domingo, 30 de octubre de 2022

El amor no tiene memoria

Pues no toda cama abriga, ni toda compañera es compañía. Lo que me quedó claro del amor es que no todo el mundo quiere. Que no todo el mundo sabe abrazar. Ella, que siempre me idolatraba por nuestros retozos, se iba en busca de los brazos de otro hombre. A otra cama, a otro amor, a otra vida.

El amor no tiene memoria. Y lo dicen todas aquellas postales que rompiste en la misma cama donde le hacías el amor. El amor no tiene memoria. En tanto que, da igual lo que des, que nunca va a compensar lo que recibiste. Ni con carácter retroactivo. Al amor hay que ir con el convencimiento de que se va a perder algo de ti, con toda la idea de ganarnos un nosotros de campeonato.

Nos quedó claro que ni todo beso besa, ni todas las mentiras fueron tan verdad. Tampoco quiero que te vayas de aquí pensando que hemos venido a describirnos el desamor que nos dejaron con una botella de champán abierta y unas medias negras tiradas a los pies de una cama de hotel. Porque al amor hay que ir a comernos más allá de las ganas. Más allá de los pecados. Hay que rezarle a un Dios que no profesa religión y donde la única fe es táctil, a la piel que erizas cada vez que besas. Porque donde no hay fe, no hay amor; porque donde no hay repeluco, no hay intención. Hay que creérselo, hay que hacerle más allá que el amor.

Y ojo, que no todo amor es amor. Que ya a cualquiera vestido de nadie le cedemos un trocito de nuestra dignidad. Con todo el derecho a pisotearla en cualquier momento. Bajo el miedo de que el gosthing te lo van a hacer a ti, aunque le llames todos los días bajo su pseudonombre, aquel que le sacaba una sonrisa en aquellas videollamadas donde la hacías protagonista de un cuento, de un blog, de un libro, que hablaba como poco a poco se iba enamorando de la atención, de la historia, del juego de hacernos el amor sin desnudarse.

Por eso el amor es incertidumbre, romper las reglas de un azar que caóticamente caes en buscas de unos labios nuevos, a hacer el amor como nunca, a quererse como nadie. A escribir en folio en blanco, bajo toda esa marabunta de capítulos que arrugados te dejan un punto de partida al que no quisieras volver jamás. Como Alicia sin maravillas, con reina pero sin corazones.

Por eso vuelves a leerme. Porque estás enganchada a un amor que nunca supo ponerse nombre.

Que nunca supo escribirte lo que querías leer. Aunque todos los días te lo escribiera. Bajo unos lunares de alguna que otra piel. Aunque lo borrase justo al acabar en aquella conversación de Whatsapp que dejaste de escribir allá por primavera.

El amor no tiene memoria.

O se nos ha olvidado querer... 


sábado, 29 de octubre de 2022

Ella es mi octubre

Octubre se nos va como los besos que nos prometimos en verano. Que lejos queda ya su piel, su sonrisa, la arena, la sal. Que lejos quedan sus excusas, su abandono, sus abrazos en el sofá, su perfume, su compañía. Recuerdo cuando se fue. Recogiendo las maletas llenas de mis promesas, de mis relatos. Ningún culpable, no hubo día que no nos quisiéramos. No hubo un mal gesto, una lluvia fría, ni un día nublado sin su serie de Netflix en el salón.

Que lejos quedan todos sus quizás, toda aquella monotonía que impidió ver un amor que venía a prolongar un otoño, a matar un verano. Octubre se acaba como su cigarro en el cenicero mientras se recogía el pelo en una cola para hacerme el amor. Que lejos quedan sus caricias, sus tardes nubladas, mi camiseta ancha en su cuerpo desnudo, sus pies descalzos, su apelativo con cariño, que me inventaba cada estío, su corazón invadiendo el mío, como si fuera ella Napoleón y yo su Europa, como si yo fuera las Indias y ella, Colón en 1492.

Que experta fuiste en la nostalgia que, corrió por su espalda como aquellas gotas de sudor en una piel quemada queriendo por el sol. Y de ahí las marcas de un bikini que ya quedó guardado en un cajón. Como mis libros, nuestras fotos, mis camisetas.

Que lejos me quedan los labios, sus miradas, sus márgenes de unos apuntes donde escribía te quiero inocentemente. Que lejos quedan sus caprichos, sus helados del McDonald's, sus manos agarrando mi pantalón, su pelo suelto, sus rímel coloreando el fino borde de sus ojos verdes. Esos que siempre venían a comerme, como si fueran el Coco.

