sábado, 7 de septiembre de 2019

Este cuento

No quiero que acabe. Ni el finde, ni de los besos, ni los planes, ni este cuento. No quiero que se acabe. Egoísmo sin medida que busca en tus labios rascar tiempo, consumir las ganas, perderse de la vida. No quiero que acabe su sonrisa, sus ganas, sus gemidos, sus miedos. Porque todos nos han visto dormirnos rodeados esa noche de cojines.

No quiero que se acabe. Lo que no tiene nombre, lo que va con frenos, lo que va despacito hacia mi alma. A devolverme una ilusión que dejé en alguna isla del pasado. Y no quiero que se quede, ni que se vaya, ni que lo diga, ni que lo calle. Porque no soy quién para decirle como tiene que vivirlo, ni besarlo, ni soñarlo. Que ni pronto ni tarde... que ni antes ni después. Otro beso, me mira, se ríe. Otro beso. Me abraza. Cierra los ojos. Ahí está ella. En un ahora. En un ya.

Y no quiero que se me vaya su perfume, ni su sabor de boca, ni su sexo, ni su recuerdo. Para que todo eso que me dio, se quede aquí en este rinconcito conmigo. Para que, cuando no la vea, la tenga bien presente en mis recuerdos. Como la noche donde hubo lo que fuera aquello. Como las caricias que se pidió tan esperadas. Tan de espalda desnuda, mi mano caminaba y sus vellos se erizaban.

Y me quedo con su piel, con su tacto, con su pelo. Como iban atrapándome en su cama y quitándome el sueño. Que más de una vez me quedé mirándola sin saberlo. Y dormía, tranquila, como si mañana fuéramos a estar ahí de nuevo. Y entonces le besé el cuello.

Y recuerdo que, cansada, me pedía, desde el otro borde de la cama, mi cuerpo. Para quitarle el frío, o los miedos. Nunca me lo dijo claro. Pero fui, y le quité la ropa, el frío y todo lo que llevaba puesto.

No quiero que acabe dijo,

Y yo le insinué, por si acaso,

Un pequeño beso, en las comisuras de esos labios nuevos.

Ella rió. 
Sonrisa que no acabó, aunque acabe este texto,
este cuento.

jueves, 22 de agosto de 2019

Me quedo a esperarte

Me quedo a esperarte. Aún a sabiendas que puede que nunca vendrás. Pero me quedo a esperarte. Aquí anclo mis maderas, aquí dejo mis velas. Atraco mi vida, mis prisas, mis ganas. Y me siento a ver si vuelves. A ver si apareces por la línea del horizonte, a romperme el norte. Con la desesperanza de que si no vuelves, tomar rumbo y fuerza para volver a echarse a la mar, en busca de cantos de sirena, y curar las heridas con agua de mar.

Me quedo a esperarte. Y sin ningún rencor ni trifulca. Pues no anda mi vida para motines ni naufragios. Que siempre he sido más de quedar que de largarse. Me ha gustado más la espera que las prisas de un mal querer. Más un te quise, que un te querré.


Me quedo con la condición de que si vuelves, no te vayas sin mí. Sin ningún tipo de pretensión, simplemente a acompañarse mucho. A juntarse mejor. Me quedo a esperarte. Porque siempre que no te he echado de menos es porque estaba empapándome de tu presencia. Consumiéndote como si no fuera haber un mañana, como si pensase que esta noche fuera a llegar. Y que cuando llegara e hiciera la vista atrás, pensar que te he amado mucho, que te he querido demasiado, que te he querido a reventar.

Porque no hay más cariño que todo ese que se dejó en el tintero. Ese que nunca se llegó a dar. Ese que hoy mismo te tengo que guardar. Me quedo a esperarte, porque es otra forma de besar. Otro caprichoso destino donde quien se queda la paga. Y aquí no hay monedas en el mundo que pueda pagarme la deuda. Que esperar, te he esperado mucho. Que quedarse, me he quedado por ti.


Por eso me quedo a esperarte, por si me tengo que guardar este papel lleno de tachones, lágrimas y besos sin dar,


Por si vuelves a aparecer,

Para que no se diga que te olvidé.

jueves, 8 de agosto de 2019

Nos debemos una despedida

Pero de estas que se quedan. Una despedida de las de antaño. Un claro 'no te vayas'. Esas despedidas de corazón encogío. De mano en el corazón. De lágrimas en la cara. De amor por amor. Nos debemos una de estas de para siempre. Una de para toda la vida. Una despedida de estas que no se olvidan. De estas que no nos rogaron ni una maldita vez.

Porque lo vi en tus ojos, en tu noche, en tu cama. Como buscaban un poquito de lo que ninguno sabemos darnos. Un buen atracón de oportunidad. De ésta que no consume, que no gastan, que las da el azar. 

Lo vi en tus labios como pedían el beso, el quédate. Y conjugaba todas las terminaciones del verbo volverse a ver. Donde más de una vez miré a ver si conjuntaba con mi sujeto, a ver si te tenía en mi predicado, a ver si circunstancial de tiempo, de modo, de lugar.

Y lo noté en mis pensamientos. Inmersos un día después en tu imagen, en cómo te ibas, en cómo mirabas. Que dejabas las ganas siempre para luego y yo ansioso, curioso, escribiendo de ti.

Nos debemos una despedida de beso, de abrazo, de piel. Una despedida de cerca, de milímetros, de bocas, de lengua, de sed. Los dos solos, sin miedos, sin fuerzas, los dos a punto de caer. Y que ambos nos sostengamos para la siguiente vez.

Nos debemos una despedida de excusa para volvernos a ver. Tu ilusión, mis ganas; tu forma de querer, mis labios, tu piel; mis letras, tus forma de leer. Todas mezcladas para probarnos, para matar el vicio, para valorarnos del uno al diez.

Y al cuerno todo lo que nos prometieron. A la hoguera todo aquel que no te supo ver.

Que yo aquella noche descubrí mi compañera,

De vida, de sino,

Para volvernos a perder.

sábado, 27 de julio de 2019

Nadie está acostumbrado al amor

Y tú menos. Que siempre has vendido los besos bajo las sábanas de una habitación. Y yo menos que siempre te los daba sin razón. Y nosotros muchísimo menos que siempre nos hemos creído el pronombre por encima de nuestras posibilidades, haciéndolo todo nuestro, las ganas, la vida, el amor. A todo le hemos puesto un ‘nuestro’ delante como si fuera, éso, muy nuestro, como si fuera un título de honor, merecido por apellido, por palabras, por qué sé yo.

Nadie está acostumbrado al amor.. Ni al dejarse querer, Ni amar de corazón. Nos han querido tan mal que ya amor no es lo que era. Nos han querido tan mal que ya no entendemos lo que es el querer. Que ya los besos no son para siempre, ni las caricias a flor de piel. Que el amor ya no es un nombre, ni una mirada, ni la primera vez.

Al amor nos lo han presentado como que duele. Y aquí nadie quiere curarse después de caer. Porque hemos tropezado tantas veces que el amor ya es sinónimo de que nos vamos a estrellar contra todo pronóstico. Ya querer, molesta. Ni se hace bien.

El amor nos lo han vendido como una contrarreloj. Nadie nos ha enseñado a acabar. Que ya nadie se ha acostumbrado a terminar las cosas bien. Que ni empezar si quiera aprendemos, por hacer las cosas rápidas, deprisa y sin fe. Porque hemos demonizado el amor, y ya el pecado le gana a toda una mismísima religión.

Amor de cobardes que en las noches nos tacharon de pasado, y el presente nos lo vende como papelinas de fumar, de un solo uso, consumo propio, en cajetillas de intenso olor, sexo en una cama; pero que amar mata, provoca arrugas, quiera menos, como rezaba el guión.

Y nadie se preocupa en amar flojito y vamos retando al tiempo, contándole los segundos por él. Que a todo le ponemos fecha, a todo le ponemos fin. Por eso nadie está acostumbrado al amor, ni a tus manías, ni a los sueños del otro,

Ni a una vida sin ti.

miércoles, 24 de julio de 2019

Caprichosa

Que todo lo quieres. Que todo se te antoja. Niña que busca lo que nadie tiene. Con exigencias del guión. Pides los besos con abrazos por sorpresa. Roces que van a los besos de verdad. De estas que piden siempre fuera de carta. Caprichosa, que lo quieres todo. Que lo demandas sin pedido mínimo, sin coste adicional.

