lunes, 28 de diciembre de 2015

Abrazos Inocentes

De una inocente. Una de estas que todavía crea en un nosotros. Una inocente de estas sin maldad. Que espera en su habitación mirando la ventana donde el último la observaba haciéndole tanto daño.

Quiero mil mentiras suyas de esos labios tan sinceros e incapaces de morder para olvidar. Me refiero a toda esa chica capaz de ser tan niña como mujer. Que te alegra cualquier día que menos se lo propongas. Aquella inocente que quiera cuidarnos mucho.

Quiero esos abrazos de 28 de diciembre encima de una cama aún por deshacer. Esa mirada de inmaculada virtud. Capaz de hacerte olvidar cualquier alrededor, cualquier paisaje que nos rodee. Quiero muchos besos en la mejilla, al borde del labio, rozando las comisuras. Besos inocentes al borde del pecado.

Dejarnos engañar por esas chicas que nunca mienten. Aquella mujer que se echa de menos cuando menos está. Ser tan inocente como tropezar una y otra vez en todo lo que ella quiera querer. Quiero equivocarme en todos sus aciertos. Picar en todas sus trampas. Dejarme seducir inocentemente.

Quiero esas caricias inocentes que aparentemente no son nada y convertilas en rutina. Caer como tontos en todas sus locuras y ser partícipe de todos sus juegos de mujer.

Quiero esta noche, romper una lanza a favor de toda aquella que enamora tanto como se deja enamorar. Aquella que se deja ir tanto como viene. Porque aquí lo que se trata es de ser totalmente inocente en esto del querer.

Que por una vez al año seamos tan románticos como tontos. Porque lo que cuenta son las cosquillas que nos dejamos querer en un sofá. Las tonterías y roces de un día a día que no importan porque ahí lado está, la inocente que siempre quisiste enamorar.

Queramos ser hoy sus inocentes, sus tontos, y cualquier adjetivo calificativo que me quiera catalogar cariñosamente aquella que saca una sonrisa cuando termina de leer el texto y se da cuenta de que, al final de todo, inocente, inocente sigue siendo ella.

domingo, 27 de diciembre de 2015

No es tan difícil decir te quiero

Empieza a regalarte uno de esos que se necesitan. De verdad, te irá bien para este nuevo año que entra. Una de esas personas que sabes que por mucho que os tropecéis, ahí estará ella para levantarte una vez más. Porque este año se acaba y aún no te lo has dicho. Porque este año se acaba, y lo que es peor, no va a volver a empezar. Y se quedará como el año en el que hubo miedo de decirlo. El año que a pesar de que no se dijo, se gritó en silencio. Mucho.

Empieza por todas las cosas que te gustan. Su boca, sus caricias, sus besos. Empieza a enumerarlas por todas esas que nunca te llegó a dar. Etiquétale en todas esas fotos que te faltó por 'miedo a'. Déjale un 'me gusta' del tamaño de lo que temes decir.

Y ahora apaga el teléfono móvil, los audios y todos esos mensajes que se dejaron a medio decir. Ahora sal y plántate en los bordes de su boca. Y ahí empieza a decirle todo aquello que se dejó en el tintero en este 2015 que se va. 

Nunca olvides de mirarlo a los ojos pues, ahí, en ellos, es donde está el verdadero sentimiento. Díselo. Que no tienes nada que perder y que te quedan años por ganar. No le prometas nada, demuéstraselo. Un día, otro día. Que no cuesta nada mostrarse tal y como uno es.

Díselo. Que es muchísimo mejor escuchado que leído. Que es más gratificante la sonrisa de su boca que la de sus caracteres. Díselo. De la mejor manera que sepas. Con besos, con caricias, con abrazos. Que se vea, pero sobre todo que destaque. Que se note que se quiere querer.

Que como ves, no es tan difícil decir te quiero. Que como ves no es tan difícil mostrar aprecio.

viernes, 25 de diciembre de 2015

El amor es siempre un después


El amor es siempre un después. Todo lo que se deja para el final. Es el postre de una amistad ya bastante consentida. El amor es todo lo que dejamos al final del trayecto. Aquello con lo que nos queremos dejar un buen sabor de boca.

