viernes, 27 de noviembre de 2015

Moléstame

Aquí me tienes, aquí estaré. Moléstame, que no me importa. Que aquí estoy. Que estoy dispuesto y decidido. Utilízame. Úsame. Pero úsame para todo. Ámame, con todas las letras. Con todo el afán de tu corazón. Sirvete tú misma de lo que quieras de mí. Que para eso estoy. Para ti.

Moléstame. Quítame tiempo, róbame besos, ocúpame el espacio, la cama, el sofá. Estate allí donde esté, porque te voy a necesitar. Moléstame. Que no me va a importar de verdad. Que siempre sienta bien una caricia, unas cosquillas, un cuerpo al que rodear con el brazo. 

Dame tu frío. Yo te doy mi calor. Acércate. Más. Piel con piel. A punto de fusionarnos las penas. Contémonos la vida. La que se fue y la que está por llegar. Seamos, estemos. Pero sobre todo, molestémonos.

Que si alguien ha de hacerlo eres tú. Si además, estoy seguro de que no nos vamos a arrepentir. No es modestia, ni molestia. Moleste. Que si no nos enfadamos, lo dicho, es que nos estamos molestando muy bien.

Yo pretendo además, que insista. Que nadie se amó por dejadez. Que el cariño es frecuencia. Frecuencia de verse, de tocarse. Es el conteo de volverte a decir te quiero. La repetición, si gusta, es bien recibida. Porque a nadie le empalaga un dulce.

A mí, moléstame con ganas. Moléstame bien. Todas las noches quiero acabar cansado, no de ti, sino contigo. Y a la mañana siguiente sea yo el que te vaya a buscar.

A pedirte un poquito más de eso que no sé que me das pero que me encanta. Que cuando vienes, me buscas, y me necesitas. Y yo me dejo.

Me encanta cuando apareces. Cuando no te llamé por no parecer molesto y apareciste. A quitarme un poquito de vida, y convertirla en nuestra. Yo quiero que me molestes. Que me enamores a base de aparecer.

Quiero que me busques con la sensación de que me fueras a perder. Con la angustia de no volverme a encontrar donde me dejaste. Y que cuando me veas, sea como si me hubieras echado de menos. Porque aquí el molestarse va a sonar a quererse a base de bien. 

A mí moléstame la tristeza. A mí fastídiame los malos augurios, frústrame todos los planes sin cumplir, irrítame la desgana. Moléstame como se te antoje pero por favor,

moléstame.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Si Ganaran Tus Besos


Ganaría, para empezar, besos. Todos los que pediría y todos los que me dieras sin pedírtelos. Porque ganaría la voluntad que tendrías en dármelos. Después ganaría sonrisas. Porque todo sonaría como tú, tan alegre, tan emotivo, tan nuestro.

Ganaría todo lo que cambió desde que te cruzaste por mi camino. Que ya no sería quererse, ya estaríamos en querernos. Una dimensión más. Un hueco más grande. Y un espacio en cama, muchísimo más pequeño. Porque has convertido la esperanza en verídico. Has tapado las dudas con tus manos. Ahora acarician mi cuerpo. Hemos cambiado el tiempo. Nos hemos dejado las cosas claras: No quiero sólo que me besen. Quiero, además, que me quieran.

Ya nos hemos ganado todas las primeras personas del plural para acompañar con un buen vino esa cama por deshacer. Lo sensual lo has convertido en perverso. Ahora se han ganado bocados donde se ha perdido ropa. Hemos ganado placer, donde antes nos colmaron de sufrimiento. Ahora te acercas al calor de mi cuerpo pidiendo más entre suspiros de tu deseo. Ahora nos hemos ganado las noches, donde los dos nos hemos buscado con tanto recelo.

Ganaría cariño. Tanto el recibido como el que pienso devolverte. Y no sé si te lo he dicho ya, pero ganaría besos. Porque quiero que me beses y besarte. Quiero querer con labios. Dejarme caer por el borde de tus rojos. Que quiero enseñarte que si se besa se quiere. Que si besas, quieres.

