miércoles, 30 de diciembre de 2020

Amores piratas


Me emborraché de un amor que me dejó una pistola y una única bala en una isla desierta que llevaba el nombre de aquello a lo que no supieron cuidar. Así llegué a ser pirata que se deja enamorar por cualquier conjetura sin demostración. Dejando teoremas en alcobas que alguna vez me dejaron de querer. Soy ya hombre de poca fe en la oligarquía que en anteriores relaciones racanearon en ron, en cariños, en respeto, en tiempo. Que se fía más de un abrazo que de un sentimiento. Que siempre que apuesto, pierdo a ganar, que ando cegado por un futuro que quiero atrapar, por unos sueños que quiero conquistar sin banderas, hacer el amor sin patria, sin pisar tierra.


Que todas las noches embarco promesas que ya no sanan, que ya no curan. En busca de las sacudidas de un mar que desconozco como propio. Que me dio guantazos sin avisar, caricias que han dejado cicatrices en mitad de un confinamiento que me tatuó 'infidelidad' en una piel que hace tiempo que no besan.

Amores piratas. Que no buscan tesoros fáciles de encontrar. Que su plan es la improvisación, que su destino tiene nombre de mujer. Soy de los que se dejan llevar. De los que se apuntan a un todo. A todo querer. Sobreviviente de cualquier naufragio donde se rompieron las reglas, las velas, el timón. Y que ya no hay orilla que me calme la sed si no son el contorno de sus pechos. Que ya no quiero otro oro que no sean sus ojos, su mirada, su compañía de Indias, su puerto, cerca de su cuello. Donde alguna vez me dejé engañar.

Confieso que no creo en cuentos de sirenas si no llevan su nombre. Que la brújula me marca su boca, que mis besos no tienen norte, que mi tripulación son mis versos, que mis miedos son la tormenta, su ausencia, el borde de su cama. Donde alguna que otra vez lideré un motín, donde tantas otras me echaron a los tiburones.

Mi barco, mis letras. Buscando viento a favor en cualquiera de sus manías, en cualquiera de sus 'dejarse encontrar'. Que no conozco mejor forma que colarme entre sus piernas, pervirtiendo la arena blanca de sus caderas, recorriendo un mapa que tiene una cruz en sus labios, en sus comisuras, en sus fronteras de la cara, donde se divisa un amanecer que no quiere morir, que no quiere más estrellas fugaces en el firmamento. 

Confieso que siempre quiero más de ella y menos de mí. Consumando un amor que no llega pero que pienso ir a buscar. 

Confieso, que tengo una cita más allá de mi estimado horizonte.

Y es contigo.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Cárcel de caricias

No sé como besa, ni como ama. No conozco sus formas de querer. No me sé sus miedos, sus caídas. Todos los 'no' que le vendieron en una bonita cajita de regalo. No sé como son sus domingos, sus no tengo ganas de nada. La vida, que no sé ni como la siente, ni como la vive. La incertidumbre que se viste de seda y me seduce cualquier última conexión suya, cualquier dejarse leído que lleva su nombre, cualquier volverle a ver. Y me tiene rompiendo folios en blanco, escribiendo al aire para matar su ausencia, para paliar la espera.

Quizás sea eso lo que me atrajo de ella. Que no sé nada. Y probablemente eso lo es todo. Así la idea que tengo de ella cobra más fuerza, cobra más interés. Consumiendo mis deseos en busca de encontrarme de nuevo con su boca, con sus ojos, con su cara. Quizás sea el desconocimiento lo que atrae bajo unas sábanas que aún no la conocen, que aún no huelen su perfume, ni reconocen su tacto.

Quizás por eso cuento los días. Que ya la ambición me cobra un tercer párrafo en busca de sus ojos. Un escrito que sirve para dejarme entrar en su habitación, sin llamar a la puerta, insconsciente, ella, de que estas palabras son culpa suya, de que estas frases, cuando venga, le van a escribir muchísimo menos añoranza y más intencionalidad. 

El amor que se enamora tarde, lejos y en silencio. ¡Qué tontos fuímos! Amor tardío que promete una vuelta de campeonato. Vendiéndole a cualquiera de mis ilusiones unas ganas que no conocían desde el último infiel delito. Que ya no importa que se haya ido, que ya no importa cuál era el destino,

Porque he aprendido que cuanto menos pienso en como será,

Mejor fue.

Como la última vez que la vi reír,
La última vez que la vi,

Ahí es cuando empecé a escribirle.
Ahí es cuando empecé a echarla de menos,
Cuando su presencia fue musa,
Cuando su ausencia es cárcel de caricias.

Y yo libre de besos.
De versos,
De amor.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Sólo había que dejarse probar

Ella dispuesta a irse. Y yo contando los días para volverla a ver. Que no es ni consciente de todo lo que le escribía pero menos aún, de lo que le quedaba por leer. Yo preguntándome cuando volverá. Porque sí, va a volver. Seguro que volverá. Quizás con otros miedos, con otros propósitos, pero va a volver. Y ya no sé si me gusta más la idea de saber que cuando la perdía en el fondo quería que no se fuera, o la de volvérmela a encontrar.


Perdí tres meses en saber que la iba a echar de menos. Tardé tres meses en ver, que me inspiraba más que cualquier pasado reciente. Que cualquier amor roto, que cualquier beso que no se dió. Y así vivo su presente. Bebiéndome su pasado mientras lo contaba. Contemplando como, poquito a poco me iba enamorando de su compañía, que ya no quiero otra, que ya no quiero escribir de nadie más.

Ojalá no se vaya, pensé, antes de que se fuera. Con la terrible idea de que me dedicara unos últimos minutitos más de año. Que ha venido sin querer a curarme este infiel 2020. Que ha venido sin avisar, como me vienen las cosas que escribía de ella sin saber su nombre, sin saber su cara.

¿Y mientras está fuera que hará? ¿En quién pensará? Si no sé si quiera, si ella quería irse de verdad. Ni tampoco sé qué día volverá. Porque repito, va a volver. Y se piensa quedar. El destino lo quiso así. Y no me quiero creer que fuera casualidad. Aunque no sea yo el motivo, pero sí me gustaría ser la justificación. Con eso me conformo, con haber sido parte de razón, con haber sido parte de alguna culpa.

Ahora que lo pienso, qué mal. Que cuatro horas sirvieron para desnudarse sin haber visto cama alguna. Sin haber besado aquellos que tanto vi pintarse pero que no me atrevo a tocar. ¿Qué pensará? Si sólo nos faltó quitarnos la ropa y empezar a sudar. Qué mal. Si en verdad, estaba ahí, en las yemas de nuestros dedos. Sólo había que dejarse probar.

