sábado, 12 de septiembre de 2015

43 días después de tu silencio

Entrega. Cuarenta y tres días después de tu silencio, sigue habiendo entrega. Voluntad por mi parte de interpretar tu silencio. Pero entrega fue lo que faltó en tu presencia. Que oye, era excelente. A tus miradas no les faltaban nada. Fueron culpables de que yo ande aquí escribiendo, culpables de que tú estés tan escrita.

A tu colonia le faltó palabras. A tus besos, existencia y unicidad. A tu prejuicio le sobró precisamente eso, prejuicios. A tu sonrisa le faltó ser consecuencia de alguna de mis acciones, de mis tonterías, de mi acercamiento tonto, enamorado.

A tus manos le faltaron consuelo en piel ajena. A tu boca le faltó la mía pidiéndole oportunidad. A mis ilusiones le faltó un porqué. A tus excusas le sobraron. A mis detalles le faltó destinataria. A tus lágrimas de agosto aún no les encuentro explicación en septiembre. Tengo octubre aún para encontrarte. Me queda invierno para justificarme. Y primavera para volverte a ver en otro verano más oportuno que el que se fue. 

Porque como ves, a mí, esperanza me sobra. Tanta como le faltó a mi corazón compañía. Cosa que a ti, según tú, te sobraba. Quizás fue que estábamos en dimensiones diferentes. Quizás nos supimos vernos las formas. Me fui con la sensación de que te amé en otro espacio al que no supe llevarte. Otra geometría que yo veía que faltaba y que quizás tú, veía que casi toda variable sobraba.


Creo que no supimos encantarnos a pesar de los gustos comunes. A pesar de las intenciones. Porque ahora sobran miradas, minutos, frases.

Porque ahora sobre un nosotros. Sobra el mensaje que tienes en tu bandeja de entrada, en la carpeta de otros, marcado como leído, marcado como no respondido. Porque sobra, ahora, la naturalidad con la que describí tu flequillo. La manera que apareciste. Ahora sobran todos los "guapa" que te dije en silencio y a la cara. Sobran mis justificaciones ante amigos de por qué tú eras la mujer que amaba.

Sobra como ves cosas que no veías ni nunca te conté. Sobró amor XL. Y siento que te quedara grande.

Lamento que sobrara mi nombre en tu vida. Y lamento que sobrara mi vida por tu nombre.

Me encantaría volver a conquistarte cuarenta y tres días después de tu silencio.

Pero seguro guapa, que volvería a sobrarme amor ¿no?

Calla. Cuarenta y tres días más.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Te Querré, del verbo exigir


Lo tengo cada día más claro. No quiero alguien que me quiera ya, ahora. No quiero amor de entretiempo, ni amor de presente. No quiero un amor medido, ni si quiera amor loco. Yo quiero a alguien que me vaya a querer, a ser posible siempre, mañana. No busco amor de estación. Porque éstos pican billete nada más ver partir el tren.

Yo quiero a alguien que me espere en la estación. Una boca que me sonría de largo. Una mirada con vistas al mar. Que no se ve nada en el fondo, pero brilla sea de noche o de día. Quiero abrazos de pijama y melena suelta. Abrazos de pies descalzos en el salón. Amor de sofá. Porque tengo muchísimo tiempo libre en él. Y me falta compañera de pelea de cojines. Quiero caricias sin venir a cuento. De las que provocan sábanas en el suelo y ropa desordenada.

Yo no quiero felicidad porque ya la tengo. Quiero, siendo feliz, ser feliz con alguien. Quiero ilusión. El mejor eufemismo que encuentro para decir futura alegría. Me apetece estar el número dos de la lista de cualquiera que vaya a equivocarse en este mismo momento, ahora, ya.

Quiero ser el que se querrá, y no el que fue querido. Y aunque parezca que estoy hablando de futuro, no quiero saber nada de él. Porque no estoy dispuesto ni a planearlo, ni a imaginármelo. Que sea lo que el presente quiera. Y que sea lo más indicativo posible que se preste. No quiero falsas promesas. Quiero acción.

