lunes, 14 de diciembre de 2015

Amor En Estas Últimas 24 horas.

He esperado veinticuatro horas sin ti para ver que me inspiraba tu silencio. Nuestro silencio. Porque he sido cómplice de él. He de reconocerte que más de una vez he sido tentado por la facilidad de mandarte un beso enorme desde cualquier red social que nos tenía el vicio controlado a cuentagotas. Pero salvando las ganas de saber de ti, he sabido reflexionar y distinguir entre lo que me gusta, lo que tengo, lo que siento, y lo que padezco.

Empezaré por esto último, porque desde un tercer plano me he visto preocupado
por lo que padezco. Y ya no sólo por lo que padezco, sino por lo poco que me importa lo que parezco. En contadas ocasiones he visto a gente disimular su padecer por lo que parecía. Y en determinadas ocasiones he visto como se han cerrado puertas por manos ajenas. En mi caso padezco ganas. Sí. Tengo ganas de ti. Muchas. Y me dado cuenta que me da igual lo que parezco cuando pido un poquito de tu amor. Pues nunca me importó cómo se me lee. Ni los prejuicios y consideraciones que se sacan de unas palabras que, entre otras cosas, comparto por tenerte aquí, y no por saber de mí.

En segundo lugar, después de 24 horas sin ti, he descubierto lo que siento. Y me veo capaz de explicarlo con la misma pasión con la que lo exijo. Siento que necesito. Pero así, sin más. Siento que te quiero, que tengo ganas de ti. Que he empezado a sentir curiosidad por esos labios, por esos gustos, por tu vida. Que estoy enganchado a tus secretos. Que tengo más ganas de leerte que de escribirte. Que siento que cada vez que no sé de ti, me falta en el día horas. Siento que formas parte de mis vicios, que quiero saber de ti, aunque sea una simple sonrisa, un tonto emoticono o una inusual cita en el año 2019. Siento que quiero sentirte, y muchísimo más de lo que tú y yo imaginábamos.

Y conforme me iba enganchando a tu vida me di cuenta de las cosas que tenía. Pero sobre todo de las cosas que me faltaban. No pasó ni medio minuto y ya sabía que me faltabas. No te lo tomes como un acto de posesión, sino más bien de acompañamiento. Yo no quiero tenerte. Yo lo que quiero es acompañarte. Estar al lado. No siempre. Sólo cuando se necesite. Me di cuenta entonces, que no importaba mucho lo que se tenía, que lo que nos enamora es lo que nos mantiene. Que con la misma raíz léxica pero con total significado diferente te rompe los esquemas de lo que se echa en falta. Y claro cuando sale ese verbo a relucir, la segunda persona del singular ya es casi inevitable.

Y ya por último me pregunté que es lo que me gustaba de ti. Después de una lista innumerable de aspectos físicos que te hacen para mí única, he nombrado tu misterio, tu bondad y tus maneras. Me he dado cuenta lo poco que sé de ti. Pero es que inmediatamente después he justificado que era suficiente. Que para mí guardas un misterio que en caso de ser descubierto, no iba a saciar las ganas de saber de ti. Me he dado cuenta que yo no te quiero por lo que sé de ti, sino por lo poco que me bastó para enamorarme de ti. Después he pensado porque eres tan buena conmigo. Porque a pesar de mis letras, de mis malas maneras y de mis formas de molestar estás ahí tan pendiente de mis cosas desde un cuarto plano. Porqué has sido tan buena conmigo, y porqué acostumbras a enamorarme así tan sin querer.

Y ya por último, terminando las 24 horas, he visto tus maneras. Las maneras que tienes de romperme el silencio. De aparecer sin previo aviso. Las maneras de coger cualquier minuto y decirme sin querer 'quiero saber de ti'. 
Y yo preso de tu voluntad, escribirte: 'Yo también...yo, también...' 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...