lunes, 31 de marzo de 2025

Una premisa pirata

Algún día, pensé, tendré que romper la pluma. Marchar de este lugar y alejarme de cualquier atisbo de querer por escrito, de sentir mientras la imaginación fluía por los pensamientos. Imaginé que no todo dura para siempre y me hice a la idea, o más bien, me mal-enseñaron a que todo tiene un final.

Nunca he creído en cantos de sirena y siempre que unos labios bonitos venían rogando cariño, yo iba y le daba el doble de distancia, el triple de desconfianza, el cuádruple de excusas y un infinito de letras por miedo a hablar.

No supe bien como llegué a esta isla, atraqué, después de mil motines en alta mar, de infidelidades rotas como las velas de mi barco, de mentiras como tripulación y ahí estaba, de pelo rojizo y suave piel, hablándome en otro idioma. Me escribía, sin ser poesía, con ganas. Con el mismo brillo en los ojos que yo fui perdiendo en cada atardecer de anteriores veranos.

No su insistencia, pero sí su querer estar, sus labios, su historia, y sobre todo, su verdad, me cautivaron nada más llegar. Me escribía cartas cada día que yo respondía con misivas de ida y vuelta y conforme su perfume se colaba en mi habitación, más quería de ella.

Se me olvidó lo de romper la pluma, la de miles de naufragios en otras aventuras, su idioma no era el mío, pero no me importaba, sabía que, sin ser la misma lengua, era todo lo que queríamos escuchar. Daba igual inglés que álgebra, verbos irregulares o ecuaciones de Laplace. Entonces cogimos rumbo a la mar. Y allí con viento en contra y alguna ruta sosegada, aprendo su idioma cuando echamos el ancla en cualquier puerto a descansar.

Mi brújula, mi norte, mi horizonte. Mi amiga, mi pareja. Que me vuelve a poner la pluma en la mano, para que le escriba en mi idioma. Mientras ella, que quiere leerme, va y me lee. Como obsequio de cumpleaños, de vida, de querer querer.

Me consume como si fuera su chocolate de las Indias, el tabaco de América, la seda de Asia, una nueva ilusión, un nuevo regalo, y me pide:

Amor, algún abrazo acompañado de besos y un café. Otro idioma que nunca me enseñaron. Que nunca tuve tan cerca. Del que nunca sé muy bien como escribir.

Del que, si no supiera que lo estoy viviendo, pensaría que estaría en otra historia de ficción inventada por mi imaginación incauta y no, por el realismo de sus besos, de sus caricias, de cualquiera de sus cabellos rozando mi pecho.

Me falta tiempo para escribirle y me sobran palabras para dedicarle un texto. Nunca me ha vendido un final, ni me invitó a un principio, y desde que navegamos por el océano, desconozco su misión, ni su punto en el mapa. No sé donde tiene la equis que marca su tesoro, y empiezo a sospechar, que buscamos lo mismo y no es dinero ni plata.

Quizás la compañía era otro idioma que nunca supieron bien expresárnosla. El amor es un diccionario desordenado que nunca acaba. A veces, te encuentras con palabras bonitas. 

Otras, te encuentras a ella. 

Y en la vida pirata, quien encuentra un tesoro, si lo cuidas, se lo queda.

sábado, 26 de octubre de 2024

Y no la vi venir

Me pilla con un folio totalmente en blanco delante y te suelta que quiere leerte sin letras, comerte sin cubiertos, saber de ti sin conocerte, ahogarte a besos sin labios, ustedes me entienden; leerte sin palabras, devorarte como un libro sin portada, como si tu cuerpo fueran las páginas de una aventura que no supiste verlas venir. Sus dedos no escatiman en hacerte el amor allá donde otras no supieron leerte.

Y empiezo a regalarle cualquier mensaje que le sirva para consumir su vicio de volverme a escribir. Enganchada a no sabemos qué, nos comemos algún párrafo previo de ganas. Ya la locura campa a sus anchas por cualquier rincón de su habitación, que huele a sexo, sudor, amor.

