viernes, 29 de enero de 2021

El amor es Odisea

El amor es Odisea. Irse a esperar veinte años. Sufriendo las embestidas de los cantos de sirenas que te tatuaron infidelidad en una piel que ya no es tuya, en unos labios que ya no besan, ni sabían hacerlo. El amor es irse a buscar. Aunque se tenga que cruzar el Mar Egeo en un barquito de papel, aunque se tenga que echar de menos entre tanto oleaje, entre tanto confinamiento. 

El amor es una cuestión de fe. Mirar al horizonte, a la agenda del WhatsApp, a los mensajes privados de Instagram. A ver si ha vuelto, a ver si viene a lo lejos. A ver si pretende volver. El amor es haberse respetado mucho. Haberse escrito. Deshacer lo tejido de un vestido que desgarró noches de sexo, droga y alcohol. El amor es de haberse querido aún mejor. El amor es decirse más veces te querré que te quiero. Prometiendo un futuro que con certeza llegará, luchando mil batallas para tocar casa, hogar, su pecho.

Porque el amor es mucho de cuerpos. Mucho de tacto. Y para ello hay que perderse distancia, hay que ganar en cercas. Quererse tan cerca que nos construiríamos una. El amor es quitarse los miedos y dejarlos todos bien guardaditos en un rincón. Perder Filofobia, miedo al amor. Y aguantar las embestidas de las tormentas de alta mar. Salir vivo de todos esos no haberse querido, de todos esos no fue para siempre.

Y soñar. El amor es soñar. Que no hay nada que dure tanto como la perseverancia de aquel que te quiere de verdad. Lo que quieras vas a tener que demostrar que lo quieres de verdad. Hay que soñarse. Mucho. Y perseguir ilusiones. Buscar tesoros sin mapas, ganar besos sin contra rembolso. Abrazos que no pidan ticket de devolución. Hay que soñarse, echarse de menos, tener sed. Beberse siempre que se pueda. Y acabar sediento. Eso es el amor; sed.

El amor es irse a pelear contra cientos de Cíclopes, monstruos de discoteca y hechiceras del desamor. Al amor hay que ir como a la guerra. A perderlo todo a cambio de un volverse a ver. A perderlo todo a cambio de ganarse un retorno a su lado. Al amor hay que ir con todo el equipo. Dispuesto a caerse en cualquier no, enfangarse en besos que no supieron más que venderte quizás.

El amor es regresar a nuestra Ítaca. Vengarse de todos los pretendientes de una isla griega que no existe y brindar en el último convite por todo un nosotros, por un no te vayas, por un quédate. El amor es aventura, de epopeya clásica, griega, bizarra. Donde el amor se guarda un capítulo final, un ven que te devoro, un echarse de menos que no sacia cualquier agua de mar. El amor es Odisea,  

Donde tú, mientras leías ésto,

Te creías Penélope.

Donde yo me creía Úlises, 
yéndote a buscar.

martes, 26 de enero de 2021

Nos faltó amor

El amor, a veces, se acaba. Alguien le sabe poner fin a todo ésto que no supimos ponerle nombre. Carpetazo a doscientos treinta y cuatro folios con todos los te quiero que te rozaron la cara, que te acariciaron, en un entonces, el alma. Fin al amor, todas las ganas al rincón. Al rincón de pensar.

Que siempre hemos estado al otro lado de la frase; ya no te quiero. Tus ilusiones, si las tenías, a cualquier cesto de lavar. Todos los méritos repartidos en trocitos incapaces de volverse a juntar. Amor de trastienda, de ropa vieja, de azul casi gris. Fin del nosotros, que acaba con un tú y yo mucho más separado que por una simple y griega.

¿Qué nos faltó? Si lo teníamos casi todo. ¿Qué faltó? Si la vida iba corriendo, la vida iba deprisa. Y nosotros corriendo tras ella. Medio asfixiados por un presente que no supo tampoco ponérnoslo fácil. Quizás faltó eso, faltó respirar. Disfrutar de lo que tuvimos. Faltó vivirlo. Dormirlo con nosotros. Dejarle un hueco entre cualquier beso, entre cualquier hacernos el amor

Faltó respeto. Tanto como sobraron infidelidades. Que allí donde supimos ponérnoslos bien puestos, faltó lo que precisamente sobraba. Faltó valor. Y decirse no te quiero a tiempo. Nos hubiéramos ahorrado un confinamiento, nos hubiéramos quitado la ropa más veces sin miedo. Y hubiéramos encendido más veces la luz en cualquier habitación de hotel. Porque faltó confianza. De la buena, de la que, por mucho que no se diga, está. 

