viernes, 7 de agosto de 2015

La Conjetura que lleva Tu Nombre


Me hiciste miles de contra-ejemplos. Atacaste con suposiciones de falsos corolarios que venían a robarte un poquito de corazón, en vez de cuidarlo, como pretendían mis proposiciones más decentes. Pero aquí ando, demostrándote que ésto cada vez va siendo más un teorema que una conjetura. Enunciártelo con tus ojos mirándome con vergüenza es lo que más me costó, me costará y me cuesta de toda esta matemática sutil. Condiciones iniciales: Tú, querida, guapa, atractiva. Vergüenzas, muy positivas, muy tímidas.


Intenté que fuera en un intervalo infinito pero era incapaz de obviar el intervalo cerrado y muy acotado del tiempo. Sea una ciudad maravillosa, unos ojos tímidos, una querida, muy querida sonrisa. Tome un corazón dispuesto. Entonces se puede demostrar que existe un amor incondicional dispuesto a enamorarte. Y en caso de condiciones débiles, dispuesto a esperarte.

Resulta que tengo bajo mi pobre amor un par de resultados esperanzadores que puedes utilizar en medio de una demostración que aún está por terminar. Por eso es conjetura. Y solamente tú puedes sentenciar en mitad de esta infinita proposición. Por eso lleva tu nombre.

Indique los pasos que me faltan para llegar a tus sentimientos. Pues harán falta en los extremos relativos, muy relativos de tu incertidumbre, de tu miedo, donde la estadística de la teoría de la decisión se hace cruelmente negativa en mi álgebra no matemática.

Al final de todo, si quiere, puede sellarlo con un beso al aire. O no. Incluso puede arrugar el papel donde anda escrita la conjetura que lleva tu nombre y mandarla al desastre, al olvido. Puede dejarla en la mesita de noche para leerla todas las noches, o dejarla para dentro de tres o cuatro años. No importa, porque ¿sabes qué? Aquí habrá un amor muy incondicional dispuesto a esperarte.

Mira, amor, como queríamos demostrar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...