miércoles, 30 de diciembre de 2020

Amores piratas


Me emborraché de un amor que me dejó una pistola y una única bala en una isla desierta que llevaba el nombre de aquello a lo que no supieron cuidar. Así llegué a ser pirata que se deja enamorar por cualquier conjetura sin demostración. Dejando teoremas en alcobas que alguna vez me dejaron de querer. Soy ya hombre de poca fe en la oligarquía que en anteriores relaciones racanearon en ron, en cariños, en respeto, en tiempo. Que se fía más de un abrazo que de un sentimiento. Que siempre que apuesto, pierdo a ganar, que ando cegado por un futuro que quiero atrapar, por unos sueños que quiero conquistar sin banderas, hacer el amor sin patria, sin pisar tierra.


Que todas las noches embarco promesas que ya no sanan, que ya no curan. En busca de las sacudidas de un mar que desconozco como propio. Que me dio guantazos sin avisar, caricias que han dejado cicatrices en mitad de un confinamiento que me tatuó 'infidelidad' en una piel que hace tiempo que no besan.

Amores piratas. Que no buscan tesoros fáciles de encontrar. Que su plan es la improvisación, que su destino tiene nombre de mujer. Soy de los que se dejan llevar. De los que se apuntan a un todo. A todo querer. Sobreviviente de cualquier naufragio donde se rompieron las reglas, las velas, el timón. Y que ya no hay orilla que me calme la sed si no son el contorno de sus pechos. Que ya no quiero otro oro que no sean sus ojos, su mirada, su compañía de Indias, su puerto, cerca de su cuello. Donde alguna vez me dejé engañar.

Confieso que no creo en cuentos de sirenas si no llevan su nombre. Que la brújula me marca su boca, que mis besos no tienen norte, que mi tripulación son mis versos, que mis miedos son la tormenta, su ausencia, el borde de su cama. Donde alguna que otra vez lideré un motín, donde tantas otras me echaron a los tiburones.

Mi barco, mis letras. Buscando viento a favor en cualquiera de sus manías, en cualquiera de sus 'dejarse encontrar'. Que no conozco mejor forma que colarme entre sus piernas, pervirtiendo la arena blanca de sus caderas, recorriendo un mapa que tiene una cruz en sus labios, en sus comisuras, en sus fronteras de la cara, donde se divisa un amanecer que no quiere morir, que no quiere más estrellas fugaces en el firmamento. 

Confieso que siempre quiero más de ella y menos de mí. Consumando un amor que no llega pero que pienso ir a buscar. 

Confieso, que tengo una cita más allá de mi estimado horizonte.

Y es contigo.

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