Ganaría una vida contigo. Dejarme ir de la mano de aquella que sabes que nunca te va a soltar. Ganaría estabilidad. Relación. Apoyo. Seguridad. Y sobre todo miedo.

Ganaría miedo de perderte. Porque contra más te conozco más descubro que estoy ante un tesoro. Que no es que seas única, que también, es que encima, no habrá nadie que me vaya a querer como tú. Ganaría miedo pero no como algo malo que haya que evitarse. Sino más bien el tener el temor de perder como sinónimo de valorar lo que se va a amar. Yo no tengo miedo a que me vayas a decepcionar. Más bien al revés. Temo no estar a la altura de tus besos. Porque voy a ganarte a besos. 

Pero sobre todo, y esa es la principal razón por la que ganaría besos, es porque te ganaría a ti.

Aspecto que convierte en todo lo demás, en una lista de cosas que ganaría contigo. En una vida que compartiría a modo de premio contigo. Siempre siendo tú el mejor regalo. Sintiéndome yo, el más afortunado.

Y todo si ganaran tus besos...

domingo, 22 de noviembre de 2015

Otro Amor

Es bonito no recordar el día que empezaste a ser suyo. Es más, no recordar el momento en que todo se convirtió en vosotros. Y si me apuras, nunca saber con ciencia cierta qué fecha, a qué hora, en qué minuto se catalogó como amor.

A saber en qué momento, en qué lugar y cómo, vino y te pronunció como pronombre personal. Vete tú a saber cuando se le ocurrió la idea de añadirle un determinante posesivo a todo tu inútil cuerpo, a todas tus estúpidas cosas. Ni te imaginas la de virtudes y defectos que fuiste por y para ella, que nunca le importaron, porque te trataba como único.  Ella ha hecho de ti un hombre empezando desde nadie.

Porque cualquier tiempo pasado no fue ni mejor ni peor, sino que fue vuestro, suyo, tuyo o cualquier pronombre posesivo que os delatase como presentes, como elegidos y como unidos. Y gracias a un par de conjunciones inoportunas, le pusiste una alfombra roja hacia el final tus últimas y terribles excusas. Así es como se suele terminar cuando fue más capricho que corazón.

Y así llega el día en que te cambian todos los determinantes de golpe. Con unas cuantas proposiciones de coletilla se entierra todo el nivel léxico-gráfico de sus ganas, y amaneces al día siguiente no siendo suyo, sino su otro.

Porque puedes ser su feo, su poco agraciado, su gordo, su amor, su vida, pero lo que nunca pretendas ser es su otro. Porque ser su otro es ser uno más de los que no posee. Uno más de los que quiso y no la dejaron. Otro más para la lista de otros.

Y nunca intentes remediarlo u olvidarte de todo ésto con otra, porque precisamente la otra es eso, otra, y la única capaz de quitarte ese adjetivo, es la misma que un día quiso recordarte que, todos los días fueran vuestros, la única que te sacaba del agujero cada vez que a ti se te caía el orgullo por algún agujero sin fondo.

Por eso yo no creo en los amores a corto plazo, ni al querer por querer. No es el objetivo ni creo en la frase de buscarse otro amor cuando lo anterior no funcionó. No se busca otro amor. Es más, es que si lo piensas bien, no lo hubo. Se busca el amor. Que aunque suene parecido es muy diferente. Por eso yo no quiero otro amor. Me niego a ser 'otro' más de alguien. Y querer, sé lo que quiero. Te quiero a ti. Porque no hay otro amor que me gusta más que el que vienes, a cuentagotas a darme.

Cuando vienes huyendo del que te dieron con anterioridad.

Te quiero si vas a querer lo mismo que yo. Buscar eso que siempre quisimos, que siempre nos exigimos. Otro Nuestro amor.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Tonta


La vida es maravillosa en cada detalle, en cada gesto, en cada tontería. Ahí detrás de lo que ves hay más. La sencilla razón de sacarse una sonrisa de gratis. Que no cuesta nada quererse quiero decir, y que muchísimo menos querer de puertas pa' fuera.

