viernes, 30 de noviembre de 2018

Todas las noches vienes a verme

Sin hacer ruido, sin nombrarme. A pies juntillas tocas mis fotos. A escondidas vienes a leerme entero. A quitarme la ropa sin intención. Que tú, como todos los pasados nosotros, vienes a buscarme. Al mismo rincón donde nos dimos de besos. Ahí, en el mismo lugar donde empezó todo. 

Todas las noches apareces. A dedicarme el único instante de tu tiempo donde puedes ser infiel a tu futuro. Como siempre, sin hacer daño a nadie. Porque hasta eso me gustaba de ti. Tu manera tímida de hacer las cosas. Que incluso cuando pedías un beso lo pedías como la primera vez. Que siempre que me echabas de menos ibas y me buscabas a conciencia. A seguirme sin intención de atraparme. Todas las noches tus labios pasan página de mi diario. Leyéndome roto mis sueños. Recogiendo el vale de que valía por un abrazo, y que ahora no hay modo de canjearlo.

Ilusiona que todas las noches aparezcas a gritarme tu silencio. A besarme sin besos. A hablarme sin voz. Que a escondidas y sin mala intención, se agradece tu compañía de lejos. Todas las noches me acuerdo de aquellas que, cuando tú más reías, más feliz era yo.

Que nosotros todas las noches cenábamos vida. Nos comíamos el tiempo. Nos invadía el amor. A usurparnos los minutos de un fuego que encendimos con miedo. Que lo apagamos, si recuerdas, con más amor de sofá. Y ahí está, sigue ardiendo en deseos de encontrarnos de nuevo. 

Me gusta, porque todas las noches me acuerdo de los momentos. De las anécdotas. De todo lo que se dejó por escrito. De todo lo que se habló. Me acuerdo que abrazabas a dos manos. A esconder tu rostro en mi pecho. A cubrirme de cualquier posible error.

Venía a decirte que te quiero aún así de imposible. Aún así de guapa. Aún así de suya. Y que todas las noches, como antaño, se te regalaba un verso que sólo leías tú.

Que todas las noches, nos acostamos juntos en camas diferentes.

Gracias, porque sé, que a escondidas, todas las noches, vienes a verme.

Que todas las noches me dedicas doce segundos de amor.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Amor de domingo

Qué culpa se tiene si se ha querido así. Por poner intensidad, por dedicarse tiempo. Qué culpa tenemos si es bonito a cinco, seis años vista. Que aunque se haya caído mil veces, en esta parte del sofá, se mantiene intacto. Como si no lo hubiéramos tocado. Qué culpa se tiene si se ha querido mucho, si se ha extrañado aún mejor. Si se ha hecho amor de domingo en cualquier día de la semana. Dime, qué culpa hemos tenido poniéndole nombre a todo. Dándonos de lágrimas contra tanta fotografía, contra tanto amor del bueno, contra tanto vídeo donde se te veía feliz. Donde se nos veía a los dos.

¿Qué culpa tenemos si es inolvidable? Si en cualquier rincón del recuerdo yacen, intactas todas las ilusiones que nos besamos. ¿Qué culpa tenemos si lo hemos hecho tan salvaje como bonito? Qué hacer si no se apaga, si no desaparece. Si el amor se mantiene tanto de lo que fue como de lo que se quedó. 

¿Cómo olvidarlo? Si cada vez que lo intento me viene en forma de guantazo a mano abierta a darme de bruces contra todos mis sentidos. Que se me hace difícil irme a la cama sin mirarte. Que aún huele el pañuelo de tu perfume. Que aún tu sonrisa es lo que más vale de mi cartera.

¿Qué hago? Dime qué hago si no supimos querernos de otra manera. Que cuando hemos amado lo hemos apostado todo desde aquel tiempo. Que no concebimos el amor de otra manera que no sea dándolo todo. Que nos hemos querido para siempre, joder. Y ahora no hay manera de deshacer el maleficio. Que estamos predestinados a querernos.

Aunque beses a otro,
Aunque sea lunes, amor.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Gracias por volver

En primer lugar gracias por todo lo pasado. Por todo lo que se vivió. Gracias por todos los besos, por todos los abrazos. Por todos los puntos sobre las íes. Gracias por las broncas, por los te odio tantos como los te quiero. Gracias por dejarte besar, por dejarte devorar, al más puro estilo empaparme de ti.

Gracias por las caricias, por las fotos. Por todos esos dibujos que nos dicen algo. Gracias por el amor a contracorriente, por devolverme la ilusión en mitad de una tormenta aquel octubre. Gracias por el corazón encogido de la despedida. Por el amor de sofá donde nos despedimos. Gracias por cuidarme, por preocuparte, por regalarme un trocito de tu tiempo.

