistí. Perdóname si insistí, pero desconozco tus límites, y tampoco tu devenir. Sinceramente me arriesgué, porque vi que me valía la pena tirar el poco coraje que tenía. Y sí, quizás no estuve muy acertado en el cómo, pero la tristeza y la desesperación, unida con la duda, pudieron más que el orgullo de mantenerme ajeno a tu vida, y de no haberlo intentado me hubiera hecho mucho daño en el arrepentimiento. Tanto como suena.

Mi curiosidad sigue insaciable ante tu silencio. Mi locura anda desenfrenada en tus "si te he visto no me acuerdo". Mi amor, roto. Roto por la única cosa que sé de ti: tu desprecio.

Pero aquí sigo, y no podía irme sin decírtelo.

Que estoy desencantado de no conocerte.

Y que me levanto todas las mañanas diciendo tu nombre.

Convenciéndome que podría llamarte como quisiera.

Porque, aunque no te llamaras así, siempre responderías como aquella chica que aún me queda por conocer.

Que estaría encantada de conocerme.

lunes, 27 de julio de 2015

El Qué Dirán


Ven y acércate cuando tus labios ya no tengan mentiras que besar. Ven, cara a cara que voy a darte un par de besos bien dados, en todas tus esperanzas puestas en otro. Ven, a sabiendas que no me quieras, que aquí, el enamorado va a darte todo el cariño no correspondido que le sobró.


Aprovecha el momento y disfruta, que aún eres joven para envejecerte conmigo. Ven cuando puedas, quieras, o debas. Que aquí el imbécil te estará esperando con un ramo de rosas ya secadas, de destiempo. No te preocupes por los intervalos, por las estaciones de otoño que se perdieron, si ese fue el detonante de que te fueras. No te preocupes por mi aspecto, sigue igual como lo dejaste. Caduco, de amor.

Suéltate la melena, el pelo, las ganas, y sáciate de todo lo que te pida el cuerpo. Exprime todos los deseos en sábanas que de diferentes formas y colores llenan tu vacío tanto como el ego de otros. Consuma hoteles, viajes de lujo y promesas sin cumplir. Deje la confianza para otras cosas. Deje el querer para otro tonto. Deje el cariño a la cuenta del que escribe, estúpido, de amor.

Cuando prometa volver haga el mismo daño con el que se fue. Las lágrimas que sean de cocodrilo, el qué dirán que sea de marca, de la cara. Que dé de qué hablar. Intente ver que el único culpable fui yo. Por pesado, por rutinario, por serio, por patético. Compra todo el sarcasmo que quiera y fúmatelo en papelinas de humor. Yo sé que la sonrisa no estaba hecha para nosotros. La rompimos mientras te ponían una nueva, de pega, copia barata de otros.

Cuando llegues, pregunte por quién te escribió estas letras. Porque probablemente no te acuerdes ni de su nombre, pero infinidad de veces lo llamaste para pedirle un poquito de lo que tanto te faltó. 

Probablemente cuando te decidas a buscarlo, ya no esté.

Y eso es lo que te molesta de todo su amor aún a día de hoy. El qué dirán. 
Que no es otro que el de, no es que se haya cansado de esperar. Es que él nunca se llegó a ir.

Idiota.

domingo, 26 de julio de 2015

EL Gin-Tonic que Nunca te Pedí


Le sirvió una copa llena de alcohol, agua congelada y desánimos. Mientras vertía el líquido transparente sobre el cristal, ella se fijó en sus ojos, la sonrisa con la que él la miraba. Era una mirada diferente, noble, inocente. Era familiar porque iban ya tres noches que visitaba su pub en coincidencia con suhorario, pero nunca se dijeron nada más que la cortesía formal de cliente y camarera guapa. Ella sacó la sonrisa por cortesía, como los frutos secos que le acercó para matar el hambre.


Su mirada era esquiva. La cola que sujetaba su pelo bien alta. Sus labios rojos. De un intenso que se pudiera ver en las luces del garito donde yacía su inocente mirada, marrón azabache, inocencia maltratada.

