La tarde se presentaba primaveral dentro del invernal clima de hospital. La noche oscurecía la habitación de todos los felices batas celeste de aquella zona restringida a la felicidad. Sus caras aisladas del frío callejero guardaban fuerzas para un martes más de autoayuda.
Porque propusieron hacer un juego con toda su imaginación por delante. Se sentaron en corrillo con esos que estábamos más enfermos que ellos, y nos enseñaron que pintar es sinónimo de vivir, de convivir y de cualquier otro verbo que lleve consigo el seguir adelante.
Porque cada palabra de la tarjetita del Pictionary se convertía en dibujos que ninguna imaginación adulta puede entender. Esos que nos dedicamos a sonreír para otro lado en nuestra rutinaria vida, nos llevamos cada martes un bofetón en la cara de esos que saben a reprimenda y a “nunca lo volverás a hacer”, a “hay cosas más importantes que tus problemas” y a “tienes una semana por delante, aprovéchala”.

Porque si os dibujo todo lo que escribo, me quedo sin rotulador verde. Porque si se ha dibujado algo allí, ha sido eso, esperanza.
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