domingo, 21 de diciembre de 2014

A mi chica XXL

Sí. Así. Sin adjetivos calificativos. Gorda. Repite conmigo, gorda. Que se te llene la boca. Gorda. Otra vez, gorda. Si ella no se cansó de decírtelo, nosotros no vamos a ser menos.
Ella, con cuerpo de modelo de pasarela más escrupulosas que su apellido pijo. Ella, con menos piel que el bolso que colgaba de su delgado codo.

Ella, la que se prometió hacernos la vida imposible por unos quilitos de más. Ella, con unos muchos quilitos de menos.
Ella, la que nos trajo por la calle de la amargura por comprar ropa más grande que la de su perro gran danés. La que se quejó del chocolate que envidiaba mientras se comía sus cereales más integrales que sus falsas mechas rubias.
Ella, que se reía con la misma picardía que no te cabía ni a ti ni a mí en una de nuestras noches golfas. Ella, que tuvo una lista de amantes más grande que nuestra lista de la compra.
Ella, que se calentó encima de muñequitos de plástico y disimuló sus granos con el maquillaje que nos pasamos por el forro de nuestros chubasqueros del Decathlon.
A ella le vamos a decir lo que es grande. A ella, le vamos a contar que es sentirnos realmente gordos.
Vamos a decirle como de gordo ama una mujer XXL. Vamos a contarle como se disfruta de una cena romántica con una mujer que se quiere tal y como es, por dentro y por fuera.
Vamos a decirle lo bonito que es querernos sin etiquetas ni cremas que no sean pasteleras. Y vamos a callarle la boca con todos esos infelices que un día se le atragantaron en su lista de amantes con derecho al postre.
Vamos a invitarle a comer de nuestra desdicha. Vamos a contarle cuántos amigos tenemos más allá de la apariencia y vamos a nombrarle la reina de las gordas porque a ella no le gana nadie en ser obesamente estúpida.
Ella no deja de ser la chica con un alma sucia más grande que las musas de Fernando Botero, y veamos que tal le sientan las prendas del egoísmo y la hipocresía.
Porque ya está bien de insultar a esas mujeres que aman de más. Ya está bien de liposucciones que quitan la grasa del corazón. Vamos a decirle de una vez por todas a esas canijas infelices lo felizmente que estamos enamorados de nuestras agraciadas.
Vamos a romper con el tópico de la mujer diez, porque al fin y al cabo todos las nombramos de la misma manera y, aunque les duela somos felices.
Y que las queremos...
¿Verdad, gordi?

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