Acción en la que se discuta con la piel, dientes y con el corazón encogido en un puño. Una muestra de aprecio. Un "aquí estoy yo, tú, y hoy se cae el apartamento entero donde vivimos". Un gesto de melena al viento, unos rizos que se peinen para mí, una cajita de maquillaje que se abre con mi nombre.

Quiero un pintalabios rojo mirándose en el espejo para acabar esta noche en mi camisa blanca. Quiero que me dejen huellas de que fui besado a conciencia. De que esta noche no sólo se iba a caer el apartamento, sino la ciudad entera. Que Sevilla se va a enterar de lo que valen unos ojos.

Pero a su vez, también tengo claro una cosa. Que quiero una chica que me exija mínimamente lo mismo que yo. Que me demande como mínimo lo que yo exijo. Que me obligue si ve que me relajo. Y que cuando me equivoque me castigue de cara a la pared aquella que vamos a llenar de fotos de cada momento que vivimos juntos.

Quiero una mujer que me vaya a querer mañana tanto como yo la voy a querer un día tal como hoy.

Porque se debe exigir amor, pero también uno, por aquellos labios, tiene que ser pedido. Tiene que ser exigido.

Que te quieran, del verbo exigir.

martes, 8 de septiembre de 2015

Lo que necesito después de un minuto sin ti


Con la sonrisa que ya desenterré quiero quererte de verdad. Necesito hartarme de ti. Suspirarte para siempre. Necesito desintoxicarme de tu esencia. Necesito coger el sueño por las noches. Uno de esos que no me dejen la boca seca por las mañanas.

Sentado en el borde de la cama, reír, y que seas el primer recuerdo cuando me levante solo. Y necesito desabrocharme tu amor cuando agobia por su ausencia. Quiero que me dejes mi tiempo para así abrazarte sin verte. Porque lo pierdo en perderte. Y ya no sé ganarnos.

Quizás voy a necesitar olvidar lo que nunca seremos. Necesito perder esas ilusiones de más. Adelgazar nuestros encuentros. Pedirte un poquito menos. Y disfrutar de la libertad que me brindas cuando sin llegar, te vas.

Me explico. Necesito oír tu nombre y que no se me note. Probar tu sabor y que no me guste tanto como me lo imagino. Comerte y no querer repetir con tanta osadía en tu cuerpo. Dejarnos un par de antojos. Besarnos luego. Tan pronto como se exija. Provocar la provocación. Fingir que no nos deseamos aunque estemos rabiando por dentro.

No quiero amarte como surja ni quiero quererte bien. Quiero amarte muy mal. De malas maneras. Para que así tengas que venir a pedirme explicaciones. Y aprovechar el momento para dar las razones de lo que pasa detrás de un minuto.

Quiero que sientas. Así. A secas. Necesito que me necesites. Y que me lo pidas. A voces, a gemidos o suplicando. O todas a la misma vez. Porque vamos a hacer el amor de tal manera que tú y yo nunca más tengamos que volver a vernos.

Porque por vicio, por efecto y defecto. Por gula. Por amor y odio. Por mí, más que por nosotros vamos a, irremediablemente necesitarnos,

Un minuto después.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Casi te Toco

Te he imaginado en mi cuerpo. Besándome cada centímetro de mi piel. Cerré los ojos y te besé los labios y el abrazo que vino tras tu risa nerviosa de niña. Le pedí a una almohada que fuera verdad. Soñé que casi te rozo.

Qué caprichoso el tiempo. Nos ha quitado la oportunidad de ser el amor de nuestras vidas. Y todo por llegar antes de tiempo. A veces pienso que nos hemos conocido en mal momento. Que te he pedido un beso, un amor, una caricia cuando no correspondía. Que seguro de habernos conocido con una vida más vieja seríamos perfectos para juntarnos. Nos fuimos con la sensación de que casi fuimos. Con la sensación de que no se pudo.

Se ha equivocado el destino en cruzarnos tan temprano. Porque estábamos hechos el uno para el otro pero para un ratito más tarde. Para toda una vida pero más tardía. Casi nos lo creímos.