Faltó reciprocidad. Resolver la ecuación y convertirla en igualdad. Que siempre daba la impresión de que la balanza estaba desequilibrada. Pesando más lo que se dio, que lo que se recibía. Y tú siempre en el medio, haciendo del equilibrio un imposible. 

Faltó dedicarse. Esos cinco minutitos castigados contra la pared. De silencios donde las miradas muerden. Faltó palabras. Porque hubo un día que se dejaron de escribir. Y faltó que de vez en cuando, el emisor, fuese receptor y viceversa(de la buena).

Faltó fuego, pasión, garras. Que las heridas fueran más de sangre que de alma. Y faltó intensidad, potencia y menos resistencia. Faltó formularse futuro, pensarse las cosas dos veces. Y faltó casa, trabajo y una vida en común. Faltó ponerse en prioridad y egoístamente, darse valor. Nos faltó un cuidado narcisismo y llamarse más veces jodidamente guapos, decirse más veces follar. De vez en cuando, pelearse a besos.

Faltó que te lo creyeras como yo. Faltó que fuera el último amor. El primero en quedarse.

Faltó que fuera para siempre.

Eso faltó.

Faltó que fuera para siempre.

sábado, 23 de enero de 2021

Amor adictivo

Me encanta como te escaqueas. Escurridiza de armas tomar. Que nadie te atrapa, que vuelas libre, que vas a donde quieres y amas de verdad. Con todas esas me engatusas a buscarte. A ser yo el gato y tú el ratón. Que me dejo cualquier obligación por alguno de tus caprichos bien pedidos.

¡Qué amor más adictivo! Que siempre voy en busca de tu boca. A mirar a escondidas donde te has dejado caer hoy. Impaciente de los mensajes de texto que, contra más tiempo se tarda en enviarse más provocan las ganas. Y ya todo es buscarse alguna excusa pa' vernos.

¡Qué amor más rápido! Que nos hace olvidar los confinamientos. Como si todo lo que hubiera fuera de nuestra cama ya no importara, como si todo lo externo a la curva de tu cuerpo no motivara. Y siempre, sonriendo, me golpeas otra caricia en la espalda. Siempre, así, como una niña mala con mis camisetas de fútbol, pidiendo amor, pidiendo momentos.

Que cuando tu piel toma control de mi cuerpo, yo ya no sé escribirte, yo ya no sé como leerte. Dejándome llevar. Hipnotizado por tu melena rizada y despelucada que devora el espacio más cercano a un nosotros.

El toque de queda llama a un fin que da paso a un echarse de menos de campeonato. Y persigo tu última conexión en línea como el oxígeno para un día después. Donde, por experiencias pasadas, me enseñaron que no ibas a volver. Donde, el pasado te dice que se fue. Amor huído.

Hasta que apareces de nuevo. Con una botella de vino, una camiseta del Sevilla y un amor a punto de regalar. Yo había vuelto a escribir tu ausencia, y tú vuelves a dejar tu sonrisa en mi apartamento, con tus pies descalzos, tus piernas desnudas y mi cama deshecha.

Tú eres un amor adictivo. Droga. Vicio. 

Mi confinamiento.

sábado, 16 de enero de 2021

Me enamoré de tu confinamiento

Me lo creí. Y pensé que ésta era la oportunidad perdida. El sacrifico que se debía hacer para conseguir el último amor. Te lo advertí. Me enamoré de tu confinamiento. De todo lo que rodeaba tus noes. Me atreví a imaginarme mil cafés contigo, mil noches sin dormir, miles de peleas en la cama sin heridos, con muchas caricias como metralla. Y mi piel siendo escudo de toda esta relación. Que ni tú supiste verla venir de lejos, ni yo supe ganar la guerra.

El amor se me antojó en tus ojos. Lo que me dejabas ver de tu rostro. Buscando cualquier excusa para verte de labios, para besarte a manos. Confieso que fui drogadicto de tu presencia, buscando siempre un poquito más de ti, insaciable de tus silencios, que provocaban más en mí que cualquier palabra tuya.

Me sentí prisionero de todo lo que me supiste regalar sin habértelo pedido. Y estoy seguro de que nunca supiste que había letras que escribían a escondidas tu nombre, que a escondidas iba a pies juntillas buscando tu encontronazo. Me sentía, a tu lado, cómodo. Dibujando un futuro que coloreaban tus mensajes cuando decidías escribirme.

Y entonces me convertí en aquel que leía. Y pude disfrutar del momento. Viendo como, alguien me dedicaba tiempo. Entonces comprendí que era aquello de dedicarse. Y me sentí deseado. Valiente fui en busca de tu compañía. Y me quedé ahí, imaginando que nunca te irías.

