viernes, 15 de febrero de 2019

El día después

Nos gusta el día de después. Esos días que no tienen nombre, que no tienen apellidos ni fechas en el calendario. Un 15 de febrero, el día después de San Valentín, el día después de tu cumpleaños, del aniversario, el puente después de un viaje, de un no te quiero, de un contigo pero sin ti.

Me gustan los días de los meses que nadie quiere. Que no son de nadie. Esas miradas que aún no tienen dueño y los besos de después. De después de la cama, de después del sexo, de después del salón. Todos esos después. Nos gustan aquellos recobecos del cuerpo del otro que aún están por conquistar. Eso que no está estipulado por nadie. Un quererse sin reglas, si sino, sin patrón.

Aquello que no tiene catalogada una etiquetita de lo que te va a costar. Una bonita ilusión del día después de lo que te vas a encontrar. Todo mejor sin nombre, todo mejor si está por venir, bajo un anonimato con ganas de devorarte, bajo un pseudónimo de haberlas venir.

No te digo que no nos guste el hoy, el ponerle un buen filtro de sencillez, de instagram, de quererse de puertas pa' fuera, de comerse sin cenar, un hashtag y a fardar. Pero esa ilusión de un luego, esa tarde que se queda tonta, sola y exclusivamente para los dos,... no sé, que da la sensación que siempre nos ha ido mejor en esas veces que hemos apostado por los 'y yo a ti'.

Siempre nos ha gustado un cuando y que la respuesta suene dulce, suene prometedora, suene fiel. Que no te diga ni el día ni la hora ni lo que querías escuchar. Que suene a después. Un instante de incertidumbre a todo lo que tenga que venir, a todo lo que está por llegar.

Que al final se trata, no del día de los enamorados, sino del día después. O el de antes, que más da. Por todos esos que quería que llegase su boca, sus labios, sus manos, de mi cuerpo aún por morder. De todas esas sonrisas de cama, de todas las cosquillas, de todas las ilusiones, las promesas, las ganas de otro día más. De aún, saciados, querer un día después.

martes, 5 de febrero de 2019

La pequeña historia de cuando se contagiaban los bostezos

Tonta ella, que siempre lo buscaba a altas horas de la noche a romperle el sueño sin estropear ninguno de los ya soñados. Tonto él que se dejaba soñar, se dejaba molestar y se dejaba querer. Recuerdo cuando caminabas cerca mía cuando desconocías el lugar, y agarrabas la mano con fuerza como si te fueras a caer. Ahí supe valorar la confianza, ahí, me sentí, escudero de tus mil batallas. Ella princesa, guapa, de ojos que colorearé en el siguiente párrafo. Él, roto de amores, pobre de galones, rico de ilusiones.

Me acuerdo que siempre venías con ojos verdes a romperme los esquemas. Dibujándome locuras en el lienzo de mi cordura. Cuando, como una niña chica, empezabas a relatar con prisa todos tus planes por cumplir. Y en todos me incluías. Tonto él, que se dejaba llevar. Tonta ella, que se dejaba ir.

Y vi como, tan independiente ambos, nos buscábamos a cualquier hora para decirnos que nos echábamos de menos. Que no pasaba el tiempo sin haberse querido un rato. Y que empezamos a valorar, sin besos, todas las caricias que nos deseábamos sin tocarnos. Ahí supe lo que es el amor. Quererse sin medida, con mucho miedo. Querer estar, más que haber estado.

Y me acuerdo de la primera vez que te llamé pequeña. La de veces que dibujé tu sonrisa con un dedo por encima de tus labios. Me acuerdo de la rabieta posterior a mis cosquillas y la almohada que volaba sin maldad en busca de venganza, a devolverme de un noble empujón lo que acabó en una cama sin complejos. Ahí le hicimos el amor a las ilusiones, ahí fuimos del otro sin remedio.

Y entonces, para quedarte dormida, me pediste un cuento. Y te conté la historia de cuando se contagiaban los bostezos. De cuando ella se quedó dormida, cuando él, con sueño, le contaba todo lo que pasaron juntos antes, de fundirse en un temprano te quiero.

Tonto él que la miró toda la noche hasta quedarse dormida. Tonta ella, que leyó hasta el final este texto.

domingo, 3 de febrero de 2019

Y tú ganas siempre

Culpable yo, que siempre he estado cuando menos lo necesitabas. Que todas esas ilusiones que andan en el rincón son mías, todas mías. Haciendo bulto con todas tus promesas. Mezcladas, liadas. Cogiendo polvo en el único sitio donde no me pedías permiso para entrar. Ahí donde siempre he perdido no solo tiempo, sino trocitos de un alma que un día prometiste arreglar.