Llegamos para irnos. Fue un hola y adiós. Y aún así nos pareció que el instante fue un amor de tres meses de verano. Intenso, inesperado. Que dio la sensación de que se quedaron antojos pendientes. Sabores de labios por probar. Fue un final de otoño. Casi primavera.

No nos pudimos retener. Era imposible romper las reglas de nuestros caminos. Y hoy parece que no nos podemos reencontrar. Nos perdimos. Y miedo da decir para siempre. Porque fue muy bonito sin pretender,  querer. Sin estar, ser. Que casi nos amamos.

Y hoy con una sonrisa en la cara recuerdo todo lo que viví contigo sin ti. Mi mirada feliz observa todo lo que ahora en mi habitación me recuerda a ti. Todo lo que me hiciste sentir. Porque no hay nada más bonito e inolvidable como pensar que casi te toco.

Que casi te toco, amor.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Las Tonterías del Amor

Esas tonterías que tiene el amor. Esa cosquilla cuando la ves, se acerca, te agarra. Pide un beso levantando su barbilla, sus labios te apuntan. 'Vamos, dispara.', dice sin decir. Sin todavía apenas tocarte, va y te sonroja.

Ese día tonto, sin nada que hacer. Y ella llega. Te lo ocupa. Vístete que nos vamos. A dónde sea. A un banco. A hablar. A reír, a vivir. A dar una vuelta por los recuerdos. A soñar despiertos. Y entonces llega la noche. Y la despides. Y ahí donde has olvidado unas horas, has ganado una vida.

Las palabras idiotas. Ese 'hola que tal'. El me he acordado de ti sin pronunciarlo tal como suena. El oculto te extraño. Del verbo echarse de menos. Los tontos buenos días de por la mañana con las sábanas aún deshechas. Y la ropa por el suelo pidiendo más tiempo. Ella en camiseta de chico. Recibiendo un guapa sin venir a cuento. La sorpresa escrita o hablada de aparecer. La tontería de comunicarse con detalles. De piropearse bien. De hacer el amor en cualquier lugar. Donde os pille.

O ahora que se lleva todo lo virtual. Por un comentario, notificación, emoticono en la foto de hace tres años, me gusta en cada una y todas tus sonrisas. Por esa oportunidad que nos brindan con un botoncito que no cuesta nada apretar, decir tanto con tan poco. Ya ves, qué fácil era clickear un te quiero.

O un abrazo pequeño tanto como ocupa. Una caricia en mitad de un día de sofá. Un café recién hecho en un desayuno tonto en la cama. Notita de color en la nevera, carta escrita a mano en un buzón que no acostumbraba a esos detalles casi imperceptibles.

Todo ese amor tonto que casi no se ve. Que ya casi no se quiere. Que ya, casi no se valora.

Todas esas tonterías que sólo se harían por amor.

Concretamente por el tuyo,

Tonta.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Cobardes


Ya no se ama tanto como se besa. Hay más amor perecedero que amores para toda la vida. Hay filofobia en el ambiente. Miedo al amor. Pero miedo de lo lindo. 

Nos han colado éso que dice que el amor es algo que duele. A lo mujeres, hombres y viceversa. Amar por amar. Querer por tener. A día de hoy el que viene de buenas ya es hasta sospechoso de porqué ama de verdad. Y se le aparta de manera muy natural. Hemos aprendido a colocarnos un escudo anti-todo, que no sirve absolutamente para nada.

Los síntomas son claros. La desconfianza pasea que da gusto por cada uno de las palabras del otro. La sociedad colma de citas célebres de Bécquer el Facebook, y los retweets en Twitter son directamente proporcional a lo que nunca se dice. Por que eso sí, llenar nuestras redes sociales de frases de Pablo Neruda y William Shakespeare, éso lo sabemos hacer tanto como fingir. De vicio.

Y en vez de tener un detallito algún día escarriado, en vez de imprimir aquella foto de Abril en Granada y comprarle un marquito, en vez de regalarle un boli para desearle suerte en el comienzo de los estudios, etc.
No. Nosotros nombramos a Federico Moccia, etiquetamos un nombre, cualquiera, colocamos en nuestros labios la frase de un cualquier anónimo de internet y 'ala' a esperar los "me gustas" tan falsos como el "te quiero como amigo" de tu peor ex. Así somos. Que ni somos. Que ya nos conformamos con aparentar. Porque ya ni parecerse.

Que los detalles ya sólo son para los románticos. Y lo decimos así. Como con desprecio. Ésos ilusos. Como si estuvieran diciéndote "capullo" en toda tu cara. Y lo peor de todo es que ese tipo de comentarios se aplauden, provocan risas. Son bienvenidos socialmente.

Nos mentimos tanto que ya hasta las verdades parecen mentiras. Y entiendo que se deba de tener un poquito de precaución. Amar con límites de velocidad. Pero es que se nos ha olvidado querer de largo. Ya no se dice te quiero en las despedidas. Se dice mañana te veo. Porque la esperanza que tenemos de que dure más de 24 horas vistas ya no se lleva.

Si no os gusta el amor, largaos. Pero bien lejos. Dejad de leer tanto como dejasteis de sentir. De verdad que no tomaré represalias con ninguna que haya decidido seguir siendo una cobarde en ésto de querer. Si os va bien siendo un don nadie, seguid así. Os garantizo que no quiero convenceros de lo que aún no habéis probado. Un poquito de verdad en los labios. Un escalofrío en un día cualquiera de vuestra relación.

Y ahora que han dejado de leer todos aquellos que se han sentido por aludidos, felicidades. Bueno, espérate, que aún queda alguno con dudas de lo que sintió. Ya. Ahora sí. Felicidades a todas aquellas que dicen "te quiero a mi lado". A todas esas que buscan un futuro sin miedo a perder. Valientes, que sois unas valientes. Porque no hay nada como amar de gratis. Querer de corazón.

Si aún sigues aquí. Dímelo a la cara: Tengo miedo de perderte. Y éso, os digo yo, que sí tiene cura. 

Cobardes.

martes, 1 de septiembre de 2015

Septiembre es Necesito Tiempo


Me encanta este mes. Éste que nos vuelve tan humanos. Como consigue el 'nuevemesino' éste, con una palabra, devolvernos de un guantazo toda la humildad que perdimos en verano. Septiembre no entiende de amores de agosto, ni de vacaciones en la mar. Septiembre es rutina. Septiembre es necesito tiempo.

Que septiembre no nos quiere. Y que también, que nunca nos quisieron. Y nos lo ha dejado bastante clarito en el silencio de cada día. En el desprecio de alguna noche de estío. En la ansiedad con la que se vivía cualquier semana del ya olvidado agosto.

Y lo peor no es éso. Lo peor es cómo nos lo dice. Porque septiembre ya ni nos habla. Ni por mensaje directo ni por whatsapp. Que septiembre nos vino a decir que agosto no fue real, sino la idea que se tenía de lo que se concebía como tal. Entonces septiembre es nostalgia. Septiembre es echarse de menos. E incluso un 'te veré pronto'. Aunque sea en el mismísimo infierno. Allí donde me fuiste a mandar.

Hazte a la idea de que julio no fue lo que era. Ni que ella vendrá en octubre a arreglarte lo que ella misma rompió. No queda otra que decirse necesito tiempo. Necesito septiembre para olvidarte. Unos treinta días para darme cuenta de que el espejismo que recreé de ti en la cabeza no se parece ni por asomo al oasis que nunca existió. 

Yo pido tiempo. Mejor dicho, lo exijo. Porque necesito un mes que me devuelva a presentarme como quién soy. Porque por pensar en ti, me olvidé de quien era yo. Hoy he decidido buscarme. Hoy quiero conocerme y volver a ser ese anónimo que nunca llegaste a conocer.

Uno que quiso amarte en verano. El único septiembre que necesitaba tiempo. El único septiembre, hasta entonces de tu vida, que te pidió amor.