Amor a cobro revertido. De amores sin camiseta en el sofá. De antojadizas manías. Que cuando más pedía, más se le daba. Avariciosa de habernos querido mucho. De habernos amado mejor. Caprichosa de los momentos. Que siempre contabas las horas para volvernos a ver. De estas que te hacían perder los días queriendo. Muy queriendo. Que ahora me doy cuenta que hasta el tiempo has querido controlar. Caprichosa de bocados en mis labios. Ladrona de caricias. Que todas las demandabas desnuda al pie de una cama de hotel.

Caprichosa de mi cuerpo. Que has ido a probar cualquier recoveco de mi piel. Acumuladora de mis miedos. Que todos me quitaste con tus formas de querer. Veleidosa de cualquier muestra de cariño. Que todas las quería para ti. No compartiendo absolutamente nada. Que todo de mí lo querías hacer tuyo, muy tuyo. Y yo me dejaba tener.

Y que en cualquier rincón, paisaje, viaje, sitio querías más hechos, más palabras, más besos, más. Y llenaste todo el rincón de inolvidables. Y me fuiste a comer los labios, el cuello, los sueños. Y veía como callabas mi voz con un solo dedo de tu mano, exhausta, tirada allí donde me dejé perder muchas veces.

Caprichosa de versos, que todos los lees a escondidas, a solas. Como una ladrona de ilusión. Que toda te la escondes, que toda te la guardas. Y sin hablar pide todo un nosotros. Caprichosa de fotos, de vídeos, de juegos, de vicio, de un ratito más.

Recuerdo que, cuando te ibas,

Yo siempre era el que quería más...

lunes, 22 de julio de 2019

Labios

Líneas que cruzan una promesa. Son el pecado de cualquiera que se creía libre de ellos. Lugar donde la cordura perdió más de una apuesta. Es lo más cercano a un beso. Lo que más roza a una ilusión. Son el lugar donde cada cual asienta su miedo, dándole paso a toda una aventura. 

El primer sino de una relación. Son aquellos con forma de Atenea que van en busca de tu lengua, de tus besos, de tu sinrazón. Son el abismo de otro cuerpo pues, más allá de ellos, sólo estás tú. O lo que quedaba de ti antes de fijarte en ellos. 

Sitio dulce donde guardarlo todo. Reconozco que es el primer lugar donde te miré,  porque son el reflejo de la intención. El placer en forma de dos rectas que sin cruzarse te atraviesan las ganas. Paralelas que pintadas o sin pintar dicen mucho más de lo que besan. Besan mucho mejor de lo que pensabas.

Nos hemos enamorado de labios. Y los hemos ido a mirar como si fueran a devolvernos la mirada. Que siempre acabo los momentos ahí, justo en el sitio donde quería empezar. Tocando la única zona que es capaz de decirnos que no, tanto como te quiero.

Y al borde, las comisuras. Mi lugar favorito. Sitio que sin tocarse atrapa. Amores que se han quedado ahí, a punto de labios. Que si no recuerdo mal, fue el último destino de alguno de tus bocados. 

Son la esquina donde más veces nos han dicho quiero volver a verte.

Rincón donde acaban los te echo de menos.

Siempre mejor los del otro.

Mejor cerca.

Mejor los tuyos.

Mejor tus labios.

sábado, 20 de julio de 2019

El teorema que llevaba tu nombre

A mí me lo enuncias. Pero que no suele a plástico, ni se quede todo en un corolario de quita y pon. A mí me lo marcas, y que se quede tatuado en mi piel, como después de un bocado, como la habitación por la mañana de un hotel. Salvaje, a mí me lo pruebas salvajemente y que sea lo que Dios quiera, que tenga lo que tenga que pasar.

A mí me lo demuestras. Pero a golpe de tacón, a doble clic en el corazoncito, a pulso. Con la rapidez de unos cuernos, con la codicia de quererse más, con toda la mala intención de quedarse para siempre. Con todo lo que eso conlleva, quiero una demostración de las de verdad. De las que cuando se escriba, se quede como teorema, con estas mil aplicaciones en sábanas que le íbamos a sacar entre mi boca y tus muslos.

Teorema: Que dado un momentito mayor que cero, con unicidad y pretensión, existes entre cualquier decepción e ilusión. Dados tres besos en el conjunto de todos los voy a olvidarte, para toda comisura, existe un único punto de no retorno tal que mi cordura tiende a cero.

Demostración: Y entonces recuerdo el sofá, el café, mi camiseta, que te quedaba grande y usaste de pijama, tus piernas respirando luz del día, el otoño lejos, tu boca cerca, tus ojos mirándome, mi ropa en el suelo, tu bocado marcado en mi cuello. Dolor que no duele, porque en ese momento, sin lugar a dudas, positivo; la unicidad bebía café por la resaca. Tus pretensiones quemaban a fuego mis ojos, que ya no recordaban otro escenario donde la ilusión se escapaba por el balcón cada noche en busca de otra decepción.

Y fueron tres besos, uno al borde de la cintura, con alevosía dejó un rastro de pretensión, otro en el pecho, subiendo lo inevitable, el último a los labios que venían pidiendo clemencia de mentira, a la vez que pedían un poquito más de condena.

Y me mirabas controlando toda la escena. Como si la hubieras ensayado mil veces delante del espejo. Que de ahí no salía nadie sin pecado. Y tu atrevimiento acabó con todo beso y toda verdad. Al carajo el juegecito juvenil de los catorce años, y de ahí que tu boca se declarara dueña y señora de la patria y potestad de todo mi cuerpo. Amor que se consumió como la cuerda de una vela añeja, lenta, quemaba con toda la intención.

Mi comisura saqueada, tus dientes rompiendo los muros de mis inseguridades, el amor era un campo de batalla donde tu locura portaba el estandarte ganador. Ya no quiero que me lo demuestres recé sin miedo de volverte a perder e hicimos el amor.

Mi cordura rozó los límites de la habitación; al suelo, como la ropa, como la vergüenza, como tu precaución a leerse ésto más de la cuenta. 

Como nos queríamos demostrar. ⬛

Y que todo teorema es para siempre. 

Que todo teorema llevaba tu nombre.

O al menos eso me dijiste antes de empezar.

sábado, 13 de julio de 2019

Estaba para ti

Estaba ahí. Con la forma y figura de un para ti. Estaba ahí con la intensidad y la fugacidad de una estrella. Estaba ahí para siempre, para quedarse. Estaba, y te lo dejó caer, para los buenos días, para acostarse tarde, para quererse en sofá de a dos, en viajes de contigo, en compañía de las que se quedan hasta tarde. Estaba ahí de esas veces que no se va. Que hasta que te quedes dormida, de los de tonto tú, y de fresas con chocolate, y amor de salón, de copa en mano, amor de niños, familiar, de tuyo más que mío.

Estaba para ti. Con toda la intención y el arrebato de provocarte una vez más. Con su nombre de remitente, iba exclusivo dirigido a ti. Con la tinta borrosa de haberte querido escribir muchas veces. Con la premisa y la esperanza de ser devuelto. Con la imaginación de haberse leído felices. Con todo el tino de haberse destinado a tus labios sin previa respuesta. Estaba sellado a tus comisuras, con cariño, bien rojo, y un atentamente muy marcado.

Estaba. Que te lo dejó caer. Que se molestó. Lo que quiero decirte es que fue a buscarte y te encontró. Costara lo que costara, estuvieras donde estuvieras. Bajó dos o tres renglones de su agenda y marcó el tuyo. Te tocó con las yemas de sus dedos y con miedo lo envió. Te lo envió.

Que era tuyo, que estaba para ti. Que en ese momentito tonto, no había otra persona más que tú. Miles y miles de estrellas y fue a buscar la tuya. Y te la bajó. Y te dijo, aquí estoy. Aquí estoy para ti. 

Y esperó. Minutos, días, meses. Y ahí estaba. Buscándote otra vez. Jugándole al destino, arriesgando no volverte a ver. Y tú no estabas ahí. Y tú no eras para siempre. Y tú no eras la de los buenos días.

Y tú no estabas. Ni con intención ni curiosidad. Tú no lo vistes llegar para quedarse. Le agradeciste el gesto con una bonita sonrisa. Y fuiste a los hombros de otra esperanza. Y te imaginaste que él siempre estaría para ti. Ahí escondido entre tu agenda. Ahí estaba esperándote. Con miedo a molestar.

Y estaba. Y te lo dejó caer. Que no fuiste a buscarle ni a dejárselo caer.

