martes, 7 de agosto de 2018

Carmen

Sí sé como mira, y como se deja querer. Pero no sé nada de su tacto, ni de como huele. O como besa. O como acaricia, besa, ama. No sé a quién le reza. Ni por quién bebe los vientos. No sé nada de su sabor de labios ni como pronuncia mi nombre. No sé nada de ella más que su silueta. Sus formas. Sus ojos. Su rimel. Su cara de niña buena. Y a duras penas pude robarle el nombre. Lo único que tengo suyo. Que le gana de entero a cualquier título que yo fuera a poner y que tú ibas a pasar de largo.

Y ahora te quedas. Esperando haber si le pongo tus apellidos a este escrito. O te atrae aquí cualquier arrebato que pensara que, aunque se titulara Carmen, al final iba a acabar hablando de ti. Ilusa. Porque quizás sea el primer adjetivo calificativo que me llegó nada más verte. Te vi risueña. Como soñando por encima de nuestras posibilidades, eso que se lleva tanto de moda.

Quizás me dejé llevar por su juventud. Mucho más niña que yo. Mucho más joven, de edad y de labios. Muchísimo más. E irremediablemente se fueron los sueños a verte al lado mía a quitarme años. Porque si apuestas por mí, yo pienso poner todo mi título en juego. Todo mi escrito en tu mano. A secar mi años y seguirte el juego. A andar descalzo. Que pienso poner mis vidas patas arriba. Mis ganas volcadas.

Con lo bonita que era tu sonrisa cuando era presente. Y la de veces que mis ojos se iban a tu boca. Y tú sin saberlo. Que había alguien que estaba dedicándote tiempo. Que había un cualquiera soñándote. Con lo bueno que es que te sueñen. Con lo bonito que es que te conviertan en realidad. Con lo bonito que es rozar la idea, gemirse el nombre.

Carmen, con lo bonito que sonaba en mis labios.

Carmen, y lo mal que nos lo dejamos escrito.

Tú, que no sabes ni como me llamo.

Y yo, que ya, para hablarte,
te he escrito demasiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...