La vida son momentos. Esos ratitos donde lo das todo por alguien. Sobre todo el tiempo. Que lo consumes lentamente al ladito de la persona que hace olvidarte todo aquello que no esté cerca de sus labios. Y ahí vas, como un carro de combate hacia sus fronteras, a plantarle cariño. A conquistar todo su ser. Y acabas tú siendo el conquistado. Sin heridas, sin armas pero todo con amor. 

Hay que amarse. Hay que amarse jodidamente bien. Querer. Pero también se necesitan esas tonterías. Aquellas que la hacen única. Aquellas que te tienen un día más preso de sus sonrisas. Hay que decirse de todo. Pero sobre todo hay que ser tontos. 

Y cualquiera que tenga un dedo de frente sabe que no refiero al hecho de parecerlo o ser, sino al hecho de estar. Porque el amor crece con cada tontería que te recuerda al otro. En cada ínfimo detalle que te devuelve un momento pasado. Aquel objeto, palabra o gesto que te acerca a ella aunque esté a mil kilómetros de ti.

Por eso al principio dije que detrás de lo que se ve, hay más. Hay una intención, un recuerdo, un aspecto inolvidable de su vida. Aspecto que has tomado como tuyo, y que cada vez que lo ves, lo reconoces, te ríes. O llega la nostalgia. Sea lo que sea llega. Con ella, con él.

Es que me he acordado de ti ahora mismo. Y que alguien se acuerde de ti, es un detalle a tener en cuenta. Una tontería más. Y he visto que ya sin ti no podría sonreír. 

Que te quiero,

Tonta.

viernes, 20 de noviembre de 2015

No sé por qué me estoy enamorando de ti

No me acuerdo, ni me quiero acordar. No lo sé. Y no por ello es que te quiera menos. Te podría decir mil veces te quiero pero no creo que sea el siguiente paso que debamos de dar. Porque es eso lo que no sé. El siguiente paso que debemos juntitos de dar. Sí podría describir todas tus virtudes. Pero al caso, me gustan todos tus defectos también. Y si tuviera que describirte seguramente sería demasiado subjetivo. Tanto como enamorado.


No es que no se me ocurra. Es más, tanto tiempo pensando me ha llevado a tener mil formas de hacértelo llegar, pero no encuentro el momento, el sitio, el lugar. No sé ni si quiera cuál de las miles seria la mejor. Y tampoco, como es natural, te lo voy a preguntar.

Porque si algo tengo claro es que llegó por sorpresa. Que tú no te lo esperabas venir, que yo no supe ni si quiera que andaba ya diciéndotelo. Que todo se dejó llevar. Quizás fue la mejor manera, aunque la más lenta que determina el azar.

Porque si todo acaba sin intenciones, a saber mañana donde podremos estar. Y yo ya no quiero estar en cualquier boca. A mí me gustaría mirarte a tus ojos, reír contigo y pasear de la mano de aquella que quiero enamorar. A mí no me vale una cualquiera, y desde que conozco tu nombre, ya no quiero otro que no sea el que hace poco he empezado a nombrar.

Me gustaría un minuto de silencio en tu cama. Tus manos paseándose por mi espalda, y tu sonrisa cerca para que la pueda escuchar. Si te pido malas maneras no es que quiera que te portes mal sino más bien que cuando yo me equivoque sepas como castigarme sin dejar de quererme. Enséñame a quererte, tanto o más como he aprendido a echarte de menos.

Yo no lo sé. Ni sabré como pedirte el primer beso. Pero si lo que cuenta es la intención. Al menos, ya te la he hecho llegar. De una u otra forma ya sabes lo que quiero de ti. No es sólo un beso, no. Es saber las mil maneras con las que quiero decirte: "No lo sé, pero me estoy enamorando de ti."

lunes, 16 de noviembre de 2015

Pídemelo, amor


A riesgo de perder toda mi fortuna por tu piel, vamos, adelante, pídeme lo que quieras. Arrebátame todo lo que me queda de mí, que yo sin dudarlo te lo voy a dar. No tengas piedad. Ni en cama ni en intereses. Sácame la ropa, los cuartos, los besos y ponlos en buenos labios, que ahí van. A donde quieren parar.

