lunes, 2 de noviembre de 2015

Untitled


La he visto. Era ella. Era la mujer de mi vida. Lo sé. No había duda. Era ella. La podría describir si quisiera pero no era por su descripción por lo que yo la sentí tal. No eran sus manos, ni su espalda. Ni si quiera su cara, ni sus piernas. Ni si quiera sus ojos, que tantas veces los miré para provocar un cruce que nunca se producía. Era su estar. ¿Cómo decirlo? Su presencia. Era su presencia. La forma que tiene ella de estar humildemente misteriosa. Su anonimato. Pero no siendo cualquiera, sino ella. 

Sé que no me entendéis pero la vi y era ella. Estoy segurísimo que lo era. Y no por su físico, que también, sino más bien por sus gestos, su mirada suave al mostrador de tartas. La manera que tenía de ser una mujer. Coqueta, enigmática, dulce, sencilla. Era la manera que tenía de sonreír, su forma de guardar las manos en su abrigo verde oscuro. O cómo asentía con la cabeza cuando su amiga le hablaba de algo. Su manera de quitarse el pañuelo del cuello. O como se recogía el pelo detrás de su oreja cuando le molestaba.

Era cómo pisaba el suelo con sus botas de otoño marrón claras. Su manera de andar. El cómo camino de la puerta, caminaba tímidamente, como con miedo de si fuera a molestar a todo el que estuviera allí.

Era ella. Seguro. Tan seguro como que cuando salió de aquel lugar, sentí que la perdía. Como si por el simple hecho de estar viéndola ya tuviera que ser mía. Me pregunté porqué no le dije nada. Porqué solamente fui yo quién tuvo esa sensación.

Nunca la volveré a ver pero pensé que se merecía un huequecito aquí, en este rincón donde suelo enamorarme de los recuerdos.

Porque era la mujer de mi vida. La idea que tenía de ella y que imaginé cuando la vi allí tomándose un café delante de mí. Nunca pensé que eso pudiera pasar. Descubrí entonces que el amor no se hace. Que el amor nace. Que surge más que que se provoca. Que ella, sin hacer nada, mira todo lo que es capaz de crear. Que yo, sin hacer nada, mira todo lo que fui capaz de sentir.

Quién sabe si a ella le hubiera dado por mirar. A lo mejor ahora estaría hablando de sus besos y no de su boca. A lo mejor ahora estaría hablando de sus caricias, en vez de sus manos. De su olor en vez de su cuerpo.

Si le hubiera dado por mirar a lo mejor estaríamos contándonos todo esto bajo un paraguas, una manta o en cualquier otro lugar. Si le hubiera dado por mirar, yo le hubiera pedido su nombre, su mano, un lugar para volvernos a encontrar.
Si le hubiera dado por mirar yo le hubiera pedido un beso, un momento y un título para este escrito.

Con el que no olvidarla jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...