sábado, 26 de enero de 2019

Ya no te quiero...

Así de golpe y porrazo. Todos la hemos sufrido alguna vez. Ya no te quiero. Que nos la han puesto bien puestecita en la mejilla. Nos la han besado bien besada cien veces en los labios. Eso, o la hemos lanzado alguna vez. Hemos estado a ambos lados de la frase. Ya no te quiero. Cuatro palabras que sentencian tanto como desnudaban la piel. Que dan por terminado algo que ni se veía venir. Bofetón a mano abierta a todas tus pretensiones, amor que se cae sin pedir permiso, sin pedir perdón. Al carajo todas la ilusiones, el que se queda la paga, todas las ganas al rincón.

Ya no te quiero. El enfado más inocente de un niño cuando se enfada. Que solemos utilizarlo bien grandecitos como eufemismo de todo lo que no nos atrevemos a decir. Que ya no me buscas por las noches, que ya no me escribes bonito, que ya no te apuntas a hacerme el amor. Un no, seguido de lo que tantas veces se dijo y que, ya las mañanas de cama saben a todo menos a tostadas con zumo de naranja. Que ya no hay olor de almohada ni besos en el borde de la nuca, ni pelos de punta, sin ropa, bajo las sábanas.

Ya no te quiero. Que no deja ni una posibilidad, ni un hilito de esperanza. Un no me busques de campeonato. Un si te vas pierdes. Que tuviste la posibilidad de haber seguido cuidando lo que ahora niegas con tanto desapego. Amor que se va por donde vino. Haciendo las maletas de un viaje que se llegó tarde al vuelo. Mudanza de ilusiones a cualquier nuevo hogar que nos quiera, de nuevo, llamar amor.

Y así nos va, dando tumbos entre un 'ya no te quiero' y los miedos de volvértela a encontrar. Recogiendo los trocitos de lo que quedaba de ti antes de dejarnos caer en ese 'ya no', que termina la frase con lo primero, irónico, que comienza una relación. Y ahí te ves, con las ganas medio a pintar, las ilusiones al borde de la frustración, en un final de película que casi te quita de terminar de leer este párrafo. Recuerdos de un pasado donde vivistes la situación.

¿Y sabes qué? Que ya no te quiero. Que después de todo este tiempo escuchándola de otros ojos, he aprendido algo nuevo de ella. Que después de tanto tiempo escribiéndote, he sabido que, por muy mal que nos pintaran el título del texto, por mucho que te lo repitiera, me lo repitiera,
tú ibas a acabar en esta línea diciéndome,

Yo tampoco te quiero,
Y ambos, como si de un secreto se tratara,
Sabríamos que sería la única frase que no podríamos cumplirnos.

Después te ríes, me abrazas, me llamas tonto y me besas.

Ya no te quiero,...tonta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...