Pídeme lo que quieras pero pídemelo ya. No esperes a que venga otra a quitártelo. A qué esperar si el mundo no pide calma, si tus abrazos ya no son más que de otra cosa sinónima a la ansiedad. Pídeme lo que quieras pero pídemelo ahora. Sin tiempo a que yo pueda juntar todo lo que vayas a pedirme para que veas, que pidas lo que pidas, ya lo tenía aquí guardado para cuando fueras a pedirlo sin avisar.


Pídeme lo que quieras sin remordimiento, sin miedo a la avaricia. Pide por esa b
oquita todas y cada una de las promesas que tanto te ilusionarán. Pide, no te dejes nada en el tintero, sáltate fronteras, límites, ética y rompamos los esquemas de lo que se pueda exigir, porque todo eso va  a hacer un poquito menos de todo lo que te pienso regalar.

Pídeme lo que quieras. Lo que desees. Lo que te dé la gana. Pide todo aquello que no puedas aguantarte más. Pide sin razón, encaprichada, como una niña chica que todo lo quiere. Que no se acabe esa ambición de tener, de pedir, de regalarnos uno al otro. Que siempre haya algo que se te olvidó. Y añadámoslo a esa lista de cosas que con un simple beso te puedes ganar.


Pídeme lo que quieras. Lo que nunca tuviste. Lo que siempre quisiste repetir. Oblígame a darte todo aquello que nunca quieras perder. Márcame todo lo que siempre debe estar. A modo de notita en la nevera ponme los detalles que no deben faltar ni aún cuando ya no estés en casa. Aún cuando te hayas ido a trabajar.

Sí, pídeme lo que quieras. Pero sobre todo, pídeme. Y más que a cualquiera, pídemelo a mí. Que yo, aunque no te lo quieras creer, ya te lo estoy dando. Pídeme lo que quieras. Pero pídelo. Que sin tus quiero, yo no tengo razón para mis 'para ti'. Que sin tus necesito, a mi me sobran todos mis protegeré.

Que sin tus besos, a mí me sobran todos los míos. Que me pidas lo quieras. Que me lo exijas. Que me lo obligues te estoy diciendo. Pídeme lo que quieras. Pídeme amor, que te lo voy a dar.

Me da la vida


Si ella lo supiera yo creo que repetiría. Nada más por ver que con tan poquito, convierte ésto que no es nada, en todo lo que jamás pensaba conseguir. Si ella supiera que me da la vida, yo en este mismo momento dejaba de escribir y me iba a donde estuviere, a buscarla. Porque yo ya no se lo quiero dejar escrito. Yo ahora lo que quiero es arañárselo en su espalda.

Si ella supiera que me da la vida cada vez que me devuelve el gesto, no estaba yo aquí contándole mis ganas, sino más bien, sofocándolas allá donde me lleve su cuello. Ojalá ella supiera que le escribo. Pero no aquí. Sino en una libretita donde guardo todos sus gustos. Todos sus caprichos. Si supiera que escondo bajo el cajón de mi mesa todos sus futuros regalos, yo creo que no demoraría en pedirme el primero.

Si me da la vida entonces yo ya no quiero contárselo. Entonces lo que quiero es besárselo. Hacérselo llegar a sus labios. Dedicárselo pero con mucho tacto. Con manos. Yo no quiero hablarle de amor. Quiero demostrárselo. Poner toda la teoría en práctica. Vivir. Pero con ella. Porque no sé si lo he dicho ya, pero no me importa repetírselo. Que me da la vida. Que me das, tú, la vida.


Que es ella la que me hace levantarme todas las mañanas. Que la busco, y a mucha honra. Que me da la vida. Y no se lo he pedido, y probablemente ni ella lo sepa, pero sí, me la da. Me da y mucho. Y todo sin tocarla. Sin poder tocarla. Me da la vida y a partir de ahí, como dice la canción, me va la vida. Ya no la contemplo como un tiempo que se me escapa sino como todo lo que me queda de ella disfrutarla junto a.

