domingo, 21 de diciembre de 2014

Las casas de las tatas

Que cada cual se busque su sitio. Que ellos ya lo saben. Que cada cual se encuentre en un recuerdo, que ellos ya lo sueñan, y ya se han encontrado.
Llegaron como de costumbre. Su rutina hospitalaria. Sus cadenas invisibles con formas de tubos transparentes. Su cantinela de todos los martes. Agarraditos de la mano del padre o la madre, esos que se autoculpan del destino vil y caprichoso.
Buscan un refugio, ellos, que no conocen enemigo. Buscan curarse de espanto, ellos, que no conocen el miedo. Buscan una cara conocida, ellos, que no conocen na más que a su familia.
Y ahí es donde entramos nosotros. Unos anónimos con pintas de cualquiera les pone delante de los ojos, juguetes, muñecos, videoconsolas, juegos de mesa, dibujos; pero hay algo que hoy descubrí que nunca podremos darle.
Y es que casi al terminar el día, llega una chica con nombre de luz brilla
nte del cielo nocturno y nos dice que "qué bien se lo está pasando su hermana". A lo que tú le preguntas inocentemente por qué, esperando una respuesta de 7 años de edad, y ella va y te responde "porque está en casa de la tata, y la tata nos deja jugar con las primas y es muy divertida".
Y claro, ahí ves que todo el mundo buscamos esa casa de la tata. Todos buscamos aquel lugar donde nos sintamos niños, protegidos y nos haga ser nosotros mismos. Es ahí donde te das cuenta que no solo ellos tienen una casa de la tata. Todos nosotros, independientemente de la edad, oficio, o profesión buscamos nuestra casa de la tata.
Y yo personalmente tengo la suerte de ir todos los martes de mi vida. Todos los martes yo voy a casa de la tata.
Y allí están ellos, deseando salir de la casa de mi tata para ir a jugar con sus primas a las casas de sus tatas...

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