El amor es la historia de los últimos capítulos de la novela. Aquello con lo que queremos terminar nuestra vida. El ponerle la guinda a un pastel que tienes ganas de devorarlo. Todo el amor se deja para un último momento. Para un casi final que esperas que, al llamarlo así, nunca acabe.

Tenemos esa manía innata de dejarlo todo para un después. Quizás es porque le tenemos más miedo a estropear un presente que a perder promesas en un futuro. Yo creo que nos molesta el 'ya'. O que nos han pintado muy malas esperanzas en un pasado y estamos pagando los platos rotos de un antiguo después.

Nos pasa sobre todo en esos presentes donde no hay amor pero que, siempre, por culpa de alguna boca enamorada, nos dejan esa ilusión de que después de todo ahí, al final del drama, haya algo con forma de alguien dispuesto a acompañarte lo que queda de túnel.

Ayer, hoy, hace dos semanas, podrías haber visto el amor de tu vida y sin embargo estás ahí, escribiendo unas letras, leyéndolas frente a una pantalla de móvil o escuchando la música que te gustaría poner de banda sonora a todos tus anteriores 'después'. Y esa sensación de que no ha pasado nada te culpa un día más tarde de que todo lo has podido perder.

Y a veces dejarlo todo para más tarde lo confundimos con todas esas bonitas palabras que se disfrazan de nunca. Ojo que lleva ironía la cosa. Quizás por eso el 'te querré' ya no suena tan sincero, ni el 'te quise' tan creíble. Ahora lo que se lleva es un 'te veo luego' o 'después'. Y eso, eso si que suena de verdad. Eso si que llega al corazón. Todos esos 'no estoy segura'. Los increíbles 'ahora mismo no'. Los brutalmente honestos 'te quiero como amigo'. 

Hay una delgada línea entre el nunca y el después. A veces es tan sencillo como mirarse a los ojos. Ahí es donde se muestra la intención. La intención de querer volverte a ver o la de nunca vernos jamás.

El amor es siempre un después. Lo que se consume en presente y se guarda un poquito para mañana. Es como ocultar eso que te estás regalando, tiempo, en una cajita para abrirla un tiempo más tarde. Es quererse con acuse de recibo. Que se sepa que ha llegado y que se devuelva con remitente y destinataria.

El amor es siempre un después, sí, pero para eso y para diferenciarse de un nunca, hay que quererse hoy. Hay que quererse ya.

lunes, 21 de diciembre de 2015

21 de diciembre de 2019

Ese día guárdamelo. Ese día déjalo para mí. Aunque hayan otros abrazos y otros besos los que te rocen, pero ese día, como nos prometimos, dedíquemoslo para nosotros. Si a mí me da igual el día, el tiempo, y el lugar. Yo lo único que quería era tu compañía. Verte cerca. Verte llegar.

Cuando llegue el 21 de diciembre de 2019, sal, búscame. Deja todo lo que estés haciendo y piensa que hace años, hubo alguien que desde tan lejos, ese día, te lo dedicó. Piensa que se dejó el momento para que encajara, para que, fuera lo que fuera el presente, el futuro se convirtiera en otro. El día 21 de diciembre dame la poquita ración de ti que te pedí años atrás.

El 21 enséñame a quererte. Dime quién soy yo, para amarte a ti. Justíficame la ausencia con toda la correspondencia venidera. A mí el 21 no me sueltes de la mano ni del alma. A mí el 21 píntamelo de siempre. Justíficame todas las ausencias en todos los besos que me vas a dar. Porque ese día pienso pedirte todos los que me debes. Ese día nos vamos a ajustar las cuentas de todos los cariños que se dejaron para 2019. A mí, el 21, no me dejes nada por probar.