Vestía elegantemente su frialdad en un escote de camisa blanca ajustada a su cintura. Ni un atisbo de felicidad. Ni si quiera de soñadora. Parecía como si en el local estuviese prohibido ilusionarse sin consumir.

Cuidaba los detalles. El perfil de su rimel en los ojos era tan delgado como su colgante del cuello. Los pendientes a juego con los zapatos. Tacones que la hacían más alta que sus pocas expectativas esa noche.

Él la observó el tiempo que duró su copa. La vio tirar un par de ticket y servilletas con el nombre y el teléfono de otros. Casi todos los chicos del local la piropeaban por su aspecto, más que por afecto y ella sonreía mientras arrugaba el papel de aquellos que querían una mujer de trofeo, más que un trofeo de mujer.

Uno tras otro le tiraban los tejos tanto o más como se tiraban sus cubatas en las camisas. Nunca se sintió querida y las relaciones últimas que tuvo acabaron igual de mal que las insinuaciones de los alientos borrachos de unos esa noche. Era una mujer querida y no querida por su belleza. Aunque cueste entenderlo, el amor que le prometían era más de cuerpo que de alma, y ella lo que quería era amar de corazón, más que de razón

Él, que la miraba desde varias noches, la veía triste, alicaída, ajena, cansada, y que conocía su sonrisa no forzada le pidió la cuenta tras el último sorbo a su Gin-tonic.

Ella nunca se había fijado en él, pero cuando recogió la copa y el cuenco de frutos secos se quedó pensativa y perpleja. Arqueó las cejas mientras recordaba cuando le sirvió la copa de ginebra.

Él no le había pedido un gin-tonic. Pero se lo tomó sin quejarse. Sin número de teléfono en la servilleta y sin piropos.

"¿Volverá mañana para poder disculparme?" pensó ella. Cuando cogió el pomo de la puerta la miró y sonrió. Agachó la cabeza y abandonó el local.

Ella observó los frutos secos esparcidos por la barra donde estuvo apoyado. Formaban la palabra "Sí."

El amor que no pidió, lo encontró en una copa de gin-tonic que no fue pedido. Fue la primera vez que ella esperaba respuesta. Fue la primera vez que no tuvo que arrugar ninguna hoja de papel, ni si quiera, decorar una sonrisa.

Así empezó la historia del primer Gin-tonic no pedido.

sábado, 25 de julio de 2015

Un Amor Cobarde


Te he mirado tímidamente. Entre las sombras de tus ojos se encontraba mi límite, dispuesto a soltarse hacia infinito pero con una gran tendencia hacia olvidarte. Miedo tenía de no volverte a ver y así es como me encuentro.



Padezco el síndrome del amor cobarde. Te quise en cuanto te vi, pero te perdí en cuanto te amé. Ya no importa el amor que sopesé mientras te miraba pues ya, ahora, sé que nunca volverás a encontrarte contra mis intenciones, muchísimo más tímidas que mis palabras.

Ayer recordé tus labios, tu tacto, y tus fotos. Ninguna mejor que otra, pero iguales de entrañables. Lamento no haber sido lo suficientemente valiente para decirte que te quería. Ahora, lamento no ser lo suficientemente valiente como para volver a amarte.

No me mal interpretes. No es que haya dejado de quererte, es que no he dejado de olvidarte. Y claro, todo ese periodo de tiempo en que intento olvidarte se me llena el corazón de desesperanza.

La distancia importa. Tanto como tu silencio. Porque contra más largas sean ambas cosas, más difícil se hace volverte a ver.

Pues eso quisiera yo ahora mismo. Volverte a ver. Aunque temo que no serviría de mucho, pues, siempre te he querido sin tú saberlo, sin proclamarlo a los cuatro vientos. 

Si te besara, siempre lo habría hecho flojito, si te quisiera, siempre te amaría sutilmente, si te encontrara, siempre te perdería tímidamente.

Como un amor cobarde.

Lo que siempre fui.

viernes, 24 de julio de 2015

Cierra los Ojos


Todas las fechorías, los malentendidos, las mentiras, las promesas sin cumplir, todas toditas van derechitas a los ojos.

