miércoles, 30 de septiembre de 2015

Si solamente me tocaras el corazón


Si solamente me hubieras tocado la piel yo no estaría aquí. Si solamente fuera eso, tú no vendrías a buscarme en el sofá. Si solamente fue un roce sin querer, ninguno estaríamos con los vellos de punta. Ni con el amor en un puño. Ni con los ojos cerrados. Ni en una cama para dos.

Si solamente te hubieras propuesto fastidiarme los planes pensados, darle la vuelta a mi vida, desorientarme hasta tu boca, yo no estaría tan loco, ni tú tan besada.
Si solamente nos hubiéramos pretendido un rato, yo ahora mismo sabría cuánto tiempo me enamoré de ti, y tú sabrías contarte los segundos que anduviste antojada de afecto, del caro. Del que ya no se encuentra. Del que todos estamos dispuestos a perder por error. A ganárnoslo sin merecer.

Si solamente tuvimos miedo, yo ahora estaría igual de cobarde y tú igual de idealizada. Si tuvimos más entrega que sentimiento, tú estarías pidiendo perdón y yo llorando disculpas.

Si solamente fueran unos besos. Tú podrías haber seguido besando y yo echándolos de menos. Si solamente hubieran sido detalles, ahora mismo no sabríamos donde meterlos.

Si solamente pretendíamos ser novios, yo no seguiría aquí tan amigo, ni tú tan pendiente a mi hombro. Allí donde más de una vez lloraste, reíste, y donde nunca te cuestionaste si solamente fue eso. Apoyo.

Si solamente fuiste una ilusión, serías más mía que de cualquiera. Porque la defendí tanto como la escribía cada noche, para despertarme con sueños de cosas que solamente fueron eso, sueños.

Si cada vez que te veo solamente me tocaras el corazón y si cada vez que me ves solamente te acariciaras el pelo, nerviosa, sonriendo, mirando al suelo, buscando un tema de conversación.

Si solamente me hubieras dado tu timidez en forma de gestos. Evitando cualquier tentación. Suprimiendo todas aquellas noches de dormitorio, anulando la osadía de cualquier tipo de proposición. 

Si solamente fue un tú y yo, ahora no sería un nosotros. Ahora no me tocaría hablarte de amor. Ni terminar este texto con un beso. A los labios de una cualquiera que vino a robarme el corazón.

martes, 29 de septiembre de 2015

El Perro de Naiara


No nos conocíamos de nada. Ni ella sabía mi nombre ni yo conocía su sonrisa. Pero en el momento que ambos intercambiamos aquella información en mitad de un tablero de parchís, este Martes ya era otro. Este Martes ya se veía como otro #MartesDeHospital.

El cubilete azul que ella eligió le hacía sombra a sus muñecas, más finas que cualquier princesa de Disney que quisiera presentarse allí. No iba vestida elegantemente pero su cubilete iba a juego con su pijama de hospital, y eso era más que suficiente para que fuera la reina del tablero. Naiara me tenía enfermo de juego, de risa y de diversión. Y ella misma iba a ser la que hoy me iba a curar.

Yo me elegí el verde esperanza, pues a pesar de que estaba dispuesto a perder, ambos sabíamos que nos íbamos a comernos unas buenas horas del reloj en aquel edificio llamado hospital. Conforme avanzaba el juego supe que allí poco importa la frialdad de un dado, que no estaban las reglas para cumplirse, que el injusto azar que la trajo allí también debía ser injusto azar en este tablero pues, sacara uno, tres o cuatro, ella siempre se contaba de seis en seis, según ella, para llegar cuanto antes al final. A casa. Donde le esperaba su perro, su padre y su hermano.

Mi estrategia fue sencilla. Intentaba colocar mis fichas por delante de las suyas con el único objetivo de sacarle alguna sonrisilla más. Era la primera vez que me encantaba perder una ficha en juego, pues por cada una de ellas, Naiara se levantaba con los ojos iluminados sabiendo, que la suerte le sonreía, una vez más. Y cuando ella lanzaba el dado, cruzaba los dedos para que le tocara la cifra más alta, pues ella se reía sabiendo que en esa ocasión no tendría que mentir. No tenía que contar mal.

Como buen juego, todo tiene un final. Naiara me eliminó muchas penas, fichas y estrés del día a día y siempre que lo hacía se contaba veinte para terminar. Y después de tantas veces jugar al parchís, Naiara me enseñó algo que nunca un rival consiguió descubrirme. 

Y es que, aunque haya campeones como Naiara que ganen la partida, a veces volver a casa cuesta, otra partida más. Por eso me volví esta tarde no sólo derrotado del juego, sino impotente por no poder que Naiara se contara veinte e hiciera lo que yo tantas veces hice en el juego o como yo hice cada Martes al finalizar:

Volverme a casa sin más pues sabía que el perro de Naiara tendría que esperar.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Déjame al menos intentarlo


Yo no te pido la luna a cambio de que tú no vengas a pedírmela a mí. Yo no quiero forzarte a querer a cambio de que dejes libres mis acciones, tanto como mi ser. Yo no pretendo buscarte una vida. Lo que quiero es que compartamos la que vivimos a medias.

Yo no sé decir te quiero sin una muestra de intención previa y tú no sabes decir sí, sin un poquito de no anterior. Yo puedo jugar contigo en una cama. Morder por motivos ajenos a mí. Vaciar el cajón de las cosas que nunca nos cumplieron. Y recoger la ropa que se quedó desperdigada por el suelo de la habitación.

Podría venderte mil y una promesas que no cumpliría. Pero no lo voy a hacer. Tampoco voy a intentar convencerte de lo que tú misma debes de ver. Yo no quiero ser el ideal de alguien, simplemente, un cualquiera que siempre estará ahí. 

Porque yo no quiero ser perfecto. No quiero ser mejor que alguien, porque ese alguien ya hace mucho que empezó a darme igual. Yo quiero ser como soy, y que así, tú vengas a conocerme a mí. Porque me gustaría que un día nos fuéramos acercando poco a poco. Y que esa afinidad vaya acabando el labios.

Si quieres, puedes. Como dijo uno que nunca se atrevió. Y yo si quiero, pido. Pido que me dejen. Que podría intentar aprovechar este amor desmedido y plasmarlo en mil letras. En mil acciones. En casi cuatrocientas indirectas. Podría ir y decirte que te quiero.

Mirarte a los ojos y arriesgarme a la partícula negativa que tanto temí. Podría intentarlo sin que tú vinieras a pedirlo. 