El 21, quédate. Pídeme no irme. Búscame otro día de cualquier mes, de cualquier año, en cualquier lugar, porque voy a tener ganas de más. No te preocupes si es para dentro de tres o cuatro años, si como ves, a mí, esperarte, nunca me va a importar. 


domingo, 20 de diciembre de 2015

Depende


No. No depende de según cómo se mire. A la porra el refrán. Al diablo todos los 'quizás'. A la hoguera todo eso que se ve, que se juzga, que se cuestiona a segundos vista. Al carajo todos los 'dependes', a los que lo dejan todo para un luego, y puerta a todos aquellos o aquellas que se escudan en un según se mire todo depende.

Estamos hartos, hartos de todas esas esperanzas superficiales. Estamos cansados.Todos los que estamos detrás de un depende del tamaño de un desamor estamos cansados. Cansados de todas esas excusas del iris. Estamos cansados de depender de vuestros bonitos pero injustos ojos, de vuestros relativos gustos, de vuestras falsas interpretaciones.

No. No queremos vuestros 'depende'. No nos contentan todas vuestras promesas de aire, todas esas palabras de descompromiso. No queremos depender de vuestras desdichas, de vuestra suerte, del día que tengáis, de cómo se nos prejuzgue, de según cómo se nos mire.

Queremos depender, si hay que depender, de vuestras risas. De vuestras caricias. Queremos estar detrás de todos esos besos. Depender de cada poro de vuestra piel, de cómo se recorre con la mano, con la boca, con las ganas. Así hasta llegar al cuello. Queremos estar pendientes de que no os falte de nada. 

Queremos ser yonkis de un amor. Y consumirlo sin temor a que se acabe. Queremos quereros bien. Ser dependientes de una ilusión. Y ponerle nombre de mujer. Queremos que nos brillen los ojos como a ustedes. Queremos lo que todos quieren. Dejarnos un poquito querer. Darnos la alegría de estar con la persona de la que realmente queremos complementarnos.

Queremos estar bajo sospecha de ser culpables de todas vuestras ganas. Y que se nos llene la boca diciendo que estamos con la mujer que queríamos estar. Estar orgullosos de estar a vuestro lado. Porque es para decirlo. Que no sólo os queremos, sino que además nos queréis.

A veces es tan sencillo como dejarse todos los 'dependes' en casa. Sacar todos los 'sí' a pasear y decirnos de una vez por todas la verdad.

Que no depende de según cómo se mire. Que depende de según cómo se ame. Depende de según cómo se quiera. Depende, sobre todo, de según cómo se cuide. De eso, sí que todo depende.


jueves, 17 de diciembre de 2015

No me Quieras Tanto

No me quieras tanto. Que no se note. Que es que además no se lleva. Que sienta muy mal con cualquier ropa que te pongas. Con cualquier sentimiento que te encuentres. Y que si se llegase a notar que nunca se llegase a reconocer. No me quieras tanto. No lo digas, ni lo dejes por escrito. No lo leas si quieras. Largo de aquí, que como te pillen...

A mi no me quieras tanto. A mí quiéreme mejor. No te pido más, te pido ya. Que se note, no que sobresalga. Que merezca la pena. No te pido un cuento, ni historias felices. Te pido tormentas donde pasarlas juntos. Superar barreras y obstáculos con la colaboración de tu voluntad y las ganas. 

Entérate, que yo te quiero despeinada y sin maquillaje en una mañana de domingo en mi cama. No quiero que seas la mejor de todas, sino la mejor naturalidad que tengas. A mí me gustas tal y como te dejaron. Quiero que seamos aquellos que nos arreglemos mutuamente. 

No quiero ser tu héroe. Quiero ser quién te cuide. Que después de tu familia y amigos esté yo. Aquel escudo que dejamos para el final. Para terminar la vida. Y quiero ser tu primer último. Y no quiero que el camino sea fácil.

Quiero luchar contigo, codo con codo, por sacar nuestros sueños adelante. Que en las peores saquemos las sonrisas de las fotos. Que en los contratiempos siempre tengamos un 'no pasa nada'. Yo quiero tu mano en mi hombro, tu cara en mi pecho, tus lágrimas en un sofá. Yo quiero una chimenea mirándonos el aprecio.