Los celos, las infidelidades, la venganza y la ira se hacen con los ojos bien abiertos. Con la ropa desgarrada y con el corazón bien lejos del cuerpo.

El querer es un derecho que se debe consumar, a ser posible, con los ojos cerrados. Cuando se besa con los ojos cerrados, es otro beso. Otra manera de querer. No digo que se debe besar siempre así, pero dice mucho de la intención. Y ni te cuento del sentimiento.

Los labios que estén bien prestos al auxilio. A tientas se puede llegar a cualquier zona con luz apagada. Sentir es apagar la imagen de los real y soñar. Y ése es un acto que se disfruta con los ojos bien cerraditos.

Vendrá algún que otro vendedor de mentiras a contar que se puede soñar bien despierto. Se puede pero no dura lo que dura un sueño bien profundo, bien cerrado.

El amor se mide en la de veces que cierras los ojos delante de esa persona. Cerrar los ojos es confiar, no temer. Sentirse agusto. Saber que hay alguien ahí, mirando por ti, y mirándote.

Cerrar los ojos es prescindir de la vista. Agudizar el alma. Es querer sin imágenes, sin prototipos, sin genética.

Si cierra los ojos puede ver más allá de hoy. Puede pintar el futuro como antoje pues no hay realidad que lo condicione.

Dormir. Dormir lo hacemos con los ojos cerrados. Y no tienes más que irte cuando éramos críos. Cuando nuestros padres al lado de nuestra cuna no se iban hasta que cerráramos bien los ojos. Querer es arropar a ciegas. Abrazar sin mirar. Amar es querer que la otra persona duerma. Sueñe.

Y dejando el presente para el final, me gustaría dormirte mi futuro. Que los niños engendrados en tu viente quieran dormir y nosotros como padres primerizos cerrarle los ojitos y acunarlos en sus sueños.

Y yo aquí contándote este cuento para que hoy te vayas a dormir. Queriendo, por un momento, estar a tu lado cada luna, para ver como cierras los ojos confiando que yo soy el amor de tu vida.

Y tú, a mi lado, quedándote dormida. Tú. 
Mis ojos cerrados favoritos. 
Con los que siempre soñé despertarme.

miércoles, 22 de julio de 2015

Cumplir Más Veranos

Una velita más a la tarta que viene siendo una velita menos a los años. A los que quitamos cuando ésto dijo basta. Un día cualquiera de calor de verano que se quiso materializar en miles de cosas que andan escondidas en algún rincón del subconsciente. El único sitio donde merezco la pena. Donde se me ha guardado un sitio en primera fila.
Por ahí andan todo lo material. Todo el chocolate que se comió en tartas de la muerte. Por ahí anda mi vida, celebrando otra ajena a mí. Así de distantes andamos. Que ni andamos. Que felicidades cuando proceda, cuando se deje. Que fue un placer conocerte, enamorarte, encantarte.
Que fue una pena no dormir contigo una noche más. La de abrazos que se han perdido entre primavera y otoño. Y por ahí andaba Julio, recordando lo mucho que nos prometimos.
Por ahí estaban algunas de mis sonrisas. Las que sólo tú sabías sacarme cuando menos lo esperaba. Por ahí anda nuestro papel rosa fucsia, en el Mar del Mediterráneo. Mojado, siendo promesa de lo que nunca se cumplió.
Y eso es lo que ponía en la cartulina rosa. Eso quisiera haber cumplido contigo. Prometerse menos besos.
Y cumplir más veranos.
Felicidades, si se puede. Si se quiere. Si se me permite. Porque ya uno duda si el estar es ofensa. Si el aparecer es mal intencionado. Si el escribir incomoda. Ya uno no sabe si existir perjudica seriamente la salud. Si amar, mata.
Felicidades atrasadas. Como siempre se me achacará. Aunque vengan en buen día, pero en mal año. Por eso es una velita menos. Por eso para tí, es un verano más.
Por eso más por menos es menos.
Y yo siempre tan negativo. Y tú siempre tan... eso.
Tan guapa.