Porque ella me decía que no quería volverse a enamorar, que siempre le dejaron sola, que siempre le fallaron, que siempre piensa que lo malo está por llegar,

Quizás por eso le da miedo el amor. Porque nunca probó el amor de verdad.

Porque ella era siempre la que veía todo desde las cajas de la mudanza, desde puerta pa' dentro, a la vuelta de la esquina de un ya no te quiero, a los pies de un lo tenemos que dejar.

Quizás por eso a los dos nos pilló todo ésto sin avisar.
El fin de año, la vuelta a casa,
O el volvernos a enamorar...

martes, 22 de diciembre de 2020

Este escrito es culpa mía

Culpa mía. Que caigo en tus labios como quien salta al vacío. Que nunca me bebí un rojo tan intenso como los tuyos. Tonto yo, que me dejo tocar, que me dejo buscar, que me dejo perder a cualquier juego contra ti. Culpa mía que siempre he estado esperando detrás de un mensaje, que me he gastado todas las ganas en verte, todas las prisas en ti.

Culpa mía que cada vez que te ibas, iba yo y lo atrasaba unos minutos más. Que me creía Eón, buscando lo eterno, intentando controlar un reloj que no era ni nuestro. Culpa mía, todas mías, porque siempre he sido el después de todos tus no, porque siempre he sido el último, porque siempre he sido más de esperarse que de irse a encontrar.

Culpa mía, por mis miedos, por mis pasados. Por mis vergüenzas, que ya rezan, en este texto desnudas ante cualquiera de tus miradas, las que nunca he sabido responderte. Culpa mía, que miraba un futuro más allá de tus caderas, de tus piernas, de tu sexo, del que siempre he sentido atracción por morder. En todas ellas me quedaba dormido, en todas ellas me acunaba hasta sentirte el primer jadeo, hasta sofocar todos tus celos.

Culpa mía, que escribo esto cobarde, escondido entre mis párrafos, buscando que salgas a convertirme palabras en fotogramas. en marcas de pintalabios pintadas fuera de los tuyos bajo cualquier poro de mi piel, en excusas que conviertes en intención, donde tú siempre ponías le premeditación y yo la alevosía.

 Tú que sabes sacarme mi sonrisa, mi baluarte, mi bandera de quiero guerra, de victoria, de sed, de cama. Culpa mía, que siempre te escribo provocando tus ganas de encontrarte identificada en cualquier metáfora, en cualquier sinalefa que pueda unir tu nombre y el mío.

Culpa mía, que no me atrevo a llamarte,

Culpa nuestra, 

Que nunca sabremos, a todos nuestros encuentros, ponerles nombres.

Y que sin duda, todos,
los volvería a repetir,
si pudiera,
Contigo.

domingo, 20 de diciembre de 2020

La última caricia

La vida es una línea continua con saltos en las ganas, en los abrazos, en las mentiras. Pero la vida se rompe a veces. Y te pide un descanso en cualquier rincón con forma de cariño, con pintas de sanador, con olores de quedarse. Que la vida nos jode las prisas, nos engaña el destino, nos esconde el amor y nos oculta un final.

La vida me la dio como quien coge a un niño pequeño. La vida me la coloreó entre su coincidencia de estar en el sitio, en el momento adecuado pero con otras intenciones, con otro trato, con otro tacto. Me dió vida entre su sonrisa, entre sus vergüenzas pidiendo los primeros besos. La vida me la dió en una tormenta, en una serendipia en la que nos fuimos enamorando como tontos. Que nos fuimos escribiendo sin querer queriendo. Y me dibujó la sonrisa que ahora luzco con orgullo, que ahora no borro ni con amores rotos, ni con traiciones que ella nunca me enseñó.

Ella me invitó a tres copas, a olvidar que no había un mañana. Que luchara un presente. Me enseñó a querer, y fue la mejor maestra que supo dejarse cuidar, la mejor amante de la que me pude enganchar. Te hablo de la que me lee a sabiendas que estas palabras no son suyas, de la que, por mucho que la quiera, nunca sería capaz de volverla a amar tanto como lo hice.

Que veo las mil quinientas fotos que nos devuelven a un sitio del que nunca nos quisimos ir. Y de seguro que ella aún guarda con recelo en algún lugar de su habitación. Pero la vida te rompe. Y te garabatea lo que parecía ya tener un valor. Un vacío en el lienzo en busca de otra cosa, de otra boca, de otra época. Y te pide templanza ahí tirado en una arena que ya no colorea su piel morena, ni sus rizos ciegan mis ganas.

Recuerdo como mis manos acariciaban su piel antes de irnos, como se desprendía una lágrima por su mejilla que sequé con un dedo que le prometía la última caricia.

A partir de ahí nos dejamos ir.

Y a día de hoy, cualquier día fue un día después de aquella tarde.

La vida, una línea continua.

Sus besos, discontinuidades de salto infinito.

Como su amor.

viernes, 18 de diciembre de 2020

Velocidad multiplicado por tiempo

Se acerca. Y la distancia ya no es velocidad multiplicado por tiempo. Se acerca como quien entra sin molestar. Como quien pide permiso para todo. Hasta para quedarse. Se queda, con la misma intención de que si nos caemos, ella se piensa caer con todo un nosotros, con todo un triste final. Se acerca a morder, a tocar, a medir, a querer. Y viene con toda la intención de satisfacer, con toda la intención de aparecer. A contarse uno, a borrar un pasado, a morir en el intento si hiciera falta.

De esas que te buscan estés donde estés. De estas que, por muchos errores que cometamos nos piensa perdonar hasta las faltas de hortografía, hasta los días malos, hasta las malas putas maneras. Seguro, que de estar, no se iba, y de irse, volvería. 

Porque nunca se iría y te dejaría ahí con toda la mudanza de corazón aún por hacer. Es el amor que viene a comerte los miedos, la cara, el cuerpo. El amor que se piensa quedar. El que viene a estropearte otro hipotético absurdo final.

Que no es ella de infidelidades que te dejaron con una mano delante y todo un error detrás. Que viene a cuidarte como se cuidan unas heridas que no son suyas, unas balas que ella nunca disparó. Te hablo de toda aquella que viene a protegerte de todos esos fantasmas que vienen a estropearte unos sueños.

 Sueños que no has elegido vivir pero ella va y te los busca. Te los comparte y te los hace tuyo. Y empieza a vivirlos contigo. A comerse palomitas viendo como vas siendo protagonista de algo que, por mucho que se escriba, no se llega a describir tanto como si lo estuvieras viviendo.

Porque no hay nada más bonito de ver que ella acercándose a todas tus caricias, a toda tu piel. Y que, desnudándote, ella dibuja círculos en cualquiera de tus vicios, y así, tal como las ves llegar, perder la cordura para escribirle bonito, para desearte un no te vayas jamás.