Quiero infinitos 'me he acordado de ti'. Eso sí los quiero. Quiero un 'qué tal' en cualquier minuto tonto del día. Un vente y que yo me deje ir. Yo quiero dormir contigo, no una noche sino todas las que quedan. No quiero más. Quiero mejor. Y siempre superarnos en formas porque en contenidos ya nos sobran.

Quiero compartir contigo espacio, algo más que besos. Quiero que me quieras un poquito menos, pero algo mejor. No me quieras tanto. Quiéreme más de tanto en tanto.

Quiero estar contigo. Eso es todo.


martes, 15 de diciembre de 2015

Ni un minuto más sin ti

Se acabó. No pienso esperar ni un minuto más sin ti. Ahí donde me ves tan tímido voy a irte a buscar. Se acabó. Yo ya no quiero esperarte ni simplemente mirar. Yo ahora quiero estar contigo. Tan cerca, que ninguno de los dos nos podamos separar.

Hoy he decidido que esperar es de cobardes. Que no pasar a la acción es sinónimo de dejadez, y yo quiero todo lo contrario a dejarte marchar. He apostado por ti y todos mis sentidos van a girar a devolverte todo lo que me quieras dar.

Ya no habrá insinuaciones. Lo cambiaremos por mordidas. Ya no habrá buenas noches. Las cambiaremos por perversas, en cama, bajo unas sábanas que serán testigos de una pasión desenfrenada. Ya la cordura pierde valor ante la locura. Se acabó el 'dejarse ir', el 'todo llegará'. Se acabaron los textos largos sin nombre, las fechas sin dedicatorias, los cuentos sin princesas. Ahora todo va a tener un por qué. Y sobre todo un con quién. 

Me cansé, y no de esperar, porque te esperaría toda mi vida. Me cansé de un vernos siempre para un luego. No es que tenga prisa por quererte pero es que he visto, por otro lado, que pierdo minutos sin ti. Y que los quiero empezar a recuperar contigo. Ya.

Voy a apostar por ti aún a riesgo de que me tenga que recomponer si no llego a encontrarte. Al miedo lo he mandado a buscarte y yo voy tras él para protegerte del mismo. 

Quiero cuidarte. Y no sólo con la mirada sino con mis brazos, mis detalles y mi compañía. No quiero ver como otra vez se marcha el tren sin ti. Esa casualidad que nos debería de unir y que no llega. Esa intención que tímidamente se va.

Yo voy a defender a partir de hoy un nosotros. Todo lo que conlleve que tú estés feliz y yo lo viva cerquita tuya. Un nosotros que quiero consumir en este mismo instante. Derretirlo en tus labios. Sentirlo en tu corazón.

Yo no quiero un minuto más sin ti. Yo lo que quiero es un contigo, el resto de todos los minutos que me quedan por vivir.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Amor En Estas Últimas 24 horas.

He esperado veinticuatro horas sin ti para ver que me inspiraba tu silencio. Nuestro silencio. Porque he sido cómplice de él. He de reconocerte que más de una vez he sido tentado por la facilidad de mandarte un beso enorme desde cualquier red social que nos tenía el vicio controlado a cuentagotas. Pero salvando las ganas de saber de ti, he sabido reflexionar y distinguir entre lo que me gusta, lo que tengo, lo que siento, y lo que padezco.

Empezaré por esto último, porque desde un tercer plano me he visto preocupado
por lo que padezco. Y ya no sólo por lo que padezco, sino por lo poco que me importa lo que parezco. En contadas ocasiones he visto a gente disimular su padecer por lo que parecía. Y en determinadas ocasiones he visto como se han cerrado puertas por manos ajenas. En mi caso padezco ganas. Sí. Tengo ganas de ti. Muchas. Y me dado cuenta que me da igual lo que parezco cuando pido un poquito de tu amor. Pues nunca me importó cómo se me lee. Ni los prejuicios y consideraciones que se sacan de unas palabras que, entre otras cosas, comparto por tenerte aquí, y no por saber de mí.

