domingo, 28 de abril de 2019

Siempre te vas

Siempre te vas. Que cuando en verdad más a gusto he estado contigo menos tiempo quedaba. Acostumbrado a ver tu compañía como un cruel reloj de arena. Consumiendo los minutos, acumulando los echados de menos. Siempre volviéndose en nuestra contra el dichoso destino. Poniéndonos en la otra punta del mapa para no volvernos a encontrar. Amor que se escapa, amor que se va.

Así siento tus días de después, que cuando mis ojos ya no te miran, mi boca ya no sabe de qué hablar. ¿Qué le habremos hecho a los dioses que cuando más nos desnudábamos en alma, más te alejabas en cuerpo? Siempre hemos pecado de tontos. Queriéndonos proporcional a la distancia. Aliada del tiempo para decirnos, cuando él diga, y no cuando nosotros queramos.

Nosotros, que hemos sido siempre de abrazos largos. Así recuerdo tus noches. De abrazos muy dados. De abrazos muy devueltos y bien merecidos. De esos que se aferran a la ropa con fuerza, arañando los últimos segunditos de nuestro ser.

Y es que siempre nos vemos irnos. Cuando el deseo es todo lo contrario. Que pareciera que no estamos hechos para enamorarnos sino para, volvernos a enamorar. Somos de perder el norte, y encontrarse en cualquier parte, en cualquier lugar. Alejados de cualquier bullicio que etiquete lo que fuere esto. Somos, como me gusta pensarlo a mí, de amores de instantes. De amor fugaz.

Amor que lo entretenemos entre visita y visita con algún escrito, con un haberse dejado leído, añorado. Haciendo correr los meses de la misma manera que corría la cerveza, las miradas, las indirectas y todos esos 'no' que nos vendieron a la cara. Porque nos hemos hecho inmunes a olvidar. Que siempre que me has prestado tus brazos han sido para envolverlos con los míos, para fotografiarlos sin instagram. Pero con un gran remordimiento de conciencia.

Que siempre soy yo el que se queda.
Y tú, la que siempre te vas.

martes, 23 de abril de 2019

Cerca

Adverbio, dicen, de lugar, de tiempo; que indica lo próximo en distancias, lo eminente en llegar. Cerca que a veces nos ha sonado tan lejos. O todos esos 'cercas' que nos escribimos prometiéndonos tantas cosas por llegar. Recuerdo los besos que volaron, las caricias, que nunca se llegaron a tocar.

Cerca nos decíamos. Cuando nos separaban más las circunstancias que los kilómetros. Y cerca nos lo vendieron, ilusos nosotros, que algún día este párrafo iba a llegar. Cerca nos hicieron creer que estaba ahí, al estirar el brazo, en la yema de los dedos. Porque cerca apellidamos a nuestras ilusiones, unidas con esparadrapos los trozos que cayeron tras otros haciéndolas alejar.

Y todavía me pregunto si cerca seguirá ahí esperando. Si cerca viene acercándose más. Porque no he sentido más amor que aquella que me etiquetó de cercano. Me acuerdo que fue ella quien me enseñó allí a lo lejos, que es tenerla cerca sin poderla amar. Y me acuerdo cuando, perdiéndola de vista, sentí que mi mundo perdía sus 'cercas', que mi vida, ya no entendía de tiempo y se apagaba, a lo lejos, una vez más.

Por eso cerca no mide el lugar. Ni cerca dice a cuánto se debe de amar. Ya está bien esa obsesión de a todo cuantificar. Que cerca no cuenta las veces, sino lo cerca que estás. Ni cerca controla el tiempo. Porque no es ella, de relojes, de horas, de aquí, de ya. En un mundo donde no se valora la intención, lo de menos es volverlo a intentar. Que amor no entiende de lejos, pero de cerca no se llega del todo a apreciar.

Y cerca no te dicen cuando, ni donde, ni a quién. Cerca no es cuando tú digas, sino cuando la serendipia tire los dados al azar. Y cerca no es antónimo de lejos, ni el disjunto de nunca jamás. Porque cerca no niega nada, pero no tampoco te llega a dar.

Y por eso nos enamorarmos y nos desenamoramos tantas veces.

Porque cerca estaba,

Hasta que la dejaste escapar.

sábado, 20 de abril de 2019

Mimos

Si quieres primero te los defino como lo haría la mismísima RAE. Si quieres te los vendo como cariños, como halagos, como demostraciones de ternuras. Definición que si no se cuida se convierte en una frase tan fría como aquella que dice que nunca volverá. Esa que cuando la escuchas te deja helado. Esa que cuando la dices, tienes que volver a aprender a querer.

Mimos ya no son lo que era. Porque los hemos estado diciendo mal, muy mal. Que ya mimos no son halagos. Porque hemos profanado la palabra hasta tal punto que ya nadie cree en el amor hablado. Que a día de hoy todo es mentira salvo que se demuestre lo contrario. Con todo lo que conlleva una demostración. Te lo dice uno que ha mimado tanto como demostrado. Y a pesar de haber sido viciado a ambas en ninguna me siento experto. Porque en ambas hemos hecho el amor muy mal. Fatal.

Todo es miedo y mentiras. Desconfianza que no deja querer. Amor que no es que sea ciego, sino que no quiere ver. Y aquí es donde entran aquellas que han decidido, erróneamente a parecer, dejarse querer. Por eso mimos no es escuchar cosas bonitas, sino decirse las cosas bien. Hasta ese punto hemos llegado; que ya la sinceridad trae hasta morbo, por la escasez de la misma, por lo que provoca cuando se dice de verdad. Con lo que eriza la piel un buenos días no pedido, un te quiero no exigido. Con lo bien que se mima uno diciéndose tanto lo que gusta como lo que no. Que mimar no es decirse cosas bonitas sino decirse tanto lo que va a gustar como lo que no. Mimar también es discutir los flecos sueltos de una relación, darle solución a todo lo que se erró.

Mimos no son cariños. En primer lugar porque no tienen el mismo cardinal. Mimos deberían de ser muchos más. En mimos entran la caricia de sofá, el beso del cuello, las cosquillas del brazo, el masaje sin ropa, la espalda desnuda, los labios al tocarse, la mano en la pierna. Mimos son dos juntos, muy juntos. Mimos es tocar, ser tocado. Donde no podría ni porqué haber cariño, porque eso es consecuencia de. Y en eso es donde siempre nos hemos equivocado. El pensar que la consecuencia es la causalidad. El cariño viene con los mimos. Cariño que se va si se deja de mimar.

Mimar se puede mimar de muchas maneras. Mimar debería de ser personal e intransferible. Tan propio que tenga nombre y apellidos. Y que sea de esa persona y no más. Mimar como se mimó. Y que no haya posibilidad de volverse a conseguir. 

A mí me gusta llamarlo mimar de ternura. Porque es ésta la que se ha ido olvidando a lo largo de los años. ¿Quién es el valiente que a día de hoy ama con ternura? Si nos han vendido que romántico es fragilidad. Si hemos confundido independencia con egoísmo. Si ya no sabemos ni lo que queremos. Y le damos oportunidad al que mejor lo supe vender, que suele coincidir con el que peor te supo querer.

Y es ahí cuando, a posteriori, al próximo le empezamos a pedir fuera de carta. Donde antes pedíamos los postres, ahora nos quejamos de que ya no hay mimos que pedirse,

Que ya mimos, sólo quedan los que se escribieron en otro menú,

Porque si fueron leídos,

Al menos sabemos que no van a salir de aquí,

Vaya a erizarnos la piel,

Vaya que, después de haberlo leído,

Nos creamos mimados de verdad.