Ni te tocó con las yemas de sus dedos. Ni le diste una señal.

Una maldita señal.

Y estaba ahí.

Estaba.

Aquí.

martes, 9 de julio de 2019

Faltas Siempre

Nos falta. Que por más que nos esmeremos, la vida ha dicho otra vez no. Mil veces no. Una detrás de otra. No, no y mil veces no. Que el tiempo no estaba para acompañarnos, que por muchos venga que nos propongamos, vienen detrás todos los pero. Faltan síes, falta oportunidad, falta valor.

Cuando es que no, es que no. Que dos no se aman si uno no quiere. O algo así era. Que valían más las coincidencias que la intención. O eso nos dejaron caer allí donde fuimos a besar de picado. Allí donde nos levantamos entre sábanas de hotel. Muy arropados pero muy solos. 

Te hablo de que por mucho que quieras, esto no iba a funcionar. En primer lugar porque no te llego ni a la suela de tus labios. Y que de llegar me perdería en las comisuras de los mismos,buscando un lugar donde quedarme. Que conociéndome me costaría negarte cualquier cosa. Y que conociéndote, acabarías pidiendo quimeras en forma de amor de sofá. Porque siempre, y no me digas que no, siempre nos han gustado los imposibles. Esos que, por mucho amor que se le sueñe, poco amor amanece.

Me da que no. Porque me ibas a echar en cara todo lo que aún me queda por escribirte. Y me ibas a contar las palabras sin intención, las frases sin sexo, las noches sin verbo. Que conociéndome, podría escribirte sin tinta cualquier día de julio, que conociéndote ibas a leerlo con ansias pidiendo el siguiente fuera de tiempo. Y a mí se me iba a quedar pequeño el año para dedicarme a otros versos.

Falta buscarse. Eso de irse a encontrar. Que no hay nada como dejarse llevar. Falta el no pensar, y que sea lo que tenga que ser. Soltar un poquito de cordura para dejar ganar a la locura. Falta atrevimiento, porque la verdad ya la estamos poniendo cada vez que vienes a buscarme entre texto y texto. Falta atrevimiento, por encima de cualquiera de los besos que se desean pero no se tocan, ni se dicen, miedo a que, como una burbuja, explote y se esfume.

Me faltas tú,

O eso pensaba al empezar este escrito,

Que faltas tú, faltas siempre.

lunes, 8 de julio de 2019

Amor de principios

Siempre has sido más de amores de principios. Más de pedir perdón que de pedir permiso. Ha sido más de amores imaginarios, de amores no correspondidos, de amores no amados. Ilusa, se ha creído todo lo que había soñado. Siempre echándole la culpa al tiempo, le han y ha querido con ansias, ha querido con prisas y deprisa, miedo a que sé yo, miedo quizás, a que se acabara rápido, a que se acabara mal, a que se acabara sin razón.

Ha sido defensora a ultranza de que todo evento tenía causa y efecto. Y ha ido justificando los besos según los labios, el perdón según los ojos, el abrazo según la intención. Le han vendido eso de que todo tenía un porqué, que todo venía por algo. 

Nos hemos metido en relaciones porque pensábamos que estaban en el momento y en el lugar. Y nos hemos endeudado hasta las trancas porque estaba ahí, porque hubo, según un falso nosotros, una maldita señal. Nos hemos creído la causa antes de que se produjese y ahora nos quejamos de labios rotos, de falsos perdones y de abrazos que no llegarán. 

Por eso siempre tú has sido más de principios que de final. Siempre pensando que todo tenía que volver a empezar. Defensora del desorden maximal. Autora de versos sin besos y escritos donde a estas alturas inventabas el final. Siempre te he imaginado como aquella con más intención que prudencia. Con esa timidez que de vez en cuando se salía del tiesto para dar la chispa de locura que fuera a provocar. Siempre te ha gustado, al leer, el empezar. Que todo iba en busca del primer beso, que mejor te quiero que ahora, vaya a ser, que se nos vaya a olvidar. Siempre te he visto leerte estos textos imaginando el efecto y toda la causalidad.

Y no te voy a culpar. Siempre me ha gustado tu ilusión, tus dudas, tu debilidad. Porque a todas he ido dándoles forma, a todas he ido haciéndole el amor una noche más. Siempre me ha gustado que fueras de principios, para así justificar lo que tarde o temprano debería de pasar.

Siempre me han gustado tus principios, tus manías, tus quiero volver a estar. Para así hacerme ver que cada vez que me despedía, quedarme con el gusanillo de si volvernos a encontrar. Tú siempre has sido de leerme deprisa, de juzgar tres primeros párrafos pensando que las letras escribían de desamor, por experiencias pasadas, por miedo, por intuición.

Siempre has sido la causa de empezar a escribirse, de hacerse el amor, de besarse, del aquí, de la casualidad, de coincidir sin querer, de querer volver a coincidir, del primer momento, de la primera vez. Culpable sin fianza de cualquier delito de amor, de cualquiera de esos primerizos "quiero" sin "te". Siempre has sido más caprichosa que correspondida, más sin querer, que querer queriendo. Porque en todas esas te he visto jugar. De todas esas, seguro que te ha visto, ilusionada al empezar.

Y si tú has sido más de principios, yo siempre he sido, y con razón, el efecto, el producto, la consecuencia, lo leído, lo buscado, lo que se provocó,...
Porque si tú estabas en los principios, yo iba,
Y me quedaba un poquito más...

viernes, 28 de junio de 2019

Mi niña se enfada

De las de sofá en ropa de andar por casa. De las de moño recogido, cola alta, morros desafiantes, sin pintura de labio un jueves por la tarde, mirada baja. De las que se enfadan totalmente enamoradas. De las de amor a cachitos, de quererse según se levante. La de amor a fascículos, de las de "a ver cuando", de las impacientes sin molestar, que dicen aquí me tienes, ven si te atreves.

Esas de; amor que ve, amor que se le antoja. Las de corazón fuerte, piel suave, labios color apetecible, manos sensibles. Esa de ir en bermudas de fútbol sin balón, de las de domingo a lo perro, de sábados sin fin. Las mismas de las de vestido negro elegante. Las de novia, más que amante. De las de amiga, más que pareja.

Hablo de las de amor en salón. De beber vino, de las que celebran sin cumplirse nada. Esa que, enfadándose por todo, no te odian por nada. 

De esas que te la ves esperando con ceño fruncido una disculpa, dos, tres, quince. De las que si un día la cagaste, va ella y te lo recrimina con todo el perdón y la razón del mundo.

De esas enfadonas de porqué no me llamaste. De las de te lo dije. De las del daño pequeñito que todo lo curan con un abrazo, con un mosqueo, con una rabieta. Las de niñas traviesas que desean compensar todas las travesuras que nos regaló con cuatro años.

A todas, a cada una de esas que se enfadan por nada y con razón. De las que esperan a conciencia, de las que te hacen venir aquí y currártelo de verdad.

Con todas esas te sientes identificada hasta este final de texto donde, cegada por la lectura llegas para volverme a decir tonto, idiota, ya no te leo, ya no te quiero.
Y yo volverte a contestar con la única frase que esperabas,

Ay mi mosqueona...
Mi niña se enfada.

domingo, 19 de mayo de 2019

La chica de amarillo

De la chica de la sonrisa besada. De piercing en la nariz pidiendo rebeldía, bajo unos ojos dando la paz, a todo aquel que viniera a darse de bruces contra sus miedos. Más guapa que correspondida. Más fuerte que enamorada.

Así la vi cuando se presentó. Una guerrera sin dueño, sin sino, sin tiempo. Escurridiza amante del color amarillo. Chica de los sueños no cumplidos, morena de mar, corazón de fuego. Nombre propio por "a" de amor, de astuta, de a distancia, de su nombre posesivo. Acaparadora de mi curiosidad. Arpía de mis sentimientos, que sin conocer roba, que sin amar, no se deja querer.

Amante del color amarillo. A ti venía a buscar a este rinconcito donde no se para nadie a leer entre líneas. A comrse algo más qe ls ltras. Opositora de mi escapada, de mi huída. Que me quiero perder contigo. Ser protagonista de tu historia. Colorear de amarillo toda tu fuerza, compartir cariño, drogarnos de amor.

Quiero ser su próximo riesgo. Que seguro que ella sabe sacarle partido, sacarle color. Y mezclar mi libertad con su experiencia viajera. Dormirnos en ropa de cama de hotel. Colores de vida nueva, sexo ligero, zumo de fruta, azul turquesa, y café.