Y también podría no hacer nada. Terminar el texto y seguir lo que estaba haciendo antes de empezarlo. No mover un ápice de lo que nunca vamos a ser. No tirar de valentía ni cobardía. Simplemente no mostrar. Que es lo más cómodo y lo más fácil de hacer.

Podría equivocarme contigo al igual que con cualquiera que venga a sonreírme. Podría fracasar consiguiéndote la luna o  romper la promesa número cuarenta y tres mil. Pero al menos déjame hacer una cosa.

Déjame al menos intentarlo.

domingo, 27 de septiembre de 2015

El Amor es Relativo


Depende a quién le preguntes. El otro día una desilusionada con más decepciones que abrazos recibidos me dijo que no. Que el amor ya no se estila. En todo caso se suda. Y a veces hasta llega a molestar. Pero después vas a otros ojos esperanzadores con más ilusiones que besos, y te dice que sí, que el amor merece la pena, que hay que arriesgarse una vez más, que el próximo ya no te va a fallar.

Y claro, te ves ahí en medio preguntándote que a quién quieres más si a papá o a mamá. El amor es relativo. Y respondas lo que respondas te vas a tener que mojar. Porque no hay un quizás salvando todas tus posibilidades, ni un depende quitándole valentía al siempre jamás.

Si quieres que me decante déjame al menos una buena jornada de reflexión. Sobre todo, déjame responderte a mi manera, dejándote la miel en los labios hasta el final. Si tengo que ir y darte una respuesta al menos déjame que sea yo quién vaya, cuando quiera, donde quiera y sin sondeos del qué diré. Si tengo que ir y decidir si quererte o no, déjame probar si echarse de menos estaba dentro del plan.

Yo no sé si querer es algo que se elige o viene sin más. Yo no sé si el amor es independiente a la razón o hubo un día que ambas decidieron unirse por probar. No sé si apostar por una promesa que nunca se cumplirá o por unos sueños que en sueños se quedarán.

A mí que me dejen amar tranquilo. Que yo lo único que quiero es ocupar el lado de cama que me queda vacío cada noche que me voy a ir a acostar. Que yo lo único que quiero es hacer tostadas para dos. Viajar a Nueva York al lado de besos, y que me sequen las lágrimas cuando mis manos estén ocupadas entre el pijama de invierno y la espalda de alguna que quise abrazar.

Yo no sé si ser positivo o negativo. Si total, que más da. Si lo único que quiero es sumar uno a uno, y me da lo mismo desde donde empezar. Porque lo que se cuente bueno está. Y lo que se dejó de contar nunca se dirá. Por eso déjenme decidir agusto. Déjenme, cuando me dejen, sin añadir más.

Yo lo que quiero es sorprender y si tuviera que decantarme dependería siempre de quién me viniera a preguntar. A la desilusionada le diría que pruebe una vez más. Que nunca es tarde para besarse otra vez. Que lo intente y lo vuelva a intentar. A la de los ojos esperanzadores que modere su forma de pre-amar. Porque el amor es muy relativo. Depende de a quién quieras trastocarle los planes. Depende de a quién quieras ponerle la vida patas arriba.

Depende de a quién quieres enamorar.

Amarquía


Con el tiempo que perdí y lo poco que me dediqué, yo creo que no. Que no me compensa esperar. Que si tengo que pedir hora y lugar no me compensa eso de enamorar. Porque no me salen las cuentas para ir poco a poco. Que no. Que yo ya paso de ir despacito. Retrasando el beso por miedo a molestar. Ir de estación en estación esperando a la que me quiera acompañar. Yo ya no quiero querer con cuidado. Ahora he decidido amar aún a sabiendas que me vaya a equivocar. Porque soy de los que piensan que es mejor pedir perdón que pedir permiso. Que aquí la que quiera me va a tener que enfrentar.

Ahora que estoy a contrarreloj, me apetece un buen flechazo. Unas ganas ajenas que quieran algo de mí. Unos ojos que se encaprichen nada más verme. Un corazón a punto de explotar. Y todo solamente por el simple hecho de que aparecí. Que nos encontramos sin querer, fortuitamente, en cualquier lugar.

No estoy renegando amor. Lo estoy exigiendo. Pero además con una valentía descarada. Yo no quiero esperar a que todo cuadre, a que vaya funcionando más o menos bien. Yo quiero que desde el principio se me enamore, y yo desde ahí, dejarme querer.

Es una anarquía a la primera que llegue. Y un descarte a cualquiera que pretenda dudar. Porque como siga esperando se me va a olvidar éso de ser querido sin más. Y yo no estoy para convencer, sino más bien para probar que desde el comienzo también se puede besar.

No es una proposición indecente ni un te amo a cualquier boca en cualquier lugar. Porque yo no busco unos labios sino una apuesta sincera a la que besar. Yo no quiero un cuerpo al que hacerle el amor, sino un apoyo que se pueda abrazar. No quiero sexo en cualquier habitación de hotel sino un hogar donde se pueda morder.

Yo ya el amor lo entiendo y lo enciendo como una montañita de pólvora cerca de una chispa a punto de llegar. Todo muy exotérmico. Todo en un instante. Y todo a punto de explotar.

Porque si no yo ya no me lo voy a creer. Eso de ver qué pasa un mes más.Que qué diablos hay que esperar. Si no se quiere desde ya, no vale la pena ni probar. Yo ya no quiero jugar a ser novios. Ni que sea proporcional a los detalles que se pretendan dar. Yo quiero volver al amor juvenil y loco. A ese alguien que quiera apostarlo todo por mí desde el día uno.

Porque si no yo no me enamoro. Y además, tiene que ser así. Porque de no serlo, a los dos años y tres dudas, tú te ibas a cansar. Y yo me iba a desenamorar.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Se me ha olvidado, cariño


Se me ha olvidado, cariño. Y mira que me lo apunté. Ya, ya sé. Que no tengo perdón. Que hoy me quedo sin besos. Sin cenar. Al rincón, castigado. Por olvidadizo. Por mal amante. Por peor amigo.

Lo mal que se me dan las prisas. Con lo despacito que fuimos anoche. La conversación que fluía apaciguada entre mis respuestas que intentaban encandilar todas tus preguntas. Lo que me preocupé, bajo las estrellas, ser detallista en las formas, medir las palabras. Cuántas veces me dije a mí mismo 'qué bien le queda ese vestido', 'qué sonrisa...', 'qué guapa va...' y que tantas veces intenté decirte pero nunca supe donde meterlas. Si después del postre, si antes del primer plato. Si dos veces por cada botella de vino.

