lunes, 7 de marzo de 2016

Querer querer

Muy humano eso de confundir amor con aprecio. Muy animal eso del capricho, de la posesión, de querer controlar. Que cada uno/a cuando acabe de leer el texto se posicione donde mejor le guste. Donde mejor se quiera. Porque al final pareciera que lo que cuenta es eso. Quererse mucho. Querer habiéndose querido tanto.

Al final te das cuenta que Aristóteles tenía razón allá por el siglo cuarto antes de Cristo. Que amar es querer el bien de alguien. Es un acto de voluntad. No solo amar porque sí. Es algo más que sentirse querido. Es reforzar la idea de que se va a luchar. Me sorprende que alguien en aquella época ya pudiera darle un guantazo a todos esos narcisista que hoy viven escupiendo amor.

Porque no. No está hecho el amor para hedonistas. Ser egoísta y quererse nunca se han conjugado bien y refrendando a la antigua Grecia, es mucho más importante el nosotros con un apelativo de amarse que cualquier super-yo con pintas de querer llevárselo calentito todo para él.

Pero si quererse no funciona, y amar nos sabe a poco, más de uno se preguntará entonces cual es la panacea contra todo este despropósito de querer acertar. A priori parece que no hay remedio contra tanta ilegalidad. Que no hay amores que maten sino desamores que viven una eternidad.

Pero si tiene que estar relacionado con la voluntad, con entregarse a, con quererse no solo bien sino que se quiera que la otra persona esté mejor, entonces quizás es que nos falta un querer entre tanto verbo y punto final.

Pueda ser que no basta con querer.

Sino con querer querer.

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