De la chica del contigo pero sin ti. Del no tengo tiempo, de las prisas, del hoy no estoy para ti. Chica de luz, de nueve minutos leído, ignorante de tal fin. Que no quisiera molestar tu rutina, tu presente, tu vida.

Que me metí sin permiso, porque perdón ya lo dijimos muchas veces. Y que de amor no se habló, sin que el color antes asomara. 

Tú chica amarilla,

Mientras yo te coloreaba...

domingo, 28 de abril de 2019

Siempre te vas

Siempre te vas. Que cuando en verdad más a gusto he estado contigo menos tiempo quedaba. Acostumbrado a ver tu compañía como un cruel reloj de arena. Consumiendo los minutos, acumulando los echados de menos. Siempre volviéndose en nuestra contra el dichoso destino. Poniéndonos en la otra punta del mapa para no volvernos a encontrar. Amor que se escapa, amor que se va.

Así siento tus días de después, que cuando mis ojos ya no te miran, mi boca ya no sabe de qué hablar. ¿Qué le habremos hecho a los dioses que cuando más nos desnudábamos en alma, más te alejabas en cuerpo? Siempre hemos pecado de tontos. Queriéndonos proporcional a la distancia. Aliada del tiempo para decirnos, cuando él diga, y no cuando nosotros queramos.

Nosotros, que hemos sido siempre de abrazos largos. Así recuerdo tus noches. De abrazos muy dados. De abrazos muy devueltos y bien merecidos. De esos que se aferran a la ropa con fuerza, arañando los últimos segunditos de nuestro ser.

Y es que siempre nos vemos irnos. Cuando el deseo es todo lo contrario. Que pareciera que no estamos hechos para enamorarnos sino para, volvernos a enamorar. Somos de perder el norte, y encontrarse en cualquier parte, en cualquier lugar. Alejados de cualquier bullicio que etiquete lo que fuere esto. Somos, como me gusta pensarlo a mí, de amores de instantes. De amor fugaz.

Amor que lo entretenemos entre visita y visita con algún escrito, con un haberse dejado leído, añorado. Haciendo correr los meses de la misma manera que corría la cerveza, las miradas, las indirectas y todos esos 'no' que nos vendieron a la cara. Porque nos hemos hecho inmunes a olvidar. Que siempre que me has prestado tus brazos han sido para envolverlos con los míos, para fotografiarlos sin instagram. Pero con un gran remordimiento de conciencia.

Que siempre soy yo el que se queda.
Y tú, la que siempre te vas.

martes, 23 de abril de 2019

Cerca

Adverbio, dicen, de lugar, de tiempo; que indica lo próximo en distancias, lo eminente en llegar. Cerca que a veces nos ha sonado tan lejos. O todos esos 'cercas' que nos escribimos prometiéndonos tantas cosas por llegar. Recuerdo los besos que volaron, las caricias, que nunca se llegaron a tocar.

Cerca nos decíamos. Cuando nos separaban más las circunstancias que los kilómetros. Y cerca nos lo vendieron, ilusos nosotros, que algún día este párrafo iba a llegar. Cerca nos hicieron creer que estaba ahí, al estirar el brazo, en la yema de los dedos. Porque cerca apellidamos a nuestras ilusiones, unidas con esparadrapos los trozos que cayeron tras otros haciéndolas alejar.

Y todavía me pregunto si cerca seguirá ahí esperando. Si cerca viene acercándose más. Porque no he sentido más amor que aquella que me etiquetó de cercano. Me acuerdo que fue ella quien me enseñó allí a lo lejos, que es tenerla cerca sin poderla amar. Y me acuerdo cuando, perdiéndola de vista, sentí que mi mundo perdía sus 'cercas', que mi vida, ya no entendía de tiempo y se apagaba, a lo lejos, una vez más.

Por eso cerca no mide el lugar. Ni cerca dice a cuánto se debe de amar. Ya está bien esa obsesión de a todo cuantificar. Que cerca no cuenta las veces, sino lo cerca que estás. Ni cerca controla el tiempo. Porque no es ella, de relojes, de horas, de aquí, de ya. En un mundo donde no se valora la intención, lo de menos es volverlo a intentar. Que amor no entiende de lejos, pero de cerca no se llega del todo a apreciar.

Y cerca no te dicen cuando, ni donde, ni a quién. Cerca no es cuando tú digas, sino cuando la serendipia tire los dados al azar. Y cerca no es antónimo de lejos, ni el disjunto de nunca jamás. Porque cerca no niega nada, pero no tampoco te llega a dar.

Y por eso nos enamorarmos y nos desenamoramos tantas veces.

Porque cerca estaba,

Hasta que la dejaste escapar.

sábado, 20 de abril de 2019

Mimos

Si quieres primero te los defino como lo haría la mismísima RAE. Si quieres te los vendo como cariños, como halagos, como demostraciones de ternuras. Definición que si no se cuida se convierte en una frase tan fría como aquella que dice que nunca volverá. Esa que cuando la escuchas te deja helado. Esa que cuando la dices, tienes que volver a aprender a querer.

Mimos ya no son lo que era. Porque los hemos estado diciendo mal, muy mal. Que ya mimos no son halagos. Porque hemos profanado la palabra hasta tal punto que ya nadie cree en el amor hablado. Que a día de hoy todo es mentira salvo que se demuestre lo contrario. Con todo lo que conlleva una demostración. Te lo dice uno que ha mimado tanto como demostrado. Y a pesar de haber sido viciado a ambas en ninguna me siento experto. Porque en ambas hemos hecho el amor muy mal. Fatal.

Todo es miedo y mentiras. Desconfianza que no deja querer. Amor que no es que sea ciego, sino que no quiere ver. Y aquí es donde entran aquellas que han decidido, erróneamente a parecer, dejarse querer. Por eso mimos no es escuchar cosas bonitas, sino decirse las cosas bien. Hasta ese punto hemos llegado; que ya la sinceridad trae hasta morbo, por la escasez de la misma, por lo que provoca cuando se dice de verdad. Con lo que eriza la piel un buenos días no pedido, un te quiero no exigido. Con lo bien que se mima uno diciéndose tanto lo que gusta como lo que no. Que mimar no es decirse cosas bonitas sino decirse tanto lo que va a gustar como lo que no. Mimar también es discutir los flecos sueltos de una relación, darle solución a todo lo que se erró.

Mimos no son cariños. En primer lugar porque no tienen el mismo cardinal. Mimos deberían de ser muchos más. En mimos entran la caricia de sofá, el beso del cuello, las cosquillas del brazo, el masaje sin ropa, la espalda desnuda, los labios al tocarse, la mano en la pierna. Mimos son dos juntos, muy juntos. Mimos es tocar, ser tocado. Donde no podría ni porqué haber cariño, porque eso es consecuencia de. Y en eso es donde siempre nos hemos equivocado. El pensar que la consecuencia es la causalidad. El cariño viene con los mimos. Cariño que se va si se deja de mimar.

Mimar se puede mimar de muchas maneras. Mimar debería de ser personal e intransferible. Tan propio que tenga nombre y apellidos. Y que sea de esa persona y no más. Mimar como se mimó. Y que no haya posibilidad de volverse a conseguir. 

A mí me gusta llamarlo mimar de ternura. Porque es ésta la que se ha ido olvidando a lo largo de los años. ¿Quién es el valiente que a día de hoy ama con ternura? Si nos han vendido que romántico es fragilidad. Si hemos confundido independencia con egoísmo. Si ya no sabemos ni lo que queremos. Y le damos oportunidad al que mejor lo supe vender, que suele coincidir con el que peor te supo querer.

Y es ahí cuando, a posteriori, al próximo le empezamos a pedir fuera de carta. Donde antes pedíamos los postres, ahora nos quejamos de que ya no hay mimos que pedirse,

Que ya mimos, sólo quedan los que se escribieron en otro menú,

Porque si fueron leídos,

Al menos sabemos que no van a salir de aquí,

Vaya a erizarnos la piel,

Vaya que, después de haberlo leído,

Nos creamos mimados de verdad.

viernes, 15 de febrero de 2019

El día después

Nos gusta el día de después. Esos días que no tienen nombre, que no tienen apellidos ni fechas en el calendario. Un 15 de febrero, el día después de San Valentín, el día después de tu cumpleaños, del aniversario, el puente después de un viaje, de un no te quiero, de un contigo pero sin ti.