Que la quiero. Y no me importa perder una vida repitiéndoselo al oído. Me da la vida. Y si pudiera se lo diría. Y cuando tenga el momento se lo diré: "te acuerdas de aquella época en la que...", pues ahí ya me dabas la vida. Ahí estaba yo escribiéndote por falta de oportunidad, por lejanía de labios, por ausencia de besos.


Y sé lo que tengo que hacer. Compartirla. Dársela. Ponérsela en una caja, y a modo de me entrego a ti, hacerle ver que puede hacer con ella lo que le plazca. Porque yo ahí, me rindo. Ahí no tengo más nada que añadir.

Bueno sí. Que si ella me da la vida. Yo pienso dársela también. Que si me quiere, no hay quién mejor que ella para ponérmela patas arriba. Que no hay con quién mejor que ella para vivirla.

viernes, 13 de noviembre de 2015

El Amor No Existe


Schopenhauer defendía que la voluntad obra sin motivo. Que la voluntad no se encuentra sujeta a la causalidad, el espacio o el tiempo. Dicho de otra manera: que ésto de desearte con los ojos cerrados es más un acto de convencimiento que de efecto. Que ésto de querer es más altruísta que paradigmático.

Ningún amor es un modelo a seguir. El amor, y queda escrito aquí, no existe. Y no os pongáis las manos en la cabeza. Que no he dicho cualquier locura. Porque es que es verdad, visto lo visto, el amor no existe. Y no es un canto a la desesperanza sino todo lo contrario. Que el amor no existe. Que el amor se crea. Y yo creo que ahí forma parte fundamental la voluntad. Que el que crea no es sólo que quiera sino que además, siente el deber de mostrarlo. De inventarlo. Sacar cinco minutos a hacerlo. A pararse y querer tener un detallito, una casualidad, un short message service, un algo.

No es una contradicción a todo lo que venía diciendo hasta entonces, sino más bien, reafirmando la premisa de donde viene todo lo que nadie se atreve a decir en público. Que al final lo que cuenta es la voluntad. Y que el deseo, el te quiero aquí cerquita y el prometo que, son solamente manifestaciones de un amor que nunca lo valoramos como merecía.

La vida no es que sea bella, la vida lo que es jodidamente maravillosa. Y ya de camino hago un homenaje a esa película de Roberto Benigni que tanto me impactó, no sólo la primera vez que la vi, sino todas las posteriores en las que me empapo de que si algo se desea, se consigue. Al carajo toda ley de causa-efecto. Al diablo con todas las leyes del pesimismo universal. Calladas las bocas de todos esos que tenemos al lado vestidos de "te lo dije" o "ya lo venía venir". Independientemente de las condiciones con las que se quiera jugar, aquí, en este trocito de papel se gana. Y no solo es que se gane, es que además, se vuelve a jugar.

No es que sea bella, que lo es. Es que encima es guapa, inteligente, independiente y con un pisito en la playa. Que la vida que te espera es lo que tu madre quisiera para ti. Y que con ganas se puede vivir. Dejémonos de tanto tenernos y empecemos a querernos. Dejémonos de tanto pedirse, y empecemos a dar. Pero dar de regalar. De tirarse besos sin justificación. De estar, más que de aparentar. De secar lágrimas más que de provocarlas. Empecemos a comernos las palabras, y ya si eso luego la boca. Pero sobre todo que se diga. Que después nos quejamos de lo que se besó. Pero nadie se autoculpa de lo que nunca se llegó a hablar. De lo que debió ser la voluntad de prometerse.

Cuando quieras sacar una sonrisa no la fuerces. Simplemente sonríe. Aparece. Que no hay nada más voluntarioso que aparecer en ese sitio donde menos te esperaban. Y sé puntual. Que no hay peor sueño que aquel que tarda en llegar. Si deseas, que sea con conocimiento de causa. Si se quiere, al menos que se lea. Si se escribe, que quede aquí. Te Quiero N. Y que N. se lo tome como quiera. Y que la que no sea N. y quiera, que se lo proponga. Que se lo curre. Que aquí las cosas hay que ganárselas. No caen del cielo. Que si quieres ser N., que lo pidas. Que tengas voluntad. Ganas. Deseos.