martes, 21 de julio de 2015

Lo Volvió a Borrar

Lo volvió a borrar. Sentado en la arena de la playa alzó la vista al frente. La chica que tantos veranos lo enamoró se alejaba hacia la orilla.
Aplanó la arena que tenía a su alrededor. Sobre ella escribió su nombre. Mientras mejoraba la caligrafía de la inicial recordó el primer día que la vio.
Como cada verano, sus familias bajaban a la misma zona de playa que acostumbraban. Ella no tenía más de diecisiete años juveniles. Él ya los pasó dos otoños mediante. Le llamó la atención su piel, morena, bronceada bajo el mismo sol que quemaba cuando no había besos que refrescasen. También sus dientes blancos haciendo un contraste casi cautivador. Sus ojos marrones brillantes. Sus labios, siempre color fresa. Siempre apetecibles, a cualquier temperatura estival. A cualquier grado de alcohol. En cualquier palmo de arena.
Terminando de repasar la primera vocal de su nombre le vinieron recuerdos de sus gestos. Siempre le gustó como se escurría el agua de su pelo. Le encantaban sus piernas con pequeñas gotitas de agua que caían casi al unísono por ellas, haciendo una carrera por su piel, suave, resbaladiza, salada.
Junto a su nombre dibujó una sonrisa y entonces inmediatamente recordó la suya. Tan refrescante, tan veraniega, tan inolvidable.
Justo cuando terminó la letra "a" de su nombre, ella volvía del agua. Mientras secaba su pelo mientras caminaba, su piel brillaba por el sol decadente de las ocho y media de la tarde. El atardecer hacía el rosa a juego con sus labios y el naranja ponía fin y principio al azul oscuro de la noche donde se perdían hasta el día siguiente.
Todas las tardes al pasar ella justo por su lado, él restregaba arena sobre su nombre.
Todas las tardes al pasar ella justo por su lado, él, lo volvió a borrar.

Amor de Verano

En la orilla de la playa donde coincidieron mis penas y tus alegrías. En la orilla donde desembarcó mi esperanza y se encontró varada con tu hospitalidad. Allí volví a verte, en cada ola, en cada marea, en cada granito de arena que nos vio crecer tanto como mis ganas.
El agua fría del mar rozaba mis pies por la altura del tobillo. La herida del último amor de verano se rebelaba con la sal de una marea calmada por el tiempo; un año concretamente.
Tu biquini negro, a juego con mis oportunidades, dejaba ver el brillo del piercing de tu cintura, delgada y fina como la recordaba.
No te vi en la piel ninguna marca de quemaduras de amor, de sol o como quieras que se llame eso que da tanta calor, tanta compañía.

Tu boca la recordaba tan refrescante como lejana. Tu acercamiento era de la altura del faro que fue testigo de nuestro imposible querer.
Tu melena mojada brillaba por encima de tus hombros, donde dos gotas caían haciendo las curvas de tus senos, ya desafiantes con tanto moreno captado, donde me incluyo.
Tus andares descalzos al salir de aquella mezcla de arena y sal fueron necesarios y siempre suficientes para quedarme prendado de tu movimiento. Cuando pasaste a mi lado pude oler el perfume que te había respetado el mar. Vainilla.
¿Cómo pude olvidarlo? Aquel olor me trajo consigo el recuerdo de su nombre. ¿Cómo pude olvidarlo? Si no paraba de escribirlo en la arena mientras ella besaba los labios de uno con más pintas de amor de verano que yo.
Saqué el lápiz y el papel. La marea acabaría borrándolo. Sus huellas, su paso, su nombre en la arena...
Como cada verano, él le escribió bonito.

martes, 14 de julio de 2015

La Habitación Pintada


Colores. Quererse es colores. Muchos colores. Mancharse las manos de pintura, tatuarse el pecho con el nombre del otro. Dibujar un campo en mitad de la ciudad, y allí escaparse en pareja. Quererse es colorear de dos en dos. Pintar paredes. La cara. La risa. Tener la sensación de que aunque la pintura se gaste, se podrá siempre echar otra capa más.

