Dime
que hubo algún día que me quisiste buscar. Que ahí, en tu habitación
leyéndome, se te pasó por la cabeza, por el corazón, por el órgano de la
locura. Aunque fuera fugaz pero reconóceme que te lo planteaste al
menos una vez en pijama. Cómodamente, casi agotada del día. Que ese
ratito fuiste un poquito mía, un poquito menos
presente. Dime que me quisiste. Que algún día salió de tus labios “te
quise” y que yo no lo escuché. O que no quisiste que lo oyera pero que
sentiste la obligación de que al menos un momento deseaste más corazón
que letras.
Dime en este segundo párrafo que sonreíste, que te preguntas cómo puedo saber yo éso, que cómo sé que has vuelto a sonreír, que qué diablos pasa aquí. Dime que hoy me quieres, aunque sea sin amor, sólo por cumplir, pero al menos reconóceme que me quieres. Dame un presente en forma de futuro y decóramelo a tu antojo. Prométeme que me quieres, que nada es mentira, al menos, que nunca se mintió más de lo permitido. Dime que aquellas que nos dejamos pasar fueron piadosas y que perdonadas están. Quiéreme. Que “te quise” sabe a muy poco. A muy pasado. No te veas tampoco en la obligación. Pero si no tienes nada mejor que hacerme, quiéreme un rato.
Y si te ves que el aburrimiento va para largo, dime que me querrás. Que suene a un “hoy no puede ser, pero apetece”. Quiéreme a contra rembolso, no me importa, que yo lo pago si hace falta. A estas alturas no nos vamos a poner rácanos de sentimientos y muchísimo menos vamos a no permitirnos un lujo, de sonrisa, a estas alturas de labios.
Si ves que cumpliste alguna de estas conjugaciones del verbo querer, déjame decirte una cosa.
Que yo te quise, que te quiero, que te querré.
Pero sólo si tú quisiste, si tú quieres, si tú quisieras.
Dime en este segundo párrafo que sonreíste, que te preguntas cómo puedo saber yo éso, que cómo sé que has vuelto a sonreír, que qué diablos pasa aquí. Dime que hoy me quieres, aunque sea sin amor, sólo por cumplir, pero al menos reconóceme que me quieres. Dame un presente en forma de futuro y decóramelo a tu antojo. Prométeme que me quieres, que nada es mentira, al menos, que nunca se mintió más de lo permitido. Dime que aquellas que nos dejamos pasar fueron piadosas y que perdonadas están. Quiéreme. Que “te quise” sabe a muy poco. A muy pasado. No te veas tampoco en la obligación. Pero si no tienes nada mejor que hacerme, quiéreme un rato.
Y si te ves que el aburrimiento va para largo, dime que me querrás. Que suene a un “hoy no puede ser, pero apetece”. Quiéreme a contra rembolso, no me importa, que yo lo pago si hace falta. A estas alturas no nos vamos a poner rácanos de sentimientos y muchísimo menos vamos a no permitirnos un lujo, de sonrisa, a estas alturas de labios.
Si ves que cumpliste alguna de estas conjugaciones del verbo querer, déjame decirte una cosa.
Que yo te quise, que te quiero, que te querré.
Pero sólo si tú quisiste, si tú quieres, si tú quisieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe bonito...