Y ya por último, la vida se mide en suerte. Te la tienes que encontrar también. En eso estoy de acuerdo. Pero es que no sólo te la tienes que encontrar, es que encima te tiene que mirar a la cara. Mirarte a los ojos y decir, te ha tocado. Hoy va por ti. 

Por eso cada vez creo más en la voluntad y menos en el amor. Porque cada día que pasa en esta sociedad de ambición y pisoteo, más valoro la voluntad que el querer. Porque quererse se puede uno querer muy bien o muy mal.

Pero si alguien tiene la voluntad de buscarte, es decir, si alguien se ha molestado en cerrar los ojos, apretar los puños, marcar tu teléfono, mandarte un audio, un hola, un te quiero, o simplemente te ha mirado repitiéndose en la mente, "ojalá me mire, ojalá me mire, ojalá me mire", entonces no es que te quiera. 

Entonces es que nunca va a dejar de creer en Shopenhauer. Por eso el amor no existe. Por eso todas las noches escribo de lo único que hago con voluntad, amar. 

Y por eso creo que algún día N. me dará la razón. Que el amor no existe, sí. Pero eso no quita para decir que con voluntad se diga, que el amor existirá. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Mi amigo de travesuras


Ocho años se sentaban a dibujar en esa mesa donde siempre se hacen amigos. Ocho años escondidos en un pijama celeste que lo tenían en un sitio donde no quería estar.

La vergüenza del principio pasó a gustos encontrados. Empezábamos a entendernos. Él, ya que estaba allí, quería jugar. Yo, ya que estaba allí, también.

Para evadir la rutina encontramos que como mejor nos lo pasábamos era criticando a diestro y siniestro a todo aquel o aquella que se pusiera por delante. Un juego de niños. Una picardía infantil. Una excusa con la que sonreír.

Empezamos a contarnos al oído todo. Eran nuestros secretos. Ocho años tenía secretos. Como yo. Ocho años tenía ganas de portarse mal y  yo no le iba a quitar esa ilusión.

Entonces a modo de juego le pintamos un dibujo a nuestra víctima favorita. Le pusimos verde. Coloreando su nombre para dedicarle nuestras mejores travesuras. Tengo que reconocerlo. Me ha encantado olvidarme que andábamos malitos y ser malos. Me ha encantado portarme mal. Que la abuela estuviera allí riñéndonos con la mirada. Me ha encantado conocer a mi mejor amigo de travesuras.

Lo único que espero es que le vaya bien. Que algún día llegue a casa igual de travieso pero muchísimo más sano. Y que no se olvide del día que empezamos a portarnos malamente.

Porque yo nunca me voy a olvidar. Ni ella. Ni todos los que allí lo teníamos como el amigo de ocho años con el que siempre quisimos jugar. Nuestro mejor amigo de travesuras. Un día más como #MartesDeHospital.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Primera Lección de Amor

Hoy he ido a buscarte. En el mismo rinconcito de la cama donde te esperaba. Hoy he vuelto a extender el brazo más allá de mi cuerpo para buscarte por entre las sábanas y abrazarte. Hoy ha vuelto a despertarme tu ausencia. El no saber de ti.

Hoy he vuelto a buscarte. En el único sitio donde me dejaste. Allí donde es todo tan frío. Donde todo tan depende de ti. Hoy he vuelto a dejarte un mensaje en el móvil. La única opción que me dejaste. Lo que ahora, irónicamente, más se acerca a tocarte. Que a mí, sin embargo, me sabe tan a nada. Que deja un sabor de 'ya si eso'. De vete tú cuando volveré.

Hoy he ido a buscarte ¿Y qué? Que parece que si se dice se pierden tres puntos en el orgullo. Que parece que si se busca se pierde la opción de macho alfa. Que parecemos tontos, joder. Ahí encerrando las intenciones por miedo a que te descubran cualquier síntoma de debilidad. Y eso es lo que más rabia me da. Que no es ni debilidad. Sino todo lo contrario. Es la seguridad de querer algo. De tener la fuerza de ir a buscarlo. El coraje de que todo lo demás te dé igual. Que si la quieres la vas a ir a buscar. Sean cual sean las consecuencias. Sean cual sean las impresiones.