Quererse es reír. Y mientras se pinta, sonreír. Prolongar los labios hacia los cachetes y abrirse. Abrirse a un mundo de posibilidades. De humor no provocado sino espontáneo. No reír para siempre, ni forzarlo, sino sentirlo. Reírse sin hacerlo negocio. Porque a veces querer es llorar, y eso si que no se debe provocar. Quererse es bromear, cosquillas y risas.

Quererse es debatir, discutir y pensar. Todo ello para mejorar. Debatir sin peleas, ni golpes, ni malas caras. Discutir con inteligencia y no con maltrato. Pensar a dónde se quiere llegar. Pensar en el otro más que uno mismo. Pensar pero que roce el soñar. Y así dibujar nubes en la pared que quedaba en blanco de aquella habitación.

Quererse es morder, besar, hacer el amor y gemir. Alrededor de botes de pinturas plantar un beso con tonos celestes en tus cachetes colorados. Sonrojar la pasión y pintar de amarillo las ganas de querer volver a repetir en tus caderas, todos los verdes de mis pensamientos. Gemir es anaranjar tu aliento, morder el blanco de tu ropa interior, seducir el rosa de tu piel.

Cuando acabamos la última pared de las cuatro, la sellamos con la firma. Pensando que nos traería buenos recuerdos cuando la viéramos. 

Allí fui donde entendimos que quererse a veces se queda impregnado en detalles. Coloreamos algo más que paredes. Todo eso fue lo que hicimos dentro de la habitación pintada. Eso significaba quererse. Allí permanecí entre un par de tonos grises y morados.

Pero ya la habitación te despinta. Te molesta.

Hoy, tu habitación, no me quiere.

lunes, 13 de julio de 2015

Tutoría


Me enamoré de niño. Y como un niño. Me gustó tu sonrisa entre clase y clase. Me gustó tu ayuda en aquellos números que no me salían. Como por ejemplo, los que componían la fecha del noviazgo que me prometiste en uno de esos recreos que suspendimos por ajenos. No me cuadraban las cuentas de los novios que pasaban por tus labios antes que yo. Yo, que nunca pude besar la belleza de tus matemáticas labiales. Esa curva. Esa maldita curva…

Recuerdo la biología de tu cuerpo. Esa anatomía, fisionomía, cuerpo, que tanta envidia provocó a las que eran ajenas a mis ojos. Recuerdo tu genética como nadie mejor me la supo explicar. Aprendí que las flores bonitas no sólo nacen en el campo. Que las Ciencias Naturales de tus iris son verdes porque las leyes del capricho quisieron que fueran así. Suspendí las naturales formas de encantarte. La biológica mezcla de alcohol y agua redujo nuestro amor a pura química en vaso de tubo. Química que probé para ahogar las penas.

En sociales me di cuenta que por muchos mapas que hacía no te encontraba. Nuestra historia de amor se convirtió en precisamente eso, historia. Y cada uno tiró para un lado del globo terráqueo, pensando que algún día nos encontraríamos en el mismo paralelo. Reconozco que recuperé la ilusión de descubrir un mundo nuevo en las orillas de tus caderas, de provocar guerras mundiales en cada periodo que pedías un poco de paz, tras el tratado que llevaba tu nombre por bandera.

Aunque nunca las probaras, en mis letras sacaste muy buenas notas. Creo recordar que fue la única asignatura que estudiabas como si mañana fueran a desaparecer. La literatura de un humilde escritor roto de amor le ganó un par de minutos a tu vida. Aunque sólo fueran unos minutos. Ahí estabas. Parafraseando sus palabras como si fueran escritas por y para ti. Así fue mi romancero. 
Esas fueron todas las asignaturas que me quedaron pendientes. Al borde de ser probadas en besos. Sé que quizás llego tarde pero siempre quise una asignatura que nunca me diste la oportunidad de tener.

Te estoy pidiendo una tutoría. 

Contigo.

