
Porque lo vi en tus ojos, en tu noche, en tu cama. Como buscaban un poquito de lo que ninguno sabemos darnos. Un buen atracón de oportunidad. De ésta que no consume, que no gastan, que las da el azar.
Lo vi en tus labios como pedían el beso, el quédate. Y conjugaba todas las terminaciones del verbo volverse a ver. Donde más de una vez miré a ver si conjuntaba con mi sujeto, a ver si te tenía en mi predicado, a ver si circunstancial de tiempo, de modo, de lugar.
Y lo noté en mis pensamientos. Inmersos un día después en tu imagen, en cómo te ibas, en cómo mirabas. Que dejabas las ganas siempre para luego y yo ansioso, curioso, escribiendo de ti.
Nos debemos una despedida de beso, de abrazo, de piel. Una despedida de cerca, de milímetros, de bocas, de lengua, de sed. Los dos solos, sin miedos, sin fuerzas, los dos a punto de caer. Y que ambos nos sostengamos para la siguiente vez.
Nos debemos una despedida de excusa para volvernos a ver. Tu ilusión, mis ganas; tu forma de querer, mis labios, tu piel; mis letras, tus forma de leer. Todas mezcladas para probarnos, para matar el vicio, para valorarnos del uno al diez.
Y al cuerno todo lo que nos prometieron. A la hoguera todo aquel que no te supo ver.
Que yo aquella noche descubrí mi compañera,
De vida, de sino,
Para volvernos a perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe bonito...