domingo, 21 de diciembre de 2014

Gafas de Sol

Ella impedía el paso al asiento de siempre con sus dos piernas apoyadas en el banco de enfrente. No sé si a posta o provocando las primeras palabras de dos que por no atreverse, no se atrevían ni a mirarse.
El caso es que estaba bastante claro. Esta vez no quería compañeros de viaje. No quería la compañía de otro que viniera a hacerle lo mismo que uno con anterioridad. No quería un futurible con pintas de un pasado. No quería compañía privada en un transporte público. Yo creo que a indirectas, al igual que en vergüenza, no le ganaba nadie.
Además se vistió de "no quiero" y se puso unas gafas de sol que decían "no te quiero ni ver". Estaba tapando sus ojos al mundo. Consiguió tapar inquisidoramente su sentido de la vista y el mío. Y todo con un simple gesto de muñeca hacia su delicada tez.
Estaba tapando toda posibilidad de una
mirada que la delatase. O que me delatase. Porque su mirada no se veía por primera vez en idas y vueltas de autobús y su error fue sentenciar a muerte toda la magia del desconocimiento. Toda la magia de la curiosidad.
Pero a ver si te vas a pensar, chica del autobús número cinco, que detrás de esos cristales no estaban tus ojos. A ver si te vas a pensar que detrás del cristal de unas gafas no hay intencionalidad, persuasión y robo.
Porque, chica del autobús número cinco, detrás de esos cristales siguen estando esos ojos que, miran como delante de esas gafas de sol estaba yo, o lo que iba quedando de mí, tras otro final de trayecto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...