De por vida.

sábado, 11 de julio de 2015

Qué esperar cuando estás esperando


Me he hecho la pregunta mientras leía a escondidas tus redes sociales. ¿Qué esperamos cuando estamos esperando? La ilusión con la desilusión juegan a responder esta pregunta que ni tú ni yo sabremos contestar por mucho que me leas. Por mucho que te escriba.

Te iba a decir besos, que esperamos besos, el roce de los labios dispuestos a ser tocados, deseosos de aplacar mis ganas, de seducir tu sabor. Le iba a contestar a mi conciencia que esperábamos vernos de nuevo, encontrarte como te encontré, por casualidad, por coincidencia de destino, por intersección de acontecimientos.

Después me planteé si lo que esperábamos podría no coincidir en las intenciones. O algo peor, que no esperásemos nada. Podría ser que mi ilusión me jugase una mala pasada y que el tiempo que voy a esperar fuera tan perdido como su dueño.

Con lo cual me animé y pensé que quizás lo que esperabas fuera solamente eso, un poquito de tiempo. Me desesperé al minuto al pensar que estaba tan impaciente como atraído por tu mirada.
Así que quizás fui yo el que esperaba un cruce con tus ojos más de lo habitual. Sí, creó que sí, que andaba yo esperando alguna que otra señal no verbal de tu cuerpo. Y no llegó.

Entonces pensamos que mientras esperábamos podríamos suponer que tarde o temprano llegaría alguna palabra de amabilidad, que podría esperarse que se convirtiera en amistad y que a lo lejos sonase a intención de quererse.
Pero la timidez superó la oportunidad y mientras te escribo esto ando esperando una señal tuya acorde a mis insinuaciones.

Todo eso espero mientras espero.
Todo eso mientras me lees.

Porque espero que algún día me leas.
Espero que algún día me quieras.

Y entonces sin querer, me contesté la pregunta:

Algo de ti.

jueves, 9 de julio de 2015

Un Final de Dos Palabras


Supusimos que el destino compensaría. No quise, o no quisimos forzar la relación pensando que tarde o temprano el beso llegaría sin incitarlo.

Tuvimos miedo a perdernos por presiones que en realidad nunca se provocaron. Fuimos así. De correctos. De raros. De soñadores. Sí, soñé. Reconozco que soñé. Que como pude, me quería meter en tu habitación y no sólo mediante sonrisas de crochet.

La historia empezó con tus ojos claros en mi oscura sonrisa. Nadie jamás lo supo. Pero nos gustamos tanto que nos reservamos para nosotros nuestros sentidos. Cada latido lo ocultamos bajo piel, a buen seguro de que algún día sería devuelto a amores. Aunque ya lo sentidos los teníamos, uno en el otro.

Me divirtió verte sonreír, compartir gustos, reconocerte en una canción, velar tus noches en un chat, jugar contigo a ser lo que temíamos nombrar, pareja.

Mi historia contigo fue muy bonita sin tocarnos a penas la piel. Fue la primera vez que estuve enamorado sin necesidad de besos. La complicidad y el humo de tu cigarro mezclado con palabras, bastó para que fueras la chica de mis sueños.

Pero presos de dejar la valentía al destino, un día perdimos el contacto sin sabor de ti. Y sin saber de ti también, nosotros nos metimos en una ausencia que quizás no la notamos por la ilusión de volvernos a ver, tan convencidos porque fuera a ser así.

Pero fue en ese momento cuando te volví a ver, cuando, con una frase sentenciaste nuestra historia de amor.

Un chico estaba a tu lado, tan atento a tus labios como lo estaba yo. Unas gafas ocultaban los iris que más me incitaron a escribir, tus ojos claros, y dos palabras que salían de tus no besados labios como una daga hacia mi eterna pasión. Dos palabras que me dijiste.

Mi novio.

En esas dos palabras te perdí sin saber que nunca te tuve. Ahí fue donde me di cuenta de que no sólo nunca te besé sino que ya nunca te besaría.

jueves, 2 de julio de 2015

Vuelva a Morder


Siempre queda la duda de si faltó o se necesitó más después del primer beso, por eso al empezar siempre se dieron dos besos. Siempre nos preguntamos si la cantidad de éstos fueron suficientes. Y se siguió besando, miedosos a quedarse cortos, salados. Sin embargo, se dudó si el dulzor de tus labios, es culpa del ron con el que acompañabas mis tan provocativas peticiones o fue el primer te quiero lo que empalagó la situación.