Se me ha olvidado, cariño. Y mira que dejamos marcas allá donde todo iba a salir bien. Como la marca de tus labios en la copa del restaurante donde nos cenamos. O cuando llegamos al portal de tu casa y te quité una pestaña que te caía por tu cara. O esa marca que nos dejamos en los dedos de las manos cuando las juntamos sin querer por la estrechez de una escalera que iba hasta tu piso.

Mira que lo sabía. Que algo se me olvidaba. De verdad. Que tenía esa sensación de que en algo estaba mintiendo sin querer. Como cuando dijiste '¿nos tomamos la última en mi casa?'. Y ambos nos reímos porque sabíamos que no iba a ser la última. Que no iba a ser una. Y que no iba ser solo una cuestión etílica la intención. Que no había mono de alcohol sino de cariño. Que no íbamos solo a bebernos a besos. Que fue una mentira piadosa. Un aquí te pillo, aquí te amo. Un ni contigo ni sin mí.

Es que ha sido salir por la puerta, mirarte como dormías toda la noche que te prometí, que nos prometimos, y pensar: 'Algo se me olvida.'.

Y entiendo que te hayas enfadado cuando al despertarte, hayas ido inmediatamente corriendo hasta la nevera y no hayas visto ningún mensajito de buenos días. Ni un 'te quiero guapa'. Ni una hoja de reclamaciones. Ni un teléfono de consulta. Ni un vuelvo en cinco minutos. Ni ná de ná.

Pero como no iba conforme decidí dejarte esta carta en el cuenco donde sueles dejarte las llaves. Para decirte que sí, que se me ha olvidado el papelito de color con una frase que me inspiras. Que sí, que se me ha olvidado en beso de las siete y un minuto de la mañana, y el anillo que te prometí anoche tras la penúltima copa de vino manchada del color de tus labios.

Y sí, se me ha olvidado cariño. Se me ha olvidado lo que tenía que hacer, lo normal, lo típico y lo que te esperabas. 

Y sí, se me han olvidado las llaves. Porque quería decirte de manera diferente que pienso volver. Que quiero que seas tú la que me abras la puerta. Que cuando yo llame al timbre tu vuelvas a estar. Y que cuando me abras, me vuelvas a castigar. Como la última noche. Haciéndome recordar, que de sorpresas, la rutina, se vuelve a olvidar.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Cuando me encuentres


Yo no quiero que me busques. Yo quiero que me encuentres. Que con los ojos cerrados y medio dormida empieces con tu mano a tentar por entre el colchón para encontrarme allá por donde me dejé besar.

Yo no quiero que me lo digas. Voy a encontrarte. No. Yo quiero que cuando me encuentres me lo demuestres, y muchísimo antes de cruzarte conmigo también. Yo no quiero palabras que no van a ser mías en boca de una que no piensa volver. Yo quiero que cuando me encuentres me beses todo aquello que piensas callarte. Porque quiero saber de antemano a qué sabes y sobre todo, qué quieres ocultar. Porque cuando me encuentres yo no quiero tener que dar explicaciones de todo lo que se debió por pagar. 

Yo no quiero estar contigo una vida. Ni un ratito. Ni dos años y medio. Yo lo que quiero es que cuando me encuentres no tengamos motivos para mirar un reloj. Yo quiero el amor del quédate. No te vayas. Cinco minutos más.  Sin alarmas de aquí se acabaron los sueños. Sin tonterías de aquí prohibido amar según dónde se esté. Porque yo ni necesito tiempo ni quiero juzgar el lugar. Yo quiero un amor de éstos que valen donde sea, a cualquier hora, en cualquier rincón de piel.

Yo quiero aquí, ya, ahora. Que si me tienes que encontrar ni te lo plantees. Que vayas y lo hagas. Que salga natural. Nada de maquillarse el sentimiento. De perfilarse la voluntad. Si te lo tienes que pensar, mejor no. Yo no quiero un amor de espejos, sino un amor de domingo. De ojeras y arrugas. De ropa de andar por casa. De zapatillas y sofá.

Y que me encuentres. Y si me vuelves a perder que me vuelvas a encontrar. Porque dejar de encontrarme es dejarse a todas todas. Yo quiero a alguien que esté en las malas y sobre todo en las peores. Porque de serlo así ya doy por hecho de que en las buenas estará.

Y por último quiero que me encuentres. Bien sea entre sábanas y ropas, entre una discusión y una reconciliación, entre tu cuerpo y tus brazos, entre tu boca y tus manos. Que cuando me encuentres allá donde esté, que te acerques más si cabe. Porque quiero sentir que no se me quiere alejar.

Que cuando me encuentres yo no sepa bien qué decir. Que me calles todo lo que iba a decirte. 

Que cuando me encuentres me hagas sentir, que soy yo, el que tiene mucho por encontrarte.

martes, 22 de septiembre de 2015

Miriam


No sé que haces aquí. Tú, la que siempre le había dado igual cuando tu nombre salía de mis labios. No sé que haces aquí, tú, que siempre te había dado igual todo lo mío. Que tan bien aparentabas nada.

Si ni si quiera viniste cuando de verdad te llamé. Tú, la que nunca se molestó en conocerme más allá de mi nombre. La que mostró más miedo que cariño. Más pena que curiosidad. Aquí andas, pidiendo un poco de protagonismo. Haciéndote partícipe de lo que menos te correspondió.

Que buscas aquí si nunca te dio por encontrarme. Porque sabías que si me buscabas me encontrabas. Y sabiéndolo no quisiste querer. Que culpa tengo yo si te avisaron de que tu nombre estaba, que podrías darte tan aludida como olvidada.

Quién soy yo para ponerte aquí colorada si nunca te sonrojaste cuando a la cara rechazabas toda posibilidad de afecto. Quién sabe quién soy yo si ni si quiera te molestaste en conocerme. Si ni si quiera me conozco yo.

Y quién eres tú para decirme que no debí enamorarme. Si algún día te diera por querer un nombre sabrías que eso no se elige. Que yo no te elegí. Que no formabas parte de mi plan y que aún así me arriesgué a sentir lo que no había previsto.

Yo no quería nombrarte. Porque si hubiera puesto Paula, Carmen o Adrián hubieras venido igual de indiferente. Pero un poquito menos aludida. Porque nunca antes nos dio tan igual el nombre. Nunca antes nos dio igual los sentimientos, si lo único que nos importaba era el miedo que nos dieron años atrás. Si hubiera puesto Lidia, María o Miguel, hubieras callado lo mismo que si lo hubiera dejado con tu nombre.