Y no te fuiste.

Me enamoré de tu confinamiento. Donde yo era libre en tu cuerpo, en tus sábanas. Sin restricciones de movilidad. Haciendo el amor sin treguas. Sin miedo.

Sí creo en el amor. 

Y es contigo.

viernes, 8 de enero de 2021

Siempre la misma pesadilla

Al extender el brazo, a mi lado ya no estás. Otra noche más sin ti. Con miedos de amores que viajan a un pasado donde fuimos infieles a nuestras promesas. Acostándonos con cualquier otro sueño, con cualquier otro labio, a los pies de otra cama, sacudido por otro otoño, de otras sábanas.

Mis sentimientos ya no saben dormirse solos. Y se acuerdan de tu olor, del calor de un espacio donde mis manos te buscan pero no te encuentran, donde mis ojos te imaginan pero no te ven, donde mis letras te escriben pero ya no te leen.

Siempre la misma pesadilla. Viendo como te alejas. Sin posibilidad de salir corriendo detrás tuya. Incapaz de gritarte no te vayas. Desde lejos me miras queriéndome decir algo que no termino de interpretar. Y el frío de mi cama ya no lo sacian unas mantas que taparon tantos inviernos juntos, que escondieron tantos secretos, tantas caricias.

Amor desvelado que ya no te sueña porque es incapaz de dormir sin ti. Dejando una madrugada que no hace más que resumir todas las noches que dejaste. Que ya las mañanas no tienen tu "remolonería" de cinco minutitos más en la cama, que mis sudaderas no tienen usurpadora, que mi cuerpo ya no tiene rincones donde te dejabas caer dormida, o como los espejos ya no reflejan un nosotros, donde la habitación ya no besa despeinada, donde soy carcelero de mi propia soledad.

Yo, que me dormía mientras tu mano acariciaba mi pelo hasta dejarme saciado de amor. Que nadie supo mejor quitarme los miedos, que nadie supo mejor curarme las cicatrices, hacerme olvidar los duelos, el abandono, todos esos no.

Quizás por eso las noches son más traicioneras. Donde el silencio me grita tu ausencia, donde mis ganas arropan mi frío y me inundan la añoranza con imágenes tuyas que guardo en cualquier rincón de mi sien. 

La primera vez que sueño sin ti, contigo. Helado de frío, sin tu calor. Pesadilla. Mi bonita pesadilla. Porque siempre acaba en tus melosos labios. Los de verdad. Dibujando en los míos un todo fue un sueño.

Donde yo me lo creí.

Pensaba que ya no estabas ahí, al extender el brazo. A la que tanto abracé,

Mi pesadilla.

viernes, 1 de enero de 2021

Amores de Enero

Amores de enero. Eso de empezar desde cero. Poner las ganas ahí, en el horizonte, para alcanzarlas a lo largo de un nuevo año, para irse pidiendo cada vez un poquito más, sabiendo que a lo lejos hay un te quiero que no se desea tanto escribir como írselo diciendo. Amor y año que van pidiendo un poco más de probarse y algo menos de conocimiento. Quitando las barreras de unos kilómetros que cortan alas y cuentan cuentos.

Amores de principios. De empezar a darlo todo por esos abrazos prohibidos casi por el mismísimo gobierno. Donde nos hemos tenido que aprender a querer sin manos, al amor sin beso, al te quiero sin voz. Amores que dan las uvas y te ponen ahí, en la casilla de salida, para tirar los dados, para degustar la incertidumbre de un tablero donde tú eres la ficha, y ella el premio.

Amores de quererse mucho, de amarse mejor, de pedirse más. Amores biyectivos en busca de respuestas, en busca de excusas para provocar a un futuro incierto, en busca de una buena patada a la vida que nos haga encontrarnos donde sea, bajo cualquier épsilon, para todo delta. 

Amores que nos es que te busquen sino que te demandan. Y sin querer te revalorizan los abrazos, te suben el precio de los besos y te guardan bajo una mesita de noche que pide pasión, que pide perversión, deseo, droga, calor, sexo.

Amores minimales de dos abrazos. Que si se encuentran van a cometer el repetido error de volverse a echar de menos, de volverse a perder. Con la osadía de buscarse en unas letras que cada vez escriben menos, que cada vez ilusionan a más nadie.

Amores de intención, de larga duración, de haberse perseguido en busca de otra verdad que te contaron mientras ibas acumulando ilusiones rotas en el sótano de la emoción. Amores de no pudo ser, de no saber quererse. La vida empieza ahí, en quien se molestó a irse a buscar.

Aunque hiciera frío,

Aunque fuera enero.