En segundo lugar, después de 24 horas sin ti, he descubierto lo que siento. Y me veo capaz de explicarlo con la misma pasión con la que lo exijo. Siento que necesito. Pero así, sin más. Siento que te quiero, que tengo ganas de ti. Que he empezado a sentir curiosidad por esos labios, por esos gustos, por tu vida. Que estoy enganchado a tus secretos. Que tengo más ganas de leerte que de escribirte. Que siento que cada vez que no sé de ti, me falta en el día horas. Siento que formas parte de mis vicios, que quiero saber de ti, aunque sea una simple sonrisa, un tonto emoticono o una inusual cita en el año 2019. Siento que quiero sentirte, y muchísimo más de lo que tú y yo imaginábamos.

Y conforme me iba enganchando a tu vida me di cuenta de las cosas que tenía. Pero sobre todo de las cosas que me faltaban. No pasó ni medio minuto y ya sabía que me faltabas. No te lo tomes como un acto de posesión, sino más bien de acompañamiento. Yo no quiero tenerte. Yo lo que quiero es acompañarte. Estar al lado. No siempre. Sólo cuando se necesite. Me di cuenta entonces, que no importaba mucho lo que se tenía, que lo que nos enamora es lo que nos mantiene. Que con la misma raíz léxica pero con total significado diferente te rompe los esquemas de lo que se echa en falta. Y claro cuando sale ese verbo a relucir, la segunda persona del singular ya es casi inevitable.

Y ya por último me pregunté que es lo que me gustaba de ti. Después de una lista innumerable de aspectos físicos que te hacen para mí única, he nombrado tu misterio, tu bondad y tus maneras. Me he dado cuenta lo poco que sé de ti. Pero es que inmediatamente después he justificado que era suficiente. Que para mí guardas un misterio que en caso de ser descubierto, no iba a saciar las ganas de saber de ti. Me he dado cuenta que yo no te quiero por lo que sé de ti, sino por lo poco que me bastó para enamorarme de ti. Después he pensado porque eres tan buena conmigo. Porque a pesar de mis letras, de mis malas maneras y de mis formas de molestar estás ahí tan pendiente de mis cosas desde un cuarto plano. Porqué has sido tan buena conmigo, y porqué acostumbras a enamorarme así tan sin querer.

Y ya por último, terminando las 24 horas, he visto tus maneras. Las maneras que tienes de romperme el silencio. De aparecer sin previo aviso. Las maneras de coger cualquier minuto y decirme sin querer 'quiero saber de ti'. 
Y yo preso de tu voluntad, escribirte: 'Yo también...yo, también...' 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Guárdame

Róbame, el tiempo, la vida, el destino. Guárdame a un lado de tu mesita de noche. Tenme cerca. Pídeme los besos, los abrazos, las caricias. Y escóndeme en cualquier rinconcito de tus deseos.
Si me quieres, guárdame. Allí donde nadie me pueda tocar más que tus manos. Guárdame en la lista de lo que queda por hacer. Quiéreme un rato, un tiempo, un siempre. Yo no te pido que sea ya, pero tengámonos guardada una fecha para el primer aniversario. 

Guárdame todos mis miedos en una cajita y házmela olvidar. Compartamos viajes, momentos, risas y elígeme en alguno de tus mejores días. Y en los peores yo me pondré el primero para protegerte. En los peores yo me autoincluyo para ayudarte. Para ayudarnos.

Guárdame todas las fotos donde sonrías para cuando te eche de menos, la espera sea menos agónica. Si me quieres, guárdame. Guárdame a tu lado. Cuéntame tus días, que a partir de hoy nunca jamás te vas a sentir sola. Guárdame todas las conversaciones con tus labios. Guárdame todos los besos que dan esos que me tienen ansioso por rozarlos. 

Guárdame cuando se te antoje. Cuando te quieras dar un capricho que te dure una relación. Cuando quieras formar una vida con la persona adecuada. A mí déjame el último para ser el primero que te ofrezca un siempre.

