sábado, 26 de septiembre de 2015

Se me ha olvidado, cariño


Se me ha olvidado, cariño. Y mira que me lo apunté. Ya, ya sé. Que no tengo perdón. Que hoy me quedo sin besos. Sin cenar. Al rincón, castigado. Por olvidadizo. Por mal amante. Por peor amigo.

Lo mal que se me dan las prisas. Con lo despacito que fuimos anoche. La conversación que fluía apaciguada entre mis respuestas que intentaban encandilar todas tus preguntas. Lo que me preocupé, bajo las estrellas, ser detallista en las formas, medir las palabras. Cuántas veces me dije a mí mismo 'qué bien le queda ese vestido', 'qué sonrisa...', 'qué guapa va...' y que tantas veces intenté decirte pero nunca supe donde meterlas. Si después del postre, si antes del primer plato. Si dos veces por cada botella de vino.

Se me ha olvidado, cariño. Y mira que dejamos marcas allá donde todo iba a salir bien. Como la marca de tus labios en la copa del restaurante donde nos cenamos. O cuando llegamos al portal de tu casa y te quité una pestaña que te caía por tu cara. O esa marca que nos dejamos en los dedos de las manos cuando las juntamos sin querer por la estrechez de una escalera que iba hasta tu piso.

Mira que lo sabía. Que algo se me olvidaba. De verdad. Que tenía esa sensación de que en algo estaba mintiendo sin querer. Como cuando dijiste '¿nos tomamos la última en mi casa?'. Y ambos nos reímos porque sabíamos que no iba a ser la última. Que no iba a ser una. Y que no iba ser solo una cuestión etílica la intención. Que no había mono de alcohol sino de cariño. Que no íbamos solo a bebernos a besos. Que fue una mentira piadosa. Un aquí te pillo, aquí te amo. Un ni contigo ni sin mí.

Es que ha sido salir por la puerta, mirarte como dormías toda la noche que te prometí, que nos prometimos, y pensar: 'Algo se me olvida.'.

Y entiendo que te hayas enfadado cuando al despertarte, hayas ido inmediatamente corriendo hasta la nevera y no hayas visto ningún mensajito de buenos días. Ni un 'te quiero guapa'. Ni una hoja de reclamaciones. Ni un teléfono de consulta. Ni un vuelvo en cinco minutos. Ni ná de ná.

Pero como no iba conforme decidí dejarte esta carta en el cuenco donde sueles dejarte las llaves. Para decirte que sí, que se me ha olvidado el papelito de color con una frase que me inspiras. Que sí, que se me ha olvidado en beso de las siete y un minuto de la mañana, y el anillo que te prometí anoche tras la penúltima copa de vino manchada del color de tus labios.

Y sí, se me ha olvidado cariño. Se me ha olvidado lo que tenía que hacer, lo normal, lo típico y lo que te esperabas. 

Y sí, se me han olvidado las llaves. Porque quería decirte de manera diferente que pienso volver. Que quiero que seas tú la que me abras la puerta. Que cuando yo llame al timbre tu vuelvas a estar. Y que cuando me abras, me vuelvas a castigar. Como la última noche. Haciéndome recordar, que de sorpresas, la rutina, se vuelve a olvidar.

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