sábado, 8 de agosto de 2015

Cómo imaginé que sería


Me imaginé las formas de otra manera. Después del beso, supongo que indiferencia, pero con un toque de curiosidad. El tiempo me lo esperaba más pausado. No tan deprisa, ni tan superfluo. Te imaginé menos tímida, con más ganas.

Imaginé las miradas justo como fueron en realidad. El espacio, el mismo. Como nos buscábamos sin buscar. Esas son cosas que no cambiaría, como mis ganas, mis ilusiones, tu misterio, tu inocencia. Tu cara dulce, tu flequillo rebelde, tu pelo. Tu ojos, tu blanca piel.

Recuerdo que imaginé más conversación. Algún momento en el que tú y yo solos. Sentados en la calle, riéndonos. Preguntándonos las inquietudes. Te estaba conociendo. Y tú a mí. Nos preguntábamos los sueños, los gustos. Qué odiábamos, qué queremos.

Iba todo muy bien. Muy soñado. Te cogí la mano. Te dije que me gustabas. Tú sonreíste mirando para otro lado. No negaste, ni dijiste lo siento. Yo también imaginé que dirías algo. Y luego el beso. Entonces prometí quererte. Cambiar de ciudad. Y vivir juntos. Hacer cosas juntos.

Ahí estaba yo. Queriendo compartir mi vida contigo. Sin apenas conocerte pero siendo consciente de que me atraías, y que había algo que no se puede explicar con palabras cuando ves que enfrente de mí andaba la mujer de mi vida. La que imaginé.

Mientras dudabas, tú también te dejabas querer. Y la despedida la imaginé de otra manera. Con las mismas lágrimas pero con más letra hablada. Con una frase de volveré a verte y con un abrazo más largo, más intenso, más pasional. Más de novios. Más de te voy a echar de menos o el abrazo de llámame cuando llegues. O ven pronto. Y sin embargo estos días, me los esperaba igual. Yo tan nostálgico, tú tan desaparecida. Yo tan te quiero, tú tan te olvido.

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