Un
amor a distancia nunca está tan lejos. Un amor a distancia es
proclamado así porque en algún momento se sintió cerca. O al menos más
cerca de lo que está. El amor a distancia se padece se sufre pero
también se quiere.
Un amor a distancia son metros y metros de relación. Unidades no físicas de amarse. En el sistema internacional es quererse al cuadrado, al cubo o cualquier potencia que tenga tantas soluciones como opciones. Querer de lejos es empatizar con la nostalgia y desear cuentos de finales felices. Querer de lejos es juntarlo todo en uno y sonreír como si nada, o como si todo.
Nunca se sabe cuánto eres capaz de amar si no amas de largo. No es una cuestión de distancia, que también, sino de poder. Y aquí se hace obligatorio hablar del querer y no poder. Querer y no poder es muchísimo más que querer, a secas. No poder es querer lo que ya sabes que nunca se debió. Y deberse en el amor es sinónimo de sufrir de lo lindo.
Todos tenemos un amor a distancia esperándonos en cualquier esquina del planeta. Todos tenemos un amor imposible, un querer y no poder, un amor a kilómetros de vida. Y sólo cuando ambas personas coinciden en quererse de lejos, es cuando se produce lo que ambos estaban esperando.
Encontrarse.
No en cuerpo, sino en sentimientos. Y entonces el amor se convierte en algo menos físico y más emotivo. Es ahí cuando quererse cobra todo el sentido. Cuando dos amores a distancias coinciden en amarse en tiempo.
Ya que si a día de hoy no se puede, al menos, que sí se quiera, ¿no?
Un amor a distancia son metros y metros de relación. Unidades no físicas de amarse. En el sistema internacional es quererse al cuadrado, al cubo o cualquier potencia que tenga tantas soluciones como opciones. Querer de lejos es empatizar con la nostalgia y desear cuentos de finales felices. Querer de lejos es juntarlo todo en uno y sonreír como si nada, o como si todo.
Nunca se sabe cuánto eres capaz de amar si no amas de largo. No es una cuestión de distancia, que también, sino de poder. Y aquí se hace obligatorio hablar del querer y no poder. Querer y no poder es muchísimo más que querer, a secas. No poder es querer lo que ya sabes que nunca se debió. Y deberse en el amor es sinónimo de sufrir de lo lindo.
Todos tenemos un amor a distancia esperándonos en cualquier esquina del planeta. Todos tenemos un amor imposible, un querer y no poder, un amor a kilómetros de vida. Y sólo cuando ambas personas coinciden en quererse de lejos, es cuando se produce lo que ambos estaban esperando.
Encontrarse.
No en cuerpo, sino en sentimientos. Y entonces el amor se convierte en algo menos físico y más emotivo. Es ahí cuando quererse cobra todo el sentido. Cuando dos amores a distancias coinciden en amarse en tiempo.
Ya que si a día de hoy no se puede, al menos, que sí se quiera, ¿no?
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