domingo, 10 de mayo de 2015

Y me Volvió a Besar

Su pelo liso se dejaba caer por su cuerpo, más o menos, a la altura de sus pechos. Siempre me gustaba decirle que el color de su pelo era como el color del atardecer. Ella, que podía, sonreía. Y a continuación me besaba con sus labios rojos pasión. Siempre le gustaba pintárselo con una tonalidad muchísimo más fuerte que sus sentimientos y qué cosas, siempre le quedaban genial. Siempre besaba bien.

Sus ojos no eran grandes pero sí alargados. No excedía en maquillajes porque tenía unas pestañas negras que ya los decoraban por sí solos. No eran ojos claros. Y me pareció importante el dato. Eran los primeros ojos marrones que me gustaban. Y sus cejas tan finas como sus pupilas marcaban dos rectas que conjuntaban al unísono con su bonita frente. Ahí fue donde más de una vez me quedé dormido en días de verano.

Si se reía le salían dos rayitas en los cachetes provocadas por los músculos de su sonrisa que pedían espacio en esa cara tan bonita, tan guapa, tan linda.

Recuerdo su armario repleto de ropa, su cuarto lleno de espejos. Me encantaba como se vestía. Nunca conjuntaba dos prendas desentonantes, imposibles. Iba elegante a donde fuera y no dejaba ningún detalle a la casualidad. Nunca sabréis lo que se siente al acariciar su piel. Era suave y cuando empezaba no podía parar. Recuerdo que a ella le encantaba que le pasara la mano por la espalda y llegara a su cuello. Siempre me decía te quiero cuando terminaba.

Por terminar me gustaría destacar sus pecas. No tenía muchas, pero si lo suficientes para destacarlas como imprescindibles. Justo debajo de los ojos había una hilera de perfecciones, como me gusta llamarlas a mí, que te dirigían hacia su nariz. Ya una vez ahí, era inevitable no bajar a sus besos.

Y entonces, ahí, en mitad del sueño, ella me volvió a besar.

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