No recuerdo haberle escrito de amor a una historia sin principio. Pero andábamos, con cualquier mirada pendiente, con todas las decepciones en un rinconcito de esa cama donde nos volvimos auténticas fieras con hambre y arañazos de arrancar en aquella piel, cualquier sabor que nunca nos supo acompañar.

Y se me cuela entre los labios como si nada, y me recuerda que viene a por mí, a fingir que todo lo vivido fue producto de este presente, como queriendo justificar su presencia en aquella estancia y me devora con su mirada cualquier palabra que añade este texto entre sus nalgas.

Si ella supiera la de veces que no la vi venir,

No vendría.

Porque no hay nada como no saber, que si viniera,

Yo,

Volvería a escribirle como me enseñó.

sábado, 12 de octubre de 2024

Hispanidad

Esquiva, que siempre que te vas por esa puerta, lanzas un beso al aire y guiñas el ojo como si fueras a escribir una nueva historia. Malévola, con ansias de poder, dónde hemos perdido reinos por esas bocas, por esos labios, dónde hemos perdido el norte por esa carretera hasta tus senos, para darnos de bruces contra toda piel, contra toda jurisprudencia hacia tus comisuras.

Eres un libro que busca decir la verdad de todo ese patriotismo que le rezamos a tus curvas. Dónde hemos levantado castillos allí dónde creíamos hacerte reina. Tú, que siempre has odiado esos cuentos de princesas delicadas, vas derrumbando ejércitos de tiburones en esos garitos de las noches de Madrid. 

Venimos a celebrar cualquier atisbo de creernos almirante y lanzarnos a la mar, en busca de una tierra que prometiera cualquier abrazo tuyo. Que ni la Santa María, ni la Pinta, ni la Niña, hubieran surcado océanos en busca de un poquito nuestro, y sumamos prehistoria de desamor que no tuvieron ni final, por no decir feliz. Con una bandera y una pica, clavas tus uñas en mi espalda y me declaras patrimonio tuyo, ejerciendo sobre mí una posesión que roza la hispanidad. Sabes manejar los feudos como Isabel La Católica y le das poder a tus manos, a tus piernas, a tus labios. Donde hubiera fuego, vas a crear ceniza, sí, al revés que cualquier refrán manido, porque arrasas con cualquier sábana que venga a dedicarte tiempo.

Recuerdo cuando avisté una isla lejos de cualquier travesía hacia tus ojos. Y pude escribir en tu piel trozos de una historia que aún no te han contado, de la que aún no supimos toda la verdad,

Dónde tú te creías Las malditas Indias,

 Dónde yo me creía el mismísimo, 

        Cristóbal Colón.

domingo, 6 de octubre de 2024

No era otoño

Esto no es otoño. Ni el tiempo sabe donde posicionarse. Esto no es otoño. Te lo decimos nosotros, expertos en mentiras, que ya cualquier nublado no nos engaña. Falta manta en el sofá, faltan cafés, faltan besos inocentes que curen las heridas del mar de ese verano que nos ha dejado con ganas de más.

Esto no era otoño. Porque a estas alturas ya sabíamos eso de que menos por más es menos. Y juraría que no hemos llegado ni a esos intervalos de números, aún naturales, aún sencillos, de detalles finitos. Esto no era otoño, o al menos, aunque octubre nos quiera consumir, no hay nada como sentarse frente a la agenda de tu teléfono y ver, que todo sigue igual de parado que cuando pisaste el último aeropuerto.

Aunque la nostalgia es propia de estas hojas secas, nos faltan recuerdos, risas, fotos. Juraría que en otros años '90, la pelota rodaba por cualquier campo de fútbol, donde tu mirada desde la grada, me metía un gol por toda la escuadra. Me faltan derbis contigo en la cama. Donde siempre ganaba el que peor estaba, el que más lo necesitaba. Y revolotear las ilusiones, las ganas, el marcador, las sábanas.

