viernes, 28 de agosto de 2020

Quiero llegar ahí

 Quiero llegar ahí, a ese rincón donde guardaste tus miedos. Quiero conocerlos, protegerlos, asegurarme de que nunca se vayan a escapar. Quiero cuidarlos, mimarlos. Que no haya nada ni nadie que pudiera tocarlos más que mis manos, más que mis dedos.

Quiero llegar ahí. A cualquier recoveco de tu piel. Surfear por ella. Impregnarme del olor que dejas en las sábanas al despertar. Quiero habitación y ropa de cama de hotel. Quiero estar ahí. En ese momento donde me das un beso, coges las llaves y te vas. Quiero estar en el sofá esperándote una tarde, guardando el atardecer para dedicárnoslo.

Quiero llegar ahí. En ese momento que abres la puerta, cansada, sueltas la maleta y te acurrucas cerca de mi pecho en busca de un abrazo, de una caricia, de unos mimos que con gusto se deberían de dar. Quiero llegar ahí, a todas tus incertidumbres. Y mecerlas en una cuna, ponerles nombre.

Yo quiero llegar ahí, a cada fin de semana de final de verano con toda la casa por barrer, con todos los besos por darse. Quiero llegar ahí, a todos esos te quieros. A todos esos junto a ti.

Quiero llegar ahí. A tus deseos, a tus ganas, a tus comisuras. A perderme en cualquier sitio inexpugnable de tu cintura. Y sentirme conquistador de tus caderas, gobernador de tus vellos de punta mientras bajo por la espalda a pecar de lo lindo.

Quiero llegar ahí.

Al único sitio de cuál puede que no regrese jamás.

Quiero llegar ahí,

Contigo.

martes, 11 de agosto de 2020

Siempre me pides más

Siempre me pides más. Insatisfecha de mis palabras, de mi ausencia, de mi presencia. Siempre vas y me pides más. Sin saber que es lo que exactamente quieres. De vez en cuando coges y te vas. En busca de otros labios a pedirle lo mismo que me pides a mí. Pero vuelves. Vuelves porque no sacian como yo. Porque no quieren como yo. Porque nunca me vas a encontrar en otros ojos, en otros labios que no sean lo que están aquí dedicándote un trozo de tiempo, en forma de escrito; de escrito de amor.

 Siempre me pides más. Como si yo fuera tu fuente infinita de te quieros. Como si yo fuera el culpable de tantas ganas. Como si yo te contara al oído todas las noches lo que me gustaría hacer contigo bajo una sábana llamada quédate.

Siempre vienes a buscarme. A exigir, sin malas palabras, un poquito de atención, un poquito de tiempo, un poquito de amor. Siempre vienes al rincón de pensar. Al sitio donde si te abrazan no araña. Sitio donde, cuando te dicen nosotros, vas y te lo crees. Que siempre has sido de creer más que de vivir. Verbos donde siempre que lo conjugábamos lo mezclábamos con cualquier cerveza, en busca de lujuria, de tiempo perdido, de ropa interior al suelo, de amores que nunca fueron.

Siempre me pides más. Quizás porque nunca supe decirte que no. Quizás porque siempre estoy para ti. Aún cuando varado en la orilla me dejaste, el mensaje en la botella iba firmado para ti. Siempre pides más, pensando que fue poco lo que se dió, pensando, quizás, que fue ínfimo lo vivido.

Y siempre vienes a verme. A cotillearme cualquier esquinita que dejé ver. Siempre vienes a verme. A saciar tu mono de mí. A consumarme aunque no me puedas tocar, amar, besar. A reivindicar mi piel como si fuera tuya. A batallear contra quien pretenda pedirme un poquito menos. Siempre haciendo de mi vida tu territorio a defender. Siempre siendo mi boca tu campo de batalla donde guerrear.

Siempre me pides más. Asumiendo que si algún día no obtuvieras lo que quisieras, vendrías a por la hoja de reclamaciones, a recriminarme qué fue todo aquello que se dejó de dar. Siempre vienes a por más, pidiendo un abrazo por encima de un te quiero. A publicar que no tuviste el valor de marcharte,

Porque, en el caso de que te fueras,

La única que saldría perdiendo serías tú.

Quizás por eso nunca quieras marcharte. Por miedo a peder todo lo que te di.
Y por eso siempre pides más.

domingo, 2 de agosto de 2020

El amor es tiempo

El amor es distancia partido de velocidad. Ir corriendo a no sé sabe dónde en busca de un lugar al que querer llamarlo hogar. El amor es dividir kilómetros ante toda una bonita incertidumbre que viene a comerte con prisas todas las noches, bajo una camiseta ancha de andar por casa. De ropa de sofá, de pelea de cojines, de amor de críos a rabiar.

El amor son segundos. Instantes que vienen a besarte el presente, el cachete, los senos, el alma. Y piensan fugarse contigo toda una vida que no vas a volver a recuperar. Distancia partido de velocidad. Sinceridad partido de sexo. Dedicarse partido de todos los lo siento.

El amor son momentos. Toda esa fuerza en una dirección multiplicada por la distancia a toda una gran verdad. El amor es fiel. Y te lo digo yo, que he estado al otro lado de una gran mentira. El amor es fiel, de estos que cuidan, que no hacen daño aunque pudieran arañar. De estos que, por mucho que se pierdan, remueven cielo y tierra para volverte a encontrar.

El amor es formularse bien. Haberse querido con la distancia tendiendo a infinito. Que no importe el camino y que no haya límites de velocidad. Ganas que no tiendan a cero. Mentiras que no tapen una cruel verdad.

Porque el amor es tiempo. Y no de esos que te dicen que lo necesitan. Porque éstos solo la quieren para ganar distancia. Para no volver. Para perder velocidad. El amor es tiempo. Dedicarse minutos. Tomarse la molestia entre besos, hacer el amor sin reloj. Contar las veces, los ratitos. Me gusta la frase esa que me dijo un día una persona a la que aún no he podido dejar de querer: Siempre me arrepiento de no alargar la despedida que, aunque no podamos, siempre la prolongamos un beso más.
Tiene razón. El amor es quedarse un poquito más. Siempre más.

El amor es tiempo medido en cariños, provocado en carne y piel. Dedicarse minutos. Tomarse la molestia entre caricias, de agarrarse bien la piel, de hacer el amor sin excusas, sin traición, sin miedo. De contarse los no te vayas. De quedarse otra vez.

El amor es tiempo.

El amor es ya.
El amor me quiere ahora.

Todo ese tiempo que pienso recuperar contigo
Y que yo te pienso ir a reformular.