Porque ya no hay papel que la duerma. Ni sábanas que le hagan mejor el amor. No hay mejor cerca que sus abrazos. No hay mejor cerca que su quédate.

Donde ya la distancia no es velocidad multiplicado por tiempo.

Donde ya su presencia rompe cualquier fórmula de amor.

Donde ya la física, no lo rige todo.

Porque ella, 

me formula cuando se acerca, 

mil veces mejor.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Te como

Te como. Del presente de indicativo del verbo morder. Voy a comerte y no me voy a esperar ni a los postres. A invadir con aires de conquistador cualquier recóndito lugar de tu piel. A considerar tu cuerpo como continente inexpugnable, y a plantar mis caricias en todos los poros de tu piel, a cuales voy a ponerles nombre, a cuales voy a erizar de verdad.

Te voy a comer. Y empezar por los senderos de tus comisuras. A dejarte un buen leído en tus labios, a besarte antojos, a conquistar caricias y plantar mi bandera en cualquier ilusión que se dejó en el plato. Voy a comerte los miedos, todos los "y si..". Voy a devorar todos los no quiero que te han bofeteado en un pasado que ya no nos mira, que ya no nos quiere. 

Te voy a comer las ganas, las vergüenzas, la fe. Y nos vamos a encomendar a cualquier mesa, a cualquier copa de vino esparcida en una habitación que nos va a sudar de tanto hacer el amor. Y voy a comerte la carne, el alma, el vicio. Y nos vamos a esconder en unas sábanas que servirán de tercer plato, de tentativa contra cualquier éxtasis, de gula, de chocolate, de clímax a punto de ebullición.

Porque pienso comerte de verdad. Donde no haya un mordisco sin justificación, donde no haya una avaricia en cada bocado. Y se te van a quedar las marcas de haberse dejado comer mucho, de haberse comido mejor. Tapando todas aquellas que ya no nos dan de comer, que ya no nos comen.

Y con la sensación de haber sabido a poco,

Pero con la seguridad de que si fuéramos a quedarnos con hambre,

Al único sitio donde volveríamos sería a los postres,

Donde tú esperabas, ya desnuda, mi boca,

Y yo, 

tus ojos devorándome.

Ven aquí, y muerde.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Ojalá me vuelvas a encontrar

Me dice que no me quiere. Y me lo pinta con palabras de no voy a volver. Me dice que no puede, y me lo escribe para que se quede en algún sitio escrito que no se pueda borrar. Cuando ella sabe de sobra que aún quedan marcas suyas en mi piel. Cuando ella sabe que aún quedan abrazos por dar.


Me dice que ya no cree en un ojalá al que no supo ponerle nombre. Y yo me lo creo de la misma manera que le vi prometer el mar. Y pinta un velero yéndose hacia el fondo sin timón, sin olas, sin más. Que ella siempre ha sido de irse pero nunca, de avisarlo con tanta premeditación. Me dice que ya no me quiere leer y que escribirse duele. Como quien se corta con el filo de un folio y no tiene a quién echarle la culpa. Me rompe las frases que tantas veces surgieron de sus apariciones y me arruga la hoja del último escrito que tantas veces se guardó en su mesita de noche.

Por eso le escribía bonito en un pasado que nunca pensé que fuera a contar. Y me lee en un presente que siempre ella piensa ocultar. Porque ya no se fía de la mano que tantas veces la paró cuando se tuvieron que separar. 

Cierra la conversación con el peor verbo que he visto conjugar. Comenzando con un miedo que pide clemencia y que lamenta con un, aquí lo voy a dejar. Se va, con la misma premura con la que la he visto volver tantas veces a este rinconcito, firmando y tachando todos los ojalás.

Entonces vi que el amor se escapaba de una cama en la que nunca se llegó a acostar. Que rechaza unos mimos que no piensan sanar cualquier tarde tonta después de trabajar. Ni le promete a sus heridas un bálsamo de abrazos, ni compra el cariño que tanto nos prometimos regalar.

Y al final le atormenta la idea de que no sea capaz de decirme lo que tantas veces me escribió, porque a pesar de imaginarse los besos, nunca supo si se harían realidad. Y por miedo a crear falsas expectativas cerró este capítulo de la misma manera que me gustaría compartirlo con ella.

Un beso, un lo siento,

Y ojalá me vuelvas a encontrar. Pero en otro cuerpo. En otra pandemia, en otro imposible. En otro imposible de estos muy nuestros. De los que tantas veces me decías no te quiero. Y se respondían casi solos con un,

Yo tampoco y un abrazo eterno.

Ojalá me vuelvas a encontrar.

martes, 1 de diciembre de 2020

Amores de Fermat


Se agregan. Como quien no quiere la cosa quisieron saberse de ellos, casi sin molestar. Porque él se gusta de ella. Expresión vasca que yo si fuera tú me detenía un ratito a investigar. Se gusta de ella. Que se ve guapo cuando está con ella. Que se siente bien en su compañía. Que le van sus ganas, que le pinta bien la sonrisa, que le quiere cerca, que la quiere ya.

Ella, que se encierra en su dolor. Dolor del pasado. Donde la vi locamente enamorada de otro. Y la envidia entraba en mis retinas. Ella que se ha encerrado en buscar excusas en unos labios que nunca la llegaron a besar de verdad. Inventando la de sin fin de cosas en las que nos íbamos a equivocar. Donde la traición le jugó una mala pasada, de bofetón a mano abierta que no supo verlas venir. Y ya no cree en el amor. Ni lo sabe hacer tan bien como se esmeró. Por eso lee esto a escondidas. Sin que nadie se entere. Dedicándose unos minutitos a esa ella enamorada que se dejó engañar.

Se esconde en catorce likes que vienen sin palabras, sin besos y con una bonita fecha de caducidad. Amor de instagram. De esos que se echa de menos el poder tocar. Amores sin vellos de punta, sin caricia en el cuello, sin cama de quererse de todo menos acostar. Y el deseo se esconde todas las noches tras una pantalla de móvil que, dejándolo todo como está, remueve lo justo para ver si se deja perder al escondite. Dejando caer un te pillé, con la esperanza de un no pienso soltarte jamás. Ahí va mi indirecta en forma de escrito. Ahí va un todo me acuerdo de ti. Quince con este, para ver si se deja querer llamar amor de verdad.