Me gustan los días de los meses que nadie quiere. Que no son de nadie. Esas miradas que aún no tienen dueño y los besos de después. De después de la cama, de después del sexo, de después del salón. Todos esos después. Nos gustan aquellos recobecos del cuerpo del otro que aún están por conquistar. Eso que no está estipulado por nadie. Un quererse sin reglas, si sino, sin patrón.

Aquello que no tiene catalogada una etiquetita de lo que te va a costar. Una bonita ilusión del día después de lo que te vas a encontrar. Todo mejor sin nombre, todo mejor si está por venir, bajo un anonimato con ganas de devorarte, bajo un pseudónimo de haberlas venir.

No te digo que no nos guste el hoy, el ponerle un buen filtro de sencillez, de instagram, de quererse de puertas pa' fuera, de comerse sin cenar, un hashtag y a fardar. Pero esa ilusión de un luego, esa tarde que se queda tonta, sola y exclusivamente para los dos,... no sé, que da la sensación que siempre nos ha ido mejor en esas veces que hemos apostado por los 'y yo a ti'.

Siempre nos ha gustado un cuando y que la respuesta suene dulce, suene prometedora, suene fiel. Que no te diga ni el día ni la hora ni lo que querías escuchar. Que suene a después. Un instante de incertidumbre a todo lo que tenga que venir, a todo lo que está por llegar.

Que al final se trata, no del día de los enamorados, sino del día después. O el de antes, que más da. Por todos esos que quería que llegase su boca, sus labios, sus manos, de mi cuerpo aún por morder. De todas esas sonrisas de cama, de todas las cosquillas, de todas las ilusiones, las promesas, las ganas de otro día más. De aún, saciados, querer un día después.

martes, 5 de febrero de 2019

La pequeña historia de cuando se contagiaban los bostezos

Tonta ella, que siempre lo buscaba a altas horas de la noche a romperle el sueño sin estropear ninguno de los ya soñados. Tonto él que se dejaba soñar, se dejaba molestar y se dejaba querer. Recuerdo cuando caminabas cerca mía cuando desconocías el lugar, y agarrabas la mano con fuerza como si te fueras a caer. Ahí supe valorar la confianza, ahí, me sentí, escudero de tus mil batallas. Ella princesa, guapa, de ojos que colorearé en el siguiente párrafo. Él, roto de amores, pobre de galones, rico de ilusiones.

Me acuerdo que siempre venías con ojos verdes a romperme los esquemas. Dibujándome locuras en el lienzo de mi cordura. Cuando, como una niña chica, empezabas a relatar con prisa todos tus planes por cumplir. Y en todos me incluías. Tonto él, que se dejaba llevar. Tonta ella, que se dejaba ir.

Y vi como, tan independiente ambos, nos buscábamos a cualquier hora para decirnos que nos echábamos de menos. Que no pasaba el tiempo sin haberse querido un rato. Y que empezamos a valorar, sin besos, todas las caricias que nos deseábamos sin tocarnos. Ahí supe lo que es el amor. Quererse sin medida, con mucho miedo. Querer estar, más que haber estado.

Y me acuerdo de la primera vez que te llamé pequeña. La de veces que dibujé tu sonrisa con un dedo por encima de tus labios. Me acuerdo de la rabieta posterior a mis cosquillas y la almohada que volaba sin maldad en busca de venganza, a devolverme de un noble empujón lo que acabó en una cama sin complejos. Ahí le hicimos el amor a las ilusiones, ahí fuimos del otro sin remedio.

Y entonces, para quedarte dormida, me pediste un cuento. Y te conté la historia de cuando se contagiaban los bostezos. De cuando ella se quedó dormida, cuando él, con sueño, le contaba todo lo que pasaron juntos antes, de fundirse en un temprano te quiero.

Tonto él que la miró toda la noche hasta quedarse dormida. Tonta ella, que leyó hasta el final este texto.

domingo, 3 de febrero de 2019

Y tú ganas siempre

Culpable yo, que siempre he estado cuando menos lo necesitabas. Que todas esas ilusiones que andan en el rincón son mías, todas mías. Haciendo bulto con todas tus promesas. Mezcladas, liadas. Cogiendo polvo en el único sitio donde no me pedías permiso para entrar. Ahí donde siempre he perdido no solo tiempo, sino trocitos de un alma que un día prometiste arreglar.

Me quedo con tus ojalá. Con todos esos siempre. Con todas esas mentirijillas que me creía al verte tan convencida. De esas frases que si, antes eran pomada, ahora queman. Me quedo con las buenas noches, con todas esas que me prometían infinitas mañanas. Y los labios, esos que siempre, rotos, venían a pedirme versos.

Que perdí. Y me quedé con todo tu bonito silencio. Que cuanto más te hablaba, más me dolía la tinta que recorrían todas estas hojas donde te escribía. Que cuando fui a buscarte los miedos, ya no estaban donde me pediste que los guardara.
Que vi como te separabas de mi cuerpo, de mis frases, de mi cama. Y jurabas que volverías en otro mes, en otra falta ortográfica de esas que me curabas, en otro Fevrero. Que volverías a pesar del tiempo, del trabajo, del adiós tardío.

A veces te añoro en silencio. Buscándote en cada palabra, en cada frase que me inspirabas. A veces me escondo en la ironía que se niega a pronunciar tu nombre. A veces me escondo en una boca, en una de esas sonrisas que tanto te gustaban y me sacabas del tiesto. Porque siempre he sentido que me dabas alas para ir a donde fuera. 

Me acuerdo de, iluso yo, jurarte quererte para siempre, acompañarte de mil textos que te durmieran si no podía arroparte yo. Porque no recuerdo el día que te perdí. Que olvidé tus mensajes, tus horas que me dedicabas, con cariño, y firmabas con las tonterías que te llamaba, tonta, niña, fea, mala.

Y prometí jugar a ver si un día te olvidaba,

Pero tú,

Tú ganas siempre.

viernes, 1 de febrero de 2019

¿Tú qué sabrás de amor?

¿Tú qué sabrás del amor? Si cada vez que venías a implorarme un beso yo no podía dártelo. Dejándome culpable de la situación, negando todos los que después te imploraba yo. Dime, ¿qué sabes tú de amor? Si cada vez que me dejabas en leído le echabas la culpa al tiempo, a otra risa, a otros labios, qué sé yo.

¿Tú qué sabrás de amor? Si nunca has coloreado un cuarto de papelitos de colores. Si no has abrazado roto otro cuerpo herido. ¿Qué sabes tú de amor? Si cada vez que acabamos una relación nunca fuiste a buscarme de nuevo. ¿Qué sabes tú del amor? Si cada vez que me lees haces como si no te importara.

¿Tú qué sabrás de amor? Venga, dime. Si cada vez que se te ha pedido un poquito de atención nunca estabas para darla. ¿Qué sabes tú del amor? Si cada vez que te han querido siempre has mirado para otro lado. Siempre has besado a un otro. Siempre le has robado el corazón al que menos se lo merecía.

¿Cuánto sabes de amor? Si cada vez que se te pedía calidad, siempre ibas demandando cantidad. Que empezaste a pedir más de la cuenta. Que la avaricia nos rompió el saco. Que tu cuarto se llenó de cuadros, de fotos, y que el rincón donde se tiró todo, donde yo aún te sonreía acabó siendo el rincón de los trastos. ¿Qué sabes tú de amor? Si te portabas mal con quien menos lo merecía.

Si pagamos los platos rotos de aquello que no querías limpiar. ¿Qué sabes tú de amor? Si siempre que te han querido, has ido a hacerte la indiferente como si de tus ojos no se trataran. Como si fuera eterna la espera. Como si fuera ese a estar ahí siempre.

¿Qué sabrás tú de amor? Si nunca has derramado una lágrima delante de ese mensaje por Whatsapp que nunca se llegó a mandar. Si nunca has esperado delante de la hora de la última conexión. ¿Qué sabes tú de amor? Si nunca lo has dejado todo por él, si nunca te has propuesto a decir a todo que sí, que venga, qué vale. Que con los ojos cerrados me lanzo a querer. A darlo todo por una relación. Un darse menos de sí, para darlo todo por un nosotros.