Y es que nunca quise ser otro nombre más a tu lista de todo lo que te dio igual. A mí colócame en aquella de todo lo que perdiste. No digo que fuera de lo mejor. Pero si de los pocos que no te besó y te soñó.

A mí méteme en aquellos que se dejaron engañar por tus ojos. De los que te acariciaron el pelo como nunca lo hicieron. Porque yo no quería ensuciar sábanas contigo sino quitarlas y ponerlas.

Que yo no quería. No quería encapricharme de ti. Ni quería poner tu nombre de título. Ni dedicarte otro escrito cobarde. Yo sólo quería enseñarte como sin utilizar la palabra, se puede hablar, ya tarde, de amor, 

Miriam.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Si no fuera por tus sábanas

No te echaría de menos si no fuera porque tengo esa imagen que tanto me la hiciste como recuerdo. Aquella donde yo estaba sentado frente a tu cama, mientras tú tumbada me mirabas y me sonreías. No te echaría de menos si no fuera porque aún guardo tu lado de la cama pensando que un día volverás a ocuparla.

No te echaría de menos si los besos que me dieron detrás de ti me saben todos a tu perfume. No te echaría de menos si no fuera por las fotos y por todas esas instantáneas que me atrapan no sólo un instante sino una buena tarde de otoño. No te echaría de menos si no fuera por el sonido del portazo que diste en forma de no mayor.

Te echaría de menos por tus curvas, tu manera de hacer el amor y de arrugar las sábanas donde te perdí. Y donde más de una vez te encontré entre mis delirios de amante enamorado. Porque dio la sensación de que solo era compañero de penas y alegrías, pero nunca de vida. Fui siempre el otro aún no habiendo nadie más en aquella habitación.

Te echaría de menos mucho tiempo. Porque me prometiste que nunca te acordarías de mí cuando te fueras. Y no te creí a pesar de confiar ciegamente en ti y en tus promesas. Olvidé los minutos que nos ganamos entre todo el tiempo que nos perdimos.

Y no te echaría de menos si no fuera por el futuro que dejamos a medias. Y que de vez en cuando va dando coletazos a todo lo que pudo ser y se dejó. Por todos esos sueños, huchas de monedas de dos euros y viajes que nunca se llegaron a romper ni cumplir. Porque ahora puede que todo lo que viviera contigo fuera para echarlo de menos y no para tenerlo siempre.

Te echaría de menos si no fuera porque has conseguido que me olvide de ti. Y si no fuera porque mañana volveré a verte. En la misma duda donde nos solíamos acostar. Allí donde te acariciaba el pelo y tú me mirabas entre sábanas blancas con tu pintalabios reluciendo en tu sonrisa. 

Allí donde solíamos ser amante y amante. Allí donde nos echábamos de menos. En el sitio donde más veces nos lo dijimos. Donde más veces nos desnudamos. 

Donde más veces nos dejamos de querer si no fuera porque volvemos, para ser el sitio donde más veces nos quisimos...

sábado, 19 de septiembre de 2015

A que no me olvidas


Tómatelo como amenaza. Como prepotencia herida. Como orgullo curado. Te reto pequeña. ¿A qué no me dejas? Qué te juegas a que no me olvidas. Que ya no quiero tu corazón sino tu conciencia. Que te juegas a que soy recuerdo.

Que te juegas a que cuando alguien venga a quererte sin condiciones, sin besos sin opciones vas a echármelo en cara. Que te juegas a que no me olvidas. Que ya mi nombre no es cualquiera. Que soy "ese que". Y siempre lo seré.

Porque ya estoy seguro de que no me olvidas. Porque sin acariciarte he conseguido que tu piel sienta escalofríos. Porque sin hablarte te costará olvidarte de mis palabras. Que fueron muy sinceras y muy tuyas. Porque sin estar se te hará difícil olvidar la presencia que nos dejamos locamente enamorados.

A que no me olvidas. Qué te apuestas que ya no quieras, qué te apuestas que te sobre. Porque ya has perdido todos los sentidos en la nostalgia. Y a qué quieres perder si llegará un día en que te gane la esencia. Porque no podrás olvidar que te hice única entre un montón. Y cualquiera que venga a regalarte lo mismo me hará un favor tan grande como el recuerdo que te dejé en tu alma.

Porque sé que en silencio valorabas mis detalles. Ya tan inolvidables. Tan conocidos por todos. Que te juegas que alguien te preguntará por mí tarde o temprano. Y que disimularás que algún día me conociste. Que te juegas a que vendrá alguien a hacerte un comentario que te haga acordarte de mí. Seguro que en cualquier "guapa" que te digan estaré yo, mi imagen, mi voz. Porque hubo una noche donde te lo repetí más de un millón de veces.

Que te juegas a que vas a besar otras bocas sintiendo que si fuera la mía... A que no me olvidas. A que vendrá a ti un abrazo que te haga recordar aquel que te dí mientras llorabas que me iba. A que no vas a olvidar que fuiste un día tan querida como fría.

Vas a estar fingiendo que no te acuerdas de mí tanto como fingiste que no me querías.

Que te apuestas a que mañana volveremos a vernos.
Y a ver como disimulas que no me olvidas.

A ver como disimulo que no me recuerdas.


Nos Mentimos de Verdad


Nos mentimos. Te dije que eras la más guapa de tu ciudad y no, no es verdad. Porque la belleza es tan subjetiva como mentirosa. No eras la más guapa, ni la más simpática. No fuiste un capricho mío de días como pareció. Te engañé, porque te dije que estabas por encima de la belleza de todas las que por allí paseaban. Y no. Te mentí. Porque no eras la más guapa del lugar sino la más guapa de cualquier lugar. Se me quedó corta la verdad, tanto como la semana. Me engañabas porque tus miradas me prometieron ganas. Que tus actos y tus maneras me daban interés. Y nos engañamos, creo que sin querer.

Te dije que te escribía cada noche lo que no me atrevía a contarte pero no era verdad. Hice verdad mis delirios y fue una mentira tras otra. Y créeme que lo lamento. Dio la sensación que en ésta, la verdad fue contada a medias. Porque te dije que te escribía cada noche pero no te advertí que te seguiría escribiendo aún no teniéndote. Y no. Que no te escribía por las noches. Sino por el día. Por el día escribía todo lo que me enamoraba de ti por las noches. Fui un amante madrugador de tus miradas nocturnas. Y tu una lectora oculta y tardía. Porque llegas tarde a todos esos textos que tanto te correspondieron, que llevan tu nombre, pero que nunca los quisiste como tuyos. Nos engañamos pensando que el amor escrito vencería al amor callado. Y éste al final se quedó escrito pero mudo.