Que lejos queda ya la playa, la toalla, el mar, tu frío en la orilla, que te acurrucabas en algún lugar de mi pecho, tus labios salados pidiendo más atención. Y que texto más bonito cuando, sin pronunciar tu nombre, vienes un noviembre más a leerme. A nunca olvidarme, a decirme que,

Aunque sea ya casi noviembre,

Fui tu mejor octubre.

Tu mejor amor.

viernes, 28 de octubre de 2022

El amor es un juego

El amor es un juego donde lo único que hay que hacer es jugar mejor. No se trata de ganar y ganar. Sino aprender a perder. Que algún día no cueste levantarse de tanta caída, de tanta patada a destiempo, de tanto mal vicio, de tanto mal amor. 

El amor es ir a empatarse las ganas. A llegar ahí donde otros no supieron ver. Amor de los que meten goles en cualquier serie de Netflix, en cualquier sofá-cama de salón. A cualquier beso, responder con otro aún mejor. Amores de abrazos en tiempo extra, de añadidos, pidiendo la hora en cualquier cama de matrimonio, en cualquier principio de relación.

Al amor hay que ir con ideas, y si vas con ideas te llamarán loco hasta que triunfe. De mientras, la expresión "locos de amor" invadiendo instagram, la toxicidad titular en cualquier envidioso de corazón. El rival sube la defensa a medio campo, presionados, bajo la única verdad. Que nadie nos supo querer. Que nos queremos cada año, peor.

De lo que no me cabe duda es que fuimos a ganar el partido. Aún a sabiendas que se jugaba en cama ajena, visitantes de una cita surgida de cualquier conversación. Alguna sonrisa y mirada que se nos escapó tontos de amor. Minuto sesenta de este párrafo y enganchada como si fuera a pronunciar tu nombre. Tus labios secos pidiendo perdón. Una falta al borde del área, clímax, caricias, alcohol.

Final del partido y alguno acaba pidiendo la hora, la revancha o la camiseta de fútbol que te quedaba grande con mi nombre y mi número a la espalda; pelo recogido, tus manos aún en mi cuerpo, tarjeta amarilla, mirada a destiempo, sonrisa de roja. Se mira al VAR, hubo contacto, hubo besos, hubo amor.

Pues esa es mi definición de amor.

Un juego donde lo único que hay que hacer es, volver a jugar cada semana mejor.

sábado, 22 de octubre de 2022

El amor mata

Mil pecas recorrían su pecho. Una galaxia que supe apreciar a la luz de una noche en su habitación. Su ventana medio abierta, su ropa medio quitada. Su cama semidesnuda. Cualquier silencio era mejor que cualquiera de estas palabras sueltas. No recuerdo cuando caí herido al borde de sus labios. Otra guerra a la que voy sin ser llamado a filas. En algún parte médico apareció mi nombre, mis promesas, mis miedos.

Me aferré a un espacio infinito. Y allí me perdí. Su conversación de Whatsapp era la tierra que había que repartir en el Tratado de Tordesillas. A trescientos setenta leguas de su último adiós. Una línea imaginaria trazaba el borde de su adiós. Y no supe ver más allá de sus venenos. Y me curaba con sus propios besos. Que bien supo hacerme su amor. Que mal nos quisimos. Que mal nos dejamos querer. Que ninguno echaba de menos la compañera, sino la compañía. Y nos daba igual firmar bajo un pseudónimo que ahora entendimos.

Pero contra más se acercaba el final, más estrechábamos los límites de cordura. Y ya no había ropa, ni noche. El tiempo roto, la cama se hacía pequeña, sus manos recorrían cualquier mapa de mi cuerpo, y la estrategia no era otra que cruzar ese Atlántico. Aunque nos costara la vida, aunque nos robaran las almas. 

Suave, ni una curva sin pasarse de frenada, a cualquier lunar le rendimos un homenaje. Que implorabas a Dios siendo atea. Sexo bajo un cielo de mentiras que inundaban nuestras heridas. Ahogadas bajo el fin de una resistencia. Con la conciencia de paseo, el amor apagado como una colilla en un cenicero. Que el amor mata.

Así de lento.

Porque no era amor.

Porque no eras amor. 

Ni me lo hacías lento.