viernes, 19 de enero de 2018

El amor siempre empata

Siempre nos pasa lo mismo. Siempre la misma historia, siempre igual. Cuando vas ganándole a las ganas. Cuando lo tienes todo bajo control. Tocando, y tocando y otra vez. De esos momentos por los que todos hemos pasado de "en tu casa o en la mía". Ahí si que nos sentíamos poderosos. Ahí si que éramos queridos. Ahí si que éramos, eh, cariño. En todo nuestro mejor apogeo. En todo nuestro mejor orgullo.

Siempre nos pasa igual. Un mal gesto, una fea entrada, un árbitro llamado suegra, la mejor amiga poniéndote trabas, la influencia de la pandilla de amigos, el gimnasio, las exnovias deseando suerte, el carnet de conducir. Si, te hablo de todos esos "me duele la cabeza" antes de una buena dosis de ganas. Te hablo de esas tarjetas amarillas casi anaranjadas que acarrean suspensión para la siguiente cama.

Porque siempre nos pasa igual. Dos o tres relaciones feas seguidas. Pero feas de verdad. De esas que aún te siguen sin seguirte. Que te pusieron la pierna por detrás y no fue ni penalty. La federación de oportunidades comprada. Villar dimisión. Y todas esas cajas de mudanza al rincón. Al rincón de pensar. Donde perdiste más que ganaste. Donde todo fue más suyo que tuyo. Y te dejan en el descenso de toda amistad. De todo futuro. De todo "ven". A segunda. Sentimientos mercenarios. No valéis ni pa' querer. Pacotillas de discoteca. Musculitos que no sienten los colores. A todas os la han colado alguna vez. A ti también.

Siempre, cuando va la vida jodiéndote la vida a cada instante, sale a calentar el nunca. Minuto 75 de la segunda parte y entra sustituyendo a todas tus ilusiones. Que se van sin brillar. Portada de un periódico matutino que pide tu cabeza en los primeros besos de relación. 

Siempre nos pasa igual. Tiempo de añadido y aparecen tus ojos. Se zafa de cualquier timidez no forzada y le manda un pase a tus labios que vistiendo la camiseta roja carmín nos mete un tanto en toda la boca. Y te quedas ahí atónito esperando otro. Insólito pues termina todo como empezó.

Yo ganando 2 a 0.

Tu sonrisa mientras tanto, metiendo el primer tanto.

Menos mal que siempre pasa,

El amor, 
siempre empata.

domingo, 14 de enero de 2018

Julia

Siempre nos han gustado los después. Los ratitos de después. Esos que importan más cuando van a llegar que cuando llegan. Ese miedo sin frialdad en busca de una ilusión que soñaste por tanto camino de ida y vuelta. Siempre son las palabras que dices después del beso. La cantidad de abrazos después del vendaval de ropa desordenada por el suelo. Son el desayuno de una buena noche de sexo. La luna de un buen día de verano.

Son todos los "es que" y todos los "a ver que me dices después" de todas esas veces que echamos toda la carne al asador. Apostando la soledad a cambio de vida. Cambiando nada por todo. A ver que me dices después de todo estos escritos marcados con tinta que no se borra. A ver que me dices después de cuando dejemos de insistir. Y a ver que me dices después cuando ya me haya hecho a otro cuerpo, a otros labios, a otra mujer.

A ver qué me dices después del 'no'. Después del quizás. A ver qué me dices después de haberte bien leído tu nombre en el titulito del texto y a ver si tienes valor o alma de mujer para fijarte en que ni tú ni yo íbamos buscándonos al uso, que ni tú ni yo, íbamos hoy, a escribirnos, a leernos, a fijarnos. Y fíjate donde estamos.

A ver qué me dices después, cuando ya no queden ni palabras. A ver que me dices después, cuando ya no haya posibilidad de réplica. Cuando tus labios rojos ya no sean tan rojos, y cuando tus ojos se apoderen de mil arrugas que prometía querer. A ver qué me dices cuando ya no enamores, cuando ya no te quieran, y vayas en busca de amor del malo, a drogarte con alguna relación de plástico que te venda al mejor postor, con fecha de caducidad al dorso.

Porque pudiera ser que nunca te regalé oídos, que nunca nos atrevimos a contarnos, a vernos. Pudiera ser que cuando tú no mirabas yo ya te quería y pudiera ser que ahora tus mejillas estuvieran llamándome la atención a gritos. Pudiera ser que vivieramos tan cerca como lo estamos, y a ver que me dice después cuando haya terminado Junio,

A ver qué me dices después cuando, por fin, hayas leído el tuyo,

Julia.

viernes, 5 de enero de 2018

No. Repite conmigo, no. Ese 'no' de sofá. De niña rebelde. De no quiero pero sí. Del preludio a una guerra de cojines. Del no despeinada. De risa infantil. El no de pijama en el salón. Di no. Pero del bueno. De ese que, aunque se diga, no niega nada.