Pues mira, sí. Hoy he ido a buscarla. A "tocarla" de la única manera que sé ahora mismo. Hoy he ido a preguntarle como estaba. Porque a todos nos gusta que se preocupen por nosotros. No se me han caído los anillos por querer mostrar un poquito de afecto. De cariño. De corazón.

Hoy he ido a buscarle. Bueno, ¿y qué? He ido a ser como soy. A tener un detalle sin nada a cambio. Yo no pedía ni que me contestase. Simplemente que lo leyera. Que supiera que estar estoy, en cualquier sitio, a cualquier lágrima, en cualquier ocasión. Y que lo volvería a hacer si de dentro me saliera.

Y más te digo. Me encantaría besarla. Agarrarla de la mano y pasear las emociones. Me gustaría empaparme de su vida. Saber cada detalle de sus pequeñas cosas. Conocer su pasado. Sus miedos. Sus sueños. Me encantaría tener mi mente ocupada en ella. Buscarle un hueco entre mis prioridades. Hoy, aquí, ya.

Me gustaría poder reírme con ella. Conocer su sonrisa. Enamorarme de ella. Y con ella. Estar en sus fotos pidiéndole un abrazo. Mirándola a los ojos. Pidiéndole un tiempo que sé que ella a día de hoy no tiene para mí.

Pero me gustaría corresponderla así tan distante. Y buscarla. Porque si te quieren sin que tú lo muestres es una muestra de amor de ese del que no nos creemos que existe. Si te buscan sin que lo pidas, apréndete la lección: 

Te quiso.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Todo lo que he guardado de ti

Tengo guardada tu sonrisa en alguna parte de la memoria que por mucho que me lleve sin verte no se va. Tengo tus palabras escondidas en algún rincón de mis redes sociales. Ocultas, porque quiero, egoístamente ser, el único que las vea.

He guardado todas mis miradas por miedo a ofender tu timidez. Me guardé todos los abrazos que hoy me arriesgo a decirte que deseé. La voluntad la escondí cuando pude. Cuando no, no. Porque a veces perdí más de una vez la compostura por tener ganas de saber de ti. Por saciar un poquito mi nostalgia.

En aquel rincón de la cama, guardé un hueco con el tamaño de tu cuerpo para asegurarme, que si soñaba contigo, ibas a estar cómoda. Ibas a tener tu espacio. Ibas a estar bien.

Guardé muchas veces las ganas junto con las ilusiones en el mismo espacio donde se encontraban mis esperanzas. Escondí muchas veces lo que sentía, junto a todo lo que dejé de sentir. Porque ya no se lleva el flechazo, ni el amor sin condición ni porqués. Me vestí muchas veces de un cualquiera por miedo a que lo diferente sonara a sinónimo de raro. Me dejé engañar por todos y cada uno de tus silencios. Interpretando despedidas y errores que un pasado me llegó a conceder.

Y ahí me guardé todos los mensajes que te hubiera mandado si hubieras hoy aparecido antes de este texto.

Entonces me guardé los besos. Entonces me guardé los sueños. Y cerré la cajita de los días que te esperaban. De todas las horas que me iba a enamorar de ti. De todas las promesas y cosas que quería cumplir y viajar contigo.

Todo lo guardé ahí. En una intención. La tuya.

martes, 3 de noviembre de 2015

Estás para comerte


Mañana no. Mañana no me dejes con las ganas, por favor. Mañana aparece. Déjate caer por allí por donde solíamos devorarnos. Mañana ven. Que si vienes yo no me pienso ir. Que si vienes, te vas a arrepentir de haberte ido la última vez. Mañana quédate. Que si te quedas, te vas a enterar de lo que vale un siente.

Porque estás para comerte con la vida. Porque a mis ojos se le han antojado todas tus curvas. Que a mi mirada le falta tu presencia. Que mi olfato pide tu perfume a cada bocanada de oxígeno. 