Recuerdo que algún que otro otoño, te acercabas a mi 'short message service', y me dejabas algún texto corto que decía mucho. Que yo leía lento. Que escribíamos deprisa, como si fuera el año a acabarse. Como si se nos fuera la vida en prolongar esta temporada del año donde no sabemos donde caernos.

Quizás nos curráramos más los otoños,

Porque nos daba miedo el invierno, el frío, la distancia, todo lo que sobró de las relaciones pasadas, la cama vacía, yo qué sé. Supongo que será el miedo a repetir veranos, pasado, heridas. Y eso, digo yo, nos ayudaba a creer en algo más bonito pero con menos sol. Con un toque más de olor a café, chimenea, ropa de abrigo y abrazos largos.

Porque antes, cuando queríamos algo,

Lo buscábamos.

Aunque fuera otoño.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Nuestro secreto

Le guardo el secreto sin nada a cambio. Los silencios de allá más de dos años se esconden entre cualquier vistazo a sus fotos en el Caribe. La recuerdo de aquel verano donde vinimos de una primavera donde le dedicaba versos. Recuerdo sus ojos marrones invitándome a algo más que una copa. Desaparecimos porque el destino no tuvo el valor de alargar las horas de los días de aquel estío. En una botella lanzada a aquel océano
Atlántico, recuerdo haberle dedicado mi último adiós. Le abracé poco en ese aeropuerto, y me arrepiento de no haberle dicho que no me soltase.

Le guardo el secreto bajo la promesa que jamás lo contaré. De que no fuimos pero que nunca seremos. La promesa de que hubo un tiempo para aquello que, en su piel morena, salada por el mar y con brillos de un sol que secaba las gotas de agua de mar, no probaremos jamás.

Sí la recuerdo aún. Porque no hubo mayor aventura vivida en estas viejas maderas la vivida aquellos días, con su boca pidiendo guerra, mis ganas consumidas en aquellas pecas, su olor a vainilla en aquella habitación de hotel. Nunca fuimos, por si te habías olvidado, pero es más, es que si quisimos, nunca nos lo contamos.

Como el mayor amor jamás contado, o la historia que nunca se besó. Y la idea de haberla rozado cobra fuerza cuando pasan los años y no hay ojos marrones que la empaten. Porque empatamos a todo. Perdimos la oportunidad, pero ganamos tiempo.

Tiempo; el único que podría decirnos si al atracar en otro puerto, volveremos a encontrarnos. Quizás en otra isla, en otras Canarias, pero con la misma idea de haberte querido a escondidas.

Como si jugásemos al escondite y fuera ganando yo.

Cuando en realidad,
te perdía.

viernes, 27 de septiembre de 2024

La distancia es un número

Búscate un nuevo hueco en tu mesita de noche. Limpia el polvo de cualquier sueño sin cumplir, lava los posos de una taza de café con millones de miedos, que guarda todas esas noches sin dormir. Hazme un hueco en aquella parte de la habitación donde aún no se respiraba nostalgia. Y búscate una excusa porque vamos a hacer arte, vamos a hacer una verdadera obra de arte; donde el lienzo va a ser tu pecho, donde la tinta se va a derramar por las curvas de tu cintura; mis manos, el pincel, mis mordiscos, la firma. Que allá donde tú te creías La Monna Lisa, yo me creía Leonardo.

Esta nueva temporada de cualquier 'le escribió bonito' va a sonarte a trompetas de guerra, a verdades afiladas, a las marcas de unos arañazos en la espalda, a sexo del vicio, del que devora almas, del que mata callando, a todas esas veces que despacio, te comía los labios sin mirarse la hora. Con esta nueva distancia de las palabras que lees sin que nadie te obligue, vas a pedir clemencia, compasión, consuelo.

