jueves, 8 de agosto de 2019

Nos debemos una despedida

Pero de estas que se quedan. Una despedida de las de antaño. Un claro 'no te vayas'. Esas despedidas de corazón encogío. De mano en el corazón. De lágrimas en la cara. De amor por amor. Nos debemos una de estas de para siempre. Una de para toda la vida. Una despedida de estas que no se olvidan. De estas que no nos rogaron ni una maldita vez.

Porque lo vi en tus ojos, en tu noche, en tu cama. Como buscaban un poquito de lo que ninguno sabemos darnos. Un buen atracón de oportunidad. De ésta que no consume, que no gastan, que las da el azar. 

Lo vi en tus labios como pedían el beso, el quédate. Y conjugaba todas las terminaciones del verbo volverse a ver. Donde más de una vez miré a ver si conjuntaba con mi sujeto, a ver si te tenía en mi predicado, a ver si circunstancial de tiempo, de modo, de lugar.

Y lo noté en mis pensamientos. Inmersos un día después en tu imagen, en cómo te ibas, en cómo mirabas. Que dejabas las ganas siempre para luego y yo ansioso, curioso, escribiendo de ti.

Nos debemos una despedida de beso, de abrazo, de piel. Una despedida de cerca, de milímetros, de bocas, de lengua, de sed. Los dos solos, sin miedos, sin fuerzas, los dos a punto de caer. Y que ambos nos sostengamos para la siguiente vez.

Nos debemos una despedida de excusa para volvernos a ver. Tu ilusión, mis ganas; tu forma de querer, mis labios, tu piel; mis letras, tus forma de leer. Todas mezcladas para probarnos, para matar el vicio, para valorarnos del uno al diez.

Y al cuerno todo lo que nos prometieron. A la hoguera todo aquel que no te supo ver.

Que yo aquella noche descubrí mi compañera,

De vida, de sino,

Para volvernos a perder.

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