lunes, 21 de marzo de 2022

Me pides verano

Ojalá ser verano. No que sea verano, sino serlo. Sentirse deseado. Quererse sin mirarse la lluvia, ni los besos nubosos de otros años. Aquella estación que quieres. Ese olor a quédate cinco minutos más en mi cama. Todo ese tiempo que anhelas. El calor de un día que no quema. Ojalá ser esa estación que añoras, suplicas, demandas. Aquella que tus stories fotografiaron cada día de este maldito otoño. Ojalá ser ese que pides, que tantas palabras le dedicas. Que tantas veces dejas correr por cada línea de tu cuerpo. Haciéndote cada vez más mujer, haciéndote cada vez más etérea, cada vez más sublime, cada vez más efímera.

Ojalá ser tu verano. Y mojarte el pelo, ser la gota de agua salada que recorre cualquier esquina de tus labios, broncearte la piel, darte un sol que no necesitas pero tanto demandas. Ojalá me pidas con las mismas ganas como lo pedías un 21 de marzo. Donde yo empezaba una primavera, donde tú me rechazabas las flores, cualquier zalamería, cualquier principio de un posible infinito.

Porque estabas en otra estación, en otro intervalo de tiempo. Aunque en la misma habitación, yo no te escuché pedirme un hueco en aquel colchón. No había distancia sino salto de dimensión. Y ninguno de nosotros en la misma magnitud, aunque sí, en el mismo espacio.

Por eso quizás algunos escriben y otros leen. Por eso unos saben lo que es el amor, aunque nunca lleguen a ser verano. Porque nunca fueron aquella estación de alguien. 

Como aquellas flores de primavera.

Que te sacaron una sonrisa.

Y que a mí me supo a verano.

jueves, 10 de marzo de 2022

Amores de museo

Así llegué a ti. A pies juntillas. A empaparme de cualquier historia que me quisieses contar. Que iba a dejarme engatusar con cualquier copa de vino blanco, con cualquier te lo prometo del verde de tus ojos, con cualquier beso por dar. Experto en cualquier salto al vacío. Ahí iba con todo el equipo, con todas las de ganar.

A buscarme un huequito en cualquier comisura de tus labios. A ganarme el derecho a cualquiera de tus pintalabios. A contarte los lunares de una piel que nunca toqué pero que ansío morder. Bajo la patria de un cuerpo herido, con la bandera pirata de un náufrago del querer, donde mis únicas pertenencias son  palabras y tachones en unas maltrechas hojas que lees a ciegas, que lees por mí, que escribo por ti.

El caso es que me curo más con las tuyas que con las mías. Que siempre, a escondidas, sonrío con el primer buenos días, con las primeras noticias de una voz que me promete cualquier tarde al sol. Y me hace olvidar cualquier tesoro, cualquier botín. Porque me cegaron tus ojos, y me quedé por tu curiosidad. Que siempre me contabas un cuento donde yo me creía protagonista. Donde tú también te dejabas un poco enamorar.

Que me dibujabas cualquier cuadro donde yo encajaba en tus te quieros. Y lo hiciste sin querer, que ya me ando esperando los mil besos que nunca sabré compensarte. Por eso escribo. Por culpa tuya. Amores de museo. Aquel que no se toca, pero se deja ver. Guardados bajo llave tras años de historia, tras frases en alguna red social. De visita guiada por tus curvas, de sueños pintados, de mármol tu piel, de oscuros tonos mezclados con tus colores en los labios, prohibido fotos, silencio en cualquier ausencia, pronombre nosotros. Que como rezaban otros renglones, museo lo hacía yo allá donde tú estés.

Que me creí tuyo, muy tuyo, siendo de nadie. Y me rogaste un despacio que sin pronunciarlo nunca me sabré contener. Como las ganas de volver a leerte. Como las ganas de aprender a quererte.

Y guardarlo en cualquier mesita de noche para que nadie se entere. Siendo muy nuestro. Celosos de cualquier compartir, ansiosos de cualquier ven. 

Amores de museo en cualquier sofá donde tu cuerpo descansa sobre el mío. De estos que no te cansas de mirar una y otra vez. Donde tú te quedabas dormida. Donde yo me quedaba despierto a escondidas para poderte contemplar.

Como si fueras una obra de arte.

Como si el museo fuese ese salón. 

El que ya imagino casi sin ti.

viernes, 4 de marzo de 2022

El amor es historia

El amor es historia. Allí donde yo te contaba cualquier vida y tú me leías cualquier tontería. El amor es historia donde tú me escribías inocentemente, y yo con toda la intención. Para enmudecer a cualquier Goya, para hacer llorar a cualquier Venus de Milo. Eso fue lo que sentí cuando vi tus labios. La excusa perfecta para aprender un poquito más de una historia que nunca nos contaron. Así empezamos a jugar al ratón y al gato. Un ni contigo ni sin ti.


A eso me recordaron tus palabras. A cualquier cuadro de Claude Lorrain, a cualquier compañía pagana de tus ojos, a cualquier te quiero que nunca se pronunció. Donde tú eras tan experta, donde yo era tan autor autobiográfico. Que recuerdo hasta como volaba tu pelo cuando te girabas por vergüenza. Que recuerdo hasta los últimos minutos previos a todos esos "mañana te veo" que nos prometimos. A todos esos quizás que te agarrabas como si yo fuera Hades.

El amor es historia. De eso recelo. De todas las veces que escribías con toda la intención de hacerme soñar. De escribirme de un pasado que siempre me dejaba un buen regustillo de futuro. En cualquier paleta ocre de color, en cualquier trazo de todos tus miedos. Que siempre me contabas lo difícil que fue para ti sentirse acompaña y lo fácil que nos lo pusimos en cualquier rincón de nuestro cuerpo. De todas esas esquinas donde me dejaste algún repeluco que erizó mi piel, y me dejó ciego de tantos ojos. Los tuyos, que dejaban un verde que impregnaban toda mi habitación con la ayuda de las primeras luces de sol.

Porque de todo lo que nos contamos me quedo con todo lo que siempre se quedará por contar. Donde tu curiosidad me dio alas para seguir siempre un poquito más. De eso se trata. De querer querer. Tan fácil como curar una herida sin permiso. Como apagar la luz cuando te quedabas dormida. O la de veces que fui a mirarte antes de ello sin tú saberlo. Ese trocito donde dedicarnos, aunque sean siete minutos al día, un poquito de paz entre tanta guerra. Donde cuando tardábamos más de la cuenta, se nos derretía el tiempo entre unos apuntes viejos y cualquier cuadro de un triste Goya.

A cualquier silencio le llamamos arte y fuimos testigos de cualquier no hay entradas de anteriores relaciones que ya no nos querían, que ya no nos acompañaban. Supongo que en eso andamos empatados. A tantas ilusiones rotas, a tanto teatro, a tanto drama. Me gustaron todas tus prudencias barrocas, todas tus miradas. Por eso las guardo en cualquier sueño.

Te pintaría un cuadro con solo mirarte. Y dibujaría cualquier futuro contigo. Pero me quedo a escribirte. Porque siempre he sido más de letras que de colores. Siempre he sido más tuyo, que mío.

Museo es cualquier lugar donde tú estás.

Arte es cualquier línea que dibuje tu cuerpo. Cualquier perfil que robe tu piel al espacio. Agarrando con fuerza tu presencia para que me acompañes en cualquier momento del día.

Donde yo me creía Hades.

Donde tú te creías Perséfone.