Gracias por el amor. Que sin él, que sin un nosotros ahora mismo no sería ni la mitad de lo que llevo escrito. Gracias por molestarte en conocerme, por cometer locuras agarraditos de la mano, por girar a la izquierda en cualquier rutina de nuestra vida. Gracias por hacerme llorar de corazón. Por demostrarme que amar y ser amado debe ir casi sin preposición. Por colorearme tantos días de momentos vividos.

Gracias por los recuerdos. Por las instántaneas que se me vienen a la cabeza. Gracias por las frases, por el vídeo y por todo lo que te molestaste en haberme querido no mucho, sino demasiado.

Gracias por volver al sitio de donde quizás no deberías de haberte ido nunca,

Gracias por volver a mi memoria.

Por no haberte ido, en parte,
del todo.

domingo, 11 de noviembre de 2018

La ilusión tiene alas

Cada uno la ve donde quiere. Un día está en unos ojos verdes con rizados rubios y morenos haciendo una lista de la compra contigo. Otro en el olor a mandarinas de una época que se recuerda como inolvidable. O la que yacía escondida en los apuntes, donde a los márgenes de los folios de estudio se marcaban algunas letras diluyéndome un te quiero con tintas de colores.

A veces la ilusión se adelanta al tiempo. Y te consume antes de lo que quisieras. O te deja para los postres, para los treinta, los cuarenta. La ilusión te marca. Que como si de un tatuaje se tratara se te queda de por vida. Marcada en la memoria del recuerdo. Y la ilusión se viste de sueños rotos. De casas que no se compraron, de animales que no adoptamos o de todos esos niños que un día soñamos tener.

La ilusión de apariencia lenta en el tiempo, de sonrisas rápidas en el recuerdo, que lo mismo te pasea por Granada que por Málaga. Esa que, seguramente hoy, de verla, acabarías otra vez prendado de ella, acaba de tener otro sino para tu vida y la suya. Dos bonitos muñecos.

Porque el amor no entiende de sentimientos, de buena fe o ilusiones en el tiempo. Tú, que cada vez que la olvidas, va y se te aparece en cualquier labio, en cualquier verso, ella va y te recuerda que hubo un día que se dijo, entre lágrimas, adiós. Ese día que la besaste por última vez.

Que sepas, que la ilusión tiene alas y que a veces se va, te deja solo. Es que ella también encontró su ilusión. Que vuela a otro maldito cuerpo, otra familia, otra vida. Y vuelves a ser el que siempre fuiste, un espantapájaros plagado de miedos, de esperanzas. De amor por dar. Clavado donde te dejó. Un campo lleno por regalar.

Pero recuerda que la ilusión tiene alas, como los pájaros, por eso un día puede volar y abandonarnos.
Pero también, porque tiene alas,

Un día, puede volver.

No lo olvides, amor.

No me olvides.

Ly.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Un querer infantil

Me gusta como lo dices. Que sale de tu boca como si fuera a devorarme todos los miedos. Me gusta tu forma de decir las cosas. La forma y el fondo. Como cada vez que yo caigo, vas tú y me levantas con algún absurdo roce o mimo. Me gusta que cuando peco de adulto, vienes con todo tu amor infantil a retrocederme en el tiempo. Y parecer que los besos son los primeros, y que los abrazos son esos que nos curaban de adolescentes, de críos.

Me gusta porque al querer le has dado otra dimensión en el tiempo. La de volver atrás sin pisar todo el daño que hubo en medio. Me gusta por el sonido de tu risa que cuando aparece rompe la escena en dos o tres te quieros. Me gusta porque ya no debemos de preocuparnos por las exigencias sino más bien por aprovechar el minutito de tiempo justo para lanzarnos un quiero.

Me gusta porque le hemos quitado la definición al verbo poder. Que ya no pesa más que el otro que tanto nos echábamos de menos. Me gusta porque es un querer infantil digno de cualquier amor añejo. Haciéndonos el amor con tonterías, jugando a buscarnos en medio de una rutina sin patios y sin recreos.

Me gusta porque el amor lo vendes como si ya fuera nuestro. Que no se trata de quererse sino de querernos. Porque nunca antes habíamos compartido versos, pero mira, ya que estamos, aquí aprendamos a leernos, a besarnos.

Que ya que estamos aquí, vamos a querernos sin edad,

Amando como niños chicos,

Jugando como posesos.