Me quedo con tus ojalá. Con todos esos siempre. Con todas esas mentirijillas que me creía al verte tan convencida. De esas frases que si, antes eran pomada, ahora queman. Me quedo con las buenas noches, con todas esas que me prometían infinitas mañanas. Y los labios, esos que siempre, rotos, venían a pedirme versos.

Que perdí. Y me quedé con todo tu bonito silencio. Que cuanto más te hablaba, más me dolía la tinta que recorrían todas estas hojas donde te escribía. Que cuando fui a buscarte los miedos, ya no estaban donde me pediste que los guardara.
Que vi como te separabas de mi cuerpo, de mis frases, de mi cama. Y jurabas que volverías en otro mes, en otra falta ortográfica de esas que me curabas, en otro Fevrero. Que volverías a pesar del tiempo, del trabajo, del adiós tardío.

A veces te añoro en silencio. Buscándote en cada palabra, en cada frase que me inspirabas. A veces me escondo en la ironía que se niega a pronunciar tu nombre. A veces me escondo en una boca, en una de esas sonrisas que tanto te gustaban y me sacabas del tiesto. Porque siempre he sentido que me dabas alas para ir a donde fuera. 

Me acuerdo de, iluso yo, jurarte quererte para siempre, acompañarte de mil textos que te durmieran si no podía arroparte yo. Porque no recuerdo el día que te perdí. Que olvidé tus mensajes, tus horas que me dedicabas, con cariño, y firmabas con las tonterías que te llamaba, tonta, niña, fea, mala.

Y prometí jugar a ver si un día te olvidaba,

Pero tú,

Tú ganas siempre.

viernes, 1 de febrero de 2019

¿Tú qué sabrás de amor?

¿Tú qué sabrás del amor? Si cada vez que venías a implorarme un beso yo no podía dártelo. Dejándome culpable de la situación, negando todos los que después te imploraba yo. Dime, ¿qué sabes tú de amor? Si cada vez que me dejabas en leído le echabas la culpa al tiempo, a otra risa, a otros labios, qué sé yo.

¿Tú qué sabrás de amor? Si nunca has coloreado un cuarto de papelitos de colores. Si no has abrazado roto otro cuerpo herido. ¿Qué sabes tú de amor? Si cada vez que acabamos una relación nunca fuiste a buscarme de nuevo. ¿Qué sabes tú del amor? Si cada vez que me lees haces como si no te importara.

¿Tú qué sabrás de amor? Venga, dime. Si cada vez que se te ha pedido un poquito de atención nunca estabas para darla. ¿Qué sabes tú del amor? Si cada vez que te han querido siempre has mirado para otro lado. Siempre has besado a un otro. Siempre le has robado el corazón al que menos se lo merecía.

¿Cuánto sabes de amor? Si cada vez que se te pedía calidad, siempre ibas demandando cantidad. Que empezaste a pedir más de la cuenta. Que la avaricia nos rompió el saco. Que tu cuarto se llenó de cuadros, de fotos, y que el rincón donde se tiró todo, donde yo aún te sonreía acabó siendo el rincón de los trastos. ¿Qué sabes tú de amor? Si te portabas mal con quien menos lo merecía.

Si pagamos los platos rotos de aquello que no querías limpiar. ¿Qué sabes tú de amor? Si siempre que te han querido, has ido a hacerte la indiferente como si de tus ojos no se trataran. Como si fuera eterna la espera. Como si fuera ese a estar ahí siempre.

¿Qué sabrás tú de amor? Si nunca has derramado una lágrima delante de ese mensaje por Whatsapp que nunca se llegó a mandar. Si nunca has esperado delante de la hora de la última conexión. ¿Qué sabes tú de amor? Si nunca lo has dejado todo por él, si nunca te has propuesto a decir a todo que sí, que venga, qué vale. Que con los ojos cerrados me lanzo a querer. A darlo todo por una relación. Un darse menos de sí, para darlo todo por un nosotros.

¿Tú qué sabrás de amor? Si cuando termines de leer el texto, no vas a venir, no vas a buscarlo, no vas a hacer nada. ¿Qué sabes tú de amor? Si cuando acabes este párrafo, no vas a ir a decirle:

Más que tú, amor.