¿Tú qué sabrás de amor? Si cuando termines de leer el texto, no vas a venir, no vas a buscarlo, no vas a hacer nada. ¿Qué sabes tú de amor? Si cuando acabes este párrafo, no vas a ir a decirle:

Más que tú, amor.

martes, 29 de enero de 2019

El amor es suerte

"El amor es suerte" - le decía yo, una de esas mañanas tontas sin reloj. Tirar los dados a ver que sale. Un cara o cruz de gustos que si conjuntan, mejor que mejor. Un fiero bandido sin sentimientos. De esos que vienen luego. Cuando ya se ha apostado todo a labios. Cuando ya se ha besado bien besado, a saco roto.

El amor es un número. Una intuición al doce. Todo al rojo. Y tener la fortuna de que la bolita caiga justo ahí. En una ruleta que encaja coincidencias con sino. El amor es suerte. Estar en el momento, en el sitio, en el lugar. Y que todo salga a pedir de bocas. No me preguntes cómo pero, estando roto, intentar recomponerse con suerte, con otras manos, con otra mirada, con otros ojos, una vez más.

El amor es arriesgarse. Dejarlo caer en un texto, en una frase, en un like sin mala intención. Un sin querer que a veces sale. De estos que sin previo aviso te deja en leído, muy bien leído. El amor es todas esas noches que solita te cogías el móvil y a escondidas corrías a buscarme, aquí, sabiendo que, podrías perderlo todo al mejor postor.

El amor es perderse. Haberse perdido mucho. Una apuesta insegura que compensa lo perdido por todo lo que queda aún por ganarse. El amor es anárquico. Sin planes. Un puro éxtasis a la algarabía, al enredo, a una maraña de casualidades que sin previo plan, te pone esos ojos ahí, sin ton ni son.

El amor es tu melena suelta sin criterio ni patrón. Cayendo como lo hizo Roma. Vistiendo tus hombros desnudos, en la cama de una habitación. Sábanas blancas que desordenadas te ponen bien en su sitio. Tus ojos de color claro pidiendo guerra. Los míos proclamando, tarde, clemencia, justicia, paz. Que sin ponernos de acuerdo todo salga al azar. Ya ha caído la copa de vino, el primer el beso, el primer mordisco, ya no hay vuelta atrás.

El amor es jugarse la ilusión. Que rotas, nos devuelvan todas las noches al único sitio donde todo lo que se planea sale mal. Al lugar donde, si te escribieran bonito, vendrías todos los días a pies juntillas a probar. A ver si hay suerte, a ver si hoy toca.

El amor es suerte, le decía yo una mañana tontas de esas sin reloj, sin ropa, sin deber. Ella, me abrazaba el torso y miraba a la nada empapándose de cada palabra que me inventaba del amor, tapada por una fina sábana blanca de verano, desconocedora de que, 

el afortunado, era yo.

sábado, 26 de enero de 2019

Ya no te quiero...

Así de golpe y porrazo. Todos la hemos sufrido alguna vez. Ya no te quiero. Que nos la han puesto bien puestecita en la mejilla. Nos la han besado bien besada cien veces en los labios. Eso, o la hemos lanzado alguna vez. Hemos estado a ambos lados de la frase. Ya no te quiero. Cuatro palabras que sentencian tanto como desnudaban la piel. Que dan por terminado algo que ni se veía venir. Bofetón a mano abierta a todas tus pretensiones, amor que se cae sin pedir permiso, sin pedir perdón. Al carajo todas la ilusiones, el que se queda la paga, todas las ganas al rincón.

Ya no te quiero. El enfado más inocente de un niño cuando se enfada. Que solemos utilizarlo bien grandecitos como eufemismo de todo lo que no nos atrevemos a decir. Que ya no me buscas por las noches, que ya no me escribes bonito, que ya no te apuntas a hacerme el amor. Un no, seguido de lo que tantas veces se dijo y que, ya las mañanas de cama saben a todo menos a tostadas con zumo de naranja. Que ya no hay olor de almohada ni besos en el borde de la nuca, ni pelos de punta, sin ropa, bajo las sábanas.

Ya no te quiero. Que no deja ni una posibilidad, ni un hilito de esperanza. Un no me busques de campeonato. Un si te vas pierdes. Que tuviste la posibilidad de haber seguido cuidando lo que ahora niegas con tanto desapego. Amor que se va por donde vino. Haciendo las maletas de un viaje que se llegó tarde al vuelo. Mudanza de ilusiones a cualquier nuevo hogar que nos quiera, de nuevo, llamar amor.

Y así nos va, dando tumbos entre un 'ya no te quiero' y los miedos de volvértela a encontrar. Recogiendo los trocitos de lo que quedaba de ti antes de dejarnos caer en ese 'ya no', que termina la frase con lo primero, irónico, que comienza una relación. Y ahí te ves, con las ganas medio a pintar, las ilusiones al borde de la frustración, en un final de película que casi te quita de terminar de leer este párrafo. Recuerdos de un pasado donde vivistes la situación.

¿Y sabes qué? Que ya no te quiero. Que después de todo este tiempo escuchándola de otros ojos, he aprendido algo nuevo de ella. Que después de tanto tiempo escribiéndote, he sabido que, por muy mal que nos pintaran el título del texto, por mucho que te lo repitiera, me lo repitiera,
tú ibas a acabar en esta línea diciéndome,

Yo tampoco te quiero,
Y ambos, como si de un secreto se tratara,
Sabríamos que sería la única frase que no podríamos cumplirnos.

Después te ríes, me abrazas, me llamas tonto y me besas.

Ya no te quiero,...tonta.

viernes, 25 de enero de 2019

Lo quiero todo de ti

Todo. Con la intención de no quedarse ningún rinconcito tuyo de tu cuerpo sin haber sido conquistado, coqueteado. Lo quiero todo de ti. Las risas, las sonrisas, la alegría. Y embadurnarme todas las noches de ellas y dormirlas hasta que se queden fritas de tanto amor, de tanto mimo.

Lo quiero todo de ti. Aprenderme de memoria todas tus manías. Hasta tal punto de que si me hicieran un examen, lo supiera todo de ti. Y que cuando digo todo, digo todo. De notable alto tirando para sobresaliente. Un diez de conocimiento. Un doce de besos, un veinticinco de Enero. Con la boca bien abierta, todo. Que no me quede sin saber nada de tus curvas, de tus cosquillas cerca del cuello.

Lo quiero todo de ti. Que esa arruga que se te hace al sonreir me cautive mil millones de veces más. Quiero tus abrazos, tu cuerpo cubriéndome. Tu calor, quiero tu calor. Que sudemos juntos este cariño de dentro. Un buen chute de pasión desmedida. A tomar por culo los luego. Aquí, ya, ahora.

Lo quiero todo de ti. Los arañazos, los bocados, los besos. Quiero hasta tus peleas. Todas las riñas, para hacernos más fuertes, para cuidarnos cada vez hacérnoslo mejor. Quiero tus vicios, todos tus caprichos, hasta tal punto de convertirme en uno de ellos. Mimetizarme en tus ganas. Porque quiero todo, estar, ser y parecer. Todo el verbo 'to be' de una atacada. 

Lo quiero todo de ti. Tu olor a te extraño, tu perfume al irte. Tu girarte para volver a abrazarme antes de entrar en tu casa. Quiero tu compañía en cama, tus manos en el paseo, tus besos los domingo por la tarde, tu ropa en el suelo de mi habitación, tus palabras hablándome de amor.

Lo quiero todo de ti. Tus ojos leyéndome viciada a los textos todos los días por la noche. Tu nostalgia de echarme de menos, tus audios pidiéndome más, tus palabras escribiéndome bonito, dejándome la miel en los labios, contándome la desesperación por tenerte otro día más aquí,
En el único lugar donde si te pido algo,
vienes y me lo das.

miércoles, 23 de enero de 2019

Seguro que hoy vienes a verme

Y me das el capricho de haberte esperado mucho. De haberte echado de menos aún mejor. Seguro que hoy apareces por todos esos ayer que nos prometimos. Por todos esos luego que nos vendieron con posterioridad. Seguro que hoy apareces a sabiendas de que estaba esperándote, a sabiendas que te iba a encontrar.

Seguro que hoy apareces a devolverme de golpe y porrazo todo lo que iluso, me imaginé. Y me escribes bonito en cualquier red social, o me dejas un mensajito en instagram. Cualquier día vienes y me pones todo patas arriba, notificaciones verdes en la barra de Whatsapp, haciendo de mi vida, otra aventura que contar. Formando parte de la misma, sintiéndome acompañado por tus ganas, por tus 120 caracteres, por tu lado de niña rebelde en un sofá, tirándome cojines, cosquillas y abrazos sin previo aviso, eso que nos encantaba de lo nuestro: en el salón de casa, en nuestro cuarto, en nuestras sábanas, nuestro no saber estar.