Guárdame cuando me necesites. Porque si algo he aprendido de tu amor. Es que se necesita tanto como se desea. Que se coge con más ganas contra más se guarda.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Relación es Mimar

Relación es dedicarse. Mostrar un poquito de atención a aquello que te lo demanda. Relación es demanda, tanto la que se pide como la que se da. Que todo el mundo sabe que contra menos dés, menos relación habrá. Que se pierde por cada metro cúbico que gastamos en olvidarlo. Relación es mimar. La cantidad de mimos que se dan en un sofá. La cantidad de besos que se dan en un cuarto de hora.

Relación es mimarse. Todo aquello que se hace de a dos. El tiempo que se gana en estar juntos. Es la cantidad de detalles tontos que soltamos a la boca de aquella. La cantidad de abrazos que se reconfortan. Relación es voluntad. Tener ganas de. 

Relación es todo aquello que envuelve. Lo que lo hace para ustedes dos, único. Porque relación es unicidad. El amor diferente que nadie te da. No aquel que quiera ser el mejor, ni ser familiar, sino que quiere ser otro más para complementar el anterior. Amor no es competición sino trabajo en equipo.

Relación es cantidad. La de lavadoras que vais a poner juntos. La de veces que vais a poner el arbolito de navidad. Cantidad de ropa que os vais a dejar encima de la cama. Cantidad de veces que la vais a tirar encima de la silla, del suelo o de lo primero que pilléis al llegar. Cantidad de besos inesperados, peticiones, planes y proposiciones, tanto decentes como indecentes que os vais a querer contar.

Porque relación es pensar. Imaginar como lo vais a organizar todo, pensar que hoy le tenía que mandar un mensaje de buenas noches, que mañana la sorprenda con un desayuno sin avisar. Pensar que hoy recojo yo a los niños y que mañana, solos, nos vamos a la cama una vez más.

Relación es estar. Y que si no se está que lo parezca. Que desde lejos ni se dude que se puede amar. Que si se dice te quiero no es para convencerte, sino para demostrarte que sin nada a cambio yo te lo iba a regalar.
Eso es relación, regalarte. 


Mimarte. Un día más.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Dedicarse


Una relación es dedicarse. El tiempo que nos molestamos en el otro. La dedicación que ponemos en cualquier cosa fuera de nuestro espacio vital. La dedicación con la que hacemos las cosas. La cantidad de veces que nos dedicamos a los demás.

Una dedicación es una entrega. Depositar en el otro un tiempo, que tengas o no, se lo piensas dar. Lo que todo el mundo llama 'tener un detalle', pero además con buena voluntad, sin obligación, sin compromiso, pero de muy buena gana.

Porque dedicarse a posta es señal de aprecio, de afecto. De hoy quiero estar contigo. No hay nada más aclaratorio que un 'me he acordado de ti'. Porque a todos nos gusta un 'quiero saber cómo estás' de aquel o aquella que te piensas dedicar.

Dedicarse es compartir. Darle al pause de tus quehaceres y sacar un mensaje, una sonrisa, o un café a los labios que te gustaría besar. Tomarte cinco minutos en valorarse. Porque dedicarse es una acción de 'efecto boomerang'. Si te dedicas en cuerpo y alma a aquella que te aprecia, ésta te lo sabrá recompensar.

Una relación es dedicarse. Molestarse en pensar un poquito menos en ti y pensar un poquito más en todo lo demás. Porque lo que importa a fin de cuentas, es cuidarse y cuidarla. Proteger no solo lo que se vivió sino también lo que está por llegar. Cuidarla a ella pero sobre todo, cuidar un nosotros. Preocuparse que nada se vaya a romper, y que si se rompe, que se pueda arreglar.

Si estás cuidando tus dedicatorias, estarás cuidando tu relación. Si estás mostrando interés en dedicarle a la otra persona algo; tiempo, palabras, compañía, conversación, saber estar, entonces estás cuidando tus relaciones.

Por eso todos los días cuando me levanto por las mañanas, me dirijo hacia el móvil para ver si me has dedicado algo. Por eso cuando pasa mucho tiempo sin saber de ti, tengo la cierta necesidad de dedicarte algún buenos días, un tentador qué tal, un principio de 'quiero saber de ti'.
Pero hoy, de momento, nada. Salvo este texto. 

