martes, 19 de mayo de 2015

La Última Pregunta de la Tercera No Cita

Me gustaron sus formas, su bondad, sus ojos. Me gustó el detalle de regalarme una sonrisa en mitad de una tormenta. Me gustaron sus manías, sus defectos, sus caprichos de niña chica que con gusto yo los saciaba sin medida. Me gustaron sus detalles sin venir a cuento, sus gestos de mujer adulta, su seriedad cuando las cosas no iban bien.

Me encantó la primera cita. Por jovial, por espontánea, por inmadura. Me gustó lo valiente que éramos dentro de nuestro anonimato hablándoles a los que en su día aún éramos desconocidos. Creo que lloramos de felicidad. A algunos se nos escapó alguna lágrima, de haber creído estar en el final del viaje.

Pero con la ilusión prendada del alma ella me negó la segunda cita. No coincidíamos en tiempo, en destino, y muchísimo menos en ganas. Ella huía cada vez que podía de nuestros besos. Siendo honesto, nunca se lo llegué a pedir, pero me hubiera encantado darle aquella rosa roja que se marchitó en un jarro con agua esperando ser regalada.

Y entonces fue el momento donde empezamos a quedar en ‘no-citas’. Casi todos los días, ahí los dos, nos mandamos un par de mensajes de “te quieros” camuflados por palabras neutrales. La picardía y el juego lo escondimos detrás de varias bromas de buen gusto. El amor debajo de la amistad, y tapados con la sonrisa los besos que tanto nos queremos dar. En eso consistían las primeras ‘no citas’ contigo.

No se quedaba en nada, simplemente en querernos sin decírnoslo. Y de hecho había cierta soledad cuando no había noches de ‘no-citas’. Nunca nos dijimos la verdad, pero estábamos enamorados de hasta las pestañas.

Y sí, probablemente no era la chica de mi vida, o simplemente yo no era quién ella pretendió tanto amar. Seguro que tienes mil razones para decirme No en la tercera cita. Una vez más.

Ahora estamos a las puertas de la Tercera No Cita, y hay una regla que siempre se cumple cuando dos personas andan enamoradas y juegan a esto de no quedarse enamorados. Que en la tercera no cita el subconsciente funciona sin previo aviso y empieza a contar los sueños tal como van viniendo. Dice, esta regla de la tercera no cita, que el amor llega sin aviso, sin cita previa y tras un par de tachones en la agenda del querer.

Dicen, que en esta tercera no cita, tú vas a ser tan mía como yo tuyo. Pero que nunca nos lo diremos. Que nos haremos de rogar pero que también alguno caerá en la tentación de incitar esta tercera. Dicen que no hay reglas en esto de invitarse a quererse, que no hay trucos, ni camino a seguir para enamorar. Que lo que se pide, se deja de dar y que lo nunca pedido es para siempre.

A ninguno de los dos, nos importaron las reglas. Jugar nunca fue tan anárquico, y quererse nunca fue tan bipolar. Decir te quiero, nunca fue dicho tan popularmente, y darse besos nunca fue tan deseado. Creo que en eso ambos ganamos. Pues dimos más besos que palabras. Y lo único que hacíamos, parecía, era contarnos cuánto nos queríamos, cuánto nos costaba, y cuánto, preguntaste, ibas a ganar.

A mí sólo me queda entonces preguntártelo de una manera, sin pedir, sin presionar, sin exigir. Bajo las ganas de un encuentro fugaz contigo, bajo las estrellas de un cielo testigo de nuestras noches en vela, hoy me apetece decirte,

¿Te apetece una tercera ‘no-cita’ conmigo? ¿Te apetece seguir siendo aquella no-enamorada?
¿Quieres ser mi amor siempre correspondido pero nunca reconocido?

¿Quieres salir conmigo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...