Como diría la canción de Siloé, Reza por mí, porque no hay religión que pueda confiarte tantos pecados, tantos besos robados, tanta punta de los dedos rozando una piel ajena en busca de cualquier escalofrío en un otoño, que ya no recuerda nada de aquel verano. Te espero en el infierno, en el más profundo fondo de cualquier decepción, en cualquier cariño ahogado, en cualquier quema de brujas, en cualquier vacío legal de tus sábanas.

Aquí la distancia es un número que va a contarnos la de veces que pudimos comernos algo más que el mundo. Y el amor va a escribirse. Mucho. En la detestable sociedad de los sentimientos creados por el ChatGPT, vamos a contarnos la de veces que nos hubiera gustado mirarse a los ojos, hablarse de la rutina, acabarse un café con pintas de ser un líquido que no se acababa nunca.

Porque no hay nada como perderse en tus huesos. No habría nada mejor que dedicarse tiempo. Aunque la distancia siempre haya sido un número mayor cero. Rompiendo las normas de cualquier matemática que suspendimos en alguna que otra relación de recreo.

El amor da miedo porque el infierno sale muy barato. Y nadie quiere quemarse con la sensación de que todo fueron cenizas. De aquí va a nacer una cuenta atrás contra todas esas palabras que no pudimos decirnos, pero tanto deseamos soltarnos. Que Tinder nos perdone la ofensa, que los lunares de tu piel escriba sin anonimatos ni con ganas de reventa, que Alicante nos recuerde a Málaga, que la moto te la vendió otro, que mis abrazos no fueron en vano, que aún queda amor en alguna tierra mojada.

Bienvenida a la nueva temporada de la que nunca te debiste escapar, de la que nunca debiste darle una distancia,

Porque fuera del infierno,

la distancia,

es solo un puto número.

viernes, 12 de julio de 2024

Cariño de verano

Se acerca con sonrisas de sirenas y dibuja un corazón con sus ojos color del mar. Con todos los miedos encima de la mesa, se presenta y te dedica el tiempo que puede, el tiempo que le dejan, unos ratitos que pedían siempre un poquito más. No quiere saber de amores de verano pero te escribe en pleno julio, te sientas junto a ella, en una orilla donde solo se escuchaba el ruido de las olas y un par de bocas alargando un final. 

Dos latas en la arena, y un paquete de pipas descorchando gustos, viajes, destripando hobbies, devorando sueños, alimentando risas, bromas, zalamerías, vergüenza, timidez, miedo al amor, diferencias, suspiros que pedían frenar el tiempo, las olas. Rodeados de gente y sin embargo, parecían disfrutar solos, sin preocuparse más allá de la mirada del otro. Allí había colores de dorado en sus labios, esmeralda en su mirada y diamante en su forma de frenar. Porque nunca supo tan bien el conocerse con un reloj de arena marcando lo que todo verano pretende acabar.

Incomprensibles las ganas, el buscarse, que nunca una toalla pudo delimitar tanto apego. La arena invadía el borde de un cariño que sólo supo expresarse en forma de querer estar. Al tiempo no se le pidió más que contase como es habitual; de uno en uno, despacio, con la idea de aprecio concebida como la de comerse un helado, saboreando las partes más dulces, mordisqueando cualquier diferencia entre el frío y los dientes, y aunque alguna vez se pecase de pasado, el presente invadió cualquier atisbo de prometerse cualquier cosa que no se pudiera cumplir en esos cinco minutos entre bromas, preguntas y anécdotas que derretían en miradas al suelo, timidez inocente, encontrar un hueco en cualquier espacio dejado para dejarse llevar.

Recuerdo que la añoranza navegó por la escena final, y aunque no fuese amor de verano, merecía un hueco en cualquier párrafo de haberse esperado encontrar algo bonito sin rozar cualquier atisbo de amor, en letras de cariño de verano, convirtiéndose en algo difícil de borrar. Me imagino que no fue el momento para besarse los miedos, para darle rienda a una casualidad, serendipia, encontronazo, digna de merecerse quizás otro final,

U otro verano,

O cualquier época del año, donde se nos quedó en el tintero, entre otras cosas

Un paquete de pipas aún por acabar.