Que sin querer, como todas las mañanas, ya te lo he dedicado. Otro tiempo más para ti.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Gamas de Abrazarte


A veces lo que importa no son las formas. A veces lo de menos es el cómo. Importando siempre más el fin, que en ciertas ocasiones, justifica los medios. A veces he sentido la necesidad de plantarte un buen abrazo, de estos largos que duran un dato. Esos que dan una cifra entre te quiero mucho y no te vayas. Y esperar ahí juntos a ver si pasa algo. O a ver si no pasa, pero que se quede ahí un ratito. El tiempo que da pa' antojarse otro. Porque lo importante no es cómo se da, sino como se recibe, pero sobre todo como se repite.

Por eso tengo una gama de abrazos guardados en mi cartera, por si un día, a parte de dinero, me pides cariño. Por si un día, a parte de palabras, me pides gestos. Porque abrazar se puede abrazar de muchas maneras diferentes. Pero dejarse abrazar, eso ya es cuerpo de otro ser. Harina de otro costal. Amor de otro comensal.

Abrazarse es venderse. Dejarse querer. Amarse por completo. Dejarlo todo amado y bien amado. No hay abrazos de Judas, ni abrazar por abrazar. Aquí no se engañan cachetes. Aquí si se abraza, se abraza bien. El contacto es vital. El contacto es aprecio.

Querer repetir un abrazo tan fuerte es quererse con ganas. Dejarse todas las vergüenzas en la percha y disfrutar de todo el amor que viene a darte aquella persona que con una sonrisa y unos brazos abiertos de par en par piensa darte un bofetón en ese sentimiento que lo tenías algo perdido: la locura. Quererse fuerte es abrazarse sin medida. Volcar tu cuerpo en el del otro y saciarse de la fuerza y energía de aquel o aquella que con un gesto acaba de darte un chute de adrenalina a tus sentimientos. Después de eso viene un beso. Sincero. O un te he echado de menos. De esos de verdad.

Pero no hay nada como abrazarse despacio. El querer lento. El saber disfrutar de cada roce entre tu piel y la mía. No hay nada como disfrutar el momento. El 'aquí estoy' en forma de envolver todo lo que quieres cuidar. Porque a fin de cuentas es enlazar aquella o aquel que te tiene enviciado a estos gestos que si repites es por puro amor, y no por vicio.

Si se quiere, que se abrace. Si se quiere, que se sienta. Que se repita. Porque no hay nada como quererse en brazos de otro. No hay nada como sentirse protegido por alguien que hacerte daño no formaba parte de su gama de abrazos. Tú puedes querer que te abracen. Puedes ir y buscarlo. O dentro de lo que cabe pedirlo. Exigirlo o demandarlo. Abrazarse no es cuestión de fe sino de ímpetu. Dejarse abrazar es lo único que aún no sé como te sienta.

Y aquí declaro mi guerra particular contra todo tu cuerpo. A partir de hoy los besos van a ser secundarios. El amor en cama ya estaba pidiéndonos uno de éstos. Ya ningún 'te quiero' irá tan vacío de gesto. Ahora voy a ir a buscarte la cintura con mis manos.  Tú puedes decir lo que quieras. Pero yo tengo gamas de abrazarte. 

Y todas, óyeme, todas, las pienso utilizar.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Si Me Ves


Si me ves, cállate, no lo cuentes. Si me ves, disimula. Si me ves haz como que no era yo. Guárdatelo para después. Que verás que bonito va a quedar cuando lo recordemos entre risas en un sofá. Si me viste haz como que no te acuerdas. Niégalo hasta la cama. Ciérralo hasta que todo se abra. Hasta que no puedas más. Hasta que todo explote. Hasta que nos queramos con algo más que con los ojos.

Si me ves, tú aprovecha. Sácame todos los defectos que puedas. Búscame las cosquillas desde ahí tan lejos. Si me falta o me sobra algo dímelo, que yo te lo arreglo. Si me ves, convéncete de que hubo un día que estuvimos tan cerquita de vernos, de tocarnos, y por qué no, de empezar a amarnos.