Te mentí. A ti, a tus labios y a tus besos. Porque me sinceré delante de ellos contándoles una y otra vez que quería ser su amigo cuando en realidad lo que quería era besarlos. Quería salir con ellos y que me vendiesen un futuro aunque fuera mentira. Quería quererlos como algo más que amigos. Sentir en tu boca el silencio de lo besado. Y me engañabas. Porque si de verdad los querías podrías haberlo pedido con algo más que ojos, que yo te los hubieras dado con algo más que con deseo. Un abrazo, un beso, una vida. Porque en ese mismo momento me daba igual lo que se prometiera si era todo pedido desde el corazón. Pero nos mentimos. Porque dijiste que lo sentías y no era verdad. Y yo dije que no importaba pero estaba derrumbado.

Te mentí. Porque no te lloré en la despedida. Fingí una alegría que no me correspondía. Pues al verte llorar me escudé en que lo único que me prometía era verte feliz. Y no quería que mis lágrimas te incitasen más a pensar que seguía engañándote con lágrimas de cocodrilo. Nunca te vi feliz cuando me acercaba. Nunca te vi preguntar por mí. Ni antes ni ahora. Y me engaño pensando que un día lo harás.

El caso es que nos mentimos mientras más debimos sincerarnos. Tú diciéndome que nunca. Mis sentidos vendiéndome un para siempre. Todo lo que nos dijimos fue mentira. Pero el caso es que nunca lo hablamos. Luego no hubo oportunidad de mentirnos.

Y seguimos engañándonos a nuestra manera. Y lo seguiríamos haciendo si algún día todo, se hace verdad. Vernos, besarnos, querernos. Pero de verdad.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Amar de perfil


Somos una sociedad de etiqueta y maquillaje. Y no lo digo por las falsas apariencias y el postureo social, qué también, sino por los prejuicios y el qué dirán.

Vivimos en un completo caos guiados por modas tan absurdas como besarse sin sentir y querer sin querer. No vengo a convencerte de que amamos mal. Vengo a decirte que amamos peor. Que ya no es que no se quiera, sino que encima, no te quieran. Porque parece que nos hemos propuesto ser asentimentales.

Lo de ser amigos ya no se lleva. El detalle entre personas ya queda prohibido. No existe el altruismo en el amor. A todo le ponemos por qué. Siempre creemos que debe de haber una intención más allá que la de agradar o sacar una sonrisa. Y siempre nos lo llevamos todo a la cama. Pero todo todo. Con más asiduidad de llevarnos lo que nunca merecieron nuestros labios. Y a las semanas te ves ahí recordando la noche loca que te hizo pasar ese que ahora duerme en cama de otra. Y la culpa al detalle. Siempre.

Aquí ya las cosas no se hacen porque se sientan, aquí ya no se hacen por miedo a que te vean. El amor a tu pareja lo hemos convertido en algo tan íntimo que apenas se aprecia. Aquí lo que cuenta es que te vean amar de perfil. Y no me refiero a hacer la cucharita en la cama. Aquí nos gusta amar de perfil de facebook, de perfil de instagram, de perfil de twitter.

Ahí si que somos unos auténticos profesionales del amor y viceversa.

Que sí, que amamos de frente francamente mal. Pero peor aún es cómo nos dejamos querer. Tenemos millones de excusas en nuestras boquitas en forma de piñón cuando decimos no. Y eso cuando lo decimos.

Porque a veces sólo basta tener un detalle tonto con alguien que no tiene ni por qué ser intencionado de enamorar, y a la primera de cambio salen huyendo de tus vidas, desaparecen del mapa, pensando que le estabas tirando los tejos o directamente el anillo de boda junto con la ecografía del primer bebé.

Le tenemos miedo a eso de depender del corazón. De ser correspondidos sin pedirlo. De ser queridos sin explicaciones. Tenemos miedo a que nos quieran sin condiciones. Sin letra pequeña. Tenemos una crisis de sentimientos de frente a frente. Aquí sólo importa la foto. Sonría. Más tarde te haré el amor. Adiós.

No nos dejamos querer y eso es tan preocupante como quererse mal. Porque nos duran los aprecios lo que nos dura un rato. 

Amar de perfil es lo que tiene. Que es tan reemplazable como instantáneo. Tan efímero como el detalle. Ya olvidado.

martes, 15 de septiembre de 2015

De cuando Seis Años le ganaron a un verano


Empezar cuesta. Lo que sea. Retomar es un esfuerzo tan difícil como dejarse. En el amor empezar, retomar y dejarse conlleva el mismo miedo que volver. El verano acabó tan frío como empezó. El hospital se acababa, y dejarlo fue tan doloroso como no volverse a ver.

Lo mismo pasa con los #MartesDeHospital. Veréis. Tenía miedo. Iba tan enfermo como asustado. Tan adicto como prudente. Tenía mono. Porque para mí el hospital se convirtió en mi lugar de peregrinación. Y no había mejores santos que ellos.

Me encontraría niños nuevos. Y yo sin estar preparado. Hacía tiempo que perdí la sonrisa de hospital, tanto como perdí la vergüenza., y no las encontraba en estos meses de verano.

Pero no hay nada como volver a ser quién eras. Y sí, volví. Entré por esas puertas llenas de dibujos, y como en el amor, todo estaba como lo dejamos.

Tímidamente una chica con pijama de curandera se acercaba a jugar. Seis años querían curarme a mí, que paso de los veinte. Que tenía un verano salvajemente malo.

Dos niños vinieron detrás de ella. Más rebeldes, más inquietos, y algo más mayores. Tenían sentimientos y mis compañeras voluntarias eran su perdición. Como en el amor, cada uno elige su pareja de juegos y ellos dos lo tenían bien claro. Querían jugar con las niñas guapas. Reconocieron estar hartos de enfermeras gruñonas y como en el amor, querían un poquito de cariño, atención y sonrisas.

Querían jugar ¡Y toma que si jugamos! La niña de seis años dibujaba cosas de una tarjeta mientras nosotros las adivinábamos. Su sonrisa era respuesta correcta. Sí, sonrisa fue medicina. Y el tiempo placebo.

Porque allí el único que me quejaba era yo. Hospital ya no era lugar de inyecciones y vendas. Hospital era otro amor. Y había que darle su espacio, tanto como su tiempo.