Fotos que piden hablar, preguntas tontas que quieren empezar a conversar. Que se nos ha olvidado eso de dedicarle tiempo al escuchar. Y los dos, ambos, en nuestros cuartos, esperándolas venir. Amor de instagram. Que se buscan pero no se tocan, que se leen pero no se escriben. Amor de selfies que quieren provocar todo un escríbeme. Un mensaje corto con tanto que decirse. Donde se siente más que caracteres hay. Amores de instagram, que buscan el nombre de donde quieren descansar. Queriéndose aquí encontrar su nombre, sus sueños, su perfil, sus malditos miedos, que sirvan de indirecta muy directa en forma de publicación etiquetada para provocar.

Que cuanto más nos veíamos, más queríamos saber de lo nuestro. Navegando entre tantos cualquieras en busca de nuestra dosis, que, cuando menos te lo espera, te deja otro like firmado a esos labios que nunca me vieron hablar.

Y muchos menos besar.

Con tu nombre intacto por mis hojas llenas de tachones.

El tuyo yace en el borde del folio, donde no me cabe, la demostración de que era todo un amor de verdad.

Firmado, Fermat.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Imperfectos

Ojalá nos volvamos a cruzar. Ojalá nos provoquen otro encontronazo. Ojalá ninguno de nuestros planes funcionen. Y se vaya todos a donde nos mandamos la última vez. A ese rincón que nunca estará para ordenar. Al rincón del olvido. Al rincón de volver a empezar.

Ojalá nuestros amantes no triunfen, que por no ganar no ganen ni a las cartas. Ojalá todo nos falle. Y tengamos que volver a dejarnos arrastrar. A los besos que aún se quedan por dar, a los imposibles que aún nos rozan sin tocar. Aquellos que se rechazaron con tan ímpetu proporcional a la pillada de haberte visto en los labios de otros. En los paños calientes de un cualquiera. Ojalá te equivoques a conciencia, errar por amor, querer sin querer.

Ojalá vuelvan esos abrazos. Aquellos donde no huíamos ninguno. Donde siempre el tiempo se tomaba una pausa. Ojalá el destino te tenga preparada una sorpresa que no tenías pensada. De éstas que por mucho que sueñas no la veas venir. Y te devuelva de un guantazo todo lo que te quise dar.

Ojalá me tuvieras una visita guardada en plena cuarentena. Ojalá tengas un te quiero alquilado para mí. Y poder endeudarme a plazos que jamás sería capaz de pagar. Ojalá me tuvieras guardado un sempiterno de estos de verdad. O dos. Y me compres mil tiritas para curar las heridas de las que no tienes culpa pero que piensas sanar.

Porque ojalá fueras dueña de estas letras,

Y firmaras aquí,

_____________

O en cualquier párrafo de estos que son imperfectos.

Porque en todos, absolutamente en todos,

faltabas tú.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

El amor no existe

El amor no existe. Y el amor se va. Prosa que se aprende cuando has querido a contrarrembolso. Cuando fuiste el último en irse. Cuando ella jugaba con las fotos de otro. Cuando jugaban contigo pero sin ti. El amor no existe. Como conjetura aún por demostrar, como hipótesis de que podamos rozar la esperanza de que nos pudieramos equivocar.

El amor no está. Ni va a venir. Porque al amor hay que ir. Al amor hay que llegar. Buscarse entre los trozos de una relación que te dejó en trocitos de un puzzle al que siempre le faltará una pieza por terminar. El amor no existe. Como excusa de no atreverse, como miedo que todo lo vence. El amor no existe como ejercicio pa' casa, como antesala de todo lo que va a fracasar.

Que ni exige ni demuestra. Sentencia. Como final de capítulo, a otros besos, a otros ruegos, a beberse otras mentiras. Aquí, en ese momento se empieza desde cero. Desde el cero más natural. Que hemos empezado a restar todas las promesas que se quedaron en el tintero. Que nos multiplicaron las ganas con un gran negativo delante que lastró todas nuestras esperanzas positivas, convirtiéndolas en la regla de signo más cruel de las matemáticas: que más por menos es menos, te pongas como te pongas.

Y el amor no existe. Entre risas de cualquier verdad incómoda. El amor no existe entre ninguna sábana de hotel, entre ningún labio pasado que te vendió amor, cuernos y una bonita relación de instagram. El amor no existe en ese rincón de despropósitos al que un día le llamamos cariño, a todas esas excusas de rincón que quedaron por barrer.

El amor no existe. Como eufemismo de que mal nos quisimos. Como hostia a mano abierta a cualquier tiempo que está por venir. Para dar de antemano tu postura de todo aquello que te gustaría leer pero del que no te crees. El amor no existe como religión, como prueba de una fe ciega a todo pasado que te olvidó.

Y el amor no existe. 

Salvo en los hoyuelos de tus comisuras. Salvo, en casos excepcionales, en cualquier domingo que me regalabas de sudaderas anchas y palomitas. El amor no existe salvo en tus deseos que se mezclaban con las palabras, con los te quiero que sonaban a quedarse. No existe salvo en el conjunto de los reales, allí donde no queda hueco en el sofá, donde no hay imaginarios rompiendo el sueño.

El amor no existe, topológicamente, lejos del borde del cuerpo. El amor no existe de piel pa' fuera. En la frontera donde se pierden mis besos y mis dedos. El amor no existe a una distancia épsilon elevado a menos uno de tu cintura, de tus labios, de tus celos.

Porque fuera todo ésto, fuera de todo verso,

El amor existe.

Aunque tú sigas leyendo una y otra vez este texto.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Mi vida, tuya

La excusa es mía. La sonrisa tuya. Las ganas mías, todas mías. Que cuando te pierdo de vista se rompe mi brújula. Aquella que ya no divisa el norte, sino cualquier dirección volviéndote a buscar. La locura es mía, muy mía. Que a cualquier aparición tuya le rezo, que a cualquier tontería me apunto si es contigo. Las esperanzas guardadas en cualquier cajón de una mesita de noche que te huele, que te sueña y que te deja un huequecito que lleva tu nombre.

Las ilusiones mías, los besos ojalá que nuestros, las palabras corren de mi cuenta, las miradas tuyas; que llevas ojos ganándome desde que te vi. La timidez a medias; a cualquier juego de enfadarnos invito yo, a cualquier enfado tonto de pelea de sofá, a cualquier carantoña de habitación.

El amor en cama, la ropa al suelo, los mordiscos al salón. El sexo empata, mientras tu boca mete el gol del honor. Mis sueños muy nuestros, tu frío mío, mi calor tuyo, muy tuyo. Todas las arrugas de tus comisuras mías y mi boca tuya. Tuya, mil besos tuya.

Mi tiempo contando las horas para verte de lunes a viernes. Los findes tuyos, cuando venías a pies juntillas a darme la sorpresa de aparecer pidiendo, exigiendo un poquito de atención. Y yo iba y te la daba. Como mi vida. Que por cierto; mi vida, tuya.