Si me ves, no me culpes de que lo busqué. Porque todo fue sin querer. De pura casualidad, de bonitas maneras. Que si me viste no fue porque yo lo provoqué. Que si me ves, yo ahí, te prometo, que no tuve nada que ver.

Pero sobre todo, si me ves, no lo digas. Nunca. Prométemelo. Si me vistes haz uso del refrán, de que si te visto no me acuerdo. Pero tú acuérdate. Acuérdate que me viste. Y llévate días pensando que me viste. Que anduve por tu mismo espacio. Que un día me crucé en tu vida. Aunque lo niegues hasta la saciedad.

Si me ves y aún te inquieta, yo te pediría que me volvieras a buscar. Que si me quieres volver a ver no es un problema adicción, sino de ambición. El amor es querer más. Saciar aquí, ahora, ya. Y si se puede, más. Si quieres verme, que sea con ganas, con más ganas. Más tiempo. Y menos gente.

Si vamos a destinos diferentes que al menos seamos culpables de ello. Si hay que pararse un momento a invitarse a besos, se invita. Los dos, que demos lo que queramos dar. Los dos, que si queremos ver, que sea lo que queramos ver.

Pero para la próxima vez, si me ves, que sea a solas. Que no haya nadie más que tu sonrisa. Tus ojos solos. Tu pelo suelto. Tu cuerpo al raso. Mis sábanas tapándote. Tu ropa en el suelo. Mi deseo en la cama. Tu nombre poniéndole sentido a mi vida. Mi vida en mi cama también. Que si nos vemos, que sea para volvernos a ver. Que si nos vemos que sea para cualquier cosa menos para decirnos adiós.

Así que si nos volvemos a ver, sabremos porqué, cómo y sobre todo qué queremos que pase cuando tu mirada se cruce con la mía. 

Que tú pares tu vida para meterte en la mía.

Que yo si te veo, me gustaría, entre otras cosas, volverte a ver. 

martes, 1 de diciembre de 2015

Una Quema de Humildad


Me duele verlas así. Me quema verlas tan niñas, tan chicas, tan frágiles. Me duele verles las heridas de su piel. El mal rato que debieron pasar para que su piel fuera devorada por el fuego. Me duele pensar que están en cirugía y no precisamente para ponerlas más guapas sino para curarles las quemaduras de sus brazos. Su dolor de estómago, su bicho llamado virus, en forma de crueldad.

Me he sentido impotente. Y he sentido cuando las miraba, miedo. Miedo por no saber reaccionar ante una situación así. Donde ellas debían hoy ser curadas de espanto, y donde el asustado he sido yo. No he estado a la altura de sus ojos. No he podido ayudarlas. Simplemente las he acompañado en su rutina hospitalaria. Seguir el gotero que borraba sus pasos de niñas grandes.

La impresión me pudo, y aunque disimulé estar jugando con ellas, no paraba de plantearme qué fue lo que pasó para que a esas niñas de ochos años le faltaran los nervios de una de su edad, qué pasó para que le faltaran ánimos, fuerzas, infancia. Quién fue culpable de que su piel estuviera tan quemada como todas sus ilusiones.
Sólo me consta que tienen una familia muy grande para cuidarla. Ésa familia que nunca falla. Esa madre que siempre está. Que siempre estará. Para que puedan mirarla a la cara y decirles, que pase lo que pase, siguen siendo igual de guapas que siempre.

Yo ya no creo en princesas ni en cuentos donde las protagonistas tienen largos cabellos y tez pálida rosada. Ya no creo en cuentos con final feliz, ni donde todo vaya rodado. A partir de hoy tengo otras heroínas como C. y L., que sin fuerzas apretaban sus manos para coger el rotulador que pintaba sus esperanzas de salir de allí.

Me duele sólo haberme quedado con sus nombres. Pero me dolería más si cabe si hoy no hubiera sacado un ratito que dedicarles a cada una de ellas. Porque estoy seguro que el día de mañana serán más princesas que cualquiera que nunca se llegó a quemar la piel.

Hoy me han enseñado algo. Debajo de esa piel había un corazón intacto. Me han dado una quema de humildad.