sábado, 20 de abril de 2019

Mimos

Si quieres primero te los defino como lo haría la mismísima RAE. Si quieres te los vendo como cariños, como halagos, como demostraciones de ternuras. Definición que si no se cuida se convierte en una frase tan fría como aquella que dice que nunca volverá. Esa que cuando la escuchas te deja helado. Esa que cuando la dices, tienes que volver a aprender a querer.

Mimos ya no son lo que era. Porque los hemos estado diciendo mal, muy mal. Que ya mimos no son halagos. Porque hemos profanado la palabra hasta tal punto que ya nadie cree en el amor hablado. Que a día de hoy todo es mentira salvo que se demuestre lo contrario. Con todo lo que conlleva una demostración. Te lo dice uno que ha mimado tanto como demostrado. Y a pesar de haber sido viciado a ambas en ninguna me siento experto. Porque en ambas hemos hecho el amor muy mal. Fatal.

Todo es miedo y mentiras. Desconfianza que no deja querer. Amor que no es que sea ciego, sino que no quiere ver. Y aquí es donde entran aquellas que han decidido, erróneamente a parecer, dejarse querer. Por eso mimos no es escuchar cosas bonitas, sino decirse las cosas bien. Hasta ese punto hemos llegado; que ya la sinceridad trae hasta morbo, por la escasez de la misma, por lo que provoca cuando se dice de verdad. Con lo que eriza la piel un buenos días no pedido, un te quiero no exigido. Con lo bien que se mima uno diciéndose tanto lo que gusta como lo que no. Que mimar no es decirse cosas bonitas sino decirse tanto lo que va a gustar como lo que no. Mimar también es discutir los flecos sueltos de una relación, darle solución a todo lo que se erró.

Mimos no son cariños. En primer lugar porque no tienen el mismo cardinal. Mimos deberían de ser muchos más. En mimos entran la caricia de sofá, el beso del cuello, las cosquillas del brazo, el masaje sin ropa, la espalda desnuda, los labios al tocarse, la mano en la pierna. Mimos son dos juntos, muy juntos. Mimos es tocar, ser tocado. Donde no podría ni porqué haber cariño, porque eso es consecuencia de. Y en eso es donde siempre nos hemos equivocado. El pensar que la consecuencia es la causalidad. El cariño viene con los mimos. Cariño que se va si se deja de mimar.

Mimar se puede mimar de muchas maneras. Mimar debería de ser personal e intransferible. Tan propio que tenga nombre y apellidos. Y que sea de esa persona y no más. Mimar como se mimó. Y que no haya posibilidad de volverse a conseguir. 

A mí me gusta llamarlo mimar de ternura. Porque es ésta la que se ha ido olvidando a lo largo de los años. ¿Quién es el valiente que a día de hoy ama con ternura? Si nos han vendido que romántico es fragilidad. Si hemos confundido independencia con egoísmo. Si ya no sabemos ni lo que queremos. Y le damos oportunidad al que mejor lo supe vender, que suele coincidir con el que peor te supo querer.

Y es ahí cuando, a posteriori, al próximo le empezamos a pedir fuera de carta. Donde antes pedíamos los postres, ahora nos quejamos de que ya no hay mimos que pedirse,

Que ya mimos, sólo quedan los que se escribieron en otro menú,

Porque si fueron leídos,

Al menos sabemos que no van a salir de aquí,

Vaya a erizarnos la piel,

Vaya que, después de haberlo leído,

Nos creamos mimados de verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...