Porque allí fue donde me dejé la adrenalina, la motivación y la vida. Y mi amiga de seis años tenía la respuesta en su nombre. Cosa que le preguntamos nada más empezar.

Se llamaba Gloria.

Y qué mejor que como en el amor de tu vida, tener la gloria de volver al sitio donde nunca debiste irte.

Pues seis años le ganaron a un verano. Y ya por fin encontré la sonrisa. 

Todo lo que escribí mientras me negabas el beso


Supongo que eso nunca llegaré a respondértelo con certeza. El qué me enamoró de ti. Es tan difícil. Pueden ser tantos detalles ínfimos. Voy a tirar de sarcasmo. Tu insistencia seguro que no. Tu lástima tampoco. 

A pesar de ello, tu mirada me ganó sin motivo alguno. Tu naturalidad, tu flequillo mal peinado, no sé, tu pelo, largo. Tu boca, delgada línea rosa sin demasiado pintalabios. Supongo que tu delicada piel, tu cuerpo, tan tímido. Tu presencia tan misteriosa. Tu manera de vestir. Sí, tuve tiempo de fijarme en todo. Nunca se olvida a la mujer de tu vida. Por mucho que ésta no quiera serlo. O no se quiera dar cuenta.

No sé por qué insistí. Supongo que el autoconvencimiento de que era tan recíproco como intenso. Sí, me enamoré de ti hasta saciar cualquier milímetro de mi conciencia. Y ¿sabes? Dentro de lo que cabe era feliz. Porque me inundé de ilusiones que yo mismo creaba a mi suerte. A mi antojo. Y no me arrepiento a día de hoy.

El tiempo sí que me devolvió un poquito de la cordura que perdí tras tus pasos. Cuando ocurrió no lo sé. Pero las noches fueron claves. Ahí eran protagonistas tus ojos. Bajo la luna de aquella ciudad de cuyo nombre no podré olvidarme, me quedé más de una vez prendado de ti. No me culpes por querer tan rápido. Es mi forma de enamorarme. Y no la cambio por nada ni por nadie. Es lo que me hacía diferente a cualquiera que pretendía tu mano. Así quiero. Así me tendrán que querer.

Porque si hablamos del cómo ahí fui culpable de todo. De todos esos escritos anteriores que tienen tu nombre y que nunca te confesé que escribí hasta el último minuto de tenerte a tres centímetros de mí. E incluso ahora en la distancia escribo, pero ya sin tus iniciales. Porque te fuiste como viniste, tan guapa, tan callada. Ahora me doy cuenta de que el amor asusta. Y que puede huir. 

Al final resultó ser que no se era. Que todo lo que imaginé lo puse ante tus ojos y los cerraste. Giraste la cara y tu melena siguió el giro de un tan claro "no". Hiciste todo lo contrario a mis esperanzas. Y éstas se partieron como trocitos de un cristal en tus tierras de mármol y piedra blanca, y allí se quedaron, donde fuimos tan irregulares en ésto de querernos. Yo amé demasiado. Tú...

Tú no sé. Ni quiero saberlo. Porque no hay algo peor que conocer todo lo que te escribieron mientras no te querían. Que no hay nada peor que las cosas que nunca se dicen. Porque nunca serán.

Salvo que se escriban y alguien te ponga delante de tus ojos lo mismo que yo te ofrecí, pero ahora con muchísima más tinta, y con muchísimo menos sentimiento. 

Porque todos aquellos me los dejé en tu boca. Cuando me negaste el beso.

sábado, 12 de septiembre de 2015

43 días después de tu silencio

Entrega. Cuarenta y tres días después de tu silencio, sigue habiendo entrega. Voluntad por mi parte de interpretar tu silencio. Pero entrega fue lo que faltó en tu presencia. Que oye, era excelente. A tus miradas no les faltaban nada. Fueron culpables de que yo ande aquí escribiendo, culpables de que tú estés tan escrita.

A tu colonia le faltó palabras. A tus besos, existencia y unicidad. A tu prejuicio le sobró precisamente eso, prejuicios. A tu sonrisa le faltó ser consecuencia de alguna de mis acciones, de mis tonterías, de mi acercamiento tonto, enamorado.

A tus manos le faltaron consuelo en piel ajena. A tu boca le faltó la mía pidiéndole oportunidad. A mis ilusiones le faltó un porqué. A tus excusas le sobraron. A mis detalles le faltó destinataria. A tus lágrimas de agosto aún no les encuentro explicación en septiembre. Tengo octubre aún para encontrarte. Me queda invierno para justificarme. Y primavera para volverte a ver en otro verano más oportuno que el que se fue. 

Porque como ves, a mí, esperanza me sobra. Tanta como le faltó a mi corazón compañía. Cosa que a ti, según tú, te sobraba. Quizás fue que estábamos en dimensiones diferentes. Quizás nos supimos vernos las formas. Me fui con la sensación de que te amé en otro espacio al que no supe llevarte. Otra geometría que yo veía que faltaba y que quizás tú, veía que casi toda variable sobraba.


Creo que no supimos encantarnos a pesar de los gustos comunes. A pesar de las intenciones. Porque ahora sobran miradas, minutos, frases.

Porque ahora sobre un nosotros. Sobra el mensaje que tienes en tu bandeja de entrada, en la carpeta de otros, marcado como leído, marcado como no respondido. Porque sobra, ahora, la naturalidad con la que describí tu flequillo. La manera que apareciste. Ahora sobran todos los "guapa" que te dije en silencio y a la cara. Sobran mis justificaciones ante amigos de por qué tú eras la mujer que amaba.

Sobra como ves cosas que no veías ni nunca te conté. Sobró amor XL. Y siento que te quedara grande.

Lamento que sobrara mi nombre en tu vida. Y lamento que sobrara mi vida por tu nombre.

Me encantaría volver a conquistarte cuarenta y tres días después de tu silencio.

Pero seguro guapa, que volvería a sobrarme amor ¿no?

Calla. Cuarenta y tres días más.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Te Querré, del verbo exigir


Lo tengo cada día más claro. No quiero alguien que me quiera ya, ahora. No quiero amor de entretiempo, ni amor de presente. No quiero un amor medido, ni si quiera amor loco. Yo quiero a alguien que me vaya a querer, a ser posible siempre, mañana. No busco amor de estación. Porque éstos pican billete nada más ver partir el tren.

