jueves, 15 de enero de 2015

Ponga el Intermitente

La última vez que me quedé sin combustible fue mortal. La vez que paré en carretera por frenazos que estropearon las ruedas fue temerario. En mitad de una autopista llamada vida se dieron un par de volantazos y la colisión fue casi inminente.

Y sino ese momento del ya no viajo más, del ya no puedo más. Esa válvula de escape que se necesita de vez en cuando. Esa estación de servicio que personificamos en aquella que sabemos que jamás nos cerrará las puertas. Ese momento cuando te quedas sin combustible para continuar un camino ya sea solo o acompañado.

Pero hay algo que todo el mundo hacemos cuando nos quedamos sin combustible. Llenar el depósito de nuevas esperanzas e ilusiones. Y continuar el viaje porque no queda otra. O sí. Y ahí te ves, siguiendo la inercia de un viaje que lo bueno que tiene es que no sabes a dónde deparará, pero que sí es tu camino a seguir.
Es cierto que la ausencia de alguien en tu vida es desgaste de neumático de campeonato, pero ¿sabes lo bueno que tiene la carretera? Que no teniendo combustible, nunca se viaja solo.
Cuando buscas compañero de viaje, cuando tienes ahí a esa persona a tu lado en ese largo viaje unidos por el destino, que no es otro que llegar juntitos al final del trayecto, a la anciana meta.
Cuando pegas un giro en tu vida y esa persona, dé los tumbos que tú des, te sigue. Cuando no importa seguir una línea recta, un rumbo, una dirección. Cuando no hay distancia insalvable y ella ahí, detrás tuya para que no patines, para que no colisiones.
Así que ponga el intermitente cada vez que quiera dar un giro a su vida, cualquiera puede ser el coche de detrás.
Cualquiera te está siguiendo y tú, sin mirar el retrovisor...

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