martes, 11 de agosto de 2015

El Sueño Más Bonito que Temo Perder


Me gustaría ir en silencio hasta donde duermes. A continuación abrazarte. Besarte la mejilla visible. Estar quietos unos segundos. Sentir que lo demás, lo que pase a cuatro o cinco centímetros de allí, no importa. Toda la escena vista en un blanco y negro de película, donde tú seas la protagonista.


Imaginé verte contenta por tenerme a tu lado. Te vi reír, sonreír, saltar de alegría. Te vi niña, disfrutar de la vida. Imaginé miles de besos que me dabas, todos riéndote y mirándome los ojos, los labios, la cara. Por ese instante me sentí querido, correspondido, deseado.

Recuerdo justo ahí, que desperté del sueño más bonito que temo perder. Me levanté, solo. Hice el desayuno, ya no para dos, sino para uno, para un cualquiera. No había beso de buenos días. No tenía cariño dormido en la cama con la forma de tu cuerpo, con el rostro de tu cara. No había a quién sorprender con un abrazo.

Imité los movimientos y sentimientos sin tu presencia. Miraba la silla que tenía enfrente. Callado, esperaba escucharte las historias de tu pasado. Alcé la mano para acariciarte el borde de tu cara. El aire se escurría por mis dedos. No había piel, por tanto no había tacto.

Al final de la mañana me miré al espejo. Nadie vino por detrás de mí a decirme lo guapo que iba. Nadie me abrazó con mi sudadera puesta y me pidió como una niña chica una foto haciendo el payaso. Nadie me besó, ni soñó conmigo aquella noche. Al menos nadie me lo susurró al oído.

Menos mal que me dio por soñar. Cada mañana por miedo a perderla, lo escribía. No sé que sería de nosotros si ninguno de los dos lo recordásemos. No sé que sería de mí, si ya ni si quiera aparecieses por los sueños que temo perder...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...