Yo quiero a alguien que me espere en la estación. Una boca que me sonría de largo. Una mirada con vistas al mar. Que no se ve nada en el fondo, pero brilla sea de noche o de día. Quiero abrazos de pijama y melena suelta. Abrazos de pies descalzos en el salón. Amor de sofá. Porque tengo muchísimo tiempo libre en él. Y me falta compañera de pelea de cojines. Quiero caricias sin venir a cuento. De las que provocan sábanas en el suelo y ropa desordenada.

Yo no quiero felicidad porque ya la tengo. Quiero, siendo feliz, ser feliz con alguien. Quiero ilusión. El mejor eufemismo que encuentro para decir futura alegría. Me apetece estar el número dos de la lista de cualquiera que vaya a equivocarse en este mismo momento, ahora, ya.

Quiero ser el que se querrá, y no el que fue querido. Y aunque parezca que estoy hablando de futuro, no quiero saber nada de él. Porque no estoy dispuesto ni a planearlo, ni a imaginármelo. Que sea lo que el presente quiera. Y que sea lo más indicativo posible que se preste. No quiero falsas promesas. Quiero acción.

Acción en la que se discuta con la piel, dientes y con el corazón encogido en un puño. Una muestra de aprecio. Un "aquí estoy yo, tú, y hoy se cae el apartamento entero donde vivimos". Un gesto de melena al viento, unos rizos que se peinen para mí, una cajita de maquillaje que se abre con mi nombre.

Quiero un pintalabios rojo mirándose en el espejo para acabar esta noche en mi camisa blanca. Quiero que me dejen huellas de que fui besado a conciencia. De que esta noche no sólo se iba a caer el apartamento, sino la ciudad entera. Que Sevilla se va a enterar de lo que valen unos ojos.

Pero a su vez, también tengo claro una cosa. Que quiero una chica que me exija mínimamente lo mismo que yo. Que me demande como mínimo lo que yo exijo. Que me obligue si ve que me relajo. Y que cuando me equivoque me castigue de cara a la pared aquella que vamos a llenar de fotos de cada momento que vivimos juntos.

Quiero una mujer que me vaya a querer mañana tanto como yo la voy a querer un día tal como hoy.

Porque se debe exigir amor, pero también uno, por aquellos labios, tiene que ser pedido. Tiene que ser exigido.

Que te quieran, del verbo exigir.

martes, 8 de septiembre de 2015

Lo que necesito después de un minuto sin ti


Con la sonrisa que ya desenterré quiero quererte de verdad. Necesito hartarme de ti. Suspirarte para siempre. Necesito desintoxicarme de tu esencia. Necesito coger el sueño por las noches. Uno de esos que no me dejen la boca seca por las mañanas.

Sentado en el borde de la cama, reír, y que seas el primer recuerdo cuando me levante solo. Y necesito desabrocharme tu amor cuando agobia por su ausencia. Quiero que me dejes mi tiempo para así abrazarte sin verte. Porque lo pierdo en perderte. Y ya no sé ganarnos.

Quizás voy a necesitar olvidar lo que nunca seremos. Necesito perder esas ilusiones de más. Adelgazar nuestros encuentros. Pedirte un poquito menos. Y disfrutar de la libertad que me brindas cuando sin llegar, te vas.

Me explico. Necesito oír tu nombre y que no se me note. Probar tu sabor y que no me guste tanto como me lo imagino. Comerte y no querer repetir con tanta osadía en tu cuerpo. Dejarnos un par de antojos. Besarnos luego. Tan pronto como se exija. Provocar la provocación. Fingir que no nos deseamos aunque estemos rabiando por dentro.

No quiero amarte como surja ni quiero quererte bien. Quiero amarte muy mal. De malas maneras. Para que así tengas que venir a pedirme explicaciones. Y aprovechar el momento para dar las razones de lo que pasa detrás de un minuto.

Quiero que sientas. Así. A secas. Necesito que me necesites. Y que me lo pidas. A voces, a gemidos o suplicando. O todas a la misma vez. Porque vamos a hacer el amor de tal manera que tú y yo nunca más tengamos que volver a vernos.

Porque por vicio, por efecto y defecto. Por gula. Por amor y odio. Por mí, más que por nosotros vamos a, irremediablemente necesitarnos,

Un minuto después.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Casi te Toco

Te he imaginado en mi cuerpo. Besándome cada centímetro de mi piel. Cerré los ojos y te besé los labios y el abrazo que vino tras tu risa nerviosa de niña. Le pedí a una almohada que fuera verdad. Soñé que casi te rozo.

Qué caprichoso el tiempo. Nos ha quitado la oportunidad de ser el amor de nuestras vidas. Y todo por llegar antes de tiempo. A veces pienso que nos hemos conocido en mal momento. Que te he pedido un beso, un amor, una caricia cuando no correspondía. Que seguro de habernos conocido con una vida más vieja seríamos perfectos para juntarnos. Nos fuimos con la sensación de que casi fuimos. Con la sensación de que no se pudo.

Se ha equivocado el destino en cruzarnos tan temprano. Porque estábamos hechos el uno para el otro pero para un ratito más tarde. Para toda una vida pero más tardía. Casi nos lo creímos.

Llegamos para irnos. Fue un hola y adiós. Y aún así nos pareció que el instante fue un amor de tres meses de verano. Intenso, inesperado. Que dio la sensación de que se quedaron antojos pendientes. Sabores de labios por probar. Fue un final de otoño. Casi primavera.

No nos pudimos retener. Era imposible romper las reglas de nuestros caminos. Y hoy parece que no nos podemos reencontrar. Nos perdimos. Y miedo da decir para siempre. Porque fue muy bonito sin pretender,  querer. Sin estar, ser. Que casi nos amamos.

Y hoy con una sonrisa en la cara recuerdo todo lo que viví contigo sin ti. Mi mirada feliz observa todo lo que ahora en mi habitación me recuerda a ti. Todo lo que me hiciste sentir. Porque no hay nada más bonito e inolvidable como pensar que casi te toco.

Que casi te toco, amor.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Las Tonterías del Amor

Esas tonterías que tiene el amor. Esa cosquilla cuando la ves, se acerca, te agarra. Pide un beso levantando su barbilla, sus labios te apuntan. 'Vamos, dispara.', dice sin decir. Sin todavía apenas tocarte, va y te sonroja.

Ese día tonto, sin nada que hacer. Y ella llega. Te lo ocupa. Vístete que nos vamos. A dónde sea. A un banco. A hablar. A reír, a vivir. A dar una vuelta por los recuerdos. A soñar despiertos. Y entonces llega la noche. Y la despides. Y ahí donde has olvidado unas horas, has ganado una vida.

