miércoles, 11 de noviembre de 2015

Mi amigo de travesuras


Ocho años se sentaban a dibujar en esa mesa donde siempre se hacen amigos. Ocho años escondidos en un pijama celeste que lo tenían en un sitio donde no quería estar.

La vergüenza del principio pasó a gustos encontrados. Empezábamos a entendernos. Él, ya que estaba allí, quería jugar. Yo, ya que estaba allí, también.

Para evadir la rutina encontramos que como mejor nos lo pasábamos era criticando a diestro y siniestro a todo aquel o aquella que se pusiera por delante. Un juego de niños. Una picardía infantil. Una excusa con la que sonreír.

Empezamos a contarnos al oído todo. Eran nuestros secretos. Ocho años tenía secretos. Como yo. Ocho años tenía ganas de portarse mal y  yo no le iba a quitar esa ilusión.

Entonces a modo de juego le pintamos un dibujo a nuestra víctima favorita. Le pusimos verde. Coloreando su nombre para dedicarle nuestras mejores travesuras. Tengo que reconocerlo. Me ha encantado olvidarme que andábamos malitos y ser malos. Me ha encantado portarme mal. Que la abuela estuviera allí riñéndonos con la mirada. Me ha encantado conocer a mi mejor amigo de travesuras.

Lo único que espero es que le vaya bien. Que algún día llegue a casa igual de travieso pero muchísimo más sano. Y que no se olvide del día que empezamos a portarnos malamente.

Porque yo nunca me voy a olvidar. Ni ella. Ni todos los que allí lo teníamos como el amigo de ocho años con el que siempre quisimos jugar. Nuestro mejor amigo de travesuras. Un día más como #MartesDeHospital.

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