Seguro que hoy apareces a quitarme todos los miedos que sentía. A cambiarme los lo siento por los vamos a intentar. Con una sonrisa más grande que tus ahora, pidiéndome lo mismo que me piensas dar. Así me imagino todos esos sofás que nos van a devorar, todos los sueños de tarde y los domingos que nos pensamos marcar. Entre tantos besos y abrazos, alguna sonrisa que llorar.

Porque no se trata de haberse querido mucho sino de aparecerse cada vez más y mejor. De molestarse en presencia. El mejor perfume que te puedas echar a la cara. Un haberse olido de lejos. Como cada vez que dormías en mi cama. Que en tu huequecito de aquello que era nuestro nos dejabas un buen sabor de colchón, un buen color de bocas, unos cuerpos desnudados a traición. 

Un sentimiento de voy a estar a lo nuestro, de currarse lo propio tanto como lo añorado. Que ilusiona hasta al que más perdió en todo esto. Un haberlas venir muy vista y que todo sea consensuado para dos. Con toda la confianza de que, si hoy no fuera, vendrías otro día con la misma cantinela,

Prometiéndome que vienes a verme,

Y yo esperándote todas las noches,
Tonta, tonto,
Quedándome dormido,
abrazando el hueco vacío 
de la cama que dejaste al marchar.

martes, 15 de enero de 2019

¿Por qué nos da miedo el amor?

En primer lugar porque quema. Como esa sensación de las heridas a ras de piel. Que dejan una marquita hecha por otro cuerpo. Soltando una pequeña ebullición de calor que sin quemar, duele. Que aunque duela es tuya. Que aunque rompa carne y sangre, al final no queda otra que cuidarla para que cure. Y eso es lo que da miedo, cuidarse. Porque se nos ha olvidado eso de querernos. Que cada vez nos odiamos mejor. 

Eso es lo que da miedo. Haberse enamorado mal. Haberse dejado querer aún peor. Y nos creemos que cualquier cosa es amor. Que cualquier emoticono, cualquier like, cualquier foto es ya relación. Eso es lo que da miedo, que vayan a tomárselo en serio. Nos asusta el tiempo. Pero el tiempo de verdad. El tiempo que nos dedicamos, el tiempo que nos echamos de menos, el tiempo que pasamos juntos, el tiempo que nos dejamos de ver, el tiempo que nos dedicamos de más.

Porque somos egoístas hasta para dejarnos querer. Unos auténticos cobardes del amor. Al más puro estilo mercenario. Pidiendo fuera de carta. Y no solamente eso, sino a veces devolviendo amor que habíamos pedido de más. Nos da miedo enamorar. Que eso ya es una cosa preocupante. Nos da miedo ser la ilusión de otro. Que nos rompan. Que nos quieran por encima de nuestras posibilidades. Nos da miedo a ser lo más preciado de la vida de otro. Nos da miedo ser el amor, y aquel o aquella por la que lucharían hasta el final.

Porque eso es otra de las cosas que nos da miedo del amor. El como acabará. Siempre adelantándonos a todo lo que pueda pasar. Unos auténticos profesionales del spoiler. Creando trailers de películas donde somos protagonistas y que no tienen ni porqué cumplirse. Miedo al final. Pero al final desconocido, porque, independientemente de si acabara mal o bien, lo íbamos a rechazar de lo lindo.

Nos da miedo lo bonito. Tanto lo que se escribe como lo que se besa. Que no creemos que nadie pueda darnos lo que tanto íbamos buscando. Nos da miedo lo que va bien. Porque dudamos hasta de lo que creíamos tener tan claro. 

Nos da miedo por no estar a la altura. Frase que no admitirás ante nadie pero, te da miedo ser el que menos quiera de la relación. Nos da miedo ser segundos, en el mismo lugar donde eres el primero de alguien. Nos da miedo el precipicio de la sorpresa. El no estar preparado cuando la otra persona venga a regalarnos todo su amor.

Porque nos da miedo no tener espacio donde dejarlo. Nos da miedo lo que pueda ocupar. Que uno ya no sabe si dosificarlo o tirarse a darlo todo desde el principio sin más. Miedo a tener que guardarlo todo en cajas como en una mudanza. Y miedo a tener que asumir que estás enamorada sin vuelta atrás.

Porque aunque tú vengas a leerme con miedo, 
Yo vengo al final del texto,
A quitártelo una vez más.

domingo, 13 de enero de 2019

Mi primer día sin ti

Los odio. Válgame primero decir que los detesto, que no me gustan, que no los quiero ni verlos venir. Todos esos días que hace más frío de la cuenta. Todos esos días que son más largos de lo normal. Que sin depender de temperaturas, meridianos y puestas de sol ya manda la noche. Contando las horitas para volvernos a ver, para volvernos a tocar.

Esos días que no. Que son de usar y tirar. Días sin abrazos, sin palabras, sin verte venir. Donde la ilusión yace en algún zumbido del móvil, en un timbre, en un ya estoy aquí. Esos días que escribo más de la cuenta. Aquellos que más tú me lees. Esos días de lejos. Que dan rabia, que dan desesperación. Yo, que quería estar en cualquier sitio menos aquí. Tú que querrías estar en cualquier escrito menos en este.

Son días que sobran. De estos que no saben a nada, ni quieren a nadie. De esos que, aunque parezca mentira, contra más te haces esperar, más te quiero. Donde te haces ver que sin un nosotros no somos nadie. Que sin ti, no soy nada como rezaba mi cama, como soltaban tus sábanas, como se dejaba caer tu piel.

Días en los que si no apareces, me vendo. A cualquier labio, a cualquier tonto. Donde el amor gana y pierde según se escriba. Días que condenan todas las ganas por un volver a empezar. Donde la duda ofende. Preguntándote cuantos días habrá así por contarse, cuanto queda para las doce, cuantos besos me he perdido hoy.

Te lo dejo por escrito tanto como te he echado de menos. Para que no haya sido un día perdido en lo nuestro. Que hoy no te he visto, que no te he leído, que no te he besado, que no te he tocado, sentido.

Primer día sin ti, amor,
Y espero que el último...

viernes, 11 de enero de 2019

Sí a todo

Sí al miedo, sí a equivocarse, a caerse con todo el equipo. Sí a la delgada línea de darlo todo una vez más. Sí a cambio de todos los no sé. Sí, de sí. Uno de estos que suena a vamos a donde sea, de estos que quieren todo contigo. Un sí a lo desconocido, un sí de labios, a tu boca, a callarte las desilusiones, a comerse las ganas. Un sí a lo que tenga que venir. Que vamos a estar aquí esperándolo. Un sí a lo que viene siendo un siempre. Un sí a los contigo, a los nunca me dejes.

Que sí. Que sí al viaje para perderse contigo. Que sí a tirarse desde un avión. Que sí a todo aquello que antes eran quizás. Sí a los cambios. A ponerlo todo patas arriba. Sí de cama. De sábanas pidiendo sexo. Sí a desnudarnos los cuerpos tanto como los sueños para que vayan siendo bien cumpliditos. Sí a soñar despierto. a despertarse y hacernos infieles de los nunca, de los te lo dije, de los ahora no.

Sí a cualquiera de tus caricias, a cualquiera de tus compañías, a cualquier tuya, a cualquier mía. Sí al cine de los miércoles por la tarde, a los ratitos de antes de irnos a dormir, a los momentos de sofá. Sí a los audios, a los buenos días, a todos esos short message service.

Sí a ti. A darse una oportunidad que nos deje con ganas de más. Sí de ya. De ahora. Si, pero de estos de campeonato. De estos que dan vida, que dan hogar, que dan familia pa' rato. Sí de sí quiero. Donde tú de blanco y yo de traje. Sí de novios, de muy novios. De tanto qie se llame relación. Y sí de líos. De dejarse enredar por las locuras del otro. Sí de lo que sea. De lo que nos venga en gana.

Sí de tiempo. De todo el que se necesite. De ese que, por poquito que tengamos, lo pensamos dar al otro. Sí de sí. De irse sabiendo que nos vamos a volver a ver. De los que sin tocar te marcan.Sí al tatuaje, sí al año, sí a envejecer, a querernos tanto.