No, pero del vente. No, de ven a por mí. No, de "a ver si te atreves". No, no, y mil de esos 'no' que me mandabas contra toda proposición indecente. No de, yo no voy a ir, ven tú. Todos esos no inconscientes a una trastada. No, de los de por narices que se hace lo que ella diga. No de no. De los que van a negar todo el futuro que tarde o temprano va a pasar.

El no antes de unas cosquillas. El no antes de un beso. El no de antes de un dámelo. El no de, no te conozco todavía, o del que, a cincuenta y dos días de conocerte, me lo vas a plantar con la boquita de piñón. No. De los que mientras ríes y se te forma una arrugita en la comisura del labio, gesticulas el dedo índice de lado a lado y que, apartando la única prenda de ropa que separa el aire de tu piel, me devuelves atrevida, a punto de regalarme más no, en forma de ven.

Y el no de la cama y el de la cocina cuando fuéramos a desayunar. Porque nos íbamos a desayunar, ¿o no? Pues no. Pero no de vamos a querernos o a dejarnos de querer. Con esos labios bien pintados de rojo y arreglada y vestida para salir, un buen no delante de un espejo, o la de aquella foto de instagram. No, de cachetes a punto de ser besados, o la de veces que dijiste no, cuando ibas a morderme la piel.

No, como aquella partícula negativa que te aventura a un texto sin nombres ni ilusiones, pero que, a diferencia de los que te mandaban, éste, si viene con un gran cualquiera en toda la boca.

Éste, Martina,

Es un no, para toda la vida,

Un no, 

que viene a por todo un sí.

miércoles, 3 de enero de 2018

Por qué no empezamos

Por qué no empezamos. El año, la vida, los besos. Por qué no empezamos y nos dejamos doce meses en el tintero. Por qué no incendiamos los deseos y provocamos una explosión de ganas. De sexo. De besos. Por qué no empezamos y nos dejamos de novios que te los pusieron bien puestos, de exnovias que nos vendieron lo eterno como necesario, de sábanas que olvidan, de amantes sin el "ama" delante. De esas caras que se olvidan, de esos amores que perdieron tanto como tus ojos. Que buscaron consuelo en otro pecho, en otro lecho. 

Por qué no empezamos y nos dejamos de contar los añitos de uno en uno. Por qué no empezamos a enamorarnos, a querernos, a besarnos. Por qué. Si lo teníamos apuntado por ahí. Lo juro que en algún papelito nos lo apuntamos. En alguna promesa que nos rompieron, en algún abrazo que nos engañó. Seguro que se nos ha perdido en alguna relación inestable de esas que se llevan ahora. O viceversa. Tú me entiendes. Por qué no empezamos por tu nombre, por una i griega, por mi nombre.

Por qué no empezamos y nos robamos todas las ilusiones que nos dejamos en el hueco del olvido. Con lo bien que te conozco. Con lo bien que nos rechazamos. Con lo bonito que fue lo vuestro. Con lo breve que fue lo mío, por qué no coges y nos empezamos. El mes, la cuenta, la hipoteca, los niños. Por qué no empezamos la familia, la casa por el tejado, las ganas por la cama, la ropa por el suelo.

Ahora que ambos hemos cambiado. Ahora que los dos andamos con más años que decepciones, por qué no nos probamos, por qué no lo intentamos. Si ya hemos aprendido el no, por qué no empezamos por un sí. Ahora que conocemos la mentira por qué no empezamos a darnos de verdades a bofetones sin manos. A anillos que nos guardamos en un cajoncito del dormitorio que nunca abrimos.

Seguramente por qué estaríamos temiendo lo de siempre. Para decirnos que ahora sí que me daría para ti. Para hacernos nuestros. Dispuestos los dos, de llenos, a darlo todo por nada. Miedo a darnos de ostias contra toda promesa que fuera a funcionar.

Miedo a la distancia en cuerpo más que en alma. Miedo al por qué no falla. Si nos eneseñaron que todo acaba. El 2017, el domingo, el chocolate, este texto. Y porque seguramente estaríamos llamando a esa sensación incómoda de todo corazón herido. 

Todo ese desconcierto pesimista del;

Por qué no lo acabamos.