domingo, 21 de diciembre de 2014

Perdóname porque he amado

Le recé a todo santo vestido de ganas por encontrarme de nuevo a alguna figura con forma de quererme en mi camino. Anduve de penitencia toda la santa relación para no querer a nadie mejor que a ti. Y menuda penitencia.
Me tragué misas enteras sin probar el vino para no largar más de la lengua y no encontrar a ninguna feligresa más emotiva que tus celos.

Me castigabas cada vez que bebía de los ojos de otra para hacerme amigo de sus besos y me esclavizaste hasta tal punto de jurarte amor eterno. Con lo cruel que es comprometerse por obligación.
A modo de inquisición quemaste a todas las princesas de mis cuentos de hadas y provocabas leyes haciéndote la dueña de mi órgano más utilizado. El rojo, por supuesto.
Y me merezco toda orden de alejamiento hacia ti. Me impusieron penas de libertad por querer probar fuera de tus engaños. Fui el humillado que lo rompió todo lo que para ti era una pasión condicionada y para mí una angustia sufrida en silencio.
La corona de espinas me quedaba tan bien como a ti tus mentiras más piadosas. Conseguiste mi calvario a costa de mi felicidad pero en la última cena te di mi beso de Judas y me largué a buscar alguna cruz que encajara con mi insatisfacción.
Y aún así, no pudiste evitar que pecara como buen cristiano. Cometí el delito de fijarme en alguien más confidente que tú. Me tiré a la boca de una más comprensiva, más madura y más rojo carmín. Además pequé con premeditación y alevosía.
Así que, perdóname cariño, porque, por fin, he amado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...