Mi vida sin ti.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Prometo volver

Prometo volver, como eufemismo de todo un buen 'espérame'. Prometo volver, como preludio de cualquier incertidumbre entre tú y yo. Prometo volver. Dos verbos muy unidos que definen una despedida, una separación, una posible larga espera.

Prometo volver. Como el que lanza un suspiro a ver que pasa. Prometo volver como adverbio de tiempo, de modo, de lugar, de besos. Que cuenta los días para ver si es verdad que se volvió. Prometo volver para que cuando llegue, si llega, se diga un claro 'te lo dije'. Prometo volver como el que besa despacio para ver si no se acaba nunca. 

Prometo volver en mitad de unas sábanas que no supieron amar. Prometo volver como la piedra que se lanza a cualquier cristal frágil de tu amor. Prometo volver como el silencio que lo precede, como todas las caricias que lo antecedieron.

Prometo volver bajo los ojos que te hicieron quedarse, con los mismos labios que un día pidieron entre risas que nunca te fueras. Prometo volver como deuda que jamás llegarás a pagar si nunca vuelves, dejando huérfano de amor al verbo. Convirtiéndolo todo en una gran e ilusa mentira.

Prometo volver, con la ropa tirada en el suelo, con el mordisco aún fresco en el labio, con tu mano aún en mi piel pidiendo más. Prometo volver como sinónimo de nunca me iré. Como antesala de cualquier 'quédate'. 

Prometo volver como tatuaje que nunca se borra, como vida que está por llegar, como canción de culto, de amor propio, de juego sucio. Prometo volver en cada final de línea, en cada último instante de beso, en cualquier abrazo donde se aprieta,

Porque el día que vuelvas, si vuelves,

Nunca lo tendrás que volver a rezar, rozar, tocar.

Porque no pienso dejarte que lo prometas ni una vez más.

Para que sea yo el que diga,

Prometo quedarme.

Prometo quedarme, como eufemismo de todo un 'nunca me iré'. 

Prometo quedarme, como preludio de...

sábado, 31 de octubre de 2020

Miedo al amor

Miedo al querer. A sentirse esencial en otra boca, a ser lo imprescindible de otra vida. Miedo a fallar, a no saber donde queda nuestra responsabilidad de ser el pilar del otro. Miedo a construir juntos, vaya a ser que la culpa sea nuestra. Miedo a la culpa, que siempre se adelanta a cualquier desastre sin avisar. Miedo a los besos, que no sabemos si vienen a desmontarnos de la vida o sólo a quitarnos la razón bajo las sábanas de un desorganizado cuarto. Miedo al cariño, que siempre nos lo han vendido de ida y vuelta, que nos lo han colorado de verde esperanza y nos lo han prometido hasta salirse del tiesto. 

Miedo a volar, si no es contigo. Miedo a las heridas del pasado. Miedo porque siempre han cicatrizado mal, porque somos débiles del amor, porque somos unos cobardes del querer. Hasta tal punto que valoramos más un buen no, que un valiente sí a todo. Miedo al amor, por desconocimiento, por haberlo estudiado poco, por haberlo practicado aún peor.

Miedo a escribirse, a decirse, a demostrarse. Porque en ningún verbo nos sentimos expertos como para seguir haciéndolo una noche más. Y porque le tenemos miedo a esperar. Drogadictos de la instantaneidad. Que nos pone todo lo que sea ya, todo lo que dure mu poco. Porque todo lo queremos ahora, miedo a lo que dura, a lo que sigue, a lo que pide paciencia, a lo que pide esperar.

Miedo a tenerse. Porque la vida nos ha enseñado que todo lo que tenemos lo perdemos. Miedo a dedicarse, porque suena a entregarse veinticuatro horas; a nosotros, que apenas tenemos dos minutos para leerse esto.

Miedo al final. Que lo vivimos muchísimo más intensamente que cualquier principio. Miedo a que se acabe todo esto. Porque en el momento en que llegue mi punto y final, vuelves a ser aquella cobarde que se lee esto muy flojito, miedo a hacer daño. Miedo a molestar.

Miedo a que pase otra noche más y no te busquen.

Miedo a que si algún día te quisieron con todo sus miedos,

fueras tú, y se lo supieras quitar de golpe.

Y temblar juntos de amor.

jueves, 29 de octubre de 2020

Te espero en las malas

Te espero en las malas. En cualquier lugar de tus escondites. En cualquiera de tus lágrimas a punto de estallar. Te espero bajo una mueca de enfado. A reñirme con toda la razón del mundo. Te espero en cualquier día de otoño que no nos dieron ninguna tregua, que no nos dejaron en queridos. Te espero en las malas, en todos esos días que nos vamos a equivocar con todo el equipo. Que vamos a caernos a base de bien. Te espero en las peores, en las que están por venir, porque van a llegar.

Te espero en la vida, en las ganas, en los besos por dar. En todas las noches sin ti. En todas esas me incluyo. En todas esas te incluyo. Pensando que algún día apareces sin previo aviso a romperme la rutina, a contradecirme todos los 'hoy no'. Te espero en todas las negativas, en todos los guantazos que nos va a dar la vida, en todos estos metros de separación. Porque en todos ellos me siento un poquito menos tuyo pero sin embargo, más quisiera estar.

Te espero en todas esas promesas que aún no te hice, en todas las cenas que te iba a regalar. Porque en todas ellas me quedaba a los postres, porque en todas ellas te iba a devorar. Te espero en cualquier enfado de niña mala, en cualquier pelea de sofá, en todas aquellas donde no tenías la razón y que jamás te la pensaba dar.

Porque yo no quiero una niña consentida sino una niña que quiera luchar. Que no se conforme con unos  labios, sino sabe lo que tanto me supo el besar. Porque no quiero un cuerpo bonito, sino un corazón que de grande no se pueda guardar. Que cuando todo se vaya a malas, siga queriendo jugar.

Que aunque vayamos a espararnos en el mismísimo infierno, ella, se piensa quemar.

Que yo no quiero que me lean, ni que me escriban, ni que me besen.

Yo no quiero que me vaya a buscar. Ni que me vayan a querer a lo viceversa.

Yo lo que quiero es que me espere,
En el mismo sitio donde la dejé escapar,

Porque allí fue tan libre como nuestro,

Y aún así, en las malas,

nos quisimos esperar.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Si estuvieras aquí


Si estuvieras aquí, no te escribía, te lo leía. Y te susurraba al oído la de veces que iba a morderte los labios. Con toda la intención de, cuando se acabe con la teoría, ir directamente a por la práctica. Si estuvieras aquí no te demandaba, te exigía. Y empezaríamos a desprendernos de la ropa, de los miedos, del pasado.

