Quiero llegar ahí, a ese rincón donde guardaste tus miedos. Quiero
conocerlos, protegerlos, asegurarme de que nunca se vayan a escapar.
Quiero cuidarlos, mimarlos. Que no haya nada ni nadie que pudiera
tocarlos más que mis manos, más que mis dedos.
Quiero llegar ahí. A cualquier recoveco de tu piel. Surfear por ella. Impregnarme del olor que dejas en las sábanas al despertar. Quiero habitación y ropa de cama de hotel. Quiero estar ahí. En ese momento donde me das un beso, coges las llaves y te vas. Quiero estar en el sofá esperándote una tarde, guardando el atardecer para dedicárnoslo.
Quiero
llegar ahí. En ese momento que abres la puerta, cansada, sueltas la
maleta y te acurrucas cerca de mi pecho en busca de un abrazo, de una
caricia, de unos mimos que con gusto se deberían de dar. Quiero llegar
ahí, a todas tus incertidumbres. Y mecerlas en una cuna, ponerles
nombre.
Yo quiero llegar ahí, a cada fin de semana de final de verano con toda la casa por barrer, con todos los besos por darse. Quiero llegar ahí, a todos esos te quieros. A todos esos junto a ti.
Quiero llegar ahí. A tus deseos, a tus ganas, a tus comisuras. A perderme en cualquier sitio inexpugnable de tu cintura. Y sentirme conquistador de tus caderas, gobernador de tus vellos de punta mientras bajo por la espalda a pecar de lo lindo.
Quiero llegar ahí.
Al único sitio de cuál puede que no regrese jamás.
Quiero llegar ahí,
Contigo.
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