Si no se quiere, insista. Provoque, pues es lo que más le gustará de tu perseverancia. Si besa por fin, usted vaya un paso por delante, y muerda. Ya al final del dolor se encuentra el deseo. A partir de ahí, relama con gusto la victoria de tenerlo sometido a tus encantos. Ya le has ganado la primera batalla a sus inhibiciones. Ya pequen sin reparo, sin vuelta atrás.

Por la noche todo es más íntimo. La oscuridad de la habitación da una oportunidad al desenfreno y tú, oculta, sabes moverte con sigilo por su abdomen, derechita a su punto débil, los sueños.

Desvista, desordene el caos que provocó tu entrega pues ya estáis a puntito del clímax en pareja. Si intentaba escapar a por una prenda de las que se perdieron al principio de la media noche, castigue con caricias, con besos que parezcan susurros en su piel.

Vuelva a morder. La sorpresa es un producto de alto coste y de tremenda sensaciones, interpretaciones, formas, sentidos.

Si el chico no se ha dado cuenta de la mujer guerrera que tiene delante, encima, o al lado, entonces dígale amor un par de veces y que lo interprete como bien quiera su cordura.

Si algo hay que se escapa de toda lógica en cama son los bocados que nunca se dieron. Aquí decir "te quiero" es morderse el cuello; "hoy tengo ganas de ti", atacar la oreja como si no hubiera mañana; "me apeteces", es morder por encima del labio.

Si hay algo que realmente nos gusta son la cantidad de cosas que mordéis poquito, como por ejemplo, los "te quiero", los "mucho", los "para siempre", pensando que nunca se convertirán en "por ti".

Pero mucho más nos gusta cuando se sienten, en las manos apretando con fuerza, en los besos queriendo ser eternos, en tus ojos mirándonos como os decimos

¿Me das un par de besos?

Y vais ustedes, y en vez de dárnoslo, acaba todo en el principio de este texto:

"Siempre quedando la duda de si faltó o se necesitó más después del primer beso, por eso al empezar siempre se dieron dos besos..."

Con lo cual: Vuelva a Morder.

miércoles, 1 de julio de 2015

Volveremos a Ser Amigos


Que nos quedó detrás de las promesas que se quedaron sin cumplir. Que hay tras un baúl lleno de recuerdos, olores, sabores. Tengo el primer beso guardado, ¿sabes? En un pañuelo de blanca seda de borde dorado. Temí un día perderlo y siempre va conmigo, allá donde voy, en el bolsillo interior de mi chaqueta. Pegadito al corazón, a ver si es verdad eso de que el roce hace el cariño.

Duele. Si te aprietas con fuerza los sentimientos y los reprimes en tu pecho, duele. Y mucho. Consuela a veces no pensar. El ahogarse en 33% de alcohol de una botella de whisky añejo de 1980. Ver derretir el hielo de la esperanza, que ya ha perdido su color verde ojos para convertirse en blanco, roto.

Es que a colores no hay quien te gane. Después de todos los que pusimos encima de la mesa, ya no queda más que un garabato con miles de verdes impregnando tus pupilas, unos cuantos marrones llorando mis lágrimas, algún pálido rosado de tu piel, suave, y mi oscura tez, tal como mi destino.

Y las caricias las tengo en cada vello de punta de mi brazo. Ese mismo que te arropaba cuando tenías pesadillas por las noches. Dolía verte sufrir por amores pasados y consolaba sentirse útil viendo como mi respiración placaba tu ansiedad.

Hoy duele besar la seda blanca y dorada. Pero es la única que me recuerda a tus labios. Aún conserva el olor de tu sonrisa. Supongo que todo tiene su momento. Hoy duele saber que volveremos a ser amigos. Como dijiste que iba a ser nuestro amor. Para siempre.

Porque ahora duele escuchar eso de volveremos a ser amigos para siempre, amor.