Si estuvieras aquí te abrazaba bien fuerte, y te invitaba a un invierno de cama, sofá y mantas. Y te congelaría las lágrimas cambiándolas por unas comisuras muy besadas, por un frío donde se quiere estar, un cuerpo donde se quiere helar del bueno. De este que, por mucho que apriete, no congela nada.

Si estuvieras aquí te contaba los planes, te restaba todos esos momentos donde nos dejaron en leídos, donde poco importó donde estuviéramos si nunca nos fueron a buscar. Si estuvieras aquí, te robaría los besos para vendértelos gratuitamente a muy bajo coste, a muy de bocas.

Y si estuvieras aquí dejaríamos de contarnos el tiempo. Si estuvieras aquí ya no habría nostalgia, ni añoranza, ni soledad, ni miedos. Si estuvieras aquí ya no habría un lejos, ni una fecha, ni un te lo prometo. Si estuvieras aquí ya no haría falta más que piel, manos, sexo.

Y si estuvieras aquí ya no habría que pedirle mimos a las ilusiones, ni caricias al deseo. Si estuvieras aquí ya no serían ansias sino ganas. Y ya el cariño no sería más que un primo hermano del enamoramiento. Ese tonto amor que nos duerme cada noche en busca de un arrumaco que se manda desde tantos kilómetros de verdad.

Porque si estuvieras aquí, me volvería a enamorar como un niño chico de tus morisquetas, de mi sudadera puesta en tu catálogo de pijamas de invierno, de tus peleas sin herir sensibilidades, en busca de una fotografía que recoja, no sólo que estuvimos sino que, pensamos estar.

Si estuvieras aquí, quédate. Si estuvieras aquí te pediría que no te fueras otra vez de nuevo. Que no quiero otro cerca que no fuera el tuyo, el que, cuando vengas, pienso dejarlo como núcleo de la frase 'te quiero mucho'.

Haciendo caso omiso de las reglas de la sintaxis, catalogando un verbo que convirtiría en sujeto omnipresente de cualquier medida de distancia mayor que cero.

Si estuvieras cerca, no te lo escribía.
Te lo besaba en la piel.

Dejándote la señal de que algún día te lo grabé.

Que en el mejor sitio donde pudiésemos estar, fuera en cualquier parte de estas palabras.

Para volvernos "cerca" de tanto amor.

lunes, 12 de octubre de 2020

Ahora que me ves

En fotos de hace meses donde era tuyo, muy tuyo. En el hueco vacío de la derecha de tu cama. En el trocito de sofá donde te cuidaba los tatuajes, donde te curaba las heridas, donde te hacía el amor por primera vez. 

Ahora que me ves en todas esas ausencias que gritaste, algún día, creer necesitar. Que ahora, cuando tienes de nuevo corazón, pides llenar sin fuerzas, sin magia, sin razón. Que hay otros labios que te engatusan, otros ojos que te miran, donde eran los míos los últimos en darse cuenta que mis sueños se rompían con la traición balando la que sería la última canción.

Ahora que me ves en los besos de otros, en las fotografías guardadas en el móvil llena de sentimientos, de compañía, de ganas. Ahora que me ves en una mesita de noche en forma de libro, de dedicatoria, en una casa aún por barrer, en una cocina donde se hacía amor del bueno. Ahora es cuando vienes y me pides fuera de carta.

Caprichosa que todo lo tenía, a la que todo se le daba, ahora empieza a demandar lo que tanto destrozaste, lo que tanto te escribió. Que siempre se firmó en tu piel a base de 'me quedo'. Donde miles de tardes se acostó para acunar tus miedos, tu frío, tus monsrtuos.

Ahora que me ves curado, lleno de cicatrices mimadas por otro rimel, besadas por otra boca que suturan todo lo que dejaste herido. Ahora que me ves lejos, donde ya no me tocas, donde ya no me rozas,

Ahora que por fin me ves,

Yo ya no te creo.

jueves, 1 de octubre de 2020

Otro naufragio más

He llegado al borde de tus caderas sin viento a favor, con oleaje fuerte, a contracorriente de unos besos pasados que quemaron mis naves, que saquearon mis cuidados, que mermaron mis ganas de ser héroe de un pequeño o pequeña al que debimos ponerle nombre.

He atracado en tus ojos. A saciarme de todo lo infinito que escondes, a reparar, si cabe, todo el tiempo que estuvimos en los brazos equivocados de unos cualquieras vestidos de nadie. He entrado en las mareas que recorrían tus curvas, tu pelo, tus comisuras y me quedo en un naufragio junto a ti, a saborear tus miedos, a soñarlos contigo.

He navegado entre cobardes en busca de tus labios. He sido pirata de tesoros que cambiaría por cinco minutos más de reloj en tu bando, en tu horizonte. Sabedor de leyendas y cantos de ultramar que nunca me hablaron de que el azar es más pícaro que el irte a buscar. Consciente de que el único mapa que nos ha llevado al encuentro ha sido el  destino en busca de darnos una lección más de que todo llegará. Con una equis bien negra en tus ganas, con una línea discontinua que marca el rumbo a seguir.

He estudiado tus gestos, tus manías y tus defectos. Y me los he guardado en la bitácora, bajo la bodega llena de ron que saciaremos en la alcoba mayor cuando ya no haya tierra a la vista, en mitad de una tormenta, bajo la lluvia fría de octubre.

Me he guiado por una brújula que no indicaba el norte. De estas que te marcan lo que más deseas. Llevando días seguidos donde marcaban tus senos, tus besos, tus gestos. Y me marcaba tu cuerpo como destino. Tu cuerpo como final de trayecto, tesoro por explorar. Arena mojada de playa virgen por conquistar. Agua salada de bocas a punto de explotar. 

Una aventura de Kraken y monstruos de mar. Sin barco, casi sin ropas pero llegando a la orilla con sed, con ganas, con fe. Que no están estas maderas mojadas para buscarse otra sirena de mar. Que no está este barco,

 para otro naufragio más.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Estrella fugaz

De apariencia sibilina. De estas que por mucho que corras detrás parece que nunca la vas a alcanzar. Diría que escurridiza, de estas niñas que nunca se están quietas. Que nunca se paran en algún lugar. De estos amores que corren deprisa, de los que te dejas llevar. Ella era, no sé como deciros, agua de río, corriente eléctrica, chispa, estrella fugaz.

Es cuando me mira a los ojos, cuando me sonríe por debajo de la mascarilla, cuando se mete conmigo de broma y me busca a sabiendas de que me va a encontrar. Juega como nadie. Me gana como la que más. Es azar, droga, deseo, vicio; vicio de verdad.