Y sí a irse, a ilusionarse, a llorar, a reir. Sí a lo que sea con nosotros. Sí, antes que nada. Y sí a todos los no, a todas las dudas. Si con la confianza de que si me caigo, tú vas a estar ahí para levantarme. Y sí a las peleas, a los enfados. Sí a no estar de acuerdo. Si a la rebeldía, a tus manos frías, a tus días sin arreglar.

Porque poco nos va a importar cuál sea la excusa, la pregunta, la duda, la siguiente locura. Porque poco va a importar si blanco o negro, si se compra Colacao o Neskik, si Málaga o Sevilla, si en tu casa o en la mía, si en el cuello o en los labios, si nos da miedo o nos enamora.

Que sí, tú.
Que sí. 
A todo.

miércoles, 9 de enero de 2019

Hoy he hablado de ti

Hoy he hablado de ti. Sí, de ti, de tú, de los nuestros, de todos los contigo. De todos esos pronombres que nos hemos besado una y otra vez en las mejillas. De todos esos nosotros que nos hemos fundido en un abrazo. De todas esas mentiras que nos hemos escondidos en otros labios. Hoy he hablado de ti, bien orgulloso de lo que eras, de lo que éramos, de lo que nos prometimos.

Y he hablado de ti a boca llena. Ahí donde pararon todos esos infinitos recuerdos. de miradas incansables, de lágrimas sin motivos. Hoy me he vuelto a enamorar de ti, de una forma distinta. De otra forma distinta. Otra más. Como si no hubiéramos probado tantas.

He hablado de ti. De todas las noches que pasamos juntos. De todos los días que pedían noches. Y he hablado de ti sin miedo. A corazón abierto, prometiéndome que, sin llorar, te he llorado mucho. Y hablé de todos los cuentos, de todas las veces, de todos los besos.

Y he hablado de todas las buenas noches, de todo el amor de cama. de todo el amor silenciado en una sábana. Donde se quería bonito, donde se quería bien, donde se abrazaba mejor. Porque he hablado de las formas. Lo bien que encajas con mi cuerpo, con mi vida, con mis ilusiones.

Y he hablado sin pedir permiso y sin pedir perdón. Porque nunca se necesitó .Porque nunca faltaron, ni ganas, ni buena educación. Que hicimos el amor de antaño. Chapaos' a la antigua, queriéndonos sin filtros ni 'me gustas'. Que practicamos un bonito amor de verano durante más de tres años. He hablado del tiempo, si, de que nunca nos llovió sin paraguas. De que nunca, lo nuestro, nos dejó marcas ni heridas en la piel.

Que he hablado de ti con cualquiera. Porque nadie supo hacérmelo tan bien como tus ganas. Desdibujándome siempre una mueca triste en mi cara. Que todo lo que llevaba tu nombre acababa en una imagen para el recuerdo. Pintándome siempre tu mañana con mi ahora. Intentando que todo saliera tal y como no lo teníamos planeado. Siempre improvisando que todo llegará. Que algún día todo escrito será nuestro.
Que sin haberte acabado este texto, ya te he echado de menos.

Para que así, poder dejártelo aquí bien escrito y decir que,
si algún día dejo de escribirte,

Es porque algún día habrás dejado de leerme.

viernes, 4 de enero de 2019

Tú eres de las mías

Sin ánimo de posesión. Con toda la intención del sentido. Que eres de las mías. Muy mía. Pero quitándole todo el envoltorio de la dependencia. Que eres muy tuya, pero muy mía. A ver si me explico. Que eres de esas valientes que caminan solas y se dejan acompañar. Verás, de las que enamoran tan de lejos que se necesitan tan cerca.

De esas que rompen leyes físicas de distancia, que nos mandan los pasados a tomar por olvido. De las que sin estar, están. De las mías. De las que quieren más con las miradas que con las manos. De las que sacan una arruga al reír. De las que se enamoran de una tontería y acaban convirtiéndola en un recuerdo, en una foto, en un amor.

Tú eres de las mías. De las que toda la culpa se la echan al tiempo. De las que quieren sin pedir permiso. De las que nunca preguntan un por qué. De las que abrazan sin miedo a enamorarse. De las mías te digo, que buscan tanto cariño prometido como dolido. De las de gesto y expresión encandilada. De las de cuando se besa, te cierran los ojos y disfrutan el momento. Pero también de las que te observan mientras le muerdes el labio buscando una contraofensiva a tu pasión. De las que si te pillan te matan. Que juegan al ratón y al gato sin herir sentimientos. De las que quieren compañía más que compañero.

Tú eres de las mías. De las que se apuntan a un siempre, a un bombardeo, a una guerra de sentimientos, de estas que pierden tantas batallas que rezan por llegar a casa sin heridas de balas. De las de cara bonita, linda. De las que cualquier adjetivo les sienta bien. De las que no piden a deshoras. Y te buscan a las dos de la mañana, no para que le contestes, sino para que la intención cuenta. De las que no cuentan las horas sino es para esperar cuanto queda pa' verse. De las de labios partido. Porque lo bonito con el frío se rompe con facilidad. Pero de las de humildad infinita. Que todo lo quiere contigo y que comparte su honor, tanto como sus sábanas.

Eres de las mías. De las que escriben sin miedo. Con más palabras que instantáneas. Con mas desamores que sueños. De las que si quisieran lo tendrían todo bajo sus pies, pero de las que no piden nada. De las que besan despacito y curan todo lo que se lloró.

Eres de las mías sin una pedida de mano. Sin diez mil likes que lo justifiquen como nuestro. Eres de las que sin molestar, te guardan un huequito en la vida. Que provocan con frío, sin maquillaje y a corazón roto. Tú eres muy tuya

Tú eres de las mías,
de las que tienen licencia para entrar en mi vida
y leerme tan despacito como bonito.

De las que me hacen suyo, sin mediar palabra.

Que tú eres de las mías, pero sobre todo,
Que yo soy ya suyo.
Muy suyo.

miércoles, 2 de enero de 2019

Que empiece Henero

Que empiece. Por mí que empiece. Que venga a terminarnos todo lo que hicimos francamente mal. Que venga a acabarnos los dos mil dieciocho despropósitos que nos hicieron esparcir sábanas en el suelo de cualquier habitación. Por mí que nos lo robe. El tiempo, las ganas, los besos. Que si ya no son nuestros pa' qué carajo los queremos. Que nos quite todo lo que se fue sin pedir permiso, como el año, los abrazos, las promesas.

Por mí, que empiece, que nos devuelva un poquito de lo que tanto perdimos. Que nos dé una vuelta por todo lo que aún está por probarse. A mí, que me llene los días de riesgo. Que siempre he sido más de pedir perdón que de pedir permiso. Que empiece a sabiendas de que ninguno de los dos lo buscamos, pero que empiece de todas, todas. A darnos una buena patada en las intenciones, dándonos un puntapié a todo lo que creíamos haber terminado.

Por mí, que nos lo presente. Como nuevo, como amor, como último. Que sepamos que, después de una buena tormenta, siempre viene un abrazo que te calma. Por mí, que nos lo empiece en un buen invierno de mantas, sofá y películas. Que empiece así tan hogar, tan familiar, tan de niños. Que empiece hablándonos de un nosotros egoísta. Porque no pensamos regalar nada a aquello que esté más allá del borde de la cama.

Que empiece mirándonos tan desnudos, con tantas ganas que se pierda toda la posibilidad de aguantarse. Un buen comienzo sin lo políticamente correcto, donde nos agarremos bien sin ropa, donde nos mordamos bien la boca. 

Que empiece así de fiero, de roto, de tantas ganas de versos. Que empiece con más ganas que desayunos. Con más roces que ropa, con más sueños que cielo. Que empiece con fuerza, con la misma potencia de agarrarnos la piel, las carnes, las penas.

Que empiece primero tuyo, luego mío. Que no sea a la vez de nadie más. Único, Que empiece con nosotros y para nosotros. Que sin buscarse, nos lo encontremos y no lo soltemos jamás. Que si empieza así no va a ser olvidado nunca.

Que empiece con una resistencia mutua que llegue tan tarde que no nos pueda ni frenar los besos, ni parar el tiempo, ni mordernos los miedos. Que empiece así de bonito, y que no se ahogue en otros meses, que se quede así para el resto del año.

Que empiece con tu carita leyendo el título extrañando una falta de ortografía tan burda como lo que te vendieron.

Pero por mí que empiece Henero con 'H'. 

Tan mal escrito, como nuestro.