domingo, 21 de diciembre de 2014

Desayunos en deuda

Ni te levantes. Quédate en la cama que hoy lo preparo yo. Permíteme el lujo de quedarte junto a las sábanas que tanto envidio. Hoy el desayuno corre de mi parte. Esta mañana y las que quedan me tocan a mí, a mi mal hacer y a mi mal querer. Hoy el desayuno lo desayunas tú.
Además, no te molestes en pedirlo, ni rogarlo porque va a salir de mí como algo intrínseco en mi desdicha. Ni te vistas, porque como mejor se disfruta es en pijama, en ropa de andar por casa o en ropa del tuyo, que no en ropa de otro.
Voy a acercarme con cuidado a prepararte algo que ya hize en vida y pretendo hacerlo en desvida. Con un toque de azúcar intentaré sin premio y éxito endulzar todo aquello que se quedó amargo.
Calentito, dos minutos de microondas al corazón y dándole vueltas como a todo lo que un día destrocé en ayunas. Y que suene ese pitido ensordecedor y desagradable llamado terminado.
Y así sacar sin quemarme esa taza de amor, café, o lo que quieras que te lleve a la cama como señal de que mi corazón ha aprendido que no todo lo que quema en pasión es malo.
Y aplicarlo en todos los desayunos que debo sin dinero pero con mucho cariño en deuda...

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