Me gusta porque sabe responderme con la misma medicina con la que yo la pico. Porque me da la sensación de que nos hemos enamorado al ratón y al gato. Porque nos hemos encaprichado sin florituras, a tiras y aflojas, a su velocidad de crucero y a mis miedos de un pasado que me estampó a tanta celeridad. Devolviendo las bromas como si de un partido de tenis se tratase. Esperando el momento, el sitio oportuno, el lugar. Es set y partido, competidora, inquieta, mala perdedora, increíble rival.

De curvas inquietas, sonrisa que esconde más las ganas que los besos. Y me gusta de ella, que podría levantarme y sacarme de las peores, que la quiero porque es tormenta, porque es trueno, lluvia, naturaleza viva, monzón. Que podría levantarme del sofá o provocarme una guerra de cojines donde la cama es la batalla final.

La busco, porque si le pido un deseo, me lo cumple. Porque el destino la trajo hasta aquí, porque las arrugas de sus comisuras me quitan años, problemas, miedos. Porque si la llegara a perder, no sé si me lo llegaría a perdonar.

Y estoy seguro de que nos vamos a volver a ver,

Aunque sea en otra noche, en otros labios,

En otra estrella fugaz.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Amor de instituto

Ha vuelto el amor de instituto. Con otro cuerpo, con otro nombre, con otros labios. Otros ojos que ya no se pintan de mentiras, que ya no me duelen sus miradas. Ha vuelto con otra boca, otra sonrisa, otro amor. Que ya no tiene nada que ver con lo que se vivió, con todo lo que se murió.

Ha vuelto con otras ilusiones, con otra entrega, con otras ganas. Y ha venido a quedarse. A romperme los esquemas de una vida en la que ya no quería abrazos ni camas de hotel. Ha vuelto en forma de flechazo, de quédate a conocerme, de ven a lamerme las heridas, de hazme el amor con uñas y dientes.

Y ya me busca, ya me nombra, ya me provoca. Y juega al tira y afloja donde yo siempre me dejo perder. Donde ella se cree ganar. Y ahí ha vuelto, a curarme los tatuajes de una piel que nunca le escribió.

Hasta ahora. Hasta ahora que veo como estas líneas salen por culpa de su presencia, donde no hay palabra que no me emocione de sus curvas, de su pelo rubio suelto, de su nombre, de sus ojos grandes y marrones.

Hasta ahora que ha venido sin que la llamaran, que no es consciente de que hay párrafos pidiendo su autoría, que hay tardes que demandan su ropa esparcida en el suelo, que hay noches que son el preludio de volverla a ver.

Ha vuelto, el amor de instituto, el amor de caprichos, de mordisco en el labio inferior, de recreo, de piercing en la nariz, de escríbeme esta tarde, de te echo de menos sin ser conscientes de lo que era ese verbo.

Amor de entre clases buscándose unos minutos donde comerse a miradas.

Amor que vuelve para decirse que eso fue un flechazo donde vas a volverte a caer con todo el equipo.

Y donde éste, piensa disfrutarlo.

Por si se vuelve a ir,

Por si nunca llega a leer esto antes de graduarse en mi pecho,

Para que, por si algún día me suspende,
Que sepa,

Que yo me dejé su asignatura para septiembre,

Para aprobarla con estos versos.

viernes, 28 de agosto de 2020

Quiero llegar ahí

 Quiero llegar ahí, a ese rincón donde guardaste tus miedos. Quiero conocerlos, protegerlos, asegurarme de que nunca se vayan a escapar. Quiero cuidarlos, mimarlos. Que no haya nada ni nadie que pudiera tocarlos más que mis manos, más que mis dedos.

Quiero llegar ahí. A cualquier recoveco de tu piel. Surfear por ella. Impregnarme del olor que dejas en las sábanas al despertar. Quiero habitación y ropa de cama de hotel. Quiero estar ahí. En ese momento donde me das un beso, coges las llaves y te vas. Quiero estar en el sofá esperándote una tarde, guardando el atardecer para dedicárnoslo.

Quiero llegar ahí. En ese momento que abres la puerta, cansada, sueltas la maleta y te acurrucas cerca de mi pecho en busca de un abrazo, de una caricia, de unos mimos que con gusto se deberían de dar. Quiero llegar ahí, a todas tus incertidumbres. Y mecerlas en una cuna, ponerles nombre.

Yo quiero llegar ahí, a cada fin de semana de final de verano con toda la casa por barrer, con todos los besos por darse. Quiero llegar ahí, a todos esos te quieros. A todos esos junto a ti.

Quiero llegar ahí. A tus deseos, a tus ganas, a tus comisuras. A perderme en cualquier sitio inexpugnable de tu cintura. Y sentirme conquistador de tus caderas, gobernador de tus vellos de punta mientras bajo por la espalda a pecar de lo lindo.

Quiero llegar ahí.

Al único sitio de cuál puede que no regrese jamás.

Quiero llegar ahí,

Contigo.

martes, 11 de agosto de 2020

Siempre me pides más

Siempre me pides más. Insatisfecha de mis palabras, de mi ausencia, de mi presencia. Siempre vas y me pides más. Sin saber que es lo que exactamente quieres. De vez en cuando coges y te vas. En busca de otros labios a pedirle lo mismo que me pides a mí. Pero vuelves. Vuelves porque no sacian como yo. Porque no quieren como yo. Porque nunca me vas a encontrar en otros ojos, en otros labios que no sean lo que están aquí dedicándote un trozo de tiempo, en forma de escrito; de escrito de amor.

 Siempre me pides más. Como si yo fuera tu fuente infinita de te quieros. Como si yo fuera el culpable de tantas ganas. Como si yo te contara al oído todas las noches lo que me gustaría hacer contigo bajo una sábana llamada quédate.

Siempre vienes a buscarme. A exigir, sin malas palabras, un poquito de atención, un poquito de tiempo, un poquito de amor. Siempre vienes al rincón de pensar. Al sitio donde si te abrazan no araña. Sitio donde, cuando te dicen nosotros, vas y te lo crees. Que siempre has sido de creer más que de vivir. Verbos donde siempre que lo conjugábamos lo mezclábamos con cualquier cerveza, en busca de lujuria, de tiempo perdido, de ropa interior al suelo, de amores que nunca fueron.

Siempre me pides más. Quizás porque nunca supe decirte que no. Quizás porque siempre estoy para ti. Aún cuando varado en la orilla me dejaste, el mensaje en la botella iba firmado para ti. Siempre pides más, pensando que fue poco lo que se dió, pensando, quizás, que fue ínfimo lo vivido.