Las palabras idiotas. Ese 'hola que tal'. El me he acordado de ti sin pronunciarlo tal como suena. El oculto te extraño. Del verbo echarse de menos. Los tontos buenos días de por la mañana con las sábanas aún deshechas. Y la ropa por el suelo pidiendo más tiempo. Ella en camiseta de chico. Recibiendo un guapa sin venir a cuento. La sorpresa escrita o hablada de aparecer. La tontería de comunicarse con detalles. De piropearse bien. De hacer el amor en cualquier lugar. Donde os pille.

O ahora que se lleva todo lo virtual. Por un comentario, notificación, emoticono en la foto de hace tres años, me gusta en cada una y todas tus sonrisas. Por esa oportunidad que nos brindan con un botoncito que no cuesta nada apretar, decir tanto con tan poco. Ya ves, qué fácil era clickear un te quiero.

O un abrazo pequeño tanto como ocupa. Una caricia en mitad de un día de sofá. Un café recién hecho en un desayuno tonto en la cama. Notita de color en la nevera, carta escrita a mano en un buzón que no acostumbraba a esos detalles casi imperceptibles.

Todo ese amor tonto que casi no se ve. Que ya casi no se quiere. Que ya, casi no se valora.

Todas esas tonterías que sólo se harían por amor.

Concretamente por el tuyo,

Tonta.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Cobardes


Ya no se ama tanto como se besa. Hay más amor perecedero que amores para toda la vida. Hay filofobia en el ambiente. Miedo al amor. Pero miedo de lo lindo. 

Nos han colado éso que dice que el amor es algo que duele. A lo mujeres, hombres y viceversa. Amar por amar. Querer por tener. A día de hoy el que viene de buenas ya es hasta sospechoso de porqué ama de verdad. Y se le aparta de manera muy natural. Hemos aprendido a colocarnos un escudo anti-todo, que no sirve absolutamente para nada.

Los síntomas son claros. La desconfianza pasea que da gusto por cada uno de las palabras del otro. La sociedad colma de citas célebres de Bécquer el Facebook, y los retweets en Twitter son directamente proporcional a lo que nunca se dice. Por que eso sí, llenar nuestras redes sociales de frases de Pablo Neruda y William Shakespeare, éso lo sabemos hacer tanto como fingir. De vicio.

Y en vez de tener un detallito algún día escarriado, en vez de imprimir aquella foto de Abril en Granada y comprarle un marquito, en vez de regalarle un boli para desearle suerte en el comienzo de los estudios, etc.
No. Nosotros nombramos a Federico Moccia, etiquetamos un nombre, cualquiera, colocamos en nuestros labios la frase de un cualquier anónimo de internet y 'ala' a esperar los "me gustas" tan falsos como el "te quiero como amigo" de tu peor ex. Así somos. Que ni somos. Que ya nos conformamos con aparentar. Porque ya ni parecerse.

Que los detalles ya sólo son para los románticos. Y lo decimos así. Como con desprecio. Ésos ilusos. Como si estuvieran diciéndote "capullo" en toda tu cara. Y lo peor de todo es que ese tipo de comentarios se aplauden, provocan risas. Son bienvenidos socialmente.

Nos mentimos tanto que ya hasta las verdades parecen mentiras. Y entiendo que se deba de tener un poquito de precaución. Amar con límites de velocidad. Pero es que se nos ha olvidado querer de largo. Ya no se dice te quiero en las despedidas. Se dice mañana te veo. Porque la esperanza que tenemos de que dure más de 24 horas vistas ya no se lleva.

Si no os gusta el amor, largaos. Pero bien lejos. Dejad de leer tanto como dejasteis de sentir. De verdad que no tomaré represalias con ninguna que haya decidido seguir siendo una cobarde en ésto de querer. Si os va bien siendo un don nadie, seguid así. Os garantizo que no quiero convenceros de lo que aún no habéis probado. Un poquito de verdad en los labios. Un escalofrío en un día cualquiera de vuestra relación.

Y ahora que han dejado de leer todos aquellos que se han sentido por aludidos, felicidades. Bueno, espérate, que aún queda alguno con dudas de lo que sintió. Ya. Ahora sí. Felicidades a todas aquellas que dicen "te quiero a mi lado". A todas esas que buscan un futuro sin miedo a perder. Valientes, que sois unas valientes. Porque no hay nada como amar de gratis. Querer de corazón.

Si aún sigues aquí. Dímelo a la cara: Tengo miedo de perderte. Y éso, os digo yo, que sí tiene cura. 

Cobardes.

martes, 1 de septiembre de 2015

Septiembre es Necesito Tiempo


Me encanta este mes. Éste que nos vuelve tan humanos. Como consigue el 'nuevemesino' éste, con una palabra, devolvernos de un guantazo toda la humildad que perdimos en verano. Septiembre no entiende de amores de agosto, ni de vacaciones en la mar. Septiembre es rutina. Septiembre es necesito tiempo.

Que septiembre no nos quiere. Y que también, que nunca nos quisieron. Y nos lo ha dejado bastante clarito en el silencio de cada día. En el desprecio de alguna noche de estío. En la ansiedad con la que se vivía cualquier semana del ya olvidado agosto.

Y lo peor no es éso. Lo peor es cómo nos lo dice. Porque septiembre ya ni nos habla. Ni por mensaje directo ni por whatsapp. Que septiembre nos vino a decir que agosto no fue real, sino la idea que se tenía de lo que se concebía como tal. Entonces septiembre es nostalgia. Septiembre es echarse de menos. E incluso un 'te veré pronto'. Aunque sea en el mismísimo infierno. Allí donde me fuiste a mandar.

Hazte a la idea de que julio no fue lo que era. Ni que ella vendrá en octubre a arreglarte lo que ella misma rompió. No queda otra que decirse necesito tiempo. Necesito septiembre para olvidarte. Unos treinta días para darme cuenta de que el espejismo que recreé de ti en la cabeza no se parece ni por asomo al oasis que nunca existió. 

Yo pido tiempo. Mejor dicho, lo exijo. Porque necesito un mes que me devuelva a presentarme como quién soy. Porque por pensar en ti, me olvidé de quien era yo. Hoy he decidido buscarme. Hoy quiero conocerme y volver a ser ese anónimo que nunca llegaste a conocer.

Uno que quiso amarte en verano. El único septiembre que necesitaba tiempo. El único septiembre, hasta entonces de tu vida, que te pidió amor.