Es que estás para comerte. Sí, tú. La que siempre aparece por allí como quién no quiere la cosa. Tú, la que se va sin ser besada. Mañana no me digas que no vas a venir. Porque mañana tengo ganas de ti. Pero mucho. Porque si de algo quiero mañana es de comerte con los ojos. De sentirte, aunque sea ese ratito, cerca. Muy cerca.

Mañana, aunque sea sin querer, dale a la casualidad la oportunidad de ser provocada. Mañana intenta coincidir conmigo en tiempo, en lugar. En todo menos en intenciones. Porque yo voy un paso más allá que tú. Porque tu estás para comerte. Yo estoy para, otra vez, dejarme convencer por un cuerpo de mujer. 

No me creerías si te dijera que sí. Que sí. Que estás para comerte, y que todo ésto va por ti. Por esa chica que veo dos minutos en un día de la semana. Por esa mujer que me apetece cada Martes conocer. Dime mañana que vas a estar allí esperando. No a mí. Simplemente esperando el momento, el día, la oportunidad, el tren.

Porque si mañana no te veo en aquel andén, tendría que esperar una semana más para lo único que, de momento, quiero hacer.

Ojalá mañana te vuelva a encontrar.

Porque estás precisamente para éso. Estás para volverte a ver.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Untitled


La he visto. Era ella. Era la mujer de mi vida. Lo sé. No había duda. Era ella. La podría describir si quisiera pero no era por su descripción por lo que yo la sentí tal. No eran sus manos, ni su espalda. Ni si quiera su cara, ni sus piernas. Ni si quiera sus ojos, que tantas veces los miré para provocar un cruce que nunca se producía. Era su estar. ¿Cómo decirlo? Su presencia. Era su presencia. La forma que tiene ella de estar humildemente misteriosa. Su anonimato. Pero no siendo cualquiera, sino ella. 

Sé que no me entendéis pero la vi y era ella. Estoy segurísimo que lo era. Y no por su físico, que también, sino más bien por sus gestos, su mirada suave al mostrador de tartas. La manera que tenía de ser una mujer. Coqueta, enigmática, dulce, sencilla. Era la manera que tenía de sonreír, su forma de guardar las manos en su abrigo verde oscuro. O cómo asentía con la cabeza cuando su amiga le hablaba de algo. Su manera de quitarse el pañuelo del cuello. O como se recogía el pelo detrás de su oreja cuando le molestaba.

Era cómo pisaba el suelo con sus botas de otoño marrón claras. Su manera de andar. El cómo camino de la puerta, caminaba tímidamente, como con miedo de si fuera a molestar a todo el que estuviera allí.

Era ella. Seguro. Tan seguro como que cuando salió de aquel lugar, sentí que la perdía. Como si por el simple hecho de estar viéndola ya tuviera que ser mía. Me pregunté porqué no le dije nada. Porqué solamente fui yo quién tuvo esa sensación.

Nunca la volveré a ver pero pensé que se merecía un huequecito aquí, en este rincón donde suelo enamorarme de los recuerdos.

Porque era la mujer de mi vida. La idea que tenía de ella y que imaginé cuando la vi allí tomándose un café delante de mí. Nunca pensé que eso pudiera pasar. Descubrí entonces que el amor no se hace. Que el amor nace. Que surge más que que se provoca. Que ella, sin hacer nada, mira todo lo que es capaz de crear. Que yo, sin hacer nada, mira todo lo que fui capaz de sentir.

Quién sabe si a ella le hubiera dado por mirar. A lo mejor ahora estaría hablando de sus besos y no de su boca. A lo mejor ahora estaría hablando de sus caricias, en vez de sus manos. De su olor en vez de su cuerpo.

Si le hubiera dado por mirar a lo mejor estaríamos contándonos todo esto bajo un paraguas, una manta o en cualquier otro lugar. Si le hubiera dado por mirar, yo le hubiera pedido su nombre, su mano, un lugar para volvernos a encontrar.
Si le hubiera dado por mirar yo le hubiera pedido un beso, un momento y un título para este escrito.

Con el que no olvidarla jamás.