Y siempre vienes a verme. A cotillearme cualquier esquinita que dejé ver. Siempre vienes a verme. A saciar tu mono de mí. A consumarme aunque no me puedas tocar, amar, besar. A reivindicar mi piel como si fuera tuya. A batallear contra quien pretenda pedirme un poquito menos. Siempre haciendo de mi vida tu territorio a defender. Siempre siendo mi boca tu campo de batalla donde guerrear.

Siempre me pides más. Asumiendo que si algún día no obtuvieras lo que quisieras, vendrías a por la hoja de reclamaciones, a recriminarme qué fue todo aquello que se dejó de dar. Siempre vienes a por más, pidiendo un abrazo por encima de un te quiero. A publicar que no tuviste el valor de marcharte,

Porque, en el caso de que te fueras,

La única que saldría perdiendo serías tú.

Quizás por eso nunca quieras marcharte. Por miedo a peder todo lo que te di.
Y por eso siempre pides más.

domingo, 2 de agosto de 2020

El amor es tiempo

El amor es distancia partido de velocidad. Ir corriendo a no sé sabe dónde en busca de un lugar al que querer llamarlo hogar. El amor es dividir kilómetros ante toda una bonita incertidumbre que viene a comerte con prisas todas las noches, bajo una camiseta ancha de andar por casa. De ropa de sofá, de pelea de cojines, de amor de críos a rabiar.

El amor son segundos. Instantes que vienen a besarte el presente, el cachete, los senos, el alma. Y piensan fugarse contigo toda una vida que no vas a volver a recuperar. Distancia partido de velocidad. Sinceridad partido de sexo. Dedicarse partido de todos los lo siento.

El amor son momentos. Toda esa fuerza en una dirección multiplicada por la distancia a toda una gran verdad. El amor es fiel. Y te lo digo yo, que he estado al otro lado de una gran mentira. El amor es fiel, de estos que cuidan, que no hacen daño aunque pudieran arañar. De estos que, por mucho que se pierdan, remueven cielo y tierra para volverte a encontrar.

El amor es formularse bien. Haberse querido con la distancia tendiendo a infinito. Que no importe el camino y que no haya límites de velocidad. Ganas que no tiendan a cero. Mentiras que no tapen una cruel verdad.

Porque el amor es tiempo. Y no de esos que te dicen que lo necesitan. Porque éstos solo la quieren para ganar distancia. Para no volver. Para perder velocidad. El amor es tiempo. Dedicarse minutos. Tomarse la molestia entre besos, hacer el amor sin reloj. Contar las veces, los ratitos. Me gusta la frase esa que me dijo un día una persona a la que aún no he podido dejar de querer: Siempre me arrepiento de no alargar la despedida que, aunque no podamos, siempre la prolongamos un beso más.
Tiene razón. El amor es quedarse un poquito más. Siempre más.

El amor es tiempo medido en cariños, provocado en carne y piel. Dedicarse minutos. Tomarse la molestia entre caricias, de agarrarse bien la piel, de hacer el amor sin excusas, sin traición, sin miedo. De contarse los no te vayas. De quedarse otra vez.

El amor es tiempo.

El amor es ya.
El amor me quiere ahora.

Todo ese tiempo que pienso recuperar contigo
Y que yo te pienso ir a reformular.

martes, 7 de julio de 2020

Un lunes más sin ti

Mañana no. Mañana ni aunque me quieras. Mañana, aunque nos necesitemos, no vamos a estar. Ni pasado ni de presente de indicativo. Mañana de mucho futuro pluscuamincierto. Que mañana no, pero es que no se sabe cuando, ni como, ni porqué.

Mañana no. Pero no porque no quiera, sino porque no quieres. Mañana no, de no. De esos que rozan los nuncas a punto de hacer tope con el bordillo del abandono. Que yo no lo haría, ni mi futuro tampoco. Como cualquier otra campaña de año contra todo pronóstico del desamor, él nunca lo haría. Mis versos, como ves, a vísperas de estar esperándote, menos.

Mañana es un lunes más sin ti. Un día cualquiera vestido de te esperas. Un fin de semana más que se acaba sin un cuidadoso te quiero. Sin palabras que esperancen, sin guión, sin sino, sin bandera. En busca de cualquier deriva que nos separe más si cabe. Con un baúl cargado de fotos, de recuerdos, de vida. 

Y que ya no esperan ningún día del mes. Que todo el amor acabó en cuarentena, en busca de polos opuestos que cada vez más se atraen a punto de chocar. Uno el del olvido, esperando dar bocado a todo un nosotros repleto de tiritas. El otro, un para siempre, que busca agonizante, la orilla de cualquier labio que cure más que bese.

Otro lunes más sin ti, en busca de un fin de semana que aunque, llegue, no finaliza nada. Y pasan las horas donde el tiempo se mata por tal de que no nos mate a nosotros. En busca de, Dios sabe qué,
pero desde luego,

Procurando no tocar nunca, un martes,

Un martes más sin ti.

Te quise,
Te quiero,
Te lunes.

Te lunes mucho.

miércoles, 1 de julio de 2020

Me quedo con todo lo malo

Me quedo con todo lo malo. Con todo lo que sufrimos, con todo lo que pasamos. Me quedo con todos los besos sin dar, con todas esas caricias que se quedaron a milímetros de ser dadas. Me quedo con los arañazos a la confianza, con la venganza desmedida, con el amor a trozos, con el cariño partido.

Me quedo a esperarte. A luchar con moratones en el alma, con la nostalgia de encontrarme de nuevo en tus ganas. Vengo a pelear con todo lo malo que se te acerque, a que la sangre de mis heridas sea la cura de las tuyas.

Me quedo con todo lo malo. Todo lo que nos hace más fuerte, todo lo que nos hace cambiar porque nos equivocamos de lo lindo. Nosotros, auténticos drogadictos de quererse de cerca. Aunténticos camellos de exigirse amor.

Me quedo con todo lo que se lloró en esa habitación, en esas sábanas, en ese colchón. Sitio donde se quiso tanto, que poco se dijo, sitio donde, cuando reías, todo lo malo se iba por la puerta sin decir adiós.

Me quedo con todo lo que nos equivocamos. Con todos esos tachones y borrón y cuenta nueva que secamos al sol para volverlos a usar en caso de que todo lo malo se vaya a quedar con nosotros.

Porque no se trata de ser felices para siempre sino de haberse llorado de verdad, de haberse querido en las malas, de querer querer. Ser compañía que para todo está, que para todo se le requiere.

Porque yo me quedo con todo lo malo,
 
Por si algún día nos perdonamos de tanto fallo,

Por si algún día me vuelves a curar,

Con todo lo que se cayó sin querer ahí,

En todo lo malo.