jueves, 12 de febrero de 2015

El Espejo


Postrada en la cama apagó el despertador que sonaba a nuevo día. La habitación desordenada era acompañada por una luz filtrada por las rendijas de las persianas de una ventana blanca como la almohada que la arropaba. Su pelo cobrizo era lo único que brillaba en ella.


Su cara sin maquillaje mostraba una piel delicada, con un moreno perdido por la ausencia de verano y con un lunar en la mejilla, justo debajo de su ojo derecho, a la altura de su sonrisa, algo más arriba de los hoyitos que generaba su cachete cuando sonreía. Su rostro mostraba cansancio por la pasada noche etílica que vivió ayer por insistencia de su mejor amiga.

Se incorporó en la cama. Aún reliada con el edredón y las sábanas cruzó las piernas y apoyó los brazos delgados en las rodillas. Levantó la mirada al espejo que tantas veces la vio bailar y sonreír.

Cuando su mirada se cruzó con ella misma recordó la de veces que él le dijo que hasta sin maquillaje era la chica más guapa del mundo. Sonrió porque creyó verlo aún apoyado en su escritorio pidiéndole una curva entre sus labios.

También recordó la de veces que él le apartó el pelo de su cara y cómo a continuación le besaba la comisura de la boca pidiéndole cariño sin hablarse.

Bajó la mirada a sus manos. En ellas un anillo de plata en el dedo anular le recordó lo unida que estaba a su pasado. Suspiró, no supo si por cansancio o por añoranza y se levantó de la cama lenta y pausadamente. Como lo haría cuando tenía quince años para ir al colegio.

Mientras se recogía su larga melena en una cola alta, agarraba con los dientes una pinza que posteriormente sujetaría con más firmeza su peinado mañanero. Sus ojos no se miraban por miedo a recuerdos pero no era por falta de ganas, sino de valor.

Su móvil blanco sonó entre los cachivaches de su bolso. Sabía que no era él, pero aún así no perdía la ilusión. Tras la duda volvió a mirarle su perfil.

La foto de Whatsapp de él con otra chica en lo que parecía una fiesta la hacía más pequeña en esa habitación desordenada. Inevitablemente se volvió a mirar en en su reflejo.

Era una chica guapa, dulce, atractiva, sensible, pero el cristal no se lo recordaba como años atrás se lo reflejaba cuando, acompañada de él se hacían mil fotos juntos, que colgaban, ya sin sentido, de un lateral de ese alto espejo... (Continuará)

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