lunes, 6 de agosto de 2018

Si tú fueras mi p-valor

Cuenta. Y me lo apuntas aquí en privado. Cuenta, pero no las noches, sino las veces. Las que viniste a buscarme, las que estuviste escondida en cualquier red social. Cuenta, porque al final nada habrá valido la pena si a lo que has venido no es a sumar. Tú ve juntando datos, cifras, de todas esas cosas significativas: sus labios, lo bien que le quedan esas gafas, su vestido, sus manos. Porque al final, si nos ponemos tontos, nos vamos a querer un rato.

Para empezar, contra el amor va a todo pronóstico, la moda. La mía, la tuya y la de cualquiera que en su día fuimos a besar. La moda. Ese valor que rige lo que se lleva y lo que no. Tan sensible a las variaciones que ya se explica la cantidad de parejas que acaban echándole la culpa al tiempo. Y ahí vamos, dándonos de ostia contra viento y marea a pasados que eran más queridos por nuestro entorno que por ego propio. Nos equivocamos en buscar lo que buscan los demás. Porque el amor es muy suyo. Porque el amor, debe de ser, egoístamente, muy nuestro.

El amor es frecuencia. La de veces que la vas a buscar, la de cosas que hacéis juntos o separados. La cantidad de te quieros dichos en instagram. El amor es repetirse muy en el tiempo. Porque al final tarde o temprano nos vamos a ir juntitos de la manita con la ley de los grandes números a molar. Que no íbamos en busca de la media, pero mira, ya que hemos llegado, nos conformamos con medio estar.  

El amor es frecuencia, sí. Pero tanto de la abosluta como de la relativa. Porque al final consiste en dividirse todas esas veces entre la cantidad de besos que nos pudimos dar. Dividirse las mismas ganas absolutas entre todos los que nos vienen a evaluar. Al final consiste a la larga probarse cuánto se ha querido de más. Recogerlo todo en momentos. A partir de ahí, su boca dirá.

Pero para eso ya nos viene la mediana. A ponernos la barrera del bien o el mal. Un hasta aquí hemos llegado de campeonato que viene a marcarnos con una rayita en el suelo por donde no podemos pisar. El valor justo de en medio que viene a decirnos a cuánto de lejos estamos del próximo beso a dar.

Y hablando de valores. Al final de lo que se trata es de ir descartando hipótesis nulas de amar. Darnos de bruces contra todo p-valor más pequeño que el nivel de significación establecido. Claro que, aquí ya viene la condición de cada uno, y el listón donde se lo quiera uno marcar.

Como cuando viniste sin querer a inferenciar mi gusto. Como cuando te fuiste sin pedir permiso a otro nivel. Como cuando volviste a devolverme la ilusión que me robaste y la última vez que me dijiste:
Te quiero, pero,
No sé.

Al final me decanté por tus labios. Esos que desequilibraron el estudio. Que mandaron cualquier corolario al inframundo. Desobedeciendo que yo aquí venía a provocarte una vez más. Pero yo no quería hacer el amor contigo. Yo quería ordenarte los datos. Ponerte patas arriba tus amores frustrado y enseñarte que contar está, sobrevalorado. Yo solo quería,

Que si tú fueras mi p-valor,
Amarte